Cómo empezó la historia esta de los Juegos Olímpicos?
Si lo piensas, se han convertido más en un circo que otra cosa. La absurda lucha por ser el mejor del mundo en algo. Y para eso ya están los Recorguines, que son igual de idiotas.
Qué pasaría si no hubiera medallas? Qué pasaría si no hubiera clasificaciones ni se midieran los logros?
No participaría ni dios.
Eso ya te dice a qué se debe su fama y predicamento. Como todo, son un fiel reflejo de nosotros, de nuestro interior, nuestra mentalidad actual.
Nosotros nos hemos ido deformando y distorsionando a lo largo del tiempo. Nuestra cultura actual es fruto de infinitas miserias y perfidias. No hay malos en esta película. Lo que hay es una manada de tontos que llevamos mucho tiempo sembrando vientos, a la sopa boba, como si eso rindiera provecho alguno.
Ahora todo son lloros y lamentos. Pero el rollo víctima ya no vale. Y hablar todo el rato de lo mal-questa-tó tampoco.
Es hora de desnudarse y ser valiente.
Porque debajo de lo malo está lo bueno.
Y por eso tratar ahora de los deportes y tal. Porque en el deporte se ve bastante bien esto, creo. Podemos reproducir muy bien la secuencia.
Todo deporte nació de manera inocente, como actividad de esparcimiento. Un juego compartido, sin más pretensiones.
Pero la bola va creciendo, se va sumando gente, se añade el público interesado. Esto modifica y condiciona todo el invento. De repente ya no es lo mismo, se añade un cierto pudor o compromiso, una cierta convención o compostura. La regla, la fórmula. El censo, la norma. La complicación, la formalización y desnaturalización del simple ejercicio expansivo, sociable y saludable.
La masificación y opresión. Muchos que quieren jugar y sentirse destacados, observados, admirados. Entra en escena la frivolidad y vanidad. Las neuras egoístas.
Y todos a la vez no puede ser, se establecen filtros, turnos, baremos. Se seleccionan los candidatos, se especializan los jugadores. Empieza el conteo de tantos, las comparaciones, las apuestas.
Y ya se vuelve una competición, una lucha, algo serio y descarnado, hasta niveles inhumanos.
Y encima que esto es igual con todo, que los países y los mercados también juegan a compararse y competir. Y así nos va, claro.
Lo más tonto de todo es que es el propio ser humano quien se lleva y atrapa en semejante situación. Y todo por cortedad de miras, por escasez de entendimiento, por pobreza interior. Por indignidad y miseria, insolidaridad y egoísmo, etc.
Bienempezao, malterminao, como dicen los de allende.
En cualquier instante del proceso uno puede detenerse, tomar conciencia de lo que está haciendo y en lo que está participando y rectificar. El alcance de las consecuencias. El origen de las exigencias. Abrir los ojos y ver.
Y el que despierta se sale de la noria. Pero la noria no desaparece, porque los monos abundan. Y la noria atrae y arrastra, y engancha.
Son legión las hordas de sonámbulos. Cada vez más lerdos. Por eso que las historias de zombis están en pleno apogeo. Es el más fiel espejo de la degradación actual.
La cuestión es, qué será lo próximo? Cuál será el siguiente peldaño hacia abajo?
Bah, al diablo con ello. Que lo descubran quienes sigan esa senda.
Es un buen lema: Descubre tu destino.
Que descubras tu camino, que te alcance tu merecido.
Y tiene hondo sentido. Porque además es así, no tiene vuelta de hoja. Tonto será el que no lo vea.
A lo que iba es que los errores nacen de los apegos. El que ve jugar y quiere sumarse no se le ocurre que puede hacerlo por su cuenta y libremente. Se ata al contexto y circunstancia de su apetencia y descubrimiento. Se identifica y personaliza.
Se apega, se aferra.
Es la huella del momento. Tiene que ser ahí. Tiene que ser con ellos.
Pobres imitamonos. Pobre ganado de repetición. Hatajo de mimos. Manada de amagos. Proyecto de humanos.
Tan escaso es su entendimiento.
Automatismos.
El apego es siempre a lo conocido. La querencia por lo igual, la necesidad de conservación, el desespero por la pertenencia, la referencia, el clan, la tribu, el grupo, el servilismo, el seguidismo, el fanatismo, el exclusivismo, el elitismo, el sectarismo, el vano anhelo de seguridad, lo cómodo de lo establecido, el peso de la costumbre, la inercia de la tradición, etc.
Así los pioneros ganan prestigio y privilegio. Son distinguidos y se les permite mandar sobre los demás. Yo invento el júrgol y si quieres jugar lo tienes que hacer como yo diga.
Te vendo una hipoteca y tú te haces mi esclavo.
Negocio redondo y todos contentos. Porque los lelos se contentan con cualquier cosa, y ni se enteran de lo que les espera.
Los dormidos se convierten en vasallos por nada, a la mínima de cambio, por cualquier chorrada, a la que te descuidas ya los tienes ahí con la argollica al cuello. Siervos errantes. Sumisos pasivos. Indignos rastreros. Bobos, blandos, fofos, amorfos. Miserables patéticos lamentables.
El malo no es el que roba, el malo es el que busca y se entrega para que le roben. La lección es una y la misma para todo el mundo, pero a unos les sabe más amarga que a otros, por la parte que les corresponde. Es el precio de la desidia, la indolencia, la ignorancia.
Por supuesto el que abusa también tiene lo suyo, pero eso ahora no toca.
Madurar consiste en comprender la responsabilidad propia. Entonces se sale del discurso estéril de culpas y tormentos. Entonces se ve que lo negativo que te alcanza se debe a ti mismo y nada más.
El tonto busca su yugo, carga sus alforjas. Y los demás le siguen el juego y se aprovechan, claro.
La víctima obliga a que los otros sean sus verdugos.
Y el desprecio que nace, vuelve y tiene su precio.
Y el engañabobos triunfa en las plazas más afines.
Y gloria a los vendedores de humo, que tan ricamente exprimen y embelesan a su recua de chusma alienada y adoctrinada. Llámese ciencia, llámese iglesia, o lo que sea. Adoradores de papas o de bosones. Profetas de nada, promesas de patraña. Inventores de pacotilla, descubridores a cuenta ajena. Milagros, vacunas y dios y su madre. Bonita caravana de carrozas. Clubes selectos de la imbecilidad.
Termitas, carcoma, polillas.
Pero estábamos con el deporte, más o menos. La cosa es que, lo que empieza de manera inocente, se echa a perder por la inconsciencia. El dormido se mueve entre el miedo y la confusión, por eso la inocencia se desvanece de su lado, se le escurre entre los dedos, se esfuma, le abandona, desaparece, huye de él. Se deforma y distorsiona su entorno, su modo de asimilarlo y participar de él y, finalmente, su propio ser con sus interioridades y mecanismos.
Pero esto lo hace él mismo. Es él quien teme y atiende a sus miedos, y deja de fluir y empieza a mirar hacia fuera con otros ojos.
Con los ojos de comparar.
Yo, que me he acercado a ti, con quien estoy compartiendo estos momentos de dicha, me fijo en cómo eres, y veo que no te pareces a mí, que eres diferente. Y algunas diferencias me gustan, pero otras no. Me preocupa que puedas superarme en algunos aspectos.
Ahora ya no eres un compañero de juegos sin más, eres una potencial amenaza para mi persona.
Más en concreto para mi identidad, para la integridad y estabilidad de mi ego.
Porque estar a tu lado me obliga a definirme en función a tus cualidades. Mina mi personalidad más superficial, aquella por la que me rijo y refuerzo, apegado a mi discurso interno, primario y machacón donde los haya, compuesto de frases elementales y reiterativas, que ahora se ve forzada a admitir una propiedad más.
Ahora soy también el-que-no-dribla-tan-bien-como-fulano.
Y esto me incomoda.
Me hace medir y puntuar mis capacidades. Cuantificar, revisar y supervisar mis rendimientos, mi saldo, mis ganancias. Y nunca se es lo suficiente más-que-los-demás como para estar tranquilo.
Nunca el poder basta, ni harta ni cansa.
Y si abandono, siempre cargaré con el estigma, esta tara, esta espina. El complejo, la frustración, la amargura.
El rencor, el odio, el desprecio.
No me queda sino luchar por superarte. Ahora somos contrincantes. Enemigos. Y esto ya no es un juego, es un pulso de egos.
Me pongo a la defensiva, me parapeto, me blindo, me atrinchero en mi lado más posesivo y despiadado. Mi lado humano, mi niño inocente, queda arrinconado, apretujado, silenciado, al fondo, abajo del todo.
Y me apresto para la batalla con mi armadura oxidada.
Primates idiotas, brutalizándose y retrocediendo en su evolución. Máquinas físicas consagradas a la extenuación de la materia. El límite del colmo, el extremo del novamás de la desgracia.
Masas vivientes, tarugos sin seso ni medida. Esclavos sin voluntad. Títeres sin criterio, juguetes rotos, estorbos inútiles, sin proyecto ni futuro. Glorias efímeras, marcas caducas, tantos obsoletos.
Burros perpetuos, asnos eternos.
Bestias, monstruos, anormalidades, retrasados, tarados, ídolos de masas, espónsores rutilantes.
El culto al juicio al prójimo. El sometimiento al juicio del prójimo. La misma moneda que pagan, cobran. La selva del más fuerte. El yermo del rapaz hostil. Carroñeros.
No sorprende entonces el bello panorama que puebla nuestro entorno. Es la justa medida y consecuencia de lo que somos.
Y la única solución es cambiar nuestra forma de ser y estar.
De verdad. A fondo.
Pobres aquellos que comulgan con el discurso que vomitan los medios. La falaz ponzoña y veneno de cada día.
No hay más remedio, dicen los tramposos. Es la crisis, dice el trilero. Es lo que toca, aplauden los chupópteros.
Allá ellos, el que se lleva a la ruina es que ha elegido mal su juego, y con quien juega. El virus del lucro, el tumor de las finanzas, la lacra de la usura.
No hay piedad entre los indignos. Unos y otros se depredan y despedazan sin mayor remilgo ni escrúpulo ni reparo. Tiburones.
Y así está bien.
Y luego están los que se manifiestan, los que juegan a que ya no quieren ser más el felpudo y la escoria de los de arriba.
Lo absurdo es que se siguen dirigiendo a ellos. Les piden permiso!
Como si dependiera de eso.
Falsos, hipócritas, cobardes.
Ser no es negociable. Ser no es una cuestión de lo que digan los otros.
Volviendo al ejemplo. La buena noticia es que se puede desandar lo andado. Solo date cuenta. Solo son dos capas de cebolla.
Debajo del competir está el comparar.
Debajo del comparar está el compartir.
En el fondo los malos son buenos.
A veces vale la pena rascar y otras no, eso ya cada uno según las ganas que tenga.
Pero no tenemos que preocuparnos por los otros. El asunto es y depende de uno mismo. El trabajo es personal e ineludible.
Vuelve a tu ser. Y no mires tanto hacia el mundo.
Te distraes y no progresas.
Te pierdes en excusas y tonteras.
Te entonas con la basura, te enredas, te enrolas, bailas su danza, sigues su batuta hasta cuando crees que te rebelas, aguardas, atiendes, escuchas su discurso. Obedeces a la contra, reaccionas, sigues su pauta para ir al revés, yerras, te engañas, juegas a ser más auténtico si te opones, si les retas, te vuelves su sombra, chiste, cosquilla, quisquilla, pelotilla, piltrafa. Parodia de alternativo, esbozo de anti, cedes tu tiempo, regalas tu vida, vendes tu alma.
Tragas bazofia, produces bazofia, te vuelves bazofia.
Sé digno y déjate de historias.