Vas por la calle,
de repente algo asoma por tu pecho,
un haz luminoso, blanco radiante,
del tamaño de tu puño, o de tu corazón, para ser más exactos,
te detienes y lo observas,
al principio pareciera crecer quedamente,
como una planta asomando tímida, indecisa,
luego asciende raudo y quebrado como un rayo, como lo que es,
tu atención viaja adherida a su extremo,
finalmente, te fundes con el cielo albo y puro,
y tu vida se disuelve,
como una lágrima en el océano.