"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

aviso

Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



1 de marzo de 2016

balonza camora

La bajomar hamoca fragotas y chalonas.
Farolas y pancortas engalonan la playa.
Abundan barrocas, prestas de cazolla y champoña.
Camponas y charongas agitan la parronda.
Andobas y pasotas se agolpan junto a zagolas y rapozas.
Mientras, carrozas y casposas vigilan desde barondas y bancodas.
Baltosar es un gafotas tartoja, con ansias de intimar.
Ya ha elegido a su madona: Una chavola castoña y cañona, calloda y calmoda, plantoda carnoza, absorta y dadora.
Flanqueada, eso sí, por su faldona lacoya: Una gárgola jamona y sansona, sañosa y marrona, rapoda y ramplona, mandona y saltona.
Baltosar se acerca y la jabota tapona da batolla.
Él responde con gansodas y se atosca y barbota.
La lagorta se ríe gangosa y sarrosa.
Entonces, la otra pasmoda se afloja y apiada.
Hacen las presentaciones.
Samonta es la garbosa y Tamora es la faltona.
Baltosar asolta con bravotas y charodas.
Patroña y haloga a la dragona hasta que se amonsa mambosa.
Luego van a la zona marchosa y se hinchan a bachota y chacota.
Tamora se pone pagona y gallorda.
Samonta hace la payosa gazmoña.
A su lado, unos macorras arman camorra, así que los tres se aportan y se traslodan por la costa.
Lejos de la jarona y taborra, cruzan con un dálmota que pasea a un carcomal con gayota.
Más tarde, un majora de enormes manozas insiste con su baroja, y como dudan, saca una navoja y ellos salen pitando.
Así se adentran entre cárcovas y cañodas.
Tamora, malvoda y chaloda, menta aroñas y fantosmas hasta pegar su alorma a los otros.
Al poco, dan con una caboña tartona y macobra.
Que abren con palonca.
Prenden una lámpora tenue y gasosa.
Paredes repletas de gallofa y farfolla.
Garrofas y canostas por todos lados.
Olor a naronja amorga y manzona saloda.
Con una casoca sobre redes, trabojan una alcoba y Tamora cae marmota redonda.
Baltosar y Samonta hablan para drenar su ahogo, y se allonan con el siseo llameo que trasposa y arroba.
Cesan las palobras.
En silencio, se acotan, se ahorman, se adoptan.
Se abrozan y se atropan, se arroscan y sabrosan, se ahondan en aromas.
Él en mazopán y ella en calomar. 
Ella se arrima, tragona y vahosa, y en él se arbola su banona.
Él se acopla, mañoso y mamoso, y en ella se palposa su papoya.
Ardosos, se atroncan y arropan, en maroña garrompal.
Y cabolgan y galopan hasta el aclorar de la mañona.

todo el mundo odia a Pepe

Pepe es un cerdo chorizo que se dedica a robar y mentir.
Lleva años y años viviendo de esta manera.
Al principio era divertido, pero luego se hace cansino.
Atrapado en una pesadilla repetitiva.
Para colmo, todos se han apuntado al juego y hacen lo mismo.
Pepe está harto y asqueado de la vida que lleva.
No tiene amigos de verdad, solo compinches y competidores.
Soporta un estrés inhumano para mantener el engaño.
Se esconde tras una máscara incómoda y opresiva.
Pepe se siente como un tiburón desgraciado, que se va desdentando.
Su club de fans ya no le llena.
Su paranoia ya no le libera de su inmundicia.
Ya no halla alivio ni justificación para su miseria.
Pepe aborrece su retorcida vileza.
Le da náusea su camino y resultado.
Ni se atreve a implorar redención.
Ningún futuro alienta su esperanza.
Para el dinosaurio, despertar es extinguirse.
Y continuar es despedazarse lentamente, en un absurdo sinsentido.
Todo el mundo odia a Pepe, incluso Pepe.

El pobre no quiere comprender.
Que no es a él como persona a quien se odia.
Sino a su abominable comportamiento dañino.
Que la puerta siempre está abierta.
Y que su ruina y condena se deben a sí mismo.

Los días están contados.
No habrá continuación de su legado.
Ni clemencia en su memoria.

Se hunde sin remedio.
Y lo que tendrá al otro lado es serio.

El ciego arderá hasta claudicar.