"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

aviso

Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



31 de marzo de 2011

una postal de SuNa

Lee la mía en su blog (http://ananogueras.wordpress.com/2011/03/31/una-postal-de-dersony/).

13 Microrrelatos Anidados

Pues esto es un divertimento que se me ocurrió así por las buenas y que ha cobrado forma gracias a la colaboración de varios escritores, que se han prestado generosamente para participar en un invento que, así a primeras puede parecer un poco raro, pero que tiene su aquel, por así decirlo, jeje.

La gracia está en el formato elegido para su presentación. Resulta que cada relato está metido en un archivo comprimido, que a su vez está en otro archivo comprimido, y asín sucesivamentes. Total, que para poder disfrutarlos, tienes que descargarte el archivo de este enlace:

http://www.dropbox.com/s/vvducutpfzh5p4r/13_Microrrelatos_Anidados.rar?dl=0

Que es donde están los trece relatos, bien ordenaditos, metiditos unos dentro de otros, como las muñecas rusas. Por supuesto, convenientemente acompañados de las instrucciones pertinentes, para poder explorar todo el asunto y disfrutar con la experiencia.

Así que nada, ya tardas en decidirte, jeje.
Para terminar, detallo la lista de valientes y estupendos autores que han participado en esto:

Gotzon
http://gotzoki.wordpress.com
Elisa de Armas
http://pativanesca.blogspot.com
Anita Dinamita
http://relatosdeandarporcasa.blogspot.com
Puri Menaya
http://purificacionmenaya.blogspot.com
Alberto Martín "NiñoCactus"
http://borronycuentonuevo.blogspot.com
Anca Balaj "aminuscula"
http://aminuscula.blogspot.com
Rosana
http://contesbreus.blogspot.com
Fernando Vicente "depropio"
http://depropio.wordpress.com
MA
http://explotarenelvacio.blogspot.com
Maite García de Vicuña
http://microrrelatosenporciones.blogspot.com
Raúl Quirós Molina
http://unhombrecaedeunedificio.com
y servidor también, claro.

Nada más. Un saludo.

aventura fragmentada

Una buena mañana, tu cabeza se separa de tu cuerpo y decide que ya no quiere ir más al trabajo. Tu cuerpo es más responsable y se propone cumplir con su deber, aun sin ella.
Mientras, la cabeza se hace la dormida.

El cuerpo se viste a tientas, como un ciego, y se prepara el desayuno, con bastantes dificultades. Se queda perplejo cuando se da cuenta de que ya no tiene boca con la que tomarlo.

Tras tantear un rato por la zona del cuello, se decide a verter por ahí el desayuno que tanto le ha costado preparar.
De poco no se ahoga al hacerlo. Parte del líquido se le mete por los pulmones, otra parte llega al estómago y el resto resbala por fuera, mojando la camisa y dejándole hecho un asco.

Mientras el cuerpo se sacude violentamente, tosiendo para expulsar el líquido de los pulmones, la cabeza tose y se agita también, compartiendo la sensación de angustia y asfixia, aunque luego adquiere una actitud divertida ante el suceso.

Al no poder saborear lo que ha tomado, el cuerpo se siente como vacío o decepcionado. Sin embargo, la cabeza sí que percibe un ligero aroma del desayuno que se ha colado hasta el dormitorio, cosa que despierta su apetito y le hace salivar un poquito. Con lo cual, curiosamente, el cuerpo termina por sentir más hambre que la que tenía antes de haber tomado nada.

Aun empapado como está, ni se plantea el cambiarse de ropa, bastante odisea ha tenido ya. Se toca el reloj de la pulsera, como intentando adivinar la hora. Barrunta que se le hace tarde, así que, sin más, sale como puede y cierra con un portazo tras de sí.

De repente, un sudor frío se apodera de su espalda. Teme haber olvidado las llaves. Comprueba que están en su bolsillo. Se tranquiliza.

Baja las escaleras con cuidado.
Sale a la calle.
Toma el camino de todos los días, con infinita prudencia, para no perder la orientación, manteniendo siempre el contacto con algún punto de referencia.

La cabeza se sumerge en un ligero duermevela y empieza a soñar con alguna escena semierótica.
El cuerpo se distrae con eso y participa de las sensaciones de la fantasía. Se desvanece su noción del espacio y del tiempo, justo cuando acaba de llegar a la parada del bus.
Pierde su autobús.
Para cuando despierta de nuevo, se descubre desorientado y con una erección inoportuna.

Llega otro autobús. Reza para que sea el suyo, intenta preguntarlo por señas a alguien. Esto le resulta más difícil de lo que parece. Sólo dispone de un sentido, el tacto, para percibir lo que le rodea, y la gente se asusta ante sus mímicas y tanteos.

De repente, la cabeza se sorprende a sí misma gesticulando como si estuviera hablando. Al no pasar aire por sus cuerdas vocales no produce sonido alguno, pero en su mente la pregunta que intenta formular es clara: Oiga, por favor, es este el 24?

Esto marea un poco a la cabeza. Nota que, a pesar de la separación, ambos siguen siendo conscientes de lo que hace y siente el otro. Eso fastidia un poco la cosa. Es como si siguieran conectados y necesitándose y, a la vez, se interfirieran en sus diferentes caminos.

La culpa es de ese estúpido cuerpo, por irse de mi lado y ponerse a hacer lo que no debe. Piensa la cabeza.
La culpa es de esa maldita cabeza, por desprenderse de mí y negarse a obedecerme. Piensa-siente el cuerpo.

De repente, una especie de idea ilumina al cuerpo. A la porra, yo así no puedo seguir. Qué tonto, cómo no se me habrá ocurrido antes.
Se baja del autobús antes de que arranque y decide regresar a casa.
La cabeza adivina sus intenciones y no le gustan ni un pelo. Este viene a por mí, va a obligarme a ir donde él quiera.
La cabeza se inquieta y empieza a maquinar alguna escapatoria.

El cuerpo percibe lo que trama la cabeza y procura acelerar el paso, todo lo que le es posible en sus condiciones.

La cabeza intenta salir de la cama, esconderse en algún rincón, fuera del alcance del cuerpo. Pero decirlo es más fácil que hacerlo.

Se contorsiona violentamente intentando propulsarse con los músculos del cuello. Con todo, a duras penas logra agitarse un poco, como un pez fuera del agua, a coletazos.
Tras mucho esfuerzo, consigue salirse de la cama y caer al suelo. Se da un buen cocotazo al aterrizar, pero no hay tiempo para lamentaciones.

A la desesperada, no ve otra salida que meterse debajo de la cama, tratando de colocarse en el rincón más recóndito y apartado.
En su histérica agitación va removiendo la pelusilla acumulada bajo la cama, que se le mete por todos lados. Más vale que no sea alérgico a esta basura, que si no estoy apañado, piensa.

Finalmente, la cabeza se queda quieta, alerta, atenta, arrinconada en su improvisado refugio, a la espera de lo inevitable.

Al poco, se escuchan unos pasos subiendo las escaleras, lentos, tétricos, espantosos.
Luego se escucha un largo forcejeo con las llaves, hasta que acierta con la cerradura y se abre la puerta.
Entra.
Cierra.

Silencio.

La cabeza aprieta con fuerza los párpados. Tiene la extraña sospecha, infundada, de que el cuerpo sea capaz de recibir lo que ven sus ojos y adivinar así dónde se esconde.

Él no ve, pero siente. Intuye y sabe con plena certeza dónde está la cabeza. Ha seguido todos los acontecimientos, al igual que ella los suyos.

Por eso ahora la cabeza se sabe descubierta, atrapada, perdida. Siente cómo el cuerpo se aproxima, con sigilo, y se dispone a levantar la cama y alcanzarla.
Nota cómo sus manos agarran el borde del somier. La fuerza terrible, solemne, implacable con la que comienza a levantar el peso, el obstáculo que se interpone entre ellos.

Entonces, pasa algo inesperado, los brazos se desprenden y caen junto al somier, que arma un poco de estruendo al volver a su posición.

Al cuerpo le da un brinco el corazón, un ataque de pasmo, un tembleque incontrolable, por la sorpresa, por lo increíble de la situación. No puede ser, y ahora qué hago? Se dice.

Los brazos cobran vida y se van reptando, cada uno por su lado.

El cuerpo no se rinde, recobra la calma, recupera la serenidad como buenamente puede (por no decir que se recompone en su entereza, pues eso sería una pésima broma de muy mal gusto, jeje) y trata de introducirse bajo la cama, empujándose, sirviéndose de las piernas. Con la intención de magullar a la cabeza, la primera y última responsable, según su parecer y entendimiento, de todo este desaguisado.

La cabeza ve cómo se aproxima, se agita aterrorizada y grita silenciosamente. Los ojos se le salen de las órbitas de puro espanto.
Literalmente.
Se le salen y se van rodando. Uno acaba debajo del armario y el otro llega hasta el pasillo.

Mientras, el brazo izquierdo está en el baño, se ha trepado hasta el váter, ha caído dentro y ahora no logra salir, sacarse de ahí.

El brazo derecho está trepando las cortinas del salón. En un momento dado, sin previo aviso, el brazo se le separa de la mano y cae al suelo, donde se agita tontamente, como el rabo recién cortado de una lagartija.

La mano se queda colgando, aferrada a la tela, suspendida en las alturas, quieta, sin saber qué hacer.

A todo esto, las piernas se han desprendido también.
El pene se escapa de los calzoncillos y se va de parranda, en busca de marcha y diversión.

Las piernas se han enzarzado en una pelea de zancadillas. Los pies deciden irse por libre, a explorar mundo.

En sus erráticos avances casi aplastan al ojo que estaba en el pasillo. Menos mal que ha salido despedido y ahora se ha quedando mirando hacia la entrada, que su retina ve boca abajo, como si la puerta naciera del techo y no del suelo.

Reina el caos y la confusión. Confusión dada, más que nada, porque todas las partes se siguen percibiendo entre sí, lo que hacen, dónde se encuentran, lo que sienten, etecé. Siguen conformando una unidad, a pesar de toda la fragmentación acaecida.

Esto coloca en una intensa esquizofrenia a cada elemento. Eres el contrincante y al mismo tiempo el perseguido. Eres el tránsfuga y el perdido. El explorador y el abandonado. El buscado y el olvidado.
La alegría y el llanto.

Todo se mezcla en una cacofonía decadente y absurda. La desarmonía lleva a una desarticulación total. Se suspende la actividad, cesa el movimiento, se apaga la vida.
Quedan las partes, detenidas, congeladas, a la espera, a la escucha.
Sintiendo el paso del tiempo, notando cómo la nada se les mete dentro. Cómo se disecan sus restos, cómo se les deseca el alma, el espíritu, el aliento...

Triste panorama que encontrare quien lo hallare. Con todas tus partes por ahí desperdigadas. Salpicando la vivienda, como si se hubiera producido una explosión incomprensible, inexplicable.
Inenarrable.

Madrearaña

Decían que la luna estaba hueca.
Hicieron algunas pruebas y así lo confirmaron.
Pero, luego, la luna empezó a comportarse de manera anómala.
Ya no respondía igual a las mediciones y experimentos.
Su superficie presentaba alteraciones inexplicables, inconcebibles.
Hasta que, un día, eclosionó.
Y de su interior emergió una araña de proporciones astronómicas.
Los que presenciaron su nacimiento enloquecieron directamente.
Fue el caos, el terror, la histeria.
Imagínate.
La araña, atraída por la gravedad, aterrizó en la tierra, tan tranquila.
Sin más ni más, como si nada, como si tal cosa.
Sus enormes patazas negras aplastaban cuanto pisaban.
Su cuerpo colosal tapaba la luz del sol.
Y su estúpido cerebro de insecto apenas le servía para nada.
Lo único que tenía de especial era su tamaño.
Por lo demás era una araña común, corriente y moliente.
Se paseaba errática, a impulsos repentinos, explorando el territorio.
Este planetoide esférico que, a sus ojos, estaba desierto, vacío.
A cada paso aplastaba cientos, miles de metros a la redonda.
Con cada pata!
En un abrir y cerrar de ojos, adiós ciudades, adiós construcciones.
Borrados del mapa.
Los países intentaron defenderse.
En vano.
Probaron de mil maneras, pero ninguna dio resultado.
Las bombas apenas abrían ridículos boquetes en su piel.
Incluso, lograron penetrar en su interior, a través de su boca.
Pero el mismo poco daño le ocasionaron por dentro.
Eso no daba ni para cosquillas.
Mientras, la araña iba de un lado a otro, tan campante.
Buscando de qué alimentarse.
Asolando a la humanidad sin ni siquiera enterarse.
Hicieron algunos cálculos.
Morirá de inanición, por su propio natural.
Pero puede tardar siglos, o milenios, en estirar la pata.
Para entonces ya habrá arrasado por completo el planeta.
Los que quedamos es por pura providencia del destino.
Y porque hemos aprendido a sobrevivir.
Todos hemos seguido el mismo camino.
La mayoría huye despavorida en cuanto aparecen las patas.
Negras torres de babel ciclópeas que se pierden en el firmamento.
Nosotros no.
Nosotros hemos corrido hacia ellas.
Y las hemos trepado.
Sólo hasta el primer pliegue.
Hasta el primer recodo fiable, que sirve de cobijo y refugio.
No es fácil vivir aquí.
Nada fácil.
Pero de momento lo estamos logrando, casi de milagro.
Más arriba ya no hay oxígeno.
El agua hay que pescarla de las nubes.
También le chupamos un poco de sangre a Madrearaña.
Sabe a rayos, pero alimenta.
Tenemos expedicionarios que bajan de tanto en cuanto a la tierra.
El que regresa, trae plantas, rocas, semillas, todo lo que pueda.
Nos apañamos con minihuertitos en tiestos.
Todo bien sujeto y atado.
Cuando Madrearaña anda, desata el terrible huracán.
Tenemos campanitas que nos avisan, pero con apenas antelación.
Entonces nos refugiamos y rezamos.
Madrearaña se lleva a los descuidados.
Hay que estar siempre atento y dispuesto para el recogimiento.
Las aves son valiosas aliadas.
A veces nos ayudan a comunicarnos.
Nos llegan noticias de las otras patas.
De la tierra no llega nada.
La tierra calla.
Tal vez espera y aguarda.
Madrearaña no gusta de los océanos.
Lo malo es que no mira por donde anda.
Nuestros rezos tratan de llegar a su cerebro e iluminarlo.
Su mente escapa a nuestro alcance en todos los sentidos.
Aun así no nos rendimos.
Cuando se adentra en el mar, el agua nos llega muy cerca.
Alguna comunidad-pata no lo ha contado.
No quiero ni imaginar lo que debe de ser eso.
Morir ahogado, de repente.
Otros dicen que han visto barcos.
Que viven gentes en la mar.
Dudo que Madrearaña consienta semejante cosa.
Todos le debemos tributo y sumisión.
No hay que alumbrar ideas extrañas en la mente de la gente.
Hay que permanecer unidos.
A salvo.
Los ancianos saben del pasado.
Hablan de ciudades, ríos y montañas.
Leyendas extrañas, historias mágicas, mitos de ensueño.
Hechizantes, hipnotizantes.
Pero todo eso fue destruido.
Ya no queda nada.
Madrearaña es sensible, y estricta, y severa.
Percibe cuando dudas.
Y se enfada, y nos castiga.
Nos mata de calor en el ecuador, o nos congela de frío en los polos.
Nos lleva de un extremo al otro en un abrir y cerrar de ojos.
Como le viene en gana.
Por eso hay que ser fiel, y atento, y reverente.
En todo momento.
Es la ley.
Es la vida que hemos elegido.
Es Madrearaña.

alma cruel

Alma cruel, de anatomía salvaje,
ser inasible, hazte presente,
escucha y atiende.
Ese silencio, soy yo, no te confundas.
Hay un resorte, algo, que nos une.
No sé, igual sueño, o deliro,
pero tú, lejana y altiva...
Puf, qué anticlima.

A ver si me explico,
con quién hablo?

Alma cruel de los muchos nombres,
ahora no es la que fue, a esa déjate lejos,
trae, sí, a la nueva, de nombre verídico, verdadero.
Cuida que así sea, sin rollos, sin equívocos.
Que no se agite el ascua que no deba,
que no arda el hielo de la afrenta.
Eco, espejismo, huid abochornados.

Menudo espectáculo,
el niño galleta no llega a la despensa.
No hablemos de mí, ahora.

Alma cruel, acude, asoma,
deja que te desnude y descubra.
Me interesa cómo estás hecha,
probar una cosa, ver lo auténtico, lo vero.
Qué nos une? Dónde está el nexo?

La mezcla es: Posible, peligrosa,
inestable, dañina, perfecta.
Negro sobre negro, carbón y petróleo,
espíritus afines, broma del destino.
Castigo o recompensa?

Es juego, y bien sabido.
La fortuna gira tu rueda y decide mi camino.
Bobada? No lo creo.
Basta quererlo y proponerlo.

Alma cruel, te invoco y te conjuro,
es tu turno, doble o nada,
mueve casilla, haz tu jugada.
Baile de pares, pulso afilado,
duelo de alacranes.
Mide la fuerza, estudia la materia,
calcula el resultado.

Es ciencia incierta, qué duda cabe,
mismo es mi caso,
nadie dice, nadie sabe.

O se cree o se espera,
acaso hay más orillas?
Promesa baldía,
enigmas, ardides, porfías.

Alma cruel, sombra esquiva,
deja que siga tus fibras, el grácil ordenamiento de tus músculos,
que pese tus huesos, la dulce melodía de tu esqueleto,
que espíe tus sueños, el suave latir de tu existencia.
Oh, aleteo arrebatado, de lírico aficionado.

Y sigue:
Sé guante, sé morada,
sé inquilino, sé aldaba,
sé acicate, sé invitada,
sé testigo, sé balada,
sé cómplice, sé camarada,
sé bálsamo, sé lanzada.

Sé todo y sé nada,
sorprende y hastía,
confunde y aclara,
comparte y separa.

Sin engaños ni promesas ni fianzas,
sin créditos ni pagarés ni deudas,
tampoco hacen falta.
Antes ya es luego, comienza y acaba.
Nos conocemos, en el fondo,
como todos.
Eso es lo malo, ay, por los miedos.
Tal vez, o quizá, o mejor, lo que sea...
cábalas, quimeras, quiméricas cabalísticas.
Mal va esto, ni tono, ni pulso, ni brío,
la ruina en verso, jeje.
Por dónde iba?

Alma cruel, parte errante,
trato, intento, procuro,
enredarte, seducirte, atraparte.
Te invito, ven, visita mi telaraña,
lista para recibirte, dispuesta para acogerte,
a punto para encantarte conquistarte hechizarte.
Los polvos mágicos rebosan por los rincones,
el traje de príncipe está en el armario,
y no llevo gomina porque no va conmigo.
Esto sobraba, claro.

Pues eso, te instalas y ya,
te como un poquito, para ver a qué sabes,
doña misterios.
No hace falta modestia, sé lo que escondes,
tu espejo es mi reflejo, tu reflejo es mi espejo,
es igual, comparado, el resto es desierto.

Alma cruel, no odias cuando un manjar sale vacío?
Galletas sin fortuna ni provecho?
Bollos sin cuerpo ni seso?
Sopas sin caldo ni sustancia?
Aire sin alma? Humo sin fuego?
Vida sin sustento ni proyecto?

Ya mejor callo, fracaso de teleanuncio,
sin gancho ni chispa ni gracia.
Aun habré de arrepentirme,
escritor destalentado y sin remedio.

Alma cruel, de qué va todo esto?
Me lo traduces para que lo entienda?

fantusmias

El otro día escuché un programa de radio bastante escalofriante de estos de misterio. Trataba sobre niños capaces de ver muertos y cosas así.

Los fantasmas son un tema que me intriga bastante y ese programa reavivó mis interrogantes y curiosidades sobre ellos. Puede decirse que estimuló mi interés y me hice, una vez más, las preguntas: Qué son los fantasmas? Cuál es el secreto de su naturaleza? Etc.

Hoy, 48 horas después, más o menos, he soñado con una posible explicación para esas dudas. Me he despertado y he anotado lo que había soñado.

Ahora es muy de tanto en tanto que anote algún sueño, la mayoría de los días lo dejo pasar y se diluye el recuerdo. Así que reconozco que estoy en uno de esos momentos álgidos, de lucidez desatada y creatividad exuberante. De euforia inspirada. Que aparecen con la misma facilidad con que se van.

Así que será cuestión de aprovecharlo.

Lo interesante del sueño es una breve escena donde me siento especialmente feliz. Y esa alegría proviene de percibir la misma alegría del aire que me rodea. Es una comunión personal, el aire se aparta y me cede su espacio gustosamente para que mi ser pueda existir. Mi cuerpo a su vez reconoce al aire que le rodea y se expresa en su plena dicha para con él.

El uno le da la forma al otro y el otro le da la forma al uno. Y ambos participan de la vida, de manera común y recíproca. La felicidad nace de la complicidad, del reconocimiento, de la conciencia de las partes y del conjunto.

Eso me hace pensar que, cuando desaparece el cuerpo, la materia, queda el recuerdo, algo así como el hueco en el aire.

Entonces, un fantasma sería eso, la carcasa, la huella de lo que un día estuvo ahí.

Claro, pero un fantasma se mueve y hace cosas, está vivo, a su manera. Desde luego que sí. Podría decirse que esto es así en virtud de ese aire, que tiene esa capacidad.

Mucha capacidad es esa, dirás. Hombre, lo que pasa es que estamos mal acostumbrados a ver lo que nos rodea como algo inerte y carente de inteligencia o voluntad.

Primero, todo lo que existe tiene memoria. Esto se ha estudiado bastante bien en el agua. El agua tiene una sensibilidad tal que recoge la información de aquello con lo que entra en contacto, incluso de la manera más breve y sutil. De ahí que existan cosas como la homeopatía (palabra que vuelve locos a los escépticos, pseudoescépticos, mejor dicho) y similares.

El resto de elementos se podría decir que tienen unas propiedades y capacidades parecidas, solo que nos es mucho más difícil trabajar con ellos para comprobarlo.

Incluso, podemos ir más allá de los propios elementos. Si decimos que el aire se aparta para dejar sitio a la materia, a qué aire nos referimos? Si fuera este que respiramos, entonces habría que pensar que en el vacío, en el espacio exterior, no podría haber fantasmas, cosa que dudo.

Pero, lo que llamamos vacío no está vacío. Mejor denominarlo éter (otra palabra que encanta a los tíos esos, jeje). El éter nos resulta por ahora bastante muy desconocido. Tal vez entra en un ámbito semiparadójico, donde hablar de física o materia ya no tiene demasiado sentido. Éter podría ser dimensión pura y dura, sin parámetros ni propiedades separadas del conjunto.

Podríamos decir, el éter es la sustancia última o primera, que aloja y permite la materialización y continuidad de la existencia. El soporte en el cual los átomos adquieren forma, peso, densidad, cuerpo, entidad.

La matriz, la madre atenta que nutre y sustenta.

Lo de la continuidad es interesante. El tiempo existe como consecuencia de las cualidades en que se produce todo el invento este de la vida. Y cómo se entiende que el éter tenga memoria?
Pues sin más problema. Teniendo en cuenta que lo que es se desprende de él, otro tanto pasaría con el transcurso de tiempo.

A ver si me explico. El espacio y el tiempo no son dos cosas separadas. Sólo son una, lo que pasa es que nosotros lo percibimos así. La materia existe y se desenvuelve mediante procesos y transformaciones. Ciclos dentro de ciclos. Cada elemento sigue su propio ritmo y camino. Pero todos están estrechamente relacionados y conectados. No puedes desplazar ni la más mínima partícula sin que lo que le rodea se adapte a su vez.

La conciencia universal nos queda un poco lejos, pero una forma de asimilar en parte alguna cualidad suya es apreciando tal vez algo así como una memoria colectiva. Lo llamamos memoria para aproximarlo a nuestro contexto y manera de pensar. Obviamente, en cuanto salimos del discurso lineal, ya no tiene demasiado sentido hablar de pasado o futuro.

El éter sería ese fluido absoluto, sin resquicios. Sin frenos ni fluctuaciones ni defectos. Perfecto en su función y propósito.

La vida se produce en virtud a la ineludible interacción, intercambio de configuraciones y comunicación de todo lo existente. La gracia está en que, en el nivel más profundo, el éter actúa como testigo y depositario de cada gesto, participación y momento. Allí queda la huella, por así decirlo.

Pero no es un rastro físico, ni temporal. Sin embargo, los fantasmas sí tienen, de alguna manera, una cuasipresencia. Eso es lo raro.

Podría decirse que si nos vamos demasiado lejos no logramos entender lo más inmediato. El éter a lo mejor no juega un papel tan de primera relevancia en este caso. Puede ser que haya otras sustancias intermedias, semietéricas, que sean las que determinan esto. Aunque, para nuestro entendimiento actual, tanto nos da una cosa que otra. Lo mismo nos es extraño y desconocido todo eso.

Habrá que probar por otro camino.

Hemos dicho que la vida son ciclos dentro de ciclos. El ciclo de la existencia de una persona decimos que concluye cuando fallece. Sin embargo, no es así del todo. Termina una fase pero quedan muchas cosas aún ahí. Y una de las cosas que queda es el fantasma.

Todo el mundo tiene fantasma? Puede ser. Pero dónde se meten? Por qué sólo se ven los más chungos? Porque son a los que les han quedado más ciclos sin dar un buen cierre.

La muerte traumática, repentina o accidental es lo que tiene. Deja cosas interminadas, sin resolver. Sin embargo, es el fantasma la persona así fallecida? O se trata sólo de su carcasa de aire?

Una clave sería la fijación. El fantasma no progresa ni evoluciona. Está siempre como detenido en el mismo punto crítico. Del que no sabe salir. Aun así, esto no aclara si se trata de la persona en sí o sólo de la carcasa. Habrá que tener en cuenta ambas opciones.

Cuando veas un fantasma pregúntale: Qué has hecho durante todo el tiempo que has estado solo? No sabrá responderte. O "Nada", te dirá.

Los fantusmias, como dicen los de allende, no tienen sentido del tiempo. Sin público no existen.
El aire va a su bola, sólo se acuerda del trauma pasado cuando encuentra una presencia que sea receptiva a ello.

Por eso los niños son tan propensos a ver ese tipo de apariciones. Porque están abiertos del todo. Tienen todavía pegado al corazón y a los ojos el éter del que han venido no hace mucho. Todas las escotillas abiertas. Y les entra la vida a borbotones, a chapuzadas, hasta que la marejada amenaza con hundirles y aprenden a sellar compartimentos, guardar algunas distancias.

El problema es ese, entrar en contacto con un asunto para el que no se sabe dar salida o respuesta. Y la otra parte está igual. Y está igual porque sólo es un recuerdo, un eco vivo, un hueco abierto.

Una herida que se abre de nuevo, con la esperanza de encontrar su remedio.

Y se abre cuando algo la activa. Que suele ser algún sujeto dotado de sensibilidad especial para esas cosas. Una persona-catalizador.
Entonces, el problema se divide en dos partes. Por un lado, lo que demanda lo externo y, por otro, lo que requiere el individuo que vive esto.

Un paralelismo interesante que podemos hacer al respecto es con los objetos de recuerdo, que también cumplen una función catalizadora, pues nos abren una vía hacia el pasado, a la añoranza y la rememoración. Algunas personas depositan en esas cosas mucho de su ser, hasta el punto de depender por completo de su conservación y atesoramiento. Los caminos de la vida son variados y a veces extraños.

El mundo de los recuerdos da para bastantes reflexiones y tal, pero mejor dejarlo para otra ocasión y me centro con los fantasmas, que no iba demasiado mal, por ahora, jeje.

Para curar a un fantasma hay que hablar con el aire y no dejarse liar con la forma o figura que adopte. La parte que ha quedado huérfana es esa, la carcasa, que se ha visto desprendida demasiado rápido de su habitante y no se ha enterado de lo que pasa.

Claro, esto se dice fácil pero realizarlo ya es otro cuento. Puede ser bastante delicado, porque cada presencia tiene también su amor propio y su ego. Es cuestión de tacto, cuidado, paciencia y rodaje. La experiencia irá perfeccionando esta habilidad o pericia, si es que llegamos a practicarla. No todo el mundo reúne, en un principio, la serenidad y templanza que harían falta. Ni mucho menos el interés o las ganas, jeje.

Sea como fuere, decíamos que, la carcasa, ese aire, precisa recobrar la conciencia de su naturaleza libre, para que pueda disolverse de nuevo en paz y desprenderse de esa carga, el relato, la historia que ha quedado suspendida, inacabada.

Quien entra en contacto con algo así, tiene la oportunidad de encontrar algún tipo de reparación, tal vez a través del diálogo o mediante algún gesto simbólico. A la vez, esa persona debe preguntarse por qué percibe eso, cómo es que sintoniza con ello.
Puede ser que en sí mismo tenga un conflicto similar o compatible. De esta manera, saber enunciar la clave sanadora que libere a la presencia semietérica sirve también para completar o curar una herida íntima o inconsciente de la propia persona.

En el fondo, entender la existencia en estos términos nos permite asumir un papel más participativo y responsable, pues, todo cuanto nos acaece, nos es debido, en cierta medida y sentido. La inteligencia está en saber modular nuestras respuestas y reacciones, en decidir sobre en qué ámbitos y entornos aplicarnos y desenvolvernos. Cada circunstancia es una proposición, pero la decisión es sólo de uno.

Si lo piensas, es fascinante esa capacidad y fidelidad del entorno para con la vida. Este entendimiento, además, debe servirnos para poner el mismo cuidado en cada gesto que hagamos. La inconsciencia produce y genera a cada momento daños de este tipo. Porque se pierde el respeto, se pierde la noción de pertenencia.

Dónde termina el ser? No termina, fíjate bien. Los límites definidos de tu cuerpo son los que te unen a todo el universo. Y todo el universo es cómplice y participa de tu ser en un grado absoluto, de tal manera que tú eres el todo y el todo eres tú.

Así, cuando tu cuerpo desaparece, queda aún tu ser, integro en su esencia, como parte de un fractal infinito. Como una estrella de mar cuando le cortas una punta.
Si el proceso se da de forma natural, la transición no deja rastros fantasmales. Se reintegra todo al otro lado y se disuelve tranquilamente lo no necesario.

Entonces, se podría decir tranquilamente que la muerte no existe.
A este respecto cabría recomendar la obra de Elisabeth Kübler-Ross (http://juventudalagon.blogspot.com/2010/12/sobre-el-duelo-y-
el-dolor.html
), sobre todo su libro "La rueda de la vida".

La idea es que tú no eres sólo lo que ves. El aire, el éter, te sigue y constituye tanto como para asumir tu rol, tu papel, tu función, cuando tu ser se traslada de súbito al otro lado.

Tampoco me hagas demasiado caso, ya ves que tiendo a mezclar las cosas y confundir las ideas. Lo ideal sería presentar un planteamiento claro, ordenado y coherente. El problema es que, para hacer eso, tendría que poseer un conocimiento de causa mucho más concreto y una experiencia mucho más amplia sobre el tema. Pero claro, entonces esto ya perdería toda la diversión, jeje.

El caso es que hay muchas maneras de abordar cualquier asunto y me gusta tocar o abrirme a varias posibilidades. Aparte, que si me quedara con una sola hipótesis y descartara el resto, cometería un error de los gordos. Prefiero aventurarme, consciente de mi ignorancia, pero sin reparos.

Siempre me ha gustado la idea de escribir algo tan equivocado que deje alucinado, que maraville en su inconcebible inverosimilitud y extrañeza, que sea una obra maestra del error, por así decirlo. Y creo que cuando más me aproximo a esto es cuando menos me lo propongo, jeje.
O sea, que basta que uno se tome más en serio y apunte más alto de lo que le corresponde, para dar nacimiento a las ideas más disparatadas y grotescas.

La gracia está en que, mientras uno no crece y madura, no puede distinguir bien en qué acierta y en qué no. Seguro que, de aquí a un tiempo, encontraré en estos ensayos muchas cosas ingenuas y tronchantes. Pero, mientras tanto, son sólo simples tanteos. Palos de ciego, más que otra cosa.

En fin, preámbulos aparte, me apetece aún esbozar otra aproximación al tema, que podría denominarse:

Psicología y la bioconfiguración del ser.

A ver con qué me sale ahora este, dirás. Bueno, vamos a suponer que el fantasma no es la carcasa, sino el difunto. Entonces, hay que remarcar ese estado de no evolución. Cómo es posible que un ente supuestamente viviente quede atrapado así en una fase de su existencia?

La mente es la responsable de esto.

La mente construye y mantiene lo que nos rodea, nuestra realidad, nuestra historia. La lucidez es lo que nos permite darnos cuenta de todo, incluidos los procesos y tejemanejes de nuestra propia mente.
Quien no desarrolla su conciencia tiene un serio problema, queda a merced del discurso de su mente. Mente que tiende a construir esquemas que a la postre son su propia prisión y encajonamiento.

La muerte no supone un cambio significativo para esto, y menos aún cuando se produce de forma brusca o repentina. El que es zombi, lo es aquí y en Roma y en el más allá. Así que hay que aprender a despertar cada vez más, SER, en definitiva. Lograr modular y moldear nuestro pensamiento a placer. No convertirnos en siervos y esclavos de nuestra mente. Total, la vida del ultrafanático inflexible es bien triste y limitada.

Aquí se ve la importancia de la actitud. A fin de cuentas, cada postura trae su consecuencia. Es más, hay que tener en cuenta todo el paquete. Ya no es sólo cómo uno sea, sino cómo se relaciona y cómo le vean los demás. La estructura del ser viene determinada por todo esto.

Hasta qué punto influye o condiciona el contexto o entorno?
La información se organiza en función a refuerzos y estímulos. Si crees que eres un monstruo y los demás confirman tu impresión, efectivamente, te convertirás en un monstruo. Es por esto que es tan importante comunicar con los demás de la forma más adecuada posible, sin agregar juicios de valor ni subjetividades dañinas.

Es como el experimento ese de los botes de arroz. A uno le dices cosas feas y al otro bonitas, uno se estropea y el otro no. La participación con lo que nos rodea es continua y permanente, la retroalimentación es recíproca y constante. No hay vuelta de hoja, o aprende uno a ser y estar en armonía, integrado, o se cae en la espiral de la alienación y la desintegración.

Esta receptividad al entorno se aprecia muy bien en los niños. El infante es sensible y permeable a lo que le rodea en grado máximo. Quieres arruinarle la vida a un renacuajo? Dile que es tonto, inútil y aborrecible. Dilo en toda ocasión y nunca modifiques tu repertorio. Cuanto más cercano e importante seas para esa persona, más hondo calará el mensaje y pronto verás que se adapta a él, que asume el papel y te recompensa con comportamientos propios de alguien tonto, inútil y aborrecible.

Probablemente, el renacuajo no estará conforme con la imagen que le proporcionas. Seguramente, el ingenuo, tiene una idea de sí mismo más benevolente, que intentará defender, demostrar o imponer. A pesar de su inexperiencia, tratará de hacer valer su opinión, desarrollar estrategias o defensas para sustentar y reforzar su autoconcepto.

Ahí entra en juego tu voluntad y persistencia para desmontar sus tretas y mantener tu punto de vista.

A esta guerra psicológica se la podría llamar lucha por el marco mental. El que establece el marco mental controla e impone buena parte de las condiciones que configuran la relación y la propia personalidad de sus participantes.

Lo has visto en la tele, la típica domadora de niños o el típico niñero de perros, jeje. El típico cutre-programa-basura donde los participantes se limitan a despellejarse entre sí, con un continuo etiquetado del prójimo por más vil y abyecto.

La triste realidad es que la inmensa mayoría está absolutamente verde en el aprovechamiento adecuado de esto. Y no hay peor cosa que un mal uso de esta capacidad por pura ignorancia o inconsciencia.

Es por esto que la familia es determinante en muchos aspectos. Las reacciones de los otros te alcanzan y afectan en cierta medida.
Imagínate, mueres y queda tu familia absolutamente traumatizada. Cada vez que se acuerdan de ti, lo hacen con tremendo dolor y pena. Tu estás tan tranquilo en el más allá y ellos te atormentan y torturan a cada momento con eso. Limitan tu libertad, consumen tu energía, te atan a tu pasado, a tu historia, al personaje que una vez fuiste para ellos.

A este respecto, tal vez podría ser interesante aproximarse un poco al estudio de las constelaciones familiares, campo merecedor de mayor consideración.

La historia personal es una maldición cuando no se expresa con lucidez y sabiduría. Ser mago es saber formular cualquier cosa con total libertad y diversidad. Las palabras se muestran en toda su sublime amplitud, profundidad y riqueza cuando se pronuncian con plena potencia, desde el ser, centrado, equilibrado. El experto apenas precisa de instrumental, con una simple palabra cualquiera lo dice todo.

Y qué contraste con los inconscientes, con los que son prisioneros de su propio pensamiento. Los verás hablar sin parar todo el rato, enumerando y describiendo cada mínimo movimiento que efectúan, que en verdad les suponen toda una odisea, sin que su discurso les sirva para avanzar ni un ápice del círculo vicioso en que están metidos.

Enseguida se ve el grado de lucidez de una persona. Verás que los dormidos no saben dialogar, que no escuchan ni saben aportar apenas nada. Todo lo que sale por su boca es siempre lo mismo, la basura que llevan dentro. Cosa que resulta ingrata, cansina y aburrida. En fin.

La principal dificultad reside en el pensamiento limitado y rudimentario, que enseguida cae en dicotomías y se crea dilemas sin fin, que lo traban y paralizan, que lo bloquean y anulan y atrapan.
Cuando lo que hay que hacer es aprender a fluir, en todo tipo de situación y circunstancia, bien dispuesto ante cualquier cuestión o imprevisto.

Con los fantasmas pasa esto mismo, están tan metidos en su película, que se han quedado atrapados en la escena crucial. Y acuden a ti para contártelo, para que les ayudes.
Pero rara vez expresan esto clara o directamente. Si tuvieran la lucidez suficiente como para formular su petición, probablemente no precisarían de ayuda en absoluto, serían capaces de liberarse por sí mismos.

Además, en el más allá no hay tiempo. La eternidad no se percibe sin elementos de comparación. Por eso cuando el fantasma encuentra un testigo, recupera parte de su consciencia de sí, de su situación, trauma o separación. Entonces, es fácil que le nazca una cierta frustración o desesperación, que vuelque o pague con quien tiene más a mano, con quien provoca o desencadena su malestar, según su parecer.

Aunque, también podría verse de otra manera esto. A lo mejor tenemos que suspender nuestra noción del paso del tiempo. Tal vez habría que ver el fantasma como una transparencia.

Es como si la cortina del tiempo se entreabriera y pudiéramos asomarnos brevemente al pasado. Claro que, cuando son las circunstancias las que determinan la creación de estas ventanas o miradores, siempre encontramos al otro lado el mismo panorama. Muerte y sufrimiento. Sería bonito aprender otras maneras de asomarse, más a voluntad o bajo el control de uno mismo, para contemplar momentos más bellos o evocadores.

Si consideramos que no hay tiempo, entonces todo se da en una especie de presente continuo. Puede pasar a veces que un evento traspase su propia dimensión a causa de su impacto en el entorno.
Claro que, en ese caso, esa suerte de onda expansiva también debería, en teoría, alcanzar a su pasado, esto es, que existirían fantasmas del futuro.

Fantasmas del futuro.

Suena bien, pero no me queda claro si existen de verdad o no. A lo mejor hay algunos casos que podrían encajar en parte con esto. Sobre todo los deja vu. Pero no vamos a meternos ahora con eso.

También puede pasar que existan, pero no los percibamos, sino fugazmente, a modo de sensaciones o vagas intuiciones. Al fin y al cabo, se ha dicho que una clave para percibir apariciones está en la proximidad cultural. Y la gente, por lo general, tiende a vivir más inclinada hacia el pasado que hacia el futuro. Me refiero en cuanto a la construcción de su identidad y su conciencia. O lo que sea.

El caso es barruntar cualquier posibilidad y sopesar bien lo que podría implicar o suponer, saber a qué atenerse y tratar de conducir la situación de la manera más adecuada.

En cierta medida, estos fenómenos parece que viven un poco como de prestado, o al menos en algo así como complicidad con lo que los rodea. Y se manifiestan, en parte, gracias a algunas energías que les sirven de soporte, que a menudo provienen del propio testigo o testigos. O a lo mejor no, ya no lo sé, me he hecho un lío que para qué.

Sea como sea, al final es uno mismo el que ha de calibrar y decidir, qué hacer y cómo actuar. La atención es un arma poderosa pero de doble filo. O se asume un papel decidido y activo, o vete a saber qué.
Lo malo de esto es eso, que la solución es incierta y diferente en cada caso. No tiene sentido que diga más tonterías sobre esto sin saber qué digo ni de qué hablo, jeje.

De todas formas, ahí no se terminan los enigmas y misterios respecto a los fantasmas.

Vamos a ver, por qué no hay fantasmas más antiguos? Parecería que todos fueran del siglo pasado a lo sumo. Y con los de antes qué pasa, es que no había? Si que habría, digo yo, lo que pasa es que han desaparecido.

O se han transmografiado, como dice Calvin.

Ciclos dentro de ciclos. La permanencia de una herida no puede ser eterna. Cuanto más grande sea más perdurará, pero tarde o temprano cumple o completa su propio proceso y se desvanece su rastro.

Además, para sintonizar con los receptores-catalizadores se hace precisa y necesaria una cierta proximidad y cercanía espaciotemporal. Lo más inmediato se impone sobre lo remoto. Una casa puede tener un historial plagado de muertes a lo largo de los siglos. Muertes que siempre tenderán a tomar la forma del suceso más reciente, como representante de todos los anteriores.

Y los animales, no tienen fantasmas? No veo por qué no habrían de tenerlos, otra cosa es que no los veamos. Seguramente intervienen más factores que ni imaginamos todavía. Como se ha dicho, hace falta estar en la onda para pillar la señal. Tal vez por eso, antes veían duendes, hadas y cosas así y ahora estamos a dos velas, sin enterarnos de nada.

Cuales otras cuestiones trataría sobre los fantasmas ya no me acuerdo, se me acaba de ir el santo al cielo. Me temo que ha pasado mi momento iluminado. Me voy al letargo cotidiano hasta próximo episodio.

Que sueñes con los espíritus, jeje.