"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

aviso

Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



20 de abril de 2014

sentido de la responsabilidad

Leyendo este libro (http://entra-por-los-ojos.blogspot.com/2014/04/bitcoin-la-moneda-del-futuro.html) me encuentro con argumentos provenientes del pensamiento liberal que me suscitan algunas objeciones que quiero compartir aquí.

Liberalismo:
2. m. Doctrina política que defiende las libertades y la iniciativa individual, y limita la intervención del Estado y de los poderes públicos en la vida social, económica y cultural.

Libertad:
1. f. Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.

Responsabilidad:
4. f. Der. Capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente.

Egoísmo:
1. m. Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás.

Comprendidos estos conceptos, se entiende que libertad y responsabilidad son términos interdependientes. Y que el egoísmo se produce cuando se evita la responsabilidad, derivando en una perversión de la libertad.

Dónde queda el liberalismo entonces?
Pues malamente escorado hacia el egoísmo, porque si no haría mejor en llamarse responsabilismo.

Veamos:
Conduce la libertad a la responsabilidad? Por sí sola no.
Conduce la responsabilidad a la libertad? Casi que sí.

Cuál es entonces la clave?
La conciencia.
Ese es el orden de los factores: Conciencia, responsabilidad, libertad.

Sin conciencia no hay responsabilidad y sin responsabilidad no hay libertad. Lo que llamamos libertad cuando no hay conciencia ni responsabilidad es el egoísmo.

El egoísmo acarrea abundantes problemas, genera abusos, robos, engaños, estafas, tormentos, daños, mentiras, infelicidad, miseria, decadencia, patología, perversión, crueldad, inhumanidad. Vamos, lo que tenemos ahora por todos lados.

Cuando el egoísmo reina, es evidente que no hay libertad ni fraternidad ni igualdad, ni justicia ni derecho ni respeto, ni paz ni felicidad ni prosperidad. Solo infierno y rapiña, parasitismo y perfidia, etecé tecé.

Todos conocemos muy bien esta tiranía opresora, todos la estamos padeciendo en mayor o menor medida. Y su discurso es insultante e intolerable a más no poder.

Competitividad. La ley del más fuerte. O comes o eres comido.
Vamos hombre, no me jodas, quién se va a tragar eso.

La vida no funciona así. Eso es como la viven los egoístas psicópatas alienados, enfermos tarados.

La vida es pura colaboración y cooperación. Todo ecosistema te enseña esto.
Así pues, ser consciente de la realidad en la que existimos implica ser responsable, obrar consecuentemente y asumir el resultado.

Pongamos un ejemplo más gráfico:
A un egoísta le gusta disparar. Y como le gusta disparar, dispara. Pero no mira dónde terminan las balas. Porque solo atiende a su propio interés. No sabe o no quiere ver más allá de su ombligo.

Los daños de esta cortedad de miras y actitud irresponsable son más que evidentes.

Luego, según quién sufra las consecuencias, el egoísta se encontrará con problemas y hostilidades. Sin comprender a qué se deben.
Entonces protestará y dirá que se le está coartando su libertad.
Y habrá quien crea que es verdad.

Al egoísta se le llena la boca con la palabra libertad. Pero su idea de libertad deja mucho que desear. En tanto en cuanto no incluye el sentido de la responsabilidad, no es completa ni veraz.

Claro, en cuanto hablamos de responsabilidad ya la cosa suena menos divertida y más complicada. Porque obviamente requiere mayor atención, cuidado y madurez.

Ser responsables nos obliga a ver el cuadro completo, o lo más amplio posible. Considerar previamente las implicaciones de cada decisión y acción. Tener en cuenta todo. Observar cierta escala de valores y prioridades. Acatar el consenso.

Nuestra libertad pasa necesariamente por esto, ya que vivimos en comunidad. Solo conviviendo en armonía podemos encontrar nuestro espacio de libertad para crecer y realizarnos como persona.

Siendo así, precisamos organizarnos de tal manera que podamos vertebrar y mantener un marco de encuentro y entendimiento.

Esto es lo difícil, porque la sociedad se compone de individuos con muy diferente grado de madurez. Por eso la creación del estado y nuestra delegación de funciones.

Pero es una solución deficiente, que requiere serias modificaciones, como bien se ve.

Por mi parte ultimamente le estoy dando bastantes vueltas a estas cuestiones y tengo esbozados algunos tanteos y aproximaciones no del todo desaprovechables, así que te recomiendo que les eches un vistazo si te apetece:
http://dersony.blogspot.com/2013/09/somos-idiotas.html
http://dersony.blogspot.com/2013/11/politica-si-politicos-no.html
http://dersony.blogspot.com/2014/04/el-parecer-del-pueblo.html
http://dersony.blogspot.com/2014/04/los-ojos-del-pueblo.html

El liberalismo quiere un estado que sea como un perro atado y con bozal. Bien controlado y limitado. Porque en eso cifra su posibilidad de libertad.

Sin embargo, mucho me temo que esa vía no es del todo acertada.

El problema viene de ver al estado como algo ajeno y separado del pueblo. Precisamente eso es lo que no puede seguir siendo así.

El estado no debe ser nunca más una casta privilegiada de parásitos haciendo las veces, dice que, de representantes del pueblo.

El pueblo no puede delegar ya nunca más a terceros lo que es su propia y entera obligación. Esta responsabilidad es ineludible, so pena de seguir como hasta ahora o peor aún.

Todo mal viene de los intermediarios. Al delegar entregamos un poder que resulta muy tentador explotar. Piénsalo bien, colocas a una persona en un punto clave de paso obligado. Por las manos de esa persona pasa el destino de mucha gente, directa o indirectamente. Es muy fácil aprovechar esa posición para desviar o sustraer pedacitos, pedazos o pedazazos ajenos y justificarlo con mil y una excusas y falacias.

Hasta ahora no hemos querido o sabido controlar bien esto, pero ahora gracias a la tecnología podemos y debemos reparar nuestro error.

La política 2.0 es sin intermediarios, por eso los partidos políticos ya no tienen sentido. Aquí solo hay dos partes: Tú y el pueblo. Que a la postre forman un todo. Esta noción de pertenencia es clave. La falacia del alienado es que se cree ajeno al conjunto, lamentable desquiciamiento que trae no poco tormento.

La tecnología sirve de puente para ponernos de acuerdo.
Las más bellas herramientas traen elegantes soluciones para muy distintas situaciones. Se reconocen por ser de código libre y abierto, público y sin propietario. Pues ese es el camino a seguir.

Siempre cuidando y preservando nuestra organización descentralizada. El núcleo es el consenso.

Si no asumimos ni adoptamos este sentido y esta conciencia, no tenemos nada que hacer, estamos vendidos, perdidos, sin remedio. 

Para salir del infierno el camino se llama consenso.

Consenso como única ley y autoridad. Consenso como punto de encuentro para recuperar nuestra digna y legítima soberanía.

Esto nos lleva a buscar un código de conducta común y compartido, unos valores que engloben y recojan nuestra voluntad y parecer.

Pura conciencia aplicada.

Para depurar y definir esta postura colectiva debemos expresar y compartir nuestra propia visión y actitud ante la vida.

Esto es delicado, porque entonces vienen las comparaciones y las posibles críticas o juicios.

Eso incomoda especialmente a los inmaduros, porque sus valores no casan ni encuentran sustento. Por eso muchos se enredan en tergiversaciones, falacias, vaguedades y mil y una artimañas.
Justo ahí nace el mal, cuando el egoísta abraza la mentira para perseverar en su empeño.

La verdad no gusta a los malvados, porque quedan en evidencia y salen mal parados.

La verdad lleva siempre al bien.

La pega es que nos cuesta reconocerla, porque cada uno la pintamos con palabras más o menos diferentes. Sin embargo su esencia es inconfundible, indudable, incuestionable, ineludible.

Por ejemplo:
Como ser vivo me debo a la vida.
Como terrícola me debo a la tierra.
Como humano me debo a la humanidad.

Si no reconozco esta realidad y emprendo acciones contrarias a eso, está claro que pagaré cara mi osadía.

Si dejo de respirar me muero.
Si abandono la tierra me muero.
Si renuncio a la humanidad me muero, o igual no, pero para el caso lo mismo da, dejo de contar para nada.

Lo malo es que, sin llegar a estos extremos, se puede obrar muy malvadamente y escapar largo tiempo a las consecuencias.

Esto es lo que debemos procurar que no sea posible ya más.

Cosa que exige una clara conciencia y un alto sentido de la responsabilidad.

Y fíjate que hay una relación inversamente proporcional. A más conciencia, menos mal. A menos conciencia, más mal.
Despiertos o dormidos, siempre somos responsables de nuestra realidad.

Cuando establezcamos un consenso que realmente se sustente en los principios más nobles y que realmente proteja y cuide su cumplimiento por parte de todos, veremos la gran diferencia que supone y representa.

La clave, creo yo, está en que cada persona demuestre ante la sociedad, de acción y de palabra, su integridad y lealtad a los valores comunes. Condición sin la cual no puede haber permiso para ninguna actividad que se aplique o alcance más allá de la esfera personal.

La clave es la total transparencia y la total supervisión y seguimiento de todo por todos.

La clave es que seamos soberanos y cumplamos nuestro papel impecablemente.

Es importante comprender bien que nuestra libertad personal trae asociado un deber colectivo ineludible. Crecer implica ser cada vez más responsable. Cada vez de aspectos de mayor alcance y más sutiles.
Para ser verdaderamente libre y dueño de mi destino, tengo que dedicar una parte importante de mi voluntad hacia el establecimiento y mantenimiento del consenso.

Trabajar por el bien común es la responsabilidad derivada de tener reconocida mi soberanía.

Toda vez que se intenta amañar o falsear este contrato, sufrimos las consecuencias y de qué manera.

Así que más nos vale ir enterándonos, que ya va siendo hora.

Volviendo al orden de los factores: Conciencia, responsabilidad, libertad.
Se le puede dar bastantes vueltas. Y se puede llegar a razonamientos que destaquen cualquier término sobre los otros.

Alguno dirá que necesita libertad para poder equivocarse para poder tener conciencia y ser responsable.

Vale. Te doy un metro cuadrado y cinco minutos de libertad para que experimentes y aprendas.
Quieres más?
Haz lo que quieras mientras no interfieras ni perjudiques a nada ni a nadie.
Quieres más?
Demuestra que vas por el buen camino.

Pero es que yo quiero equivocarme a lo grande.
Quieto parao ahí. Para eso mejor te haces con un simulador virtual y te apañas con eso, que no queremos disgustos.
El que quiera liarla, a cascarla.

Pero es que yo quiero ser jefe.
Olvídate. Aquí no hay jerarquías, ni autoridades, ni representantes.
Tu libertad está supeditada a la de los demás.
El consenso manda.
Ya eres tu propio jefe, mientras sepas integrarte adecuadamente.

No hay que complicarse. La libertad es total siempre que hagamos buen uso de ella. Los proyectos ambiciosos dependen por completo de la voluntad conjunta.

La escala de nuestra acción y participación está condicionada por nuestro propio grado de madurez.
Cuanto más ampliamos el campo de acción, más dependemos de la cooperación agregada.

La conciencia de las partes determina en gran medida la calidad del conjunto y su buena marcha o fracaso. La organización servirá de refuerzo y sustento si la comunidad busca su prosperidad siendo siempre fiel a sus principios y valores.   

En parte da igual cómo quieras tomarte y entender la tríada conciencia, responsabilidad y libertad, pues de lo que se trata es de trabajar e integrar las tres al mismo tiempo y en su justo equilibrio. Equilibrio que se evidencia y comprueba en la práctica.

Sería interesante algún experimento comparativo en este sentido.
Ver qué logra quien ensalza ante todo la libertad.
Y ver qué logra quien se centra en la conciencia.

Quizás no tardaríamos en ver la clásica divergencia. Los pasos que empiezan a torcerse en su camino. Es comprensible, como humanos somos falibles. Para eso el consenso, para vigilar y procurar que nadie se pierda más de la cuenta.

Pero las disquisiciones filosóficas en torno a conciencia y libertad no deben distraernos. Establezcamos un marco que haga ineludible la responsabilidad y luego ya que cada cual debata sobre la santísima trinidad si le da la gana.

Lo curioso del liberalismo es que acierta a medias y se equivoca a medias. Así y todo, si alcanzamos la suficiente conciencia como para trascender el egoísmo, es bien seguro que sabremos llegar a un punto de encuentro, se provenga de la postura que se provenga.

Entonces mejoraremos, mejor haremos, estudiando la vida y sacando provecho de su ejemplo, con amor y respeto. Con responsabilidad.

Este mundo materialista, narcisista, desquiciado y alienado que tenemos corresponde a la fase de la adolescencia de la humanidad, como si dijéramos.

Mucho daño traemos y mucho daño llevamos sembrado. Mucho hay por sanar y reparar.

Y aquí no hay hermano mayor que venga a desatontarnos, todo lo contrario, el gran hermano nos quiere cada vez más idiotizados.

En resumen, que evitar la responsabilidad significa renunciar a la libertad. Porque entonces delegamos en otros y pasa lo que ya sabemos. Así que eso.

PD:
Este otro libro (http://entra-por-los-ojos.blogspot.com/2014/04/nada-esta-perdido.html) explica muy bien un posible modelo de sistema basado en la responsabilidad. Recomendable.