Bueno, pues ya era hora de que presentara esto.
Para no faltar a la costumbre he preparado el contenido del blog en forma de libro imprimible y también en libro electrónico.
Además he añadido una versión imprimible en plan más sencillo, para los que no quieran complicarse.
He reunido los cuatro años en el mismo archivo.
Aquí tienes el enlace:
Dersony Portable (Años 1-4):
Y si los quieres en audiolibro:
Año 1 -
Año 2 -
Año 3 -
Año 4 -
Hala, por opciones no será, jeje.
Un saludo.
(En la columna derecha, bajo el epígrafe "Dersony portable" encontrarás el enlace más actual para acceder a esto.)
29 de mayo de 2011
árbol
Estoy en una región del oriente, de viaje turístico. Uno de los monumentos más interesantes es un árbol milenario. Milenario se queda corto para apreciar su antigüedad, casi habría que decir mejor milmilenario.
Me parece muy especial, así que me dirijo a verlo. Una ligera niebla extraña lo cubre. Se encuentra en lo alto de un pequeño monte rocoso.
Conforme me voy acercando, compruebo su gigantesco tamaño y lo impresionante de su figura. Grandes grietas recorren de arriba a abajo todo su tronco, ajado por el paso de los siglos. La superficie de su corteza se muestra porosa, carcomida, apolillada y descolorida, en extremo, como nada en este mundo. La madera que se vislumbra por entre las grietas luce también blancuzca, amarillenta, apergaminada por los años. Por su increíble, imposible longevidad.
El conjunto resulta imponente, trasmite una profunda y poderosa sensación de preexistencia y arcaicidad, preternatural, más allá de toda temporalidad. Es como si existiera desde el amanecer de los tiempos, desde siempre, desde antes que todas las cosas.
Entonces, descubro que la extraña niebla que lo rodea es, en realidad, una nube formada por cientos de miles de pájaros, que no paran de volar en torno a él.
Son amarillos. Alguno se posa algo más cerca y puedo apreciar sus detalles. Veo que son loros, pero unos loros carroñeros!
En el pico tienen algo así como un par de pequeños colmillos, que sobresalen a los lados, para desgarrar la carne.
Poco a poco van posándose ante mí, unos cuantos, como el que no quiere la cosa. No estoy ni a mitad de camino, seguir avanzando ya no me parece una buena idea. Los veo capaces de atacarme y destrozarme. Parecen hambrientos. Claro, hay tantos.
Muchos. Demasiados.
Estoy paralizado, se acercan, dos o tres, curiosos, a saltitos...
almas
Estoy dentro de un capítulo de una serie que transcurre en una selva. Me he perdido, solo, en una zona remota, inhóspita. Hay una tormenta, llueve. Sopla un viento desapacible, que agita las retorcidas ramas de un árbol tropical, bastante grande, al que trepo buscando reconocer alguna senda conocida que me devuelva con los demás.
Pasa la tormenta. Las ramas del árbol sobre las que estoy encaramado se han transformado en una mano humana gigante. Es atrezo, artificio? O real? Me angustia y repele, me da repelús estar en contacto directo con esta anormalidad inquietante. Me espanta rozar su piel, no quiero por nada del mundo que cobre vida y se anime estando en ella. Bajo de un salto, lleno de espanto.
Por entre la vegetación llega el supuesto líder, que no sé si es de los buenos o de los malos. Ahora veo lo que me rodea de forma fragmentada, como si mi retina no reciclara bien sus impresiones, generando una especie de almazuela o collage.
Todo se ralentiza, como si hubiera tomado alguna droga. Será por el susto? Me envuelve un silencio cálido, acogedor, acolchado. Mi visión recupera su coherencia, pero ahora aumenta el contraste. Las sombras se vuelven más oscuras y las zonas de luz rebosan de saturación cromática. Hay un sutil desenfoque suavizado y un cierto resplandor difuso que le da a todo un aire muy especial.
Desaparezco de escena, al igual que la otra persona. Ahora la cámara se pasea libremente por entre la naturaleza, en una secuencia ambiental que parece tener algo de alusiva, aunque no sabría adivinar qué. Además casi parecería hasta dirigida por Deivi-Linch.
Hay como un retardo en el desvanecimiento de los fotogramas, que genera una especie de estela fantasma de la vegetación, conforme se va desplazando la imagen. La cámara se mueve planeando, lenta, suavemente, con un dulce balanceo, serpenteante, errática, que transmite una profunda sensación de somnolencia, placidez, fluidez, deslizamiento, sosiego, quietud, paz. Un dejarse llevar como bajo los efectos de un poderoso psicotrópico.
De tanto en tanto, la cámara se recrea con algún detalle, la textura de la corteza de un árbol, unas rocas, el musgo... Como si aspirase y paladease cada matiz, fundiéndose, mezclándose deliciosamente con ellos.
Así, encuentra un pequeño riachuelo, cuyas aguas cristalinas y lecho verdoso, de cantos rodados, terminan cautivando su atención. La imagen se mece y reposa contemplando la deriva del cauce, que en su fluir y rebullir, en su murmullo, remoto y atenuado en mis oídos, cual fantasmal espejismo sonoro, más intuido que audible, va como perfilando una oscura premonición, una terrible revelación, inarticulable, que va inundando y apoderándose de todo mi ser.
A través de ese sentimiento creciente, de nuevo me siento presente en la escena, participando de una zozobra anticipatoria sin igual. Por dentro estoy como sumergido de pleno en la más honda melancolía y tristeza. En la más desoladora y tierna nostalgia romántica. En la más intensa, punzante y desgarradora asolación. Como un lamento, un canto, una melodía silenciosa que lo impregnara e invadiera todo.
Mi cuerpo ya sabe lo que estoy a punto de descubrir.
Bajo el agua distingo varios trozos, dispersos, de cuerpos humanos. Algunos están posados, otros se van desplazando por el fondo, lentamente. La corriente trae un trozo que atrae mi atención especialmente. Es un torso de mujer, con los pechos suavísimos, blanquísimos, sedosa y delicadamente acariciados, arropados, por el agua en que están sumergidos, cálida y dulcemente abrazados por la tenue luz que los ilumina.
Conozco esos pechos. Se de quién son. O eran. De la persona que más he amado. La incredulidad me hace dudar de la absoluta certeza. Quiero confirmarlo, descartar la remotísima posibilidad de error o equívoco. Aguardo a que la corriente traiga su cabeza.
No tarda en aparecer una cabeza, flotando sobre la superficie, cortada y sangrando un poco por algunos lados. La tomo, pero no logro reconocerla. Me embarga el terror de tener sobre mis manos una parte de un cadáver y, más aún, el terror por no poder encontrar en sus rasgos nada lo suficiente conocido o familiar.
Hay como una vaguedad o ambigüedad en sus facciones, profundamente desconcertante y angustiosa, que me atormenta hasta lo indecible. Podría ser ella, pero no estoy seguro. No puede ser, no quiero dudar sobre esto. Hay algo que me falla o falta para poder estar seguro. No sé si es cosa mía o de su estado.
Me parece una broma macabra lo genérica que se me antoja o aparece ante mis ojos su cara. Esto me revuelve por dentro y me trastorna de una manera atroz. Inexpresable.
En el fondo, sé que ha muerto, pero aun así deseo, casi desesperadamente, volver a verla.
Vago ido, impactado. Me embarga una depresión de caballo, que me hunde y agota bajo mi propio peso. Me duele cada átomo de mi ser. Al rato, me encuentro de nuevo con el jefe ese. Me acerco, torpe, y le digo que me siento lento. Me dice que aumente mi dosis de droga, lo cual me afecta aún más. Ahora no entiendo lo que dice, sólo capto trozos sueltos de sonido, lo demás está como cortado.
Otro de los tipos está ahí delante, a lo lejos, en un risco, completando alguna misión. Pero, entonces, de repente, cae al suelo como desmayado.
Me toca ir a buscarlo.
Ya se me ha pasado de golpe la torpeza y el aplomo.
Le explico al jefe que necesito ver el alma de mi amada. Se ríe, apaga las luces del estudio de rodaje, el inmenso hangar donde nos encontramos y que contiene la selva entera, y entonces se ven un montón de luces amarillas, tamaño canica gordota, flotando por todas partes. Brillan tenuemente y hablan, todas a la vez.
No se les entiende.
Ni las atendemos ni parece importarles. El tipo me explica que es frecuente que el alma, pues eso es lo que son, se quede anclada allí donde fallece, y que los vivos la tenemos justo un poco más abajo de donde el cuello se une a la cabeza.
Puedo ver su alma, brillando, roja, en su interior, allí donde dice.
Me desea suerte en mi búsqueda y se ríe, sardónico.
Tras acercarme a varias de esas luces, comprendo que mi deseo es vano. Desisto. Vuelve a encenderse el estudio y desaparecen las luces.
Llegamos al risco, donde el tipo, negro, que se había como desfallecido, resulta que está muerto. Hay una especie de arma-máquina en el suelo, a su lado. La conectamos. El jefe se pone a manipular una imagen virtual que sale de ella. Son como unos átomos que va recombinando para 'rebobinar' el destino del muerto. O algo así dice.
Me río de tan patético, grotesco y profundamente tramposo que me parece esto. Qué mierda de serie es esta? Joder.
Ahora se escuchan, como voz de narrador, los comentarios del director de este esperpento, que se defiende y excusa ante las quejas y protestas de los seguidores y tal. Dice que, según las encuestas, desde que comenzara la serie ha aumentado el número de creyentes en un catorce por ciento, y que esa era su única meta, el único objetivo que buscaba con esta historia.
No me sorprende, aunque me parece una basura obrar así.
Entonces, el jefe, se transforma en una versión anime en tres-dé de sí mismo y aparece como una cortinilla de presentación que divide la pantalla en varias viñetas. Como si fuera la cabecera de una nueva serie centrada en su personaje y tal. A su lado aparece la autora, satisfecha, de semejante entradilla. Se nota a la legua que se trata del capítulo piloto y que ella se estrena en su profesión con este trabajo. Luce llena de ingenuidad e ilusión.
Es japonesa, pero vive en Francia, y habla italiano, aunque en realidad se la entiende como si hablara español.
Ahora estoy en una habitación con mis amigos. Apalancado, en un colchón echado en el suelo que hace las veces de sofá, escuchando a la pirada esa, que está en la tele. En la calle están de fiesta y cachondeo, hay movida y jolgorio. Llegan más colegas, con comida y tal. Llega un conocido y yo ya no estoy cómodo, así que, me piro. Pero tengo que volver, porque me he dejado las gafas. Las encuentro, pero ahora les falta la varilla derecha. La busco. La encuentro. Salgo. Me topo con un grupillo de personas desnudas, montándoselo a tope en plena calle. Me aproximo para unirme a ellos. Pero, me lo pienso mejor y me vuelvo a subir los pantalones...
Pasa la tormenta. Las ramas del árbol sobre las que estoy encaramado se han transformado en una mano humana gigante. Es atrezo, artificio? O real? Me angustia y repele, me da repelús estar en contacto directo con esta anormalidad inquietante. Me espanta rozar su piel, no quiero por nada del mundo que cobre vida y se anime estando en ella. Bajo de un salto, lleno de espanto.
Por entre la vegetación llega el supuesto líder, que no sé si es de los buenos o de los malos. Ahora veo lo que me rodea de forma fragmentada, como si mi retina no reciclara bien sus impresiones, generando una especie de almazuela o collage.
Todo se ralentiza, como si hubiera tomado alguna droga. Será por el susto? Me envuelve un silencio cálido, acogedor, acolchado. Mi visión recupera su coherencia, pero ahora aumenta el contraste. Las sombras se vuelven más oscuras y las zonas de luz rebosan de saturación cromática. Hay un sutil desenfoque suavizado y un cierto resplandor difuso que le da a todo un aire muy especial.
Desaparezco de escena, al igual que la otra persona. Ahora la cámara se pasea libremente por entre la naturaleza, en una secuencia ambiental que parece tener algo de alusiva, aunque no sabría adivinar qué. Además casi parecería hasta dirigida por Deivi-Linch.
Hay como un retardo en el desvanecimiento de los fotogramas, que genera una especie de estela fantasma de la vegetación, conforme se va desplazando la imagen. La cámara se mueve planeando, lenta, suavemente, con un dulce balanceo, serpenteante, errática, que transmite una profunda sensación de somnolencia, placidez, fluidez, deslizamiento, sosiego, quietud, paz. Un dejarse llevar como bajo los efectos de un poderoso psicotrópico.
De tanto en tanto, la cámara se recrea con algún detalle, la textura de la corteza de un árbol, unas rocas, el musgo... Como si aspirase y paladease cada matiz, fundiéndose, mezclándose deliciosamente con ellos.
Así, encuentra un pequeño riachuelo, cuyas aguas cristalinas y lecho verdoso, de cantos rodados, terminan cautivando su atención. La imagen se mece y reposa contemplando la deriva del cauce, que en su fluir y rebullir, en su murmullo, remoto y atenuado en mis oídos, cual fantasmal espejismo sonoro, más intuido que audible, va como perfilando una oscura premonición, una terrible revelación, inarticulable, que va inundando y apoderándose de todo mi ser.
A través de ese sentimiento creciente, de nuevo me siento presente en la escena, participando de una zozobra anticipatoria sin igual. Por dentro estoy como sumergido de pleno en la más honda melancolía y tristeza. En la más desoladora y tierna nostalgia romántica. En la más intensa, punzante y desgarradora asolación. Como un lamento, un canto, una melodía silenciosa que lo impregnara e invadiera todo.
Mi cuerpo ya sabe lo que estoy a punto de descubrir.
Bajo el agua distingo varios trozos, dispersos, de cuerpos humanos. Algunos están posados, otros se van desplazando por el fondo, lentamente. La corriente trae un trozo que atrae mi atención especialmente. Es un torso de mujer, con los pechos suavísimos, blanquísimos, sedosa y delicadamente acariciados, arropados, por el agua en que están sumergidos, cálida y dulcemente abrazados por la tenue luz que los ilumina.
Conozco esos pechos. Se de quién son. O eran. De la persona que más he amado. La incredulidad me hace dudar de la absoluta certeza. Quiero confirmarlo, descartar la remotísima posibilidad de error o equívoco. Aguardo a que la corriente traiga su cabeza.
No tarda en aparecer una cabeza, flotando sobre la superficie, cortada y sangrando un poco por algunos lados. La tomo, pero no logro reconocerla. Me embarga el terror de tener sobre mis manos una parte de un cadáver y, más aún, el terror por no poder encontrar en sus rasgos nada lo suficiente conocido o familiar.
Hay como una vaguedad o ambigüedad en sus facciones, profundamente desconcertante y angustiosa, que me atormenta hasta lo indecible. Podría ser ella, pero no estoy seguro. No puede ser, no quiero dudar sobre esto. Hay algo que me falla o falta para poder estar seguro. No sé si es cosa mía o de su estado.
Me parece una broma macabra lo genérica que se me antoja o aparece ante mis ojos su cara. Esto me revuelve por dentro y me trastorna de una manera atroz. Inexpresable.
En el fondo, sé que ha muerto, pero aun así deseo, casi desesperadamente, volver a verla.
Vago ido, impactado. Me embarga una depresión de caballo, que me hunde y agota bajo mi propio peso. Me duele cada átomo de mi ser. Al rato, me encuentro de nuevo con el jefe ese. Me acerco, torpe, y le digo que me siento lento. Me dice que aumente mi dosis de droga, lo cual me afecta aún más. Ahora no entiendo lo que dice, sólo capto trozos sueltos de sonido, lo demás está como cortado.
Otro de los tipos está ahí delante, a lo lejos, en un risco, completando alguna misión. Pero, entonces, de repente, cae al suelo como desmayado.
Me toca ir a buscarlo.
Ya se me ha pasado de golpe la torpeza y el aplomo.
Le explico al jefe que necesito ver el alma de mi amada. Se ríe, apaga las luces del estudio de rodaje, el inmenso hangar donde nos encontramos y que contiene la selva entera, y entonces se ven un montón de luces amarillas, tamaño canica gordota, flotando por todas partes. Brillan tenuemente y hablan, todas a la vez.
No se les entiende.
Ni las atendemos ni parece importarles. El tipo me explica que es frecuente que el alma, pues eso es lo que son, se quede anclada allí donde fallece, y que los vivos la tenemos justo un poco más abajo de donde el cuello se une a la cabeza.
Puedo ver su alma, brillando, roja, en su interior, allí donde dice.
Me desea suerte en mi búsqueda y se ríe, sardónico.
Tras acercarme a varias de esas luces, comprendo que mi deseo es vano. Desisto. Vuelve a encenderse el estudio y desaparecen las luces.
Llegamos al risco, donde el tipo, negro, que se había como desfallecido, resulta que está muerto. Hay una especie de arma-máquina en el suelo, a su lado. La conectamos. El jefe se pone a manipular una imagen virtual que sale de ella. Son como unos átomos que va recombinando para 'rebobinar' el destino del muerto. O algo así dice.
Me río de tan patético, grotesco y profundamente tramposo que me parece esto. Qué mierda de serie es esta? Joder.
Ahora se escuchan, como voz de narrador, los comentarios del director de este esperpento, que se defiende y excusa ante las quejas y protestas de los seguidores y tal. Dice que, según las encuestas, desde que comenzara la serie ha aumentado el número de creyentes en un catorce por ciento, y que esa era su única meta, el único objetivo que buscaba con esta historia.
No me sorprende, aunque me parece una basura obrar así.
Entonces, el jefe, se transforma en una versión anime en tres-dé de sí mismo y aparece como una cortinilla de presentación que divide la pantalla en varias viñetas. Como si fuera la cabecera de una nueva serie centrada en su personaje y tal. A su lado aparece la autora, satisfecha, de semejante entradilla. Se nota a la legua que se trata del capítulo piloto y que ella se estrena en su profesión con este trabajo. Luce llena de ingenuidad e ilusión.
Es japonesa, pero vive en Francia, y habla italiano, aunque en realidad se la entiende como si hablara español.
Ahora estoy en una habitación con mis amigos. Apalancado, en un colchón echado en el suelo que hace las veces de sofá, escuchando a la pirada esa, que está en la tele. En la calle están de fiesta y cachondeo, hay movida y jolgorio. Llegan más colegas, con comida y tal. Llega un conocido y yo ya no estoy cómodo, así que, me piro. Pero tengo que volver, porque me he dejado las gafas. Las encuentro, pero ahora les falta la varilla derecha. La busco. La encuentro. Salgo. Me topo con un grupillo de personas desnudas, montándoselo a tope en plena calle. Me aproximo para unirme a ellos. Pero, me lo pienso mejor y me vuelvo a subir los pantalones...
parias acomodados
Alerta máxima colectiva.
La vida busca siempre la máxima eficacia en su funcionamiento. Cuanto más se estudia más se aprecia su enorme grado de perfección y complejidad. No que sea complicada, sino que su composición alcanza tal finura y grandeza en sus elementos y organización que la hace genialmente sublime, o sublimemente genial, como se prefiera. Además sabiéndose vehicular a través de una simplicidad esencial insuperable, una exactitud y economía en los recursos increíble, inigualable, insondable en su sabiduría. Nada superfluo, nada enrevesado, nada deslavazado. Estamos hablando de diseño elevado a la máxima expresión y potencia.
Potencia, capacidad de maniobra, adaptación, modulación, asimilación, resolución. En una palabra: Inteligencia.
En otra palabra: Libertad.
Conciencia, inteligencia, libertad. La vida es sinónimo ineludible de esos tres términos. Habría que pensar detenidamente las implicaciones de esto.
Puede un sistema cerrado ser abierto al mismo tiempo? Sí, para eso está la dimensión fractal, el infinito y esas cosas.
La vida pues, tiene una definida y decidida voluntad de continuidad y crecimiento. De otro modo no estaríamos aquí.
Nuestra inseguridad y desconfianza se debe a que todavía no la conocemos lo suficiente bien. Estamos descentrados y lo que vemos nos resulta confuso y desconcertante.
El caos lo 'crea' el ego. Quien ve desorden se mira en el espejo y ni se entera.
A veces pasa que se da una especie de cuello de botella y se pone en trance la supervivencia de algunas formas. Entonces hay como una criba o limpia. Muchas cosas desaparecen, otras continúan. Cada elemento en juego tiene su tino y acierto, su don de la oportunidad. Después vienen los ajustes que reconfiguran el escenario. Naturaleza manda.
Los apegados, los alienados, la mente simplista y separatista, vive esto de forma traumática y negativa. Interpreta como un castigo o una amenaza todo cambio, se lo toma de manera personal, precisamente por vivir apresado de continuo en esa esfera. Los que más sufren son los que más dormidos están, embebidos en su metaficción, identificados con su trama.
Ahí se ve la importancia del pensamiento y las palabras. Cuando se vive desde el ego se deforma la escala de valores y prioridades y se efectúa una gestión de los recursos terriblemente sesgada y parcial, que da como fruto la incapacidad, el bloqueo, la autonegación o represión, la atrofia y depauperación ante la vida, el entorno, la realidad, etc.
El ego ciega, filtra, venda, condiciona, tapona, estropea.
El ego no participa ni comprende sobre procesos globales, colectivos, generales. El ego obra siempre en la dirección contraria a la vida. Nunca está dispuesto, se distancia, se separa, se protege, se defiende, se aliena. Fuerza, engaña, embauca a todo el que puede. La alarma es su estado habitual, lo que le es más propio, y por tanto conocido, y por tanto lo que busca y espera encontrar en los demás, en el entorno. Se podría decir que se sustenta en el miedo, propio y ajeno. Que le refuerza, le define, le sitúa, le asienta, le sirve de justificación para su postura y forma de ser. Se vuelve su motor, se adapta a funcionar de tal guisa. Se envilece, se serviliza, como dicen los de allende.
Todo esto se traduce en inoperancia, en malas decisiones y peores conclusiones. Así estamos como estamos.
Siempre hay una amenaza orbitando sobre la humanidad, que consigue atrapar y arrastrar la atención de muchos. De ahí que el ego campe a sus anchas y haga y deshaga a placer en este mundo.
Pero, poco a poco, estamos despertando, dándonos cuenta de qué es necesario y qué no, qué limita y condiciona nuestra libertad, qué nos oprime, qué nos somete, qué nos confunde y engaña, qué nos separa y distancia. El negocio del miedo se acaba. Toca retomar la vía buena, la del amor.
El cambio principal y primero se da en la mente. Mueren los falsos mitos que tan equivocados nos han tenido durante tanto tiempo.
La naturaleza entendida como algo disociado y ajeno es uno de ellos.
La visión clasista, mecanicista, antropocentrista, historicista, personalista, egoísta, etc, otro tanto.
O todo ese invento-entramado ideológico en torno al darwinismo-ateísmo-pseudoescepticismo, que tan grandemente nos sigue despistando (Véase: http://juventudalagon.blogspot.com/2011/03/pensando-la-evolucion-pensando-la-vida.html).
La vida está en continua transformación, a cada momento hace y deshace, amolda y ajusta su configuración. Lo que se quita de un lado se añade en otro. Ya se sabe, la energía ni se crea ni se destruye. Todo está integrado, organizado. No hay accesorios prescindibles. No hay elitismos ni favoritismos. No hay justificación para los desmanes.
La vida sigue su propio proceso y camino y precisa de sus participantes un cierto fluir en los cambios. Cada época tiene sus cuitas, tareas, eventos, particularidades, dificultades o llámese como se quiera, que implican y atañen a toda la existencia.
No existen garantías. Eso que se dice de que sobrevive el más apto no es más que una etiqueta que se pone a posteriori. Sobrevive el que sobrevive y el que desaparece, se va. Y te da igual ser el mejor como el peor, si te toca, te toca. Tampoco es azar. Ni mucho menos caos. Lo que pasa es que entran en juego muchos factores y tal que escapan a nuestra comprensión actual de la vida, el universo y esas cosas.
Es interesante, eso sí, tener en cuenta que todos somos iguales y al mismo tiempo diferentes. Cada ser se constituye con una naturaleza propia que configura al detalle todas sus cualidades y particularidades. Cada sujeto es único e irrepetible y su formación determina en buena medida el camino que va a seguir su vida. No hay que ver esto en plan fatalista, sino todo lo contrario. Se trata de desentrañar tu ser para llegarte con él a la perfección, a la expresión más sublime y armónica de su/tu esencia. Sobrepasando todo límite o potencial insospechado. Hasta el infinito y más allá.
No lo crees posible? Entonces no lo sabrás.
Hasta que te des permiso para averiguarlo.
Luego está el instinto de supervivencia. Ese reflejo ultragenial que se activa ante el peligro más chungo y que más de una vez salva tu pellejo de serios aprietos.
Eso, que a nosotros nos parece un mecanismo, es una facultad de la vida cuando se organiza de forma efectiva, afectiva, y funciona en armonía, amor.
Podemos suponer que a otras escalas también se da algo parecido.
Ahora bien, la humanidad está un poco desconectada de esto, porque para que funcione eso tiene que haber conciencia de grupo.
Es el grupo el que se coordina y reacciona para salvarse in extremis.
El ego se inhibe y separa de todo, esa es su estrategia de supervivencia, de muy corto alcance, a la medida de su entendimiento. Por eso los lazos sociales son los que, a la postre, supondrán la diferencia. Unos caerán, otros se salvarán.
En la antesala del cambio la vida presenta sus cartas.
Unos se alían y otros se espantan. Unos se animan y otros se enfadan.
Basta mirar lo que hace la gente para ver por qué camino andan. Cada cual se prepara para su destino. Construye su porvenir.
La infancia y la juventud son bastante trasparentes respecto al futuro que aguardan. Y los hay de todo tipo, forma y color, para todos los gustos, como siempre ha sido.
La juventud sobre todo, tiene una fase de explorar sus límites y temores, como si dijéramos un tratar de exorcizar sus demonios, un rito de paso. A veces de las maneras más extremas o impactantes. Suicidas. Y sin embargo sobreviven, casi todos, casi enteros, jeje.
La tierra, por su parte, está haciendo lo suyo. Se estremece y se va quitando las legañas. Empieza a ajustarse a una vibración más elevada. Todo, el que quiera, va a hacer este viaje y este cambio, que supone ir haciendo ajustes en varios aspectos y niveles. Por ejemplo, la alimentación. Aunque mejor no me desvío del tema ahora...
Nuestra libertad de seres conscientes reside en decidir nuestra disposición dentro de nuestra predisposición inherente o configuración intrínseca. Cómo interpreto el momento, cómo participo de sus características, qué le aporto, cómo respondo, etc.
Elecciones, decisiones.
La conciencia, la lucidez, nos habilita para estar presentes y poder desenvolvernos con los cambios. Sin embargo, estamos lejos aún de entender suficientemente lo que sucede a cada momento.
Por ejemplo, la crisis. Todo es buscar culpables. Es muy fácil culpar a cualquiera de cualquier cosa. Pero, es verdad eso? No demasiado.
Cuando juzgamos sin contemplar los hechos con la mayor perspectiva, caemos en reduccionismos, conclusiones parciales que se prestan a equivocarnos.
Todo está mal y los primeros en notarlo son los que menos tienen. Todo está muy mal y los de arriba tú los ves que siguen tan ricamente, incluso aprovechándose de la situación para exprimir a los de abajo aún más, por si acaso, no sea que se pongan tontos.
Qué malos que son los malos. Obviamente, es su trabajo, para estar donde están tienen que ser lo que son.
Pero, hay que saber ver las cosas con amplitud. La culpa que cae en el otro y que no se encuentra en uno mismo se queda muy lejos de la realidad y no aporta sino conflicto y tormento. El odio sólo anida y encuentra su eco en aquellos que no comprenden lo suficiente, en profundidad.
A la postre, la idea en sí de 'culpa' resulta pobre, de escasa relevancia o utilidad. Por eso hay que sopesar muy bien con qué términos se maneja uno.
Ahora bien. Cuál es nuestra reacción a cada situación? Es mi cruzada destruir al mal, forzarlo hasta lograr reformarlo? No lo veo claro.
Qué es el mal, a fin de cuentas? Acaso la vida precisa reparación o supresión de alguna de sus partes? Habrá gente que lo crea. Y así nos va como nos va.
Resulta que aquí convivimos un amplio espectro de seres diferentes. Cada época, generación y cultura se ha formado siguiendo criterios diferentes. Esto se ve muy bien cuando analizas la población por regiones y por edades.
Y no hay que olvidarse de la brecha tecnológica.
Todo esto supone un freno considerable a la hora de plantear nuevas propuestas y tal. Mejoras, peticiones, que nacen casi directamente en el cajón de la utopía.
Erizamiento espontáneo.
Estos días estamos viendo un fenómeno llamativo y novedoso, a su manera. La movilización y manifestación de jóvenes y no tan jóvenes que muestran su descontento y demandan ciertas medidas.
La electricidad estática levanta el vello, pues esto es igual. La energía recorre la tierra como una serpiente y va despertando a aquellos más proclives, receptivos o sensibles a su carga. En cada ocasión o sitio el efecto puede ser diferente, en función de las propias circunstancias locales o transitorias con que eso se mezcle e interactúe. A veces les late a unos, a veces a otros, y a veces hace bum!
A nivel local las fluctuaciones del fenómeno podrán antojársenos extrañas o incomprensibles, sin embargo, a nivel global se entiende que esto va por ondas, por oleadas, que cada vez resuenan en un sitio diferente, que hay una secuencia pero no una continuidad lineal o sostenida, de momento. Y mejor que sea así, una progresión escalonada, asequible, con pequeñas treguas.
Es curioso ver la enorme variedad de reacciones que suscita esto. Mucha duda, mucha ilusión, opiniones para todos los gustos y colores.
Los hay que cuestionan la autenticidad del levantamiento. Demasiado bien organizado, se dice. Aquí hay gato encerrado, sospechan.
Es cosa de la izquierda, dicen algunos.
Error. La izquierda siempre ha defendido lo mismo. Es la gente la que se ha movido hacia ellos ahora, desengañada por todo lo demás.
Aun así, la gente que está harta ya no entra en esquemas caducos de partidismos ni chorradas de esas. Se da una coincidencia de criterios, pero nada más. No habrá más servidumbre, a nada ni a nadie.
Detrás de esto están los de siempre, dicen otros.
Error. El hastío es auténtico, genuino. El hartazgo, el fastidio que moviliza a las personas que se reúnen es claro, evidente, indudable.
Por supuesto, no faltan coordinadores, inspiradores, espontáneos, avispaos, aprovechaos que intenten amoldar un mínimo soporte o coherencia a la estructura.
Sí, pero es que son amigos del sistema, objetan.
Menuda novedad. Aquí viene lo que decía al principio. Cada persona está hecha de su propia pasta. O vibración. Hay frecuencias altas y frecuencias bajas, amplias y estrechas, duras y blandas, etc.
El aceite flota sobre el agua.
Hay gente que ha nacido para estar en las alturas. Su dinámica interna le empuja y obliga en ese sentido. Es imposible darle la vuelta a la tortilla. Por más que agites y revuelvas las cosas, el aceite siempre termina encima del agua.
Con esto no digo que tengan derecho a mandar. Digo que toda vez que exista una estructura con niveles, en la cumbre estarán siempre los mismos. Algo así como la fatalidad del poder.
Entonces, está claro que lo que nos interesa es organizarnos sin que pueda darse eso. Que sea imposible medrar a costa de los demás.
Para anular o reprimir esa tendencia al trepismo o parasitismo, habría que forzar la situación y coartar la libertad del ser humano, dificultando su natural comportamiento, aunque, mal entendido esto nos llevaría a un panorama ciertamente pesadillesco. Ausencia de libertad, inhumanidad, inmovilismo. Oye, pues tampoco suena tan alejado de lo que tenemos, jeje.
Por supuesto, la clave está en la educación. Tenemos que aprender a tratar y convivir con la peor versión de nosotros mismos. Desde la comprensión y el respeto, la distancia y la entereza. De tal forma que la interacción sea eficiente y edificante y no fruto de interferencia o conflicto.
Por eso, más que intentar forzar a cambiar a quien no quiere y tal vez ni debe, nos sale más a cuenta desprendernos de los condicionamientos que nos hacen creer que dependemos de ellos. La madurez está en poder trabajar en equipo sin necesidad de autoridades rectoras. Conformar un entendimiento colectivo que no dependa de figuras ni órganos representativos ni gaitas. A pelo.
Si lo piensas, le andamos pidiendo o reclamando a una figura externa, caduca y deficiente como ella sola, los medios y recursos para reparar o mejorar nuestra situación. Como el niño que pide permiso a su papá para jugar.
Pero resulta que ya no somos tan niños, se supone. O sea, que podemos asumir o plantearnos algunas cosas directamente, por nosotros mismos. Dejar de pensar en dinero y pensar en comunidad.
La clave, creo yo, está en comprender todas las posiciones y no juzgar a la gente por lo que es, sino aprovechar las cualidades de cada cual, facilitando su canalización de la mejor manera posible. Se trata de asumir todos la responsabilidad de controlarnos, seguirnos, supervisarnos, acompañarnos desde nuestras posiciones.
Por qué nos cuesta tanto esto? Porque no respetamos al prójimo, actuamos desde el ego y nos vemos obligados a protegernos de los demás. El ego hiere y daña. El ego roba y usurpa. El ego oprime y somete. Todo con tal de abusar en su alienamiento inmaduro. Suicida, insensato, insostenible.
Todos somos partícipes del sistema que nos ha traído hasta este punto. Ahora queremos otro nuevo. Estupendo, hagámoslo.
Cómo? Paso a paso, piedra a piedra.
Sí pero, cuál es el primer paso? No hay un único primer paso, porque todos tenemos una idea diferente de lo que queremos. Lo diverso coexiste, lo parecido se comparte. Decido lo que quiero y sigo el camino para realizarlo. Respetando, reuniendo colaboradores, compartiendo. La realidad se comprende de infinitos mundos, o viceversa.
Vaya timo. Y qué pasa con el sistema antiguo?
A mí qué me cuentas. Para mí es el pasado, no tengo nada más que hacer al respecto con eso.
Mira, se trata de saber seguir sin atascarse innecesariamente. Para mucha gente, es preciso destruir lo viejo para empezar con lo nuevo. Ese es un pensamiento un tanto lineal y excluyente, ideal para frustrarte y crearte una obligación donde no la había. En el fondo esto suele esconder un miedo, un no quererse desvincular del todo de lo conocido o establecido. Es comprensible, pero es un camino sin salida.
Por ejemplo, la iglesia. La iglesia ha sido muy poderosa durante mucho tiempo. Ha cometido, y sigue cometiendo, abusos y horrores sin cuento. Qué papel juega ahora mismo en mi vida? Ninguno, poco menos que un residuo arcaico, un mínimo formalismo tradicional sin relevancia alguna. Si mañana se derrumba y desaparece del mapa en nada afecta ni altera mi existencia. Nada de lo que haga ni deje de hacer la iglesia interfiere con mi persona puesto que no participo de su sistema.
Lo mismo podemos hacer con el imperialismo capitalista y todas sus zarandajas. Sólo hay que darse cuenta, tomar conciencia de nuestro poder, extirpar las creencias condicionantes instaladas en nuestro pensamiento y construir nuestro propio modo de vida.
No es fácil, desde luego, pero esta es la revolución y no otra cosa.
Cambio sin rumbo.
Se suele pensar que los jóvenes son los que tienen que prender la llama para que la cosa se mueva. Y sí, tú a un joven dale un mechero y quemará lo que haga falta, jeje. Pero vamos, que no hay que esperar que la solución salga de ellos, o nosotros (ya no sé si soy joven o qué, jeje, vamos, yo creo que sí, pero bueno, no sé si eso está bien o qué remedio...) A lo que iba, juventud es ímpetu sin dirección.
Nosotros apuntamos a todas las direcciones, sacamos a la luz todo lo que haga falta y planteamos infinitas posibilidades. Ahora bien, que nadie se engañe. No estamos aquí para hacer el trabajo sucio de la sociedad.
Nosotros somos parias acomodados, estamos fuera del sistema, y tampoco nos vamos a matar para entrar en esa mierda de negocio que tienen montado. Así que... Los que están dentro son los que peor lo tienen en realidad, los que van a tener que pringar de lo lindo si de verdad quieren cambiar en algo su porvenir.
Nosotros estamos buscando nuestro lugar, y oye, que igual nos instalamos definitivamente en vuestras plazas, ya que vuestra codicia no nos deja gran opción para elegir. Chabolas en las afueras, perdidos por ahí, o vete a saber.
Por eso tampoco tiene demasiada importancia lo que se le pida al sistema, ni que sean cosas concretas o no. Ni que estemos unidos ni que no. Cualquier intento de valorar o definir este movimiento está llamado al fracaso. No hay parámetros aplicables. Toda espectativa (sic) es infundada. No hay victoria o derrota a considerar.
La revolución fantasma.
Esta es una revolución atípica, pacífica, espontánea, mutante, cambiante, imprevisible. El objeto de la manifestación es la manifestación. Estamos encontrándonos, nada más.
Y mañana me canso y me disuelvo, da igual. La lectura no es local, es global. Somos nodos, a la espera de que se activen el resto de hermanos. El cableado chulo, los cambios guapos, se apreciarán cuando el mundo entero esté encendido, en llamas, metafóricamente hablando, se supone, jeje.
Mientras tanto, dejad que se cansen con sus cálculos y análisis, con sus juicios apresurados, con sus vanos intentos de definición. Es normal, todos tratamos de asimilar el momento poniendo palabras a lo que pasa. Algunos gustan de usar unas y otros otras.
Conspiraciones, descreídos, exigentes, ingenuos, obsesivos, pillados, flipados. Hay gente que lo ve todo en clave de lucha, conflicto, enfrentamiento, competición, etc. Qué agobio, qué pesadez, qué ruina de entendimiento. Demasiado fúrgol, diría yo.
Pero al final, ná. Palabras, todo palabras.
Aquí lo que importa son los hechos, las acciones. Y eso ya depende de cada persona.
Se habla de control, poder, iniciativas, propósitos, intenciones, medidas, estrategias, voluntad, consenso, unión, democracia. En suma:
Hacer política.
Bien está que la gente se implique. Pero, sabemos canalizar adecuadamente eso para llevarlo a buen puerto? Por dónde pasa el ejercicio de la participación ciudadana para que tenga una plasmación eficaz y adecuada en la realidad?
El pensamiento adoctrinado dirige todo eso hacia los poderes establecidos. Esa vía es la peor de todas. Pedirle peras al olmo.
Somos el pueblo, cuanto antes asumamos nuestro propio destino mejor que mejor.
Qué me importa a mí de un corrupto cuya única función es mentir y expoliar nuestros recursos? Ya que soy un paria, no tributo impuesto ni obediencia. Allá se las compongan, por mí como si se extinguen.
Pobrecitos, si no saben hacer otra cosa...
Pues monta una ONG: Salvad a los Chupópteros.
Para el caso, sólo nos falta eso.
Claro, está el problema de los recursos naturales. De la propiedad abusiva, invasora y destructiva. Ese es un escollo difícil de salvar. Parece más prudente esperar a que el sistema se derrumbe bajo su propio peso, pues ya da importantes signos de estar en las últimas.
Si me manifiesto es para llegar a la gente, no al sistema. El cambio lo hacemos cada uno en su propia vida. Luego los demás ya vendrán y se reciclarán a lo nuevo si les da la gana.
Tintes políticos.
Otra utopía es lo de pretender aglutinar a todo el mundo, representar todas las opciones y mentalidades. Revolución y conservador como que no combina demasiado bien. Y una revolución políticamente correcta ya ni te cuento, jeje. Aunque técnicamente tampoco es que esto sea, por ahora, una revolución.
Esta especie de movimiento aparente, confuso, caótico, errático, inocente y variopinto tiene su mayor virtud precisamente en ser como es, así de raro y sin sentido. Una fiesta del descontento, un juego que puede dar la sorpresa por donde menos te esperas.
Claro que, todos tenemos mucho que aprender todavía. Queremos democracia, sin embargo, implicar y lograr que participe en ella toda la sociedad es prácticamente imposible. Y aunque se lograra, sería profundamente frustrante, porque cada sector, rango, región, zona y edad tiene unas prioridades diferentes.
Tal vez lo que tenemos que hacer es aprovechar la brecha digital para organizarnos por nuestra cuenta y olvidarnos de salvar al mundo, que va a ser que nos viene un poco grande.
Quiero decir, que tenemos que aprender a funcionar por libre, compartiendo experiencias por afinidades. Por grupúsculos.
Muchos problemas vienen de forzar una unión total, que ni es funcional ni sensata. Basta que se proponga para que de inmediato surjan las diferencias. Esto hay que asumirlo con normalidad, siempre va a haber diversidad y discrepancia.
Por eso lo deseable sería no pretender abarcar o asumir en exceso lo de los demás. Respetar la esfera personal. La unidad básica.
Opinas diferente? Vale, sigue tu camino y que vaya bonito. Tampoco vamos a discutir por esto.
Pasotismo elevado a virtud.
Se diría que ya estamos encaminados hacia algo así. La atomización de la sociedad hay que saber entenderla y apreciarla. La mezcla y disgregación nos lleva y abre a un zoco de entendimiento instintivo, a nivel preverbal, de respeto a la diferencia, de libertad esencial. Es paradójico, pero puede funcionar. La red es un buen espejo y ejemplo de esto.
Nunca vamos a estar de acuerdo ni en lo más mínimo, salvo lo más inmediato y evidente: Crujir a los corruptos y malnacidos que tanto abundan a costa nuestra. Pero ese es un cuento casi infinito. Quitas uno y sale otro.
Pulgas siempre va a haber, lo que tenemos es que protegernos, desparasitarnos, salirnos para siempre de su dominio.
Por cierto, una preguntita tonta, dónde tienes tu dinero?
Yo que sé, no hay que esperar milagros, esto es muy pequeño, es muy pronto aún y no se le debe pedir nada en concreto.
Veo mucho comentario por la red opinando y criticando sobre lo que hacen y dejan de hacer los acampados, sus propuestas y tal.
Hablar es muy fácil. Pero esto es cosa de todos. En lugar de andar con exigencias y espectativas (sic) desmesuradas, irracionales, mueve tu culo y sal a ver qué haces y logras. Que de listos ya andamos sobrados.
La clave está en la capacidad resolutiva aplicada a nuestra propia vida. Se trata de saber construirnos nuestro propio proyecto de vida digna y sostenible, basada en los valores humanos que cultivamos.
Habrá puntos de encuentro y momentos para la colaboración, pero el grueso del cambio recae sobre cada sujeto. Nadie va a llevar tu peso. Pero prueba a ver, igual a ti te hace caso el sistema, se ablanda, se apiada y te da una alegría en forma de contrato indefinido de esclavo chachichuli, con derecho a hipoteca y con algún festivo bajo fianza, jeje.
Insensateces y delirios aparte, creo que es interesante empezar a considerar vías como la de la República Constitucional (http://antoniogarciatrevijano.com/) que, como bien comenta un lector allí, puede ser el punto de apoyo que nos sirva para hacer palanca y mover la losa esta que nos oprime. Más oportuno como este momento no se ha visto otro.
En fin, Serafín, ya me he enrollao más de la cuenta otra vez. Total para decir cuatro chorradas destalentadas.
Pues eso, que lo que más mola de esta movida es que la gente está dando rienda suelta a su creatividad. Y creatividad nos va a hacer falta mucha para levantar lo que sea que sea, por nuestra cuenta y riesgo, con estas manitas, entre los que podamos o quedemos, tras el colapso, digo.
Suerte y al lío.
PD: De propinilla un descubrimiento reciente que me ha molado un muchito: http://tonteriasparapararuntren.blogspot.com/2011/05/kisko.html
La vida busca siempre la máxima eficacia en su funcionamiento. Cuanto más se estudia más se aprecia su enorme grado de perfección y complejidad. No que sea complicada, sino que su composición alcanza tal finura y grandeza en sus elementos y organización que la hace genialmente sublime, o sublimemente genial, como se prefiera. Además sabiéndose vehicular a través de una simplicidad esencial insuperable, una exactitud y economía en los recursos increíble, inigualable, insondable en su sabiduría. Nada superfluo, nada enrevesado, nada deslavazado. Estamos hablando de diseño elevado a la máxima expresión y potencia.
Potencia, capacidad de maniobra, adaptación, modulación, asimilación, resolución. En una palabra: Inteligencia.
En otra palabra: Libertad.
Conciencia, inteligencia, libertad. La vida es sinónimo ineludible de esos tres términos. Habría que pensar detenidamente las implicaciones de esto.
Puede un sistema cerrado ser abierto al mismo tiempo? Sí, para eso está la dimensión fractal, el infinito y esas cosas.
La vida pues, tiene una definida y decidida voluntad de continuidad y crecimiento. De otro modo no estaríamos aquí.
Nuestra inseguridad y desconfianza se debe a que todavía no la conocemos lo suficiente bien. Estamos descentrados y lo que vemos nos resulta confuso y desconcertante.
El caos lo 'crea' el ego. Quien ve desorden se mira en el espejo y ni se entera.
A veces pasa que se da una especie de cuello de botella y se pone en trance la supervivencia de algunas formas. Entonces hay como una criba o limpia. Muchas cosas desaparecen, otras continúan. Cada elemento en juego tiene su tino y acierto, su don de la oportunidad. Después vienen los ajustes que reconfiguran el escenario. Naturaleza manda.
Los apegados, los alienados, la mente simplista y separatista, vive esto de forma traumática y negativa. Interpreta como un castigo o una amenaza todo cambio, se lo toma de manera personal, precisamente por vivir apresado de continuo en esa esfera. Los que más sufren son los que más dormidos están, embebidos en su metaficción, identificados con su trama.
Ahí se ve la importancia del pensamiento y las palabras. Cuando se vive desde el ego se deforma la escala de valores y prioridades y se efectúa una gestión de los recursos terriblemente sesgada y parcial, que da como fruto la incapacidad, el bloqueo, la autonegación o represión, la atrofia y depauperación ante la vida, el entorno, la realidad, etc.
El ego ciega, filtra, venda, condiciona, tapona, estropea.
El ego no participa ni comprende sobre procesos globales, colectivos, generales. El ego obra siempre en la dirección contraria a la vida. Nunca está dispuesto, se distancia, se separa, se protege, se defiende, se aliena. Fuerza, engaña, embauca a todo el que puede. La alarma es su estado habitual, lo que le es más propio, y por tanto conocido, y por tanto lo que busca y espera encontrar en los demás, en el entorno. Se podría decir que se sustenta en el miedo, propio y ajeno. Que le refuerza, le define, le sitúa, le asienta, le sirve de justificación para su postura y forma de ser. Se vuelve su motor, se adapta a funcionar de tal guisa. Se envilece, se serviliza, como dicen los de allende.
Todo esto se traduce en inoperancia, en malas decisiones y peores conclusiones. Así estamos como estamos.
Siempre hay una amenaza orbitando sobre la humanidad, que consigue atrapar y arrastrar la atención de muchos. De ahí que el ego campe a sus anchas y haga y deshaga a placer en este mundo.
Pero, poco a poco, estamos despertando, dándonos cuenta de qué es necesario y qué no, qué limita y condiciona nuestra libertad, qué nos oprime, qué nos somete, qué nos confunde y engaña, qué nos separa y distancia. El negocio del miedo se acaba. Toca retomar la vía buena, la del amor.
El cambio principal y primero se da en la mente. Mueren los falsos mitos que tan equivocados nos han tenido durante tanto tiempo.
La naturaleza entendida como algo disociado y ajeno es uno de ellos.
La visión clasista, mecanicista, antropocentrista, historicista, personalista, egoísta, etc, otro tanto.
O todo ese invento-entramado ideológico en torno al darwinismo-ateísmo-pseudoescepticismo, que tan grandemente nos sigue despistando (Véase: http://juventudalagon.blogspot.com/2011/03/pensando-la-evolucion-pensando-la-vida.html).
La vida está en continua transformación, a cada momento hace y deshace, amolda y ajusta su configuración. Lo que se quita de un lado se añade en otro. Ya se sabe, la energía ni se crea ni se destruye. Todo está integrado, organizado. No hay accesorios prescindibles. No hay elitismos ni favoritismos. No hay justificación para los desmanes.
La vida sigue su propio proceso y camino y precisa de sus participantes un cierto fluir en los cambios. Cada época tiene sus cuitas, tareas, eventos, particularidades, dificultades o llámese como se quiera, que implican y atañen a toda la existencia.
No existen garantías. Eso que se dice de que sobrevive el más apto no es más que una etiqueta que se pone a posteriori. Sobrevive el que sobrevive y el que desaparece, se va. Y te da igual ser el mejor como el peor, si te toca, te toca. Tampoco es azar. Ni mucho menos caos. Lo que pasa es que entran en juego muchos factores y tal que escapan a nuestra comprensión actual de la vida, el universo y esas cosas.
Es interesante, eso sí, tener en cuenta que todos somos iguales y al mismo tiempo diferentes. Cada ser se constituye con una naturaleza propia que configura al detalle todas sus cualidades y particularidades. Cada sujeto es único e irrepetible y su formación determina en buena medida el camino que va a seguir su vida. No hay que ver esto en plan fatalista, sino todo lo contrario. Se trata de desentrañar tu ser para llegarte con él a la perfección, a la expresión más sublime y armónica de su/tu esencia. Sobrepasando todo límite o potencial insospechado. Hasta el infinito y más allá.
No lo crees posible? Entonces no lo sabrás.
Hasta que te des permiso para averiguarlo.
Luego está el instinto de supervivencia. Ese reflejo ultragenial que se activa ante el peligro más chungo y que más de una vez salva tu pellejo de serios aprietos.
Eso, que a nosotros nos parece un mecanismo, es una facultad de la vida cuando se organiza de forma efectiva, afectiva, y funciona en armonía, amor.
Podemos suponer que a otras escalas también se da algo parecido.
Ahora bien, la humanidad está un poco desconectada de esto, porque para que funcione eso tiene que haber conciencia de grupo.
Es el grupo el que se coordina y reacciona para salvarse in extremis.
El ego se inhibe y separa de todo, esa es su estrategia de supervivencia, de muy corto alcance, a la medida de su entendimiento. Por eso los lazos sociales son los que, a la postre, supondrán la diferencia. Unos caerán, otros se salvarán.
En la antesala del cambio la vida presenta sus cartas.
Unos se alían y otros se espantan. Unos se animan y otros se enfadan.
Basta mirar lo que hace la gente para ver por qué camino andan. Cada cual se prepara para su destino. Construye su porvenir.
La infancia y la juventud son bastante trasparentes respecto al futuro que aguardan. Y los hay de todo tipo, forma y color, para todos los gustos, como siempre ha sido.
La juventud sobre todo, tiene una fase de explorar sus límites y temores, como si dijéramos un tratar de exorcizar sus demonios, un rito de paso. A veces de las maneras más extremas o impactantes. Suicidas. Y sin embargo sobreviven, casi todos, casi enteros, jeje.
La tierra, por su parte, está haciendo lo suyo. Se estremece y se va quitando las legañas. Empieza a ajustarse a una vibración más elevada. Todo, el que quiera, va a hacer este viaje y este cambio, que supone ir haciendo ajustes en varios aspectos y niveles. Por ejemplo, la alimentación. Aunque mejor no me desvío del tema ahora...
Nuestra libertad de seres conscientes reside en decidir nuestra disposición dentro de nuestra predisposición inherente o configuración intrínseca. Cómo interpreto el momento, cómo participo de sus características, qué le aporto, cómo respondo, etc.
Elecciones, decisiones.
La conciencia, la lucidez, nos habilita para estar presentes y poder desenvolvernos con los cambios. Sin embargo, estamos lejos aún de entender suficientemente lo que sucede a cada momento.
Por ejemplo, la crisis. Todo es buscar culpables. Es muy fácil culpar a cualquiera de cualquier cosa. Pero, es verdad eso? No demasiado.
Cuando juzgamos sin contemplar los hechos con la mayor perspectiva, caemos en reduccionismos, conclusiones parciales que se prestan a equivocarnos.
Todo está mal y los primeros en notarlo son los que menos tienen. Todo está muy mal y los de arriba tú los ves que siguen tan ricamente, incluso aprovechándose de la situación para exprimir a los de abajo aún más, por si acaso, no sea que se pongan tontos.
Qué malos que son los malos. Obviamente, es su trabajo, para estar donde están tienen que ser lo que son.
Pero, hay que saber ver las cosas con amplitud. La culpa que cae en el otro y que no se encuentra en uno mismo se queda muy lejos de la realidad y no aporta sino conflicto y tormento. El odio sólo anida y encuentra su eco en aquellos que no comprenden lo suficiente, en profundidad.
A la postre, la idea en sí de 'culpa' resulta pobre, de escasa relevancia o utilidad. Por eso hay que sopesar muy bien con qué términos se maneja uno.
Ahora bien. Cuál es nuestra reacción a cada situación? Es mi cruzada destruir al mal, forzarlo hasta lograr reformarlo? No lo veo claro.
Qué es el mal, a fin de cuentas? Acaso la vida precisa reparación o supresión de alguna de sus partes? Habrá gente que lo crea. Y así nos va como nos va.
Resulta que aquí convivimos un amplio espectro de seres diferentes. Cada época, generación y cultura se ha formado siguiendo criterios diferentes. Esto se ve muy bien cuando analizas la población por regiones y por edades.
Y no hay que olvidarse de la brecha tecnológica.
Todo esto supone un freno considerable a la hora de plantear nuevas propuestas y tal. Mejoras, peticiones, que nacen casi directamente en el cajón de la utopía.
Erizamiento espontáneo.
Estos días estamos viendo un fenómeno llamativo y novedoso, a su manera. La movilización y manifestación de jóvenes y no tan jóvenes que muestran su descontento y demandan ciertas medidas.
La electricidad estática levanta el vello, pues esto es igual. La energía recorre la tierra como una serpiente y va despertando a aquellos más proclives, receptivos o sensibles a su carga. En cada ocasión o sitio el efecto puede ser diferente, en función de las propias circunstancias locales o transitorias con que eso se mezcle e interactúe. A veces les late a unos, a veces a otros, y a veces hace bum!
A nivel local las fluctuaciones del fenómeno podrán antojársenos extrañas o incomprensibles, sin embargo, a nivel global se entiende que esto va por ondas, por oleadas, que cada vez resuenan en un sitio diferente, que hay una secuencia pero no una continuidad lineal o sostenida, de momento. Y mejor que sea así, una progresión escalonada, asequible, con pequeñas treguas.
Es curioso ver la enorme variedad de reacciones que suscita esto. Mucha duda, mucha ilusión, opiniones para todos los gustos y colores.
Los hay que cuestionan la autenticidad del levantamiento. Demasiado bien organizado, se dice. Aquí hay gato encerrado, sospechan.
Es cosa de la izquierda, dicen algunos.
Error. La izquierda siempre ha defendido lo mismo. Es la gente la que se ha movido hacia ellos ahora, desengañada por todo lo demás.
Aun así, la gente que está harta ya no entra en esquemas caducos de partidismos ni chorradas de esas. Se da una coincidencia de criterios, pero nada más. No habrá más servidumbre, a nada ni a nadie.
Detrás de esto están los de siempre, dicen otros.
Error. El hastío es auténtico, genuino. El hartazgo, el fastidio que moviliza a las personas que se reúnen es claro, evidente, indudable.
Por supuesto, no faltan coordinadores, inspiradores, espontáneos, avispaos, aprovechaos que intenten amoldar un mínimo soporte o coherencia a la estructura.
Sí, pero es que son amigos del sistema, objetan.
Menuda novedad. Aquí viene lo que decía al principio. Cada persona está hecha de su propia pasta. O vibración. Hay frecuencias altas y frecuencias bajas, amplias y estrechas, duras y blandas, etc.
El aceite flota sobre el agua.
Hay gente que ha nacido para estar en las alturas. Su dinámica interna le empuja y obliga en ese sentido. Es imposible darle la vuelta a la tortilla. Por más que agites y revuelvas las cosas, el aceite siempre termina encima del agua.
Con esto no digo que tengan derecho a mandar. Digo que toda vez que exista una estructura con niveles, en la cumbre estarán siempre los mismos. Algo así como la fatalidad del poder.
Entonces, está claro que lo que nos interesa es organizarnos sin que pueda darse eso. Que sea imposible medrar a costa de los demás.
Para anular o reprimir esa tendencia al trepismo o parasitismo, habría que forzar la situación y coartar la libertad del ser humano, dificultando su natural comportamiento, aunque, mal entendido esto nos llevaría a un panorama ciertamente pesadillesco. Ausencia de libertad, inhumanidad, inmovilismo. Oye, pues tampoco suena tan alejado de lo que tenemos, jeje.
Por supuesto, la clave está en la educación. Tenemos que aprender a tratar y convivir con la peor versión de nosotros mismos. Desde la comprensión y el respeto, la distancia y la entereza. De tal forma que la interacción sea eficiente y edificante y no fruto de interferencia o conflicto.
Por eso, más que intentar forzar a cambiar a quien no quiere y tal vez ni debe, nos sale más a cuenta desprendernos de los condicionamientos que nos hacen creer que dependemos de ellos. La madurez está en poder trabajar en equipo sin necesidad de autoridades rectoras. Conformar un entendimiento colectivo que no dependa de figuras ni órganos representativos ni gaitas. A pelo.
Si lo piensas, le andamos pidiendo o reclamando a una figura externa, caduca y deficiente como ella sola, los medios y recursos para reparar o mejorar nuestra situación. Como el niño que pide permiso a su papá para jugar.
Pero resulta que ya no somos tan niños, se supone. O sea, que podemos asumir o plantearnos algunas cosas directamente, por nosotros mismos. Dejar de pensar en dinero y pensar en comunidad.
La clave, creo yo, está en comprender todas las posiciones y no juzgar a la gente por lo que es, sino aprovechar las cualidades de cada cual, facilitando su canalización de la mejor manera posible. Se trata de asumir todos la responsabilidad de controlarnos, seguirnos, supervisarnos, acompañarnos desde nuestras posiciones.
Por qué nos cuesta tanto esto? Porque no respetamos al prójimo, actuamos desde el ego y nos vemos obligados a protegernos de los demás. El ego hiere y daña. El ego roba y usurpa. El ego oprime y somete. Todo con tal de abusar en su alienamiento inmaduro. Suicida, insensato, insostenible.
Todos somos partícipes del sistema que nos ha traído hasta este punto. Ahora queremos otro nuevo. Estupendo, hagámoslo.
Cómo? Paso a paso, piedra a piedra.
Sí pero, cuál es el primer paso? No hay un único primer paso, porque todos tenemos una idea diferente de lo que queremos. Lo diverso coexiste, lo parecido se comparte. Decido lo que quiero y sigo el camino para realizarlo. Respetando, reuniendo colaboradores, compartiendo. La realidad se comprende de infinitos mundos, o viceversa.
Vaya timo. Y qué pasa con el sistema antiguo?
A mí qué me cuentas. Para mí es el pasado, no tengo nada más que hacer al respecto con eso.
Mira, se trata de saber seguir sin atascarse innecesariamente. Para mucha gente, es preciso destruir lo viejo para empezar con lo nuevo. Ese es un pensamiento un tanto lineal y excluyente, ideal para frustrarte y crearte una obligación donde no la había. En el fondo esto suele esconder un miedo, un no quererse desvincular del todo de lo conocido o establecido. Es comprensible, pero es un camino sin salida.
Por ejemplo, la iglesia. La iglesia ha sido muy poderosa durante mucho tiempo. Ha cometido, y sigue cometiendo, abusos y horrores sin cuento. Qué papel juega ahora mismo en mi vida? Ninguno, poco menos que un residuo arcaico, un mínimo formalismo tradicional sin relevancia alguna. Si mañana se derrumba y desaparece del mapa en nada afecta ni altera mi existencia. Nada de lo que haga ni deje de hacer la iglesia interfiere con mi persona puesto que no participo de su sistema.
Lo mismo podemos hacer con el imperialismo capitalista y todas sus zarandajas. Sólo hay que darse cuenta, tomar conciencia de nuestro poder, extirpar las creencias condicionantes instaladas en nuestro pensamiento y construir nuestro propio modo de vida.
No es fácil, desde luego, pero esta es la revolución y no otra cosa.
Cambio sin rumbo.
Se suele pensar que los jóvenes son los que tienen que prender la llama para que la cosa se mueva. Y sí, tú a un joven dale un mechero y quemará lo que haga falta, jeje. Pero vamos, que no hay que esperar que la solución salga de ellos, o nosotros (ya no sé si soy joven o qué, jeje, vamos, yo creo que sí, pero bueno, no sé si eso está bien o qué remedio...) A lo que iba, juventud es ímpetu sin dirección.
Nosotros apuntamos a todas las direcciones, sacamos a la luz todo lo que haga falta y planteamos infinitas posibilidades. Ahora bien, que nadie se engañe. No estamos aquí para hacer el trabajo sucio de la sociedad.
Nosotros somos parias acomodados, estamos fuera del sistema, y tampoco nos vamos a matar para entrar en esa mierda de negocio que tienen montado. Así que... Los que están dentro son los que peor lo tienen en realidad, los que van a tener que pringar de lo lindo si de verdad quieren cambiar en algo su porvenir.
Nosotros estamos buscando nuestro lugar, y oye, que igual nos instalamos definitivamente en vuestras plazas, ya que vuestra codicia no nos deja gran opción para elegir. Chabolas en las afueras, perdidos por ahí, o vete a saber.
Por eso tampoco tiene demasiada importancia lo que se le pida al sistema, ni que sean cosas concretas o no. Ni que estemos unidos ni que no. Cualquier intento de valorar o definir este movimiento está llamado al fracaso. No hay parámetros aplicables. Toda espectativa (sic) es infundada. No hay victoria o derrota a considerar.
La revolución fantasma.
Esta es una revolución atípica, pacífica, espontánea, mutante, cambiante, imprevisible. El objeto de la manifestación es la manifestación. Estamos encontrándonos, nada más.
Y mañana me canso y me disuelvo, da igual. La lectura no es local, es global. Somos nodos, a la espera de que se activen el resto de hermanos. El cableado chulo, los cambios guapos, se apreciarán cuando el mundo entero esté encendido, en llamas, metafóricamente hablando, se supone, jeje.
Mientras tanto, dejad que se cansen con sus cálculos y análisis, con sus juicios apresurados, con sus vanos intentos de definición. Es normal, todos tratamos de asimilar el momento poniendo palabras a lo que pasa. Algunos gustan de usar unas y otros otras.
Conspiraciones, descreídos, exigentes, ingenuos, obsesivos, pillados, flipados. Hay gente que lo ve todo en clave de lucha, conflicto, enfrentamiento, competición, etc. Qué agobio, qué pesadez, qué ruina de entendimiento. Demasiado fúrgol, diría yo.
Pero al final, ná. Palabras, todo palabras.
Aquí lo que importa son los hechos, las acciones. Y eso ya depende de cada persona.
Se habla de control, poder, iniciativas, propósitos, intenciones, medidas, estrategias, voluntad, consenso, unión, democracia. En suma:
Hacer política.
Bien está que la gente se implique. Pero, sabemos canalizar adecuadamente eso para llevarlo a buen puerto? Por dónde pasa el ejercicio de la participación ciudadana para que tenga una plasmación eficaz y adecuada en la realidad?
El pensamiento adoctrinado dirige todo eso hacia los poderes establecidos. Esa vía es la peor de todas. Pedirle peras al olmo.
Somos el pueblo, cuanto antes asumamos nuestro propio destino mejor que mejor.
Qué me importa a mí de un corrupto cuya única función es mentir y expoliar nuestros recursos? Ya que soy un paria, no tributo impuesto ni obediencia. Allá se las compongan, por mí como si se extinguen.
Pobrecitos, si no saben hacer otra cosa...
Pues monta una ONG: Salvad a los Chupópteros.
Para el caso, sólo nos falta eso.
Claro, está el problema de los recursos naturales. De la propiedad abusiva, invasora y destructiva. Ese es un escollo difícil de salvar. Parece más prudente esperar a que el sistema se derrumbe bajo su propio peso, pues ya da importantes signos de estar en las últimas.
Si me manifiesto es para llegar a la gente, no al sistema. El cambio lo hacemos cada uno en su propia vida. Luego los demás ya vendrán y se reciclarán a lo nuevo si les da la gana.
Tintes políticos.
Otra utopía es lo de pretender aglutinar a todo el mundo, representar todas las opciones y mentalidades. Revolución y conservador como que no combina demasiado bien. Y una revolución políticamente correcta ya ni te cuento, jeje. Aunque técnicamente tampoco es que esto sea, por ahora, una revolución.
Esta especie de movimiento aparente, confuso, caótico, errático, inocente y variopinto tiene su mayor virtud precisamente en ser como es, así de raro y sin sentido. Una fiesta del descontento, un juego que puede dar la sorpresa por donde menos te esperas.
Claro que, todos tenemos mucho que aprender todavía. Queremos democracia, sin embargo, implicar y lograr que participe en ella toda la sociedad es prácticamente imposible. Y aunque se lograra, sería profundamente frustrante, porque cada sector, rango, región, zona y edad tiene unas prioridades diferentes.
Tal vez lo que tenemos que hacer es aprovechar la brecha digital para organizarnos por nuestra cuenta y olvidarnos de salvar al mundo, que va a ser que nos viene un poco grande.
Quiero decir, que tenemos que aprender a funcionar por libre, compartiendo experiencias por afinidades. Por grupúsculos.
Muchos problemas vienen de forzar una unión total, que ni es funcional ni sensata. Basta que se proponga para que de inmediato surjan las diferencias. Esto hay que asumirlo con normalidad, siempre va a haber diversidad y discrepancia.
Por eso lo deseable sería no pretender abarcar o asumir en exceso lo de los demás. Respetar la esfera personal. La unidad básica.
Opinas diferente? Vale, sigue tu camino y que vaya bonito. Tampoco vamos a discutir por esto.
Pasotismo elevado a virtud.
Se diría que ya estamos encaminados hacia algo así. La atomización de la sociedad hay que saber entenderla y apreciarla. La mezcla y disgregación nos lleva y abre a un zoco de entendimiento instintivo, a nivel preverbal, de respeto a la diferencia, de libertad esencial. Es paradójico, pero puede funcionar. La red es un buen espejo y ejemplo de esto.
Nunca vamos a estar de acuerdo ni en lo más mínimo, salvo lo más inmediato y evidente: Crujir a los corruptos y malnacidos que tanto abundan a costa nuestra. Pero ese es un cuento casi infinito. Quitas uno y sale otro.
Pulgas siempre va a haber, lo que tenemos es que protegernos, desparasitarnos, salirnos para siempre de su dominio.
Por cierto, una preguntita tonta, dónde tienes tu dinero?
Yo que sé, no hay que esperar milagros, esto es muy pequeño, es muy pronto aún y no se le debe pedir nada en concreto.
Veo mucho comentario por la red opinando y criticando sobre lo que hacen y dejan de hacer los acampados, sus propuestas y tal.
Hablar es muy fácil. Pero esto es cosa de todos. En lugar de andar con exigencias y espectativas (sic) desmesuradas, irracionales, mueve tu culo y sal a ver qué haces y logras. Que de listos ya andamos sobrados.
La clave está en la capacidad resolutiva aplicada a nuestra propia vida. Se trata de saber construirnos nuestro propio proyecto de vida digna y sostenible, basada en los valores humanos que cultivamos.
Habrá puntos de encuentro y momentos para la colaboración, pero el grueso del cambio recae sobre cada sujeto. Nadie va a llevar tu peso. Pero prueba a ver, igual a ti te hace caso el sistema, se ablanda, se apiada y te da una alegría en forma de contrato indefinido de esclavo chachichuli, con derecho a hipoteca y con algún festivo bajo fianza, jeje.
Insensateces y delirios aparte, creo que es interesante empezar a considerar vías como la de la República Constitucional (http://antoniogarciatrevijano.com/) que, como bien comenta un lector allí, puede ser el punto de apoyo que nos sirva para hacer palanca y mover la losa esta que nos oprime. Más oportuno como este momento no se ha visto otro.
En fin, Serafín, ya me he enrollao más de la cuenta otra vez. Total para decir cuatro chorradas destalentadas.
Pues eso, que lo que más mola de esta movida es que la gente está dando rienda suelta a su creatividad. Y creatividad nos va a hacer falta mucha para levantar lo que sea que sea, por nuestra cuenta y riesgo, con estas manitas, entre los que podamos o quedemos, tras el colapso, digo.
Suerte y al lío.
PD: De propinilla un descubrimiento reciente que me ha molado un muchito: http://tonteriasparapararuntren.blogspot.com/2011/05/kisko.html
atentado
Se sabe que va a haber un atentado terrorista en la biblioteca nacional. Nosotros, por alguna causa extraña que no alcanzo a comprender, algo así como un gesto de protesta, la representación de un colectivo, o yo que sé..., decidimos ir.
La entrada se halla tras una amplia, solitaria y descubierta plaza por la que avanzamos, tensos, temerosos de que nos pille allí, tan vulnerables, la catástrofe (o un preliminar, un aviso).
Creo que al final corro hasta la puerta, desesperado. Nos abre Rober Deniro, con aires de jefazo, pero no nos deja pasar, porque aún no es la hora o algo así. Al rato pasamos, y en otra entrada nos saludan unos guardianes militares.
Tras pasar un par de puertas más (enormes, amplias) llegamos a la última sala, donde nos aposentamos y donde hay 3 personas responsables, dirigentes y/o gerentes.
No hay muchas estanterías, y libros sólo un par, cutres. Esto me decepciona mucho, porque si accedí a ir allí era por la cantidad de libros que tendría a mi disposición.
Entonces pido explicaciones a uno de los responsables y me responde con evasivas, bla bla bla.
Esto me cabrea aún más y digo que vaya mierda de biblioteca, entonces Mis Daisi salta diciendo que está muy bien, que es un edificio fabuloso y todo eso. Yo insisto en que si no hay libros es una mierda. Ella me prohíbe que diga 'mierda' y recalca lo buena que es esa biblioteca.
Yo, subiendo el tono de voz: YO DIGO LO QUE ME DA LA GANA! Y DIGO QUE ESTO ES UNA MIERDA!
Intenta ponerse más fuerte pero yo no quiero enfrentarme con ella, porque es tonta sin remedio. Centro mi furia en los otros dos responsables, que están a mi derecha en un sofá, muy calladitos.
No me dicen nada, así es que acabo deduciendo que han dilapidado los fondos de la biblioteca en caprichos suyos, tipo trajarmani, apartamento en la playa, rols, etc...
Cada vez rabio más, estoy pensando en agredirles.
Cuando me dirijo a ellos veo logotipos de siglas que se van transformando, fusionando, etc... Interpreto que así es como desvían los fondos hacia sus bolsillos, con multitud de siglas similares, que no significan nada.
Ahora me acerco a uno que anota los números que van saliendo en bolas de un tubo cercano, de la pared. Corresponden a un sorteo que se retransmite por la tele.
Me ignora.
Pienso en quitarle una bola para que no pueda anotarla, pero no me atrevo, su mirada es muy clara al respecto.
Me siento en un sillón y empiezo a pensar en los cristales de las ventanas. Es algo que me viene preocupando durante todo el rato y que ahora lo hace con mucha más intensidad.
Me protejo la cara con un cojín y espero ansioso la explosión.
Se acaba la tarde y cada vez hay menos luz, ya no distingo las caras de los otros. Deben de pensar que estoy loco, pero no quiero que los cristales me acribillen cuando se produzca la explosión.
Algo explota, noto una sacudida, muchos impactos en alguna puerta cercana. Sigo cubierto, Mis Daisi abre la puerta y se aleja diciendo: Pobres criaturas, tan bonitas... Venid. (O algo parecido.)
Yo sé que se dirige a una muerte segura, que voy a oír cómo la acribillan a tiros de un momento a otro.
Empiezo a sentir mucho miedo.
Comprendo que después acudirán aquí y nos acribillarán a nosotros.
No me atrevo a ver cómo llegan, sigo tapándome la cara con el cojín.
No quiero morir, pero no tengo valor para mirar, para ver cómo me matan. Tengo mucho miedo. Me veo atrapado. Sentenciado.
La entrada se halla tras una amplia, solitaria y descubierta plaza por la que avanzamos, tensos, temerosos de que nos pille allí, tan vulnerables, la catástrofe (o un preliminar, un aviso).
Creo que al final corro hasta la puerta, desesperado. Nos abre Rober Deniro, con aires de jefazo, pero no nos deja pasar, porque aún no es la hora o algo así. Al rato pasamos, y en otra entrada nos saludan unos guardianes militares.
Tras pasar un par de puertas más (enormes, amplias) llegamos a la última sala, donde nos aposentamos y donde hay 3 personas responsables, dirigentes y/o gerentes.
No hay muchas estanterías, y libros sólo un par, cutres. Esto me decepciona mucho, porque si accedí a ir allí era por la cantidad de libros que tendría a mi disposición.
Entonces pido explicaciones a uno de los responsables y me responde con evasivas, bla bla bla.
Esto me cabrea aún más y digo que vaya mierda de biblioteca, entonces Mis Daisi salta diciendo que está muy bien, que es un edificio fabuloso y todo eso. Yo insisto en que si no hay libros es una mierda. Ella me prohíbe que diga 'mierda' y recalca lo buena que es esa biblioteca.
Yo, subiendo el tono de voz: YO DIGO LO QUE ME DA LA GANA! Y DIGO QUE ESTO ES UNA MIERDA!
Intenta ponerse más fuerte pero yo no quiero enfrentarme con ella, porque es tonta sin remedio. Centro mi furia en los otros dos responsables, que están a mi derecha en un sofá, muy calladitos.
No me dicen nada, así es que acabo deduciendo que han dilapidado los fondos de la biblioteca en caprichos suyos, tipo trajarmani, apartamento en la playa, rols, etc...
Cada vez rabio más, estoy pensando en agredirles.
Cuando me dirijo a ellos veo logotipos de siglas que se van transformando, fusionando, etc... Interpreto que así es como desvían los fondos hacia sus bolsillos, con multitud de siglas similares, que no significan nada.
Ahora me acerco a uno que anota los números que van saliendo en bolas de un tubo cercano, de la pared. Corresponden a un sorteo que se retransmite por la tele.
Me ignora.
Pienso en quitarle una bola para que no pueda anotarla, pero no me atrevo, su mirada es muy clara al respecto.
Me siento en un sillón y empiezo a pensar en los cristales de las ventanas. Es algo que me viene preocupando durante todo el rato y que ahora lo hace con mucha más intensidad.
Me protejo la cara con un cojín y espero ansioso la explosión.
Se acaba la tarde y cada vez hay menos luz, ya no distingo las caras de los otros. Deben de pensar que estoy loco, pero no quiero que los cristales me acribillen cuando se produzca la explosión.
Algo explota, noto una sacudida, muchos impactos en alguna puerta cercana. Sigo cubierto, Mis Daisi abre la puerta y se aleja diciendo: Pobres criaturas, tan bonitas... Venid. (O algo parecido.)
Yo sé que se dirige a una muerte segura, que voy a oír cómo la acribillan a tiros de un momento a otro.
Empiezo a sentir mucho miedo.
Comprendo que después acudirán aquí y nos acribillarán a nosotros.
No me atrevo a ver cómo llegan, sigo tapándome la cara con el cojín.
No quiero morir, pero no tengo valor para mirar, para ver cómo me matan. Tengo mucho miedo. Me veo atrapado. Sentenciado.
calle
Es de noche, ando solo por la calle, voy de regreso a mi casa. Ya estoy cerca, sólo me queda coger la bocacalle de la derecha, luego la de la izquierda, luego otra vez a la derecha y ya todo recto hasta el fondo y ya. O sea, un zigzag no muy grande, unos 20 pasos cada tramo.
Pero, hete aquí que, tomo la bocacalle y la calle se ve distinta, reformada. Está toda recubierta de madera, laminada, barnizada, con ricos adornos y relieves en plan decó o así. Tiene un aire retro, solemne, casi místico. No sé por qué me recuerda un poco al órien-esprés...
Entonces viene un coche, también antiguo, de época, casi hasta fúnebre, a toda mecha y parece que me quiere atropellar. Echo a correr para que no me pille.
La calle presenta una curva nueva que antes no tenía. El zigzag sencillo se ha re-retorcido en cada uno de sus tramos, con lo que el recorrido se me hace cada vez más largo y angustioso. Además, ya no tiene bocacalles transversales, aumentando así la sensación de encajonamiento en todo su recorrido serpenteante, esquinado. Casi hasta me parece que la calle se angosta hacia mí. Sus paredes enmaderadas me agobian y ahogan, me llenan de sofoco.
Me invade un vértigo horizontal agudo, que precipita y acelera todo, mi pulso, mis percepciones, sensaciones, el propio espacio-tiempo que me rodea... Parecería que las paredes cobraran vida y reaccionaran ante mi claustrofobia repentina, como si se alimentaran y bailaran perversamente al son de mis pulsiones internas.
El episodio termina con la misma rapidez que comenzó. Queda la sensación de extrañeza, curiosidad y asombro ante esa calle transmutada. Y su recuerdo me quiere decir algo. Es como si la calle soñada fuera más verdadera que la real, como si debajo de esta latiera aquella, con su maderamen, ornamentos y requiebros, con su oscuridad silenciosa, nocturnal, secreta, inquietante, amenazadora.
Hay veces que el mapa de los sueños atrapa vivamente lo oculto o inexplicable.
Pero, hete aquí que, tomo la bocacalle y la calle se ve distinta, reformada. Está toda recubierta de madera, laminada, barnizada, con ricos adornos y relieves en plan decó o así. Tiene un aire retro, solemne, casi místico. No sé por qué me recuerda un poco al órien-esprés...
Entonces viene un coche, también antiguo, de época, casi hasta fúnebre, a toda mecha y parece que me quiere atropellar. Echo a correr para que no me pille.
La calle presenta una curva nueva que antes no tenía. El zigzag sencillo se ha re-retorcido en cada uno de sus tramos, con lo que el recorrido se me hace cada vez más largo y angustioso. Además, ya no tiene bocacalles transversales, aumentando así la sensación de encajonamiento en todo su recorrido serpenteante, esquinado. Casi hasta me parece que la calle se angosta hacia mí. Sus paredes enmaderadas me agobian y ahogan, me llenan de sofoco.
Me invade un vértigo horizontal agudo, que precipita y acelera todo, mi pulso, mis percepciones, sensaciones, el propio espacio-tiempo que me rodea... Parecería que las paredes cobraran vida y reaccionaran ante mi claustrofobia repentina, como si se alimentaran y bailaran perversamente al son de mis pulsiones internas.
El episodio termina con la misma rapidez que comenzó. Queda la sensación de extrañeza, curiosidad y asombro ante esa calle transmutada. Y su recuerdo me quiere decir algo. Es como si la calle soñada fuera más verdadera que la real, como si debajo de esta latiera aquella, con su maderamen, ornamentos y requiebros, con su oscuridad silenciosa, nocturnal, secreta, inquietante, amenazadora.
Hay veces que el mapa de los sueños atrapa vivamente lo oculto o inexplicable.
flotando
Subo por unas calles empinadas, anchas y solitarias que conducen a la parte alta de donde me encuentro, no sé si es una ciudad o un pueblo abandonado, se respira serenidad, tranquilidad.
Las casas son de construcción sencilla, de tipo griego o mediterráneo, con las paredes blancas de cal. La luz es de atardecer detenido, suave, limpia, nítida, luminosa, alegre, positiva. Lo mismo podría ser de amanecer, pero no, es la antesala a la hora azul.
Conforme voy llegando a lo más alto me voy sintiendo más y más ligero hasta llegar a un punto donde la gravedad empieza a actuar en sentido inverso.
Dudo unos momentos, medio oscilando en ese punto intermedio donde mis pies se escapan del suelo y a la vez parece que me voy a caer un trompazo.
Una ligera brisa termina de empujarme y ya floto más decididamente. Hago algún intento de aferrarme a las paredes, pero mis manos resbalan por su superficie sin encontrar asidero alguno.
Me voy hacia el cielo, cada vez más ligero, cual globo mecido por el aire.
Las casas son de construcción sencilla, de tipo griego o mediterráneo, con las paredes blancas de cal. La luz es de atardecer detenido, suave, limpia, nítida, luminosa, alegre, positiva. Lo mismo podría ser de amanecer, pero no, es la antesala a la hora azul.
Conforme voy llegando a lo más alto me voy sintiendo más y más ligero hasta llegar a un punto donde la gravedad empieza a actuar en sentido inverso.
Dudo unos momentos, medio oscilando en ese punto intermedio donde mis pies se escapan del suelo y a la vez parece que me voy a caer un trompazo.
Una ligera brisa termina de empujarme y ya floto más decididamente. Hago algún intento de aferrarme a las paredes, pero mis manos resbalan por su superficie sin encontrar asidero alguno.
Me voy hacia el cielo, cada vez más ligero, cual globo mecido por el aire.
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