Una imagen vale más que mil palabras.
La mentira triunfa porque se escuda en infinitas falacias y escamotea todas las pruebas.
Restaurar la justicia requiere cambios que tengan muy en cuenta esto.
Ya sabemos que nuestro modelo actual de poderes separados del pueblo no es viable ni deseable. Así que, para recobrar y conservar nuestra soberanía, debemos asumir todos los papeles y funciones que hemos cedido y nos han usurpado.
El pueblo es la ley. Y para que la ley sea justa debe sustentarse lo más posible en la realidad, en la verdad.
Por eso una imagen vale más que mil palabras.
Imagina que vas paseando cerca de un bosque y se declara un incendio. Acuden los vecinos y te acusan de pirómano. Es tu palabra contra la suya, y los hechos no van a tu favor. Así que pagas el pato inmerecidamente.
Es esto justicia?
No, pero el dictamen del pueblo manda. Eso sí, siempre de manera constructiva y proporcionada.
Jamás prisión. Siempre horas de servicio a la comunidad.
La ley del pueblo es subjetiva. Y para evitar equívocos hay que asegurarse de tener pruebas siempre.
Esto supone un cambio de paradigma importante.
La presunción de inocencia ya solo cabe si viene avalada por evidencia incuestionable. O sea, que es pura demostración.
Pasamos de lo especulativo a lo concreto.
Es crucial que entendamos que para que pueda haber justicia debemos responsabilizarnos de trabajar con y por la verdad, cuidando y preservando la integridad de la información que vamos generando, para que sirva y cumpla su función de comprobante de nuestra lealtad y rectitud moral.
Ahora tenemos tecnología y podemos y debemos servirnos de ella para esto.
Tan simple como unas gafas que registren todo lo que haces, por ejemplo. Cada cual es libre de ponérselas cuando quiera. Pero como resultes implicado en algo y no tengas evidencia para aclarar tu inocencia, vas listo.
Esto se puede ir perfeccionando y matizando, pero la idea principal es esta.
Toda actividad social requiere un serio seguimiento.
Cosa que no supone el menor inconveniente para quienes buscan y procuran el bien. Es una buena manera de dar muestra y ejemplo de validez y buen hacer.
La oscuridad solo beneficia al mal.
Seamos consecuentes, traigamos luz a nuestra comunidad.
Tan solo con agregar esta capa de información hacemos un gran servicio que resuena y redunda para beneficio de todos.
Vivimos en una sociedad de la información y la información va cobrando una importancia creciente. Es conveniente que tomemos el papel protagonista en cuanto a su gestión y aprovechamiento.
Es grotesco que cualquier buscador de internet sepa más de ti que tú mismo. Ignoramos y desdeñamos los datos y rastros que vamos dejando. Y luego a llorar como tontos.
Esto no puede seguir así.
Los olmos no dan peras. Hay que salir del olmedo, olmar, olmedar o como se diga y sembrar perales. Así es como tendremos lo que queremos.
Las instituciones y organismos actuales son una versión deficiente y deforme de lo que nos corresponde administrar a nosotros. Tan solo algún detalle se puede aprovechar, pero con mil cuidados.
Por ejemplo, las cámaras de vigilancia que hay por la ciudad no nos hacen ningún bien porque la información que recogen no está en nuestro poder.
Los medios de información no cumplen su función porque se venden a quien les da de comer. La mentira se multiplica y difunde mientras se silencia y falsea la verdad.
Las cámaras serán nuestras aliadas cuando nos pertenezcan por entero y sin reservas. Y lo mismo con todo. La propiedad privada ha de estar mejor acotada. No es un valor absoluto. El consenso está por encima. Para que nadie se apodere ni acapare lo que no debe. Para que nadie abuse ni amase desproporcionadamente.
Obviamente, se debe hacer un uso responsable de algo así. Cosa que se previene con un buen diseño de la política de acceso y empleo de los recursos y la información.
Básicamente, solo el consenso ampliamente mayoritario puede autorizar una acción o intervención concreta. Siempre de manera acotada y controlada, oportuna y adecuada.
Aunque, en el caso de las cámaras de seguridad, también se puede habilitar una versión de la grabación con menos resolución, que se pueda consultar de manera más accesible, para indagaciones y averiguaciones varias. Pero siempre con registro y constancia absolutamente detallada del cuándo, el qué y el cómo del consultante.
Lo principal es entender que todos somos juez y parte, y que la mentira ya no va a prosperar nunca más.
Otro tanto con los medios de comunicación. Seamos nosotros mismos los informantes, asumiendo la responsabilidad y las consecuencias del mensaje emitido.
Desde luego aburrirnos no nos vamos a aburrir.
De todas maneras, todo esto requiere especial cuidado y tacto porque nos es todavía un mundo bastante nuevo. Debemos aprender a sacarle el mejor partido y aportarle lo mejor que podamos también.
Exactitud y precisión. Veracidad y pertinencia.
Solo así la inevitable subjetividad podrá encauzarse virtuosamente para provecho y satisfacción del conjunto.
Otra ventaja importante de esto es que simplifica y acelera la toma de decisiones. Cualquier irregularidad se somete a examen en cuanto se detecta. Al primer paso se corrige al descarriado. Así se previene y sofoca todo chanchullo o tentativa improcedente.
También ayuda a apreciar la integridad y fiabilidad de cada cual.
La trayectoria personal refleja la calidad de su compromiso y la coherencia de su participación.
Por sus acciones los conoceréis.
Alguien que no tiene prueba alguna, malamente podrá defender su meritoriedad, como dicen los de allende.
La esfera social debe ser transparente a más no poder.
Solo si trabajamos con la realidad y por la verdad podemos avanzar buenamente. No como ahora, que nadamos en puro fango de falsedad y engaño, tratando de no ahogarnos siquiera.
Volviendo a las gafas.
Es importante que la información se guarde directamente en una nube o red deslocalizada. Así, si la persona sufre cualquier percance, no se perderá con ella toda su estela de datos, lo cual es muy útil y valioso para cuando alguien se pierde o desaparece.
Además es una garantía disuasoria, pues cualquier malhechor sabrá que no tiene posibilidad de escapar impunemente. Ya que todas las pruebas estarán en poder de la comunidad de manera permanente y prácticamente en tiempo real.
Pero el mal siempre busca cualquier vía para proliferar, así que deberemos también guardar registro de toda telecomunicación telefónica o digital de cada persona. Esta información será absolutamente privada salvo para corroboración durante proceso de enjuiciamiento.
Debemos aprender a servirnos de internet bajo nuestros propios criterios. Una comunidad responsable debe establecer su propio protocolo de acceso a la red, que no afecte para nada la navegación, pero que garantice la autentificación del usuario y el seguimiento de su actividad. La persona podrá optar por la opacidad, pero esta decisión será notificada a la comunidad. Persistir en ello será serio indicio de malignidad, con lo cual la comunidad podrá exigir compensación o expulsión del malencaminado.
Al mismo tiempo, la comunidad deberá proteger su identidad y actividad digital ante terceros ajenos, para no alentar vulnerabilidades ni atraer peligros indeseados. Así que se deben establecer diferentes capas de codificación para cubrir ambas necesidades. Seguridad frente a espías externos y vigilancia interna.
Por supuesto, lo ideal sería que el mundo entero formara la comunidad y se integrara en la senda positiva, pero mientras tanto toca coexistir con distintos sujetos de muy diverso pelaje y catadura.
Y eso es lo más difícil, porque requiere que la comunidad sea consciente y se ocupe de defender su entorno y su organización a todos los niveles.
Pero, a lo que iba. Para que las gafas puedan transmitir su información necesitaríamos una red de antenas repetidoras. Sin embargo, su instalación es costosa y antipráctica en muchos sentidos, por no hablar de lo pernicioso de la radiación electromagnética.
Y de los satélites espaciales ya ni hablamos, pues quedan totalmente fuera de nuestro alcance, en todos los sentidos.
Así que, una opción más interesante y asequible para esto es utilizar una red inteligente de mini-drones. La red se adaptará y desplegará para seguir a la población, cubriendo a todos sus miembros y transmitiendo eficazmente todas las grabaciones hasta depositarlas a buen recaudo. Permitiendo una emisión de señal mucho más tenue, inocua y focalizada.
Además los mini-drones podrán grabar también desde su perspectiva cenital, lo cual completa y refuerza las diferentes informaciones, incluso en el caso de las personas que no estén usando sus gafas en ese momento.
Y también podrán instalarse simples cámaras de vigilancia en distintos puntos estratégicos, para mejor seguimiento de la actividad pública.
Si lo piensas, parece mentira que algo tan, más o menos, sencillo pueda suponer un cambio tan grande.
La virtud crece y prospera cuando nos orientamos y organizamos hacia ese fin.
Cuantas más personas utilicen las gafas, más fácil será triangular la información, cubrir todos los ángulos y hacer que sea casi imposible la menor maldad, porque quien quebrante la ley no escapará a sus consecuencias.
Esto tiene más utilidades. Por ejemplo, puedes programar un dron para que siga a tu hijo mientras juega y explora libremente por su cuenta, y que te avise cuando se aleje demasiado, o que le alerte cuando se acerca a su posición algún desconocido, recomendándole prudencia o confianza según la fiabilidad del sujeto en cuestión.
Parece paranoico pero no, es prevención pura y dura. Es protección de lo bueno, puro e inocente.
El bien florece cuando se cuida y se cultiva.
No de manera posesiva ni asfixiante, sino consciente y responsable.
Este mundo nuestro alienta y alimenta lo peor de cada cual. Y esto es así porque no estamos creando las condiciones adecuadas para crear la realidad más acorde a nuestra esencia más noble.
Si queremos crecer en la dirección adecuada hay que acotar el camino y definir los pasos a seguir.
Quien no sintoniza con este planteamiento solo verá pegas y problemas, le parecerá una tecnodictadura opresora o algo así, porque no tiene el menor interés en considerarlo realmente.
Las etiquetas simplistas son una manera rápida de zafarse y desentenderse. Llevamos siglos autoengañándonos, siendo irresponsables y permitiendo que la infamia reine y domine nuestros destinos.
Somos cerdos indignos revolcándonos en nuestra miseria.
Conforme vayamos despertando, iremos reuniéndonos y encontrándonos. Iremos levantando y haciendo realidad cosas así o por el estilo. Y el fruto dará buena prueba del acierto o error de nuestro entendimiento.
Cualquiera que pueda y quiera pensar sabrá sopesar y reflexionar sobre lo expuesto. Valorará la pertinencia o necesidad de evidenciar y salvaguardar lo veraz, lo real, la verdad.
Conoce el mal, mira y aprende cómo trabaja y de qué se sirve. Qué explota y cómo engaña. La opacidad juega con la información acaparándola y manipulándola a su antojo.
Descontextualizados quedamos a merced del mal, todos somos títeres victimizables cuando dejamos que campen las falsedades.
Aislados, alienados, no tenemos noción ni futuro.
Arraigar en la vida implica crear una red solidaria y sostenible con la naturaleza. Integrarnos con los valores que nutren y sustentan el buen desarrollo, realización y maduramiento de las personas. Formar una comunidad despierta, consciente de su lugar y deber.
No podemos estar encima de todos los demás, pero tampoco podemos no estar al tanto. Nuestro espacio personal debe encontrar su justo equilibrio.
Sepamos preservar la intimidad usando con tacto las nuevas herramientas.
Fíjate que no he dicho que las gafas graben sonido, porque me parece mejor que no lo graben. Basta con la imagen.
Sin embargo, hay que tener en cuenta algunos detalles. La lectura de los labios puede aportar una información a veces delicada.
Habrá que aprender a desconectar el aparato o desviar el foco según el caso.
Como cuando vayas a sacar dinero de un cajero, o si llaman a tu móvil y miras el número de alguien conocido, o si simplemente vas a mear en un urinario.
Incluso se podrían diseñar aplicaciones inteligentes que supieran reconocer y censurar este tipo de datos sobre la marcha según lo requiriera la situación.
También es muy importante gestionar muy bien la información una vez almacenada. El mal puede sentir tentaciones de querer aprovecharla para estudiar pautas y rutinas, encontrar puntos débiles en las personas y aprovecharlos para extorsionarles, robarles o cosas así.
Por eso la limitación y vigilancia a su acceso deben ser máximas.
Como mínimo el consultante deberá grabarse a sí mismo mientras accede, para que quede constancia de que no extrae ni registra por ningún medio ni soporte ninguna porción de la información consultada.
O también puede hacerse que la consulta sea indirecta o filtrada. Aunque esto desvirtúa y diluye en gran medida la utilidad de la información.
En fin, parece sensato graduar la capacidad de acceso y procesamiento en función de la reputación de cada persona.
Reputación ganada y mantenida por sus buenas obras y buena sintonía con la comunidad y tal.
En resumen, de la calidad que hagamos que sea nuestra información será nuestra sociedad y futuro.