"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

aviso

Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



29 de mayo de 2018

once años

Hoy este blog cumple once años.
Como siempre, tengo congelada la elaboración de los libros recopilatorios.
También tengo pendiente publicar alguna cosa especial.
De momento, valga como compensación provisional esta pequeña reciente curiosidad: https://dersony.blogspot.com/2018/04/blue-pill-neo.html

Para acceder a los recopilatorios anteriores:
https://dersony.blogspot.com/2014/05/septimino-anino.html

Nada más, un saludo.

poema

Sueño que soy chavalín y estoy en el colegio.
Queda poco tiempo para que termine la clase y la profesora nos manda una tarea. Tenemos que escribir un pequeño poema.
Me pongo a ello con entusiasmo, pero veo que no me queda espacio libre en mi cuaderno.
Le pido un folio a la profesora y enseguida lo lleno con el esbozo de mi poema.
Ahora le pido una hoja al compañero de la mesa de detrás.
También la lleno de versos y modificaciones.
Mi inspiración está a tope, a tutiplén.
Disfruto mucho con esto, pero a la vez me angustia el poco tiempo disponible.
Pronto la clase concluye y yo sigo bregando tenazmente con la plasmación de mi creación, que se resiste a ser finiquitada.
De nuevo le pido otro folio a la profesora y de nuevo me quedo sin espacio para pasar a limpio el poema que me hierve en la mente, ya que continuamente se me ocurren matices y alteraciones que aplico a mi escrito.
La profesora ya ha perdido la paciencia y se marcha, al igual que hacen los demás alumnos.
Yo me empeño en redactar mis versos, como pueda y donde sea.
Incluso empiezo a anotarlos sobre la mesa.
Y ya me despierto.
Por un fugaz momento, conservo vivo el recuerdo del poema completo.
Tan solo consiste en unos pocos versos.
Comprendo claramente que me he excedido con tanto retoque y modificación, que la simple idea inicial era mejor que el abigarrado resultado final.
Ese proceso de elaboración le ha restado frescura y carga simbólica, pero al mismo tiempo ha sido una experiencia apasionante.
Supongo que este es siempre el peligro del poeta.
Descubrir una gema y caer en el delirio del orfebre, cuyo sublimador afán implica un alto riesgo de arruinamiento de lo manipulado.
En fin, devaneos aparte, a la postre solo he logrado rescatar del olvido el último verso de dicho onírico poema:
...sin pausa, hordas de ratas rompen contra la mole cernícala.

ascensor

Es de noche. Salgo de la celebración del cumpleaños de algún familiar. En realidad me he perdido casi todo el festejo, pues he estado afanado en la imposible tarea de escribir en un papel mis datos de contacto, para dárselos a una persona. La típica situación agónica de querer escribir bien y no lograrlo e intentarlo una y otra vez, siempre fallando.

Salgo pues, agotado y frustrado.
Me dirijo hacia mi casa, que resulta estar cerca.
Estoy en una ciudad genérica, que podría ser cualquiera.
Según parece, vivo en un alto edificio que desconozco, pero a la vez me resulta vagamente conocido.
Le sigo el juego al sueño, casi notando que estoy soñando. Aunque esta lucidez es muy tenue y va oscilando, desvaneciéndose predominantemente.
Me embarga una neblinosa sensación de precaria inercia, incómoda y confusa. Cual náufrago flotando a merced de una inescapable marea absurda.

Abro la puerta del rellano y entro en el ascensor, medio durmiéndome por momentos.
No recuerdo la planta en la que se encuentra mi piso. Vagamente intuyo que se encuentra hacia la mitad del edificio, o un poco más arriba.
Para colmo, los botones del ascensor tampoco son los habituales. Por alguna extraña razón, varias plantas están agrupadas de tres en tres, en varios botones.
Pulso con desgana el botón que me parece que más se aproxima a la supuesta localización de mi piso, con la creciente certeza de que no voy a hallarlo ni por equivocación. Más aún, dudo mucho que hacer esto me lleve a ninguna parte.

Se cierran las puertas y se pone en marcha el ascensor.
Noto que no se está desplazando ascendentemente sino lateralmente.
Con fastidio y medio dormido, miro mejor y veo con horror que no estoy en el ascensor sino en una especie de cestita pensada para el servicio técnico.
Me aferro a tan exiguo parapeto y soporto apurado el creciente vértigo.
Ahora percibo que nuestra trayectoria es descendente y deduzco que esta cestita se encuentra en el contrapeso del ascensor, asique adivino que el ascensor se está elevando y que el contrapeso va a cruzarse con él en algún punto.
Tengo la sospecha de que esta cestita no está pensada para ser ocupada cuando el ascensor está en funcionamiento, asique temo por mi integridad física.

Entonces, se produce la típica elipsis onírica imperceptible y ahora me descubro desplazándome lentamente por fuera del edificio, suspendido de la cestita, que se ha girado ciento ochenta grados y se ha vuelto totalmente invisible, al igual que el raíl por el que supuestamente avanza.

A través de pasillos, curvas y esquinas, voy topándome con personas medio indiferentes o sorprendidas por mi flotante desplazamiento.
Veo que me aproximo hacia la puerta de otro ascensor y supongo que este es el final de mi trayecto. Puesto que no me apetece aventurarme en otro incierto viaje ascensoril, me despierto.

1 de mayo de 2018

viva imagen

Una ciudad trasparente,
un coche trasparente,
una ropa trasparente,
una piel trasparente,
una carne trasparente,
un corazón trasparente,
y por fin te veo.

cuando todo es nada

Las personas vacías, están carentes de significado.
Las palabras que tales personas emiten, tienen similar ausencia de contenido.
Por eso dependen de enunciados bochornosamente elementales.
No es no.
Blanco es blanco.
Hoy es hoy.
Y tal y cual.
Cuando una sociedad entraña tal nadedad, necesita recordarse a sí misma el significado de su propio vocabulario.
Y lo peor de todo, es que llega a un punto en que ya no acierta a encontrarse sentido a sí misma y se aboca a la desintegración.
La amnesia y la demencia son los síntomas más evidentes de esto.
Al perder el contacto con la vida, la inteligencia se va por el sumidero y la cultura deviene en un batiburrillo de patéticas contradicciones.
Los huérfanos de intelecto, tan solo cuentan con su sentimiento.
Son bípedas criaturas parloteantes, cuya pseudo-habla es simple ruido primario.
Otra terrible consecuencia de su yerma lucidez, es su cortedad de miras.
Son la más atroz encarnación del egoísmo.
Así pues, confluyen todos los ingredientes para producir seres de necio victimismo.
La falta de significado, es profundamente autodestructiva y dañina.
Las palabras que no significan nada, desaparecen.
Y sufren igual destino, quienes tal anti-vocabulario poseen.
La palabra es un recipiente cuyo propósito es servir de albergue y enlace para acceder a lo esencial.
El materialismo, pierde de vista tan crucial vínculo.
Niegan y olvidan lo metafísico.
Asique adoptan una óptica deficiente y mermada.
Cuerpos sin alma. Carcasas sin contenido. Fuentes inertes.
Normal que esta gente no tenga honor ni integridad ni palabra.
Dicen una cosa, sin saber ni lo que dicen ni lo que quieren decir.
Están perdidos y palmotean como locos, desquiciados.
Sus problemas les superan y les sobrepasan, por eso pretenden culpabilizar de ellos a los demás, con la vana esperanza de que terceras personas les proporcionen solución o alivio a su interminable pesadilla.
Tienen cero responsabilidad de sus actos.
Y el peso de su inmadurez, exigen hacerlo recaer sobre el prójimo.
Maravillosos siervos infernales.
Ni siquiera comprenden que son los artífices de su creciente tormento y padecimiento.
La comunicación resulta imposible con estos vacuos seres.
Los argumentos les resbalan sin producirles ninguna resonancia, pues sus mentes están hueras.
No son de este mundo.
Ni existe diccionario capaz de traducir tu lengua a su no-idioma.
En ellos, toda coherencia brilla por su ausencia.
Son veletas a merced de modas, caprichos y azares.
Están aquí para acabar con la civilización.
Son fango y hiedra, que mina y roe.
El epílogo de la comedieta.
Lo bueno de este caos colapsador, es que hace más fácil que nunca el despertar.
Si no abres los ojos con todo lo que está pasando, mal te veo.
Lo que te pasa es poco, comparado con lo que te espera.
Cuando dejas de alojar a Dios, quien te ocupa es el diablo.