"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

aviso

Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



30 de noviembre de 2021

lodazal de embustes

La humanidad se está desguazando.
Vemos con pasmo que la confusión predomina.
La mentira está haciendo estragos descomunales.
Ahora está saliendo a la luz la monstruosa inopia en la que vive gran parte de la población.
El engaño perdura y prolifera gracias a esa incauta ingenuidad ignorante.
Esto es un abominable circo demencial, que parece una nueva y mejorada danza macabra.
Por un lado están los esbirros de la parca y los bobos que les siguen la corriente, y por otro los que no se dejan arrastrar a esa insania y que tratan de apelar a la cordura.
Intentar abrir los ojos de quien no quiere ver, es practicamente misión imposible.
Una mente enajenada, no sabe pensar cabalmente.
Los desdichados se van empantanando cada vez más, lastrados por los equívocos que albergan.
Quien persiste en el error, antes o después se chocará con la realidad.
La realidad es como la fuerza de la gravedad.
Quien intenta oponerse a ella, debe aplicar enorme esfuerzo para distanciarse; pero todo contraempuje se agota y es derrotado finalmente.
Ese elástico retorno a la verdad, puede resultar fatídico.
A mayor alejamiento, mayor bofetada.
Lógico.
Desgraciadamente, vemos que los pérfidos han refinado sus malas artes.
Han aprendido a apuntalar y ramificar sus chanchullos embaucando a múltiples cómplices colaterales.
Así logran encadenar y simultanear diversos embustes, para desnortar de un modo u otro al personal; para que los meandros abandonados nunca retornen al cauce principal y se estanquen.
Oh, cómo les gusta la podredumbre.
Son tan felices viéndote zozobrar, que no pueden parar de embrollarte con lindas paranoias variopintas.
Esa bola de nieve, lleva rodando ya mucho tiempo y son varias las generaciones que han adoptado nociones tergiversadas.
El peso de la costumbre, dificulta grandemente el corregir esos dislates.
Las personas tienden a formarse imitando lo que les rodea.
Si tu padre y el padre de tu padre han solucionado sus achaques de una cierta manera, lo más probable es que tú sigas el mismo camino.
La tradición familiar perpetúa ideas y modos.
Los malignos saben explotar eso.
Provocan situaciones que alteran los comportamientos y se buscan las mañas para sostener en el tiempo esa modificación, hasta que pase a la siguiente generación.
Esas maquinaciones suelen ser paulatinas y disimuladas, excepto cuando les entra la prisa y pisan el acelerador.
A veces puede parecer que tratan de imponer un discurso único, pero su estrategia es bastante más retorcida.
Le sacan partido a todos los bandos.
Teniendo bajo su dominio las vías de comunicacion, fácilmente monitorizan, neutralizan y vehiculan a la disidencia.
Además, dado que llevan siglos instaurando falsedades, lo principal ya lo tienen hecho.
Las creencias son fácilmente desmontables en su faceta argumental, pero son arduas de extirpar en su parte supersticial.
Es por esto que el condicionamiento y modificación de las conductas, es una de las argucias más perniciosas.
Las alimañas se aprovechan de tus hábitos, para encaminarte por donde ellas quieren.
Les da igual remover tu cacao mental en una dirección o en la contraria; mientras seas manejable y predecible, les sirves.
Es por esto que no tienen ningún empacho en lanzar mensajes descaradamente contradictorios, pues lo hacen para que cada borrego se trague la bazofia que le corresponde.
Cuando un mentiroso lanza un mensaje alevoso, lo que busca es provocar una reacción que polarice, divida y enfrente a las masas.
El odio produce un interesante efecto barrera.
Tú procuras no mezclarte con aquellos con quienes disientes profundamente, pero eso te va haciendo prisionero de tus propias repulsas.
Esa auto-restricción va aumentando tu frustración, hasta que estallas de manera incontrolable.
La violencia así desatada, es ciega y puede recaer sobre cualquiera.
A los saboteadores les viene muy bien todo ese caos y brutalidad.
El terror les sirve para imponerse.
Cuando desconfías de quienes te rodean, te entregas a quien te ofrece aparente orden y seguridad.
Pero los tontos no comprenden que el enemigo no es su vecino, sino aquellos que siembran la cizaña que conduce a esa hostil separación.
No se dan cuenta de que los déspotas siempre van a mantener e incrementar la incertidumbre y el pánico, pues de ahí extraen su ilegítima supremacía.
Que no toleran que nadie intente desmontarles su chiringuito, que siempre están reforzando y ampliando su capacidad de mando.
Y ese es otro de los nocivos conceptos que han implantado: La idea de autoridad.
Que alguien se crea con derecho a mandar sobre otros, es pésimo.
De su natural, el ser humano establece jerarquías y consensos; pero permitir que personas concretas ostenten esas potestades, es un despropósito total.
Y lo de imponer mandatos que invaden y vulneran la más elemental integridad y dignidad humana, ya ni te cuento la absoluta calamidad que es.
Cuando los taimados se quitan sus máscaras, es que ya tienen todo atado a su gusto o que flaquean sus fuerzas.
Entonces es el todo por el todo.
Hay que aprovechar bien esa decisiva oportunidad.
Permitir el triunfo del mal, es la máxima catástrofe y condenación.
El infierno es una pamplina comparado con lo que nos tienen preparado los muy sabandijas.
No te equivoques, no te dejes liar en su telaraña de patrañas.
Revisa tus esquemas y reconsidera aquello sin fundamento que secundas.
Los mendaces dogmas que albergas, se remontan a tus inicios.
Estafar al cándido es sencillo, no necesitas ni explicaciones.
El reto está en reforzar esa desorientación a lo largo de los años.
Imprimiendo una dinámica e inercia que desemboquen en la perdición preestablecida, cuales fichas de dominó que se derriban entre sí consecutivamente.
El veneno que está corroyendo a la humanidad, nace de los conceptos erróneos que damos por válidos y buenos.
Y el rey de la actual farsa, ni que decir tiene, es el bichus.
Pensar que algo minúsculo e inerte tiene inteligencia y voluntad propias, es una imbecilidad como la copa de un pino.
Se están batiendo todas las marcas con este tema.
Ya es rizar el rizo.
Todo han sido mentiras, una detrás de otra.
Los bichus no son eso que te han contado.
Cada vez que han presentado un argumento, ha sido una falacia para proseguir en su fraude.
Descabelladas pseudo-justificaciones con las que salir del paso, que ni siquiera son coherentes entre sí unas con otras.
Si les conviene te dicen que los bichus mutan (y matan), o que aprenden y se adaptan, o cualquier otra peregrina arbitrariedad que se saquen de la manga.
De repente te vienen con el cuento de que el bichus actual es todopoderoso, capaz de volar infinitas distancias, capaz de soportar temperaturas inéditas, implacable en su poderío, inmortal como ninguno.
Y de postre, invisible y esquivo a más no poder; pues nadie lo ha capturado.
Venga ya, estamos tontos o qué?
Comulgar con ese sinsentido, es tener una visión de la vida penosamente enrevesada.
En la naturaleza hay un orden perfectamente definido y armónico que permite la existencia de todas las especies, con su abundante riqueza y diversidad.
Tiene bemoles que la última cagarruta de la creación quieran presentártela como si fuese la jodida reina del universo.
Es como si me dices que una bolsa de basura es capaz de levantarse por sí sola, salir del vertedero y arrasar una ciudad entera.
Va a ser que no.
Hay que estar mal de la cabeza para no comprender el lugar que ocupa eso y el papel que desempeña.
Pero los cortos de miras, no saben ver.
Por eso te salen con que fíjate la de enfermedades que existen y lo terribles que son.
El miedo les hace temer lo que no comprenden.
Sus mentes están desiertas de conocimiento, por eso carecen de premisas de propio cuño y andan escasos en capacidad de razonamiento.
Apenas saben cacarear las consignas con las que han sido adoctrinados.
Tienen la idea de que las dolencias saltan caprichosamente de unos a otros.
La típica manzana que pudre el cesto.
Esa frutícola metáfora, tal vez sea mejor aprovechable:
Una manzana que todavía pende en su rama y sufre un golpe o es invadida por un gusano, no se pudre sino que modera y subsana los daños hasta donde le es dado.
Una manzana que lleva ya mucho tiempo arrancada de su árbol, naturalmente que se estropea y se deteriora hasta pudrirse.
Pero la causa de eso no es ni el golpe ni el gusano.
Todo ser vivo se desvitaliza y descompone cuando es desgajado de su entorno y sustento.
Los padecimientos aparecen cuando tu desempeño o situación son insostenibles, incompatibles con la vida, parcial o globalmente.
Un niño tercermundista, está infestado de patologías; y los hipócritas lo atiborran de yatrógenos tratamientos, cuando la causa de ese colapso multisistémico es su pobreza extrema.
Esto no es ciencia avanzada.
Pero ni aún así, los memos no lo pillan.
La idea de un ejército de gusanos psicópatas que devoran manzanas a piñón fijo hasta asolar completamente el árbol, es irreal.
En la naturaleza rige la proporcionalidad.
El trastorno que un organismo puede ocasionar, tiende a ser acorde a su propio tamaño.
Y parecido ocurre con la masificación.
La propagación está condicionada por los recursos disponibles y otros factores concomitantes.
Las plagas son una rareza altamente infrecuente y de corto alcance.
Como se suele decir: La luz que brilla con doble intensidad, dura la mitad de tiempo.
Además, siempre es el desequilibrio del terreno lo que propicia o desencadena ese tipo de descompensaciones transitorias.
No aparecen aleatoriamente por capricho.
Todo ecosistema se autorregula infaliblemente.
La vida manda sobre los vivientes.
Hay un abanico de posibilidades muy específico para cada especie.
Una ameba tiene un rango de acciones y funciones muy limitado.
Esta ley se va flexibilizando conforme ascendemos en los reinos de los seres vivos; hasta llegar al humano, que es capaz de inmensas estupideces y de colosales genialidades.
La conciencia te da la inteligencia que potencia tu libre albedrío.
El mundo está construido desde el infinito hacia lo concreto.
Es por esto que las esferas superiores prevalecen sobre las inferiores.
De otro modo, comer carne de burro te convertiría en burro; y por ende solo existiría un reino de seres vivos, el más bajo.
Pretender que el mundo se estructura desde lo micro hacia lo macro, conduce a tremendos absurdos.
Y así estamos, teniendo que escuchar patochadas sin pies ni cabeza.
Ese orden trastocado, implica una cosa super graciosa:
Que la pulga imperaría sobre el perro, la mosca imperaría sobre el águila, el plácton imperaría sobre la ballena, la rémora imperaría sobre el tiburón y la hormiga imperaría sobre el oso.
Cada vez que un ratón se cruzase en su camino con un elefante, el pequeño se zamparía al grande y lo único que dejaría tras de sí sería la monda osamenta del infeliz grandullón indefenso.
Así se entiende que los miedosos teman tantísimo al bichus, pues le presuponen más capacidades que las que los propios timoratos poseen.
Si te parece que en tu cuerpo no opera ningún criterio certero, entonces el bichus es el menor de tus problemas.
Pues si no puedes confiar en que tu organismo cumpla con solvencia suficiente sus funciones, buscarás modos de suplantarlo.
Con lo cual acabarás autodestruyéndote a base de injertarte aparatejos y mecaniqueces, quedando reducido a vano autómata.
Es lo que tiene la alienación, que te descoloca la sensatez y la torna chaladura.
Quien irracionalmente se presta a pinchacitos, terminará convertido en montoncito de cables y circuitos.  
Desde luego, para los malvados ése es su sueño húmedo:
Convertir a la población en un rebaño de ineptos controlables a golpe de botón.
Luego están los semi-cuerdos, que son capaces de reconocer que el bichus es una cosa inerte, pero aun así le atribuyen capacidad de engaño a la información que contienen.
Vamos a ver:
Supón que eres un impresor y te encuentras por la calle una porción arrancada de algún periódico.
Ese trozo de papel, sería el bichus; y el fragmento de texto que contenga, sería su información.
Así pues, lo coges, lo lees y te dices: Me gusta mucho lo que dice este papelucho; tanto, que lo voy a reproducir miles de veces en mi imprenta.
Dicho y hecho.
Y luego vas y esparces esas octavillas por todo el barrio.
Hasta que eres detenido y llevado ante un juez, pues resulta que el mensaje que tan alegremente has difundido es una ofensa castigada por la ley.
Con lo cual, acabas con tus huesos entre rejas y con tu imprenta clausurada.
Moraleja: Si en tu sesera no hay inteligencia, serás pelele a merced de lo de afuera.
Con esta simplona alegoría, solo intento remarcar la absurdez de atribuirle mayor inteligencia al bichus que al cuerpo.
Pero quiero puntualizar que esa historieta no ejemplifica el esquema correcto del asunto.
Para decirlo más claro: El bichus no es un errante con ansias usurpadoras, ni un oportunista lema capcioso; sino una orgánica excreción eventual, fácilmente reciclable o desechable.
Otra analogía, quizás clarificadora, sería compararlo con los libros que se depositan en cualquier parte para que quien quiera los haga suyos.
Que yo coja uno de esos libros y lo añada a mi librería, no significa que vaya a leerlo o que vaya a dejarme sesgar por su mensaje.
Es más, mi librería está repleta de libros añejos que para nada representan mis ideas actuales; pero que sirven como testimonio de mi recorrido vital.
O sea, que la información no es formativa por sí sola sino que es tu modo de procesarla y asimilarla lo que determina el buen o mal fruto que de ella obtengas.
Una mente pasiva que consume noticiarios abúlicamente, se abarrota de ponzoñosos desvaríos.
Una mente activa que consume noticiarios críticamente, filtra lo sustancial y desecha las infectas manipulaciones subrepticias.  
Es tu conciencia la que determina tu rumbo.
Si alguien tiene apenas conciencia, es comprensible que conozca poquito la realidad y que dude muchito hasta de sus propias aptitudes corporales.  
Quien conjetura que los bichus triunfan y los cuerpos fracasan, da síntomas de padecer un síndrome de indefensión inducida.
Es lamentable caer en esa victimista incapacitación, basada en viles infundios adulterados.
Patética babosada es tener la convicción de que tu cuerpo, por un ciego antojo insensato, va a autosabotearse a las primeras de cambio.
No, la vida no funciona de ese modo desquiciado que te han inculcado.
La vida no se tira piedras a su propio tejado.
Con lo cual, la causa de los actuales desarreglos debes buscarla por otro lado.
El agente bichus queda descartado.
Ahora haz tus deberes.