"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

aviso

Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



1 de enero de 2017

boba bobada

En una sala salada
una mona monada
espera pausa pausada.

Una mosca moscada
vuela loca locada.

La mona monada
deja la silla sillada
y lee una nota notada
cuya letra letrada
dice una tonta tontada.

La mona monada
se siente burla burlada
y sale lanza lanzada.

La sombra sombrada
borra la calza calzada,
y la niebla nieblada
tapa la forma formada.

Una banda bandada
se funde calma calmada
con la bruma brumada.

La mona monada
anda duda dudada
y se topa teta tetada
con una cerca cercada,
que salta comba combada
y cae en una charca charcada.

La mona monada
sale del agua aguada
toda mancha manchada.

Tira ruina ruinada
su prenda prendada
de lana lanada,
tan cuca cucada.

Sigue, en tanga tangada,
hasta una tapia tapiada.

Gira la curva curvada
y entra en una cuadra cuadrada.

Allí, sola solada,
se acuesta mansa mansada
sobre la paja pajada.

Pero, una pulga pulgada
le pica la nalga nalgada.

Así tibia tibiada,
la mona monada
huye perla perlada
entre la flora florada.

Hasta que, pesa pesada,
cae en una zanja zanjada.

Al rato, sale raspa raspada
y prensa prensada.

Ve la cola colada
de una gata gatada.

La lista listada
sigue a la bestia bestiada
hasta una casa casada.

Una vieja viejada
sale con una vela velada
y le ofrece mora morada.

La mona monada
entra baja bajada
por la arca arcada.

Dentro, huele a rosa rosada
y a menta mentada.

La vieja viejada
sonríe mima mimada,
suelta una sosa sosada
y la deja planta plantada.

Luego, vuelve carga cargada
con fresa fresada
y nata natada,
que mezcla mezclada
con una barra barrada
para hacer crema cremada.

La mona monada
prueba una pizca pizcada
y cae rosca roscada
al suelo tira tirada.

Desde ahí, ancla anclada,
ve a la vieja viejada
con una daga dagada
y ojos de tara tarada.

La mona monada
se desmaya trauma traumada
y yace lacia laciada.

Después, tumba tumbada
se despierta venda vendada
como una momia momiada.

Sin ver, tapa tapada,
se agita trenza trenzada
y grita pinza pinzada.

Tanto suda sudada,
que cede una grapa grapada.

A tientas, busca asa asada
o cuña cuñada
y coge una regla reglada,
con la que se lima limada
para quedar monda mondada.

Luego, huye muda mudada
cual flecha flechada
hasta su cama camada.

Y fin de la pachucha pachuchada.

redención

Sueño que veo, o que estoy dentro de, un capítulo de una serie de dibujos animados muy famosa, protagonizada por unos personajes de piel amarilla.

Este es un capítulo muy especial. Tengo la clara conciencia de que ni en un millón de años harían un capítulo así, pero a la vez tengo la viva sensación de estar viendo verdaderamente algo excepcional.

Todo el capítulo es en blanco y negro, con unos tonos de gris muy tenues y suaves. Las líneas de los contornos son también limpias y sencillas. Sobrias y elegantes.
Todo resulta acogedoramente minimalista y evanescente.

Durante la primera parte del capítulo, la cámara se coloca en el punto de vista subjetivo del protagonista. A saber: El padre calvo y gordo.
Sin embargo, su comportamiento aquí es sorprendentemente sereno y maduro. Habla con profunda lucidez y humanidad. Resulta inspirador y gratificante apreciar estas virtudes en alguien con un pasado tan terriblemente esperpéntico.

El prota, avanza andando por una calle vacía. De vez en cuando se acerca hasta algún árbol y pronuncia sentidas palabras de mística reverencia y honda admiración, dedicadas al solemne vegetal y a la vida en general.

Así, por dos o tres ocasiones.

Luego toma una calle que, a pesar de su esquematismo, reconozco como perteneciente a mi pueblo.
Allí se encuentra con otros tres personajes de la serie. El camarero del bar y los dos inseparables compañeros de trabajo.

Entonces, la cámara abandona el plano subjetivo y encuadra la escena para mostrar a los cuatro, que mantienen una conversación que me resulta ininteligible.

De todas maneras, ahora mi atención se centra en su apariencia.
Porque están dibujados de una manera extremadamente inusual.

Imagina una persona con una tremenda miopía, y a la vez con una tremenda hipermetropía. Esa persona solo podría ver enfocada una estrecha franja de la profundidad de campo, y el resto quedaría desenfocado. Pues bien, los personajes aquí, están dibujados contorneando solamente esa franja nítida, y todo lo demás es como si fuese invisible.

Por ejemplo, la barriga del prota se ve como una O grandota, y a través de su oquedad central, se ve el paisaje que queda detrás.

Este efecto resulta fascinante a la par que inquietante, sobre todo en sus rostros, pues nunca se les ven los ojos, y sus rasgos quedan reducidos a unas formas cambiantes de lo más abstractas, en las que casi hay que adivinar nariz, o frente y pómulo, o boca, etc.

Con todo, la sensación dominante durante todo el rato, es la de jubilosa redención. La de estar siendo testigo de un anticipo de un futuro harto lejano o improbable. Y no es su remoticidad lo que le da ese aire extraordinario, sino el salto cualitativo en su estilo narrativo y en su contenido significativo.

dos sabores

Imagina un helado de dos sabores, cada sabor de un color.
Imagina un palo que remueve y mezcla el helado, pero sin que se fusionen los colores. Creando una espiral infinita.
Quédate con esa imagen.

Eso es lo que es la vida.
Sea cual sea el punto de la espiral en el que te encuentres, su diseño te garantiza que siempre vas a permanecer en contacto directo con tu fuente original. Y también te garantiza que todo se define por contraste entre complementarios.

Esta es la ley de la polaridad.
Los polos son interdependientes. No pueden disociarse ni trocarse. O quizá sí, pero solo mediante la más magna alquimia, cosa que nos queda lejísimos todavía. Jugar a mutar y metamorfosear sin talento ni conocimiento, resulta en horrenda calamidad.

La diferenciación obedece a una intención y función. Aunque la esencia sea una y la misma, el mundo físico requiere la dualidad para manifestarse efectivamente.

El mundo metafísico es más complejo y extraño.
Por eso, a veces es fácil caer en el error.

Quien solo ve la superficie, ve dos sabores-colores y considera que se trata de dos elementos distintos, sin relación ni conexión.
Quien ve más allá, comprende que ambos comparten una naturaleza común, son helado, y su complementariedad responde a un claro propósito.

Cuando la vida se configura mediante polaridades, no es por capricho ni mucho menos. Así posibilita y establece un interesante juego interactivo y participativo. Nos permite percibir y ubicarnos. Hace concreta y tangible la realidad. Constituye la parte emergida del icebér. Así de importante es la polaridad.

Infinita es la dinámica espiral, así como infinitas son las escalas en que opera.
Las ramificaciones y entrelazamientos son tan intrincados, que a veces puede darse una cierta fusión de los elementos.
Esta intercomunión es lo que solemos llamar amor.
Pero cuidado, esta concepción del amor es arriesgada y de difícil realización. A menudo, anula y desdibuja más de la cuenta, trayendo mala consecuencia.

Imagina dos cepillos de dientes. Cuando interconectan sus cabezas, pueden compartir conocimientos y experiencias. pero si se traban el uno en el otro, quedan presos de su ofuscación, malogrados por su desmedida proyección-intromisión.

La tragedia del invasor, es que destruye aquello de lo que desea adueñarse.
Ese es el drama de nuestra inmadurez. Confundimos amar con poseer. Y otros se van al otro extremo y llaman amar a su mero mariposear.

El verdadero afecto es un arte precioso, infinitamente delicado y cuidadoso. Un acompañarse armónicamente y apoyarse solidariamente en el crecimiento mutuo. Un alentar sin depredar.

Al mismo tiempo, debemos trabajar también con lo metafísico. Y ahí la cosa se pone dificililla.
Ahí, toca formarse una idea de Dios.
Y esforzarse por entender a fondo la vida y su sentido.

El diseño y orden de la existencia, nos habla muy a las claras del poder inconmensurable y la voluntad sublime del de arriba.
La vida es un sistema perfecto, a la vez vivo y autoperfeccionante.
Es una pura victoria continua, positiva e interminable.
Su misma infinitidad y persistencia, es prueba patente y palmaria de esto.

Volviendo a la polaridad, no siempre el contraste implica que ambas partes sean igual de relevantes. La dualidad vida-muerte o bien-mal, requiere cuidadosa consideración, para no llevarse a engaño o equívoco, pues su importancia no es simétrico-equivalente.
No existe un poder negativo. No existe una deidad maléfica.
Adorar la muerte y adorar el mal, es adorar una ausencia y vacío: Totalmente inútil.
Y para colmo, esa nula vacuidad, esa vacua nulidad, ni siquiera tiene opción de aumentar ni expandirse.
Ante todo y sobre todo, porque una no-entidad tiene cero capacidad de participar, ni remotamente, de la existencia.
Es el delirio más loco, soñar que la sombra triunfe sobre la luz.
Como bien ve cualquiera que tenga ojos.

Entonces, se da una curiosa paradoja.
El malvado, es un vivo enemigo de la vida.
El malvado, es un ser que odia y rechaza aquello a lo que debe su propia existencia.
El malvado, no tiene modo ni manera de asesinar la vida y sobrevivirla para regodearse de su tropelía.
Por eso, no le queda sino fastidiar a los demás, aprovecharse, someter, explotar y para de contar.
Por eso, todo su afán es distorsionar y desorientar, para que los ingenuos se olviden de su origen y se desconecten. Para alienarlos, desampararlos y doblegarlos, a merced de abusos y engaños.

Como se ve, hay una profunda inmadurez en esa actitud. Algo así, solo cabe en el más bajo estrato de la conciencia. Es como un niño tonto y salvaje. Una rareza, más bien transitoria y pasajera.

Venga al caso, tangencialmente, una pequeña anécdota.
Estaba yo ideando este texto, atento al susurro de la musa, cuando, me he encontrado posado sobre el dintel de mi ventana un pequeño papel. Por un lado tenía escritas algunas palabras corrientes y molientes, y por el otro lado se leía el final de una frase que decía: Hay posibilidad de deslumbrar.

Esa frase me sugiere la típica escena nocturna de una carretera, con los faros de un coche de frente, cegando tu visión.
Esta imagen sirve como metáfora de cómo nos las apañamos en este mundo tan insensato y brutal, donde campa a sus anchas el mal, y se dedica a extorsionar hasta reventar.
Vivimos ciegos como topos, y cualquier charlatán con una linterna y mucha labia, se mete en el bolsillo a puñados de incautos.

Cuando, aquí lo que hay que hacer de veras es despertar de veras. Valga la redundancia.
Avanzar siempre hacia una conciencia mayor.

Alcanzar la iluminación, es como pasar de la noche al día.
Durante el día, en la carretera, cualquier intento de deslumbrar resulta irrisorio y risible. Sería bueno aplicarnos en esto, y así dejaríamos de dar fueros a falsarios y memos grotescos.

El mal, es una actitud desencaminada, difícilmente comprensible. En lugar de reconocer y apreciar la maravilla de la vida, prefiere odiar y dañar, lo cual es clamorosamente estúpido, de todas todas.
Es un empeño desesperado y sin porvenir.
Nada ni nadie puede ni podrá privar a la vida de su impulso y voluntad vital. El jefazo así lo ha establecido.

El malvado es un mentecato que quiere frenar el viento con las manos.
Pero el verdadero daño, lo produce cuando se enfoca en envenenar la vida de su prójimo. Su alcance es así de corto, pero no por ello menos pernicioso.
Si el malvado fuese un ser coherente y responsable, le bastaría con vivir su vida de odio, sin volcarlo en los demás. O incluso, debería acabar con su propia vida y así sería feliz realmente.
Pero no, eso no le sirve. El mal no existe si no se plasma en afrenta y agresión a la vida.

Por eso, nuestro deber es crecer en conciencia, para cuidarnos y reducir al mínimo el alcance y la repercusión de los malvados.
Que justamente para esto es para lo que sirve adoptar una estructura convivencial seria y responsable, ordenada y controlada.

Lo triste de nuestro mundo actual, es que está organizado por y para los malvados. Así tenemos este panorama infernal, de continua falsedad y manipulación. De ocio y noticiarios que inyectan la más abyecta y aberrante incultura inhumanizadora. Que se inocula en los desprevenidos y los contamina, sumándolos al circo mezquino, macabro y degenerado, que prolifera por todos lados.

En fin, que eso, que más cuidar lo vital y esencial, y menos habremos de soportar el mancillar y emponzoñar de los cuatro descerebrados de turno.

Si insisto con estos temas, es porque los considero importantes y porque no alcanzo todavía a comprender lo bastante algunas de estas cosas. Los ejemplos visuales que han aparecido en este texto, me parecen interesantes y de alguna utilidad.

Reflexionar sobre y con las polaridades está bien, pero también es un poco un lío. En realidad, todo está conectado. La cosa es saber apreciar y reconocer qué cualidades y aspectos tienen verdadera sustancia y relevancia, y cuáles no.

El reto está en comprender profundamente el sentido y diseño de la vida. Para no caer en aspiraciones contraproducentes y perjudiciales. Para saber avanzar buenamente en la dirección adecuada.

Parece claro, que la física y la metafísica piden igual atención y dedicación. Y buena parte del mal, quizás viene de una insuficiente conciencia de esto. Porque, es imposible madurar sin trabajar verdaderamente teniendo presente esa doble dimensión. Es un error pensar que se trata de dos reinos independientes y diferentes.
Y esto obliga a ver siempre la realidad global, además de la particular.

Todo es un frágil equilibrio. Y lo más pasmoso de todo, es que ni siquiera llegamos a imaginar el completo significado de casi nada.
Frágil en parte, pero solo en parte.
Porque si pones a prueba la vida, demostrará ser infinitamente inconcebiblemente fuerte.
La vida demuestra una inmensa adaptabilidad, dentro de lo posible.
Por lo tanto, mucho cuidado al orientar tu voluntad, pues lejos se puede llegar, para tu maravilla, o para tu pesadilla.

La vida es una caja de sorpresas que nunca se acaban.
Por eso, la noción del bien y del mal es tan crucial.
Ya que tenemos en nuestra mano tan extraordinario regalo, parece sensato aprovecharlo de la mejor manera posible.

Querer cambiar la naturaleza de la vida, es un patético despropósito.
Nada gana el ser humano si empieza a desmantelarse y se convierte en un ser amorfo y carente de cualidades significativas.

Si vacías de sus definiciones un diccionario, se vuelve baldío. Y si desordenas todos los significados, muere la lengua, y con ella buena parte de la inteligencia.

El niño que no quiere aprender, sueña con dos escapatorias. Que desaparezca la escuela, o que se pueda aprender por arte de magia.
Tal vez por eso el malvado odia la vida. Porque la vida es una escuela ineludible, incesante, interminable.

Muchos se escudan en el manido argumento de que la noción del bien y del mal, es subjetiva. Pero ese argumento no se sostiene.

Precisamente porque la existencia nos obliga a trabajar desde lo físico, hay una realidad objetiva indiscutible. Y es nuestra experiencia directa la que nos lleva a captar las implicaciones de cada aspecto y detalle.

La conciencia es nuestra mejor maestra, cuando hay verdad, integridad y paz en nuestro corazón.

Estar en armonía con la vida, es lo que nos faculta para progresar positivamente. Contradecir el orden natural, es ir al desastre.
Los dedos de la mano, están diseñados para articularse hacia la palma. Pretender articularlos hacia el dorso, es completamente absurdo y estúpido.

El libre albedrío te concede la posibilidad de decidir tu rumbo a seguir. El de la salud o el de la enfermedad. El de la felicidad o el del sufrimiento. El de la realización o el de la autodestrucción.

Si en algo es rico este mundo, es en vanidad y superficialidad. Se ve que lo de cuidar y respetar los más altos y nobles valores, no apetece ni interesa demasiado. Y así está todo, lleno de iniquidad y corrupción. Por eso, el discurso dominante es nefasto y estéril.
Razón de más, para ser aplicados y responsables en nuestro crecimiento conjunto y personal.

Volviendo al helado. Se podría decir que la polaridad es lo que le da todo el sabor a la vida. Y los que deconstruyen su capacidad apreciativa, son bien necios. Luego, todo son atrocidades y barbaridades, para intentar recuperar una pizca de lo que ellos mismos se han negado. Pobres advenedizos, con sus míseros exiguos sucedáneos deleznables.

La ignorancia es peligrosa. Quien se apoltrona en su tontería, está sembrando la semilla de la maldad. El irresponsable, al principio medio en broma, rechaza aprender. Pero luego, se opone en serio y empieza la patología.

En resumen: Que quien no quiere encontrarle el sabor a la vida, encuentra el sinsabor de la perdición.

Pues solo el camino del bien, confiere pertinencia y legitimidad.
Por algo la vida es como es.