Hache era una huerfanilla que por no tener no tenía ni nombre ni nada la pobrecilla y por eso que le decían así le decían.
Hache nació solita abandonadita en una cestita de mimbrecito en la puerta a la entrada de un convento o monasterio eclesisticorial de esos. Pero las del monasterio o convento que no le querían abrir que no y que casi se la comen los perros los lobos y los perrolobos que se la querían comer así a bocaos con los dientes. Menos mal que los vio una vieja revieja y la salvó justo a tiempo que la salvó menos mal.
Lo malo es que la vieja revieja era una bruja piruja mala remala y fea que fea. Total que se la llevó y se la quedó y la cuidó y la crió hasta que se hizo chavala la chiquilla mozica la zagalica y luego ya luego que la hizo la puso la convirtió para que fuera su esclava y sirvienta suya para servir y esclavicionar en todo lo que mandara y mandara. Y encima la pobrecica huerfanica encima para colmo era muda mudica que era la pobrecita.
Así que la mudita Hache tenía que tenía que hacer todo ella sola todo lo que le mandaba la bruja piruja que no la dejaba en paz ni a sol ni a sombra ni salir ni nada como una esclava esclavizada todo el rato la pobre todo.
Ya ves qué abusona y qué mala rematada la fea refea. La tenía con un collar al cuello atada a la pared con una cuerda. Casi no sabía lo que era el mundo ni todo lo demás que como no lo sabía ni se lo imaginaba ni sabía cómo imaginárselo ni nada de nada.
Solo a veces alguna vez la sacaba la vieja pelleja que iban a veces por ahí por fuera para que cargara como una mula cargada con todos los pesos de más bulto y los bultos de más peso y cosas así. Y encima la llevaba atada como a un perro con la correíca y todo encima igual que los perros.
Y una vez una fue la vez que la mala remala fue a visitar a un ogro muy ogro reogro requeteogro amigo suyo que era su amigo de solo amigos y ya y la pobre Hache mudita vio a un niño que también era que era esclavo igual que ella y estaba atado igualmente también que iguales los dos. Se miraron y se vieron con los ojos de ver que se veían el uno al otro y el otro al uno a la vez igual con los ojos abiertos y mirando así para ver a los ojos del otro que se reflejaban como en un espejo que hacen así que se reflejan todo y que lo ves ahí delante reflejado porque que se rebota el reflejo que hace así y te miras y te ves otra vez que eres tú y parece magia que es que parece pero que no que es así que funciona y ya está.
Y hasta ese momento no se habían dado cuenta de lo mal que es estar así de mal por ser esclavos y eso de no ser libres y así.
Lo malo es que como no conocían el mundo ni nada del mundo tampoco pues que tampoco se atrevían a escaparse de sus amos dueños poprietarios para irse sin ellos ya solos. Además que tampoco podían eso que no porque que no les dejaban los malos por malos rematados claro.
Y otra vez otra que había salido fuera la fea que fea a hacer sus fechorías de mala requetemala llegó a la choza cabaña covacha de la bruja una bruja que era otra bruja que no era la bruja la primera que esa se había ido que estaba fuera que era otra que era que no era tan mala de mala sino un poco menos y todo que era un poco adivina de las que adivinan cosas y que por eso que le adivinó a Hache su futuro que tendría en el futuro cuando fuera que llegara y llegara que fuera el futuro no la bruja piruja que también llegaría cuando volviera pero que eso no lo había adivinado la bruja segunda que no era tan mala porque que no estaba adivinando eso ahora porque que no le importaba nada ni nada ahora eso claro.
Total que le dijo a la pobrecita Hache la huerfanita le dijo que el chico ese del ogro ogrísimo ogrero ese era en verdad que era el príncipe de sus sueños en la realidad y que todo iba a salir bien requetebién de rechupete que iba a salir cuando saliera todo pero la pobre Hache pobrecica no sabía ni cómo que cómo ni por qué de nada de todo eso ni se lo imaginaba la pobre ni sabía cómo imaginárselo tampoco.
Para empezar que la huérfana huerfanita muda mudita casi no sabía ni lo que era el amor la probe. Porque tantos palos y tantos que le había dado con un palo de dar palos la bruja maluja y la vida tan triste y sacrificada que había llevado de tristezas y sacrificios pues que por eso por su culpa y eso que todo le daba más miedo que miedo y un terror horroso ternible espatoso tremundo y estropicioso.
Demasiao demasiao.
Pero aun así que así que el amor se le fue colando y metiendo infiltrando y calando poco a poco en su corazón y a base de sueños soñarosos y fantasiaciones inimaginarias empezó a ver claro lo que quería que quería y que tal y eso. Como un ciego que se va la niebla se va y que ve que ve que ya no es un ciego que no porque ya no hay más niebla ya que se ha ido ya y que se ve lo que hay que se ve que se puede pero que que no se sabía si antes era que era de verdad un ciego que no veía o era que por la niebla que se lo creía que era un ciego en verdad y por eso.
Y la vieja pelleja mala remala se daba cuenta que se daba de algo de una cosa que se daba cuenta la bruja rebruja que la cría del demonio estaba creciendo y cambiando por dentros que ya no era igual que era como antes que no que por fuera parecía la misma y que casi ni se notaba ni nada pero que un poco se notaba que sí que se notaba porque aunque que parecía la misma igual a la vista idéntica que antes y que siempre como de costumbres pues que por dentro que ya no y eso sí que no lo toleraba ni lo aguantaba pero es que ni pizca ni una miaja así ni nada de nada que no ni mucho menos faltaría más hasta quí podíamos llegar que se la llevaban todos los demonios del averno del infierno y alrededores con solo pensarlo sospecharlo y barruntarlo así que mira. Por eso que aún la esplotaba más y más aún que la esplotaba y la caxtigaba mal y que mal todo el rato que todo por mala y por mala.
La pobre Hache callaba y aguantaba qué remedio todos los abusos y maltratos abusivos y maltratosos. Pero que cada vez era que era más rebelde y revoltosa y terca y decidida con sus ideas y deseos. Que ya no se doblaba ni se plegaba así como así qué va ni punto de comparación dónde va a parar ya te digo o sea que no para nada o sea.
Así que eso oye que a veces el motín y la rebelión parecían inminientes como dicen los de allende pero que luego que no se producían que no porque por muy grande que fuera y que era su amor pues que su miedo y dolor todavía eran más grandes que más y todo aún por ahora todavía de momento conque mira.
Así pasaron tiempos y tiempos mucho tiempo pero que mucho mucho. Pasó tiempo y tiempo hasta que un día de repente un día sin avisar ni nada de pronto de golpe por sorpresa de sopetón de improvisto que petó la bruja piruja vieja revieja mala remala fea refea que reventó la espichó estiró la pata y se murió de pura mala baba mala leche mala sangre y mala de todo que tenía por dentro y que se lo merecía que se le estaba bien merecido por merecerlo que bien y todo y más.
Por fin al final la pobre Hache pobre por fin que se quedó ya libre ya sin ser esclava ni nada de naide ni naidie.
Y lo primero que hizo fue coger una espada que cogió por ahí y matar al ogro cacho ogro que lo mató por feo y por malo y salvar al chico de sus sueños que lo quería para ser novios y que tanto había soñado en sus sueños con él y todo y más todo el rato que soñaba y se acordaba luego al despertar cuando se despertaba y se acordaba si se acordaba que se acordaba que bien y si no pues no.
Y menos mal que ya todo les salió bien que les salió y se quisieron mucho y mucho y se daban besitos de quererse así con los labios de besar muá muá todo el rato y fueron felices que fueron para siempre amén chispún.
Ah y encima que resulta que Hache ya no era muda que por el amor que se le había quitado ya eso y que ahora ya que resulta que hablaba y todo el rato que no se callaba ni debajo del agua ni nada todo el rato ahí que hala a cascarla cascando sin parar hasta por los codos sin parar dale y que dale todo el rato venga y toma y toma y venga pega que te pega la chapa y la hebra sin parar ni parar ni para respirar sin control ni pudor ni remilgos ni reparos como una bestia salvaje descontrolada sin pausa ni respiro que le salía humo hasta a la lengua y todo todo el rato ahí que no se cansaba ni nada y mucho que había que quererla para aguantarla pero que el chico que la quería de verdad que la quería y bien que lo puede jurar que ya lo ves así que que menuda suerte y que menos mal. Porque que el chico que se llamaba E y la Hache con la E He jejeje. Así que eso y ahora ya sí que sí colorín colorado este cuento se ha acabado.
21 de octubre de 2012
nuevos ricos
Pues eso de la deuda era una historia infinita.
Y había que pasarle el muerto a la generación venidera.
Pero la generación venidera no estaba por la labor.
Y eso era un rollo, porque se les acababa el chollo a los liantes.
Así que algo tenían que hacer para venderles la moto.
Pero es que la deuda es una moto mazo chunga de vender.
Total que, a la desesperada, se les ocurrió una manera.
Una manera tope de absurda y surrealista.
Resulta que se inventaron una ley.
Una ley que decía que el joven manda sobre el viejo.
A menos años, más poder.
Esa era la nueva jerarquía.
Así los esclavos seguían siendo los mismos de siempre.
Estaban acostumbrados y lo tenían asumido, así que bien.
El único consuelo que les quedaba era la muerte.
Figúrate, los chavales encantados con esto.
Mola mandar sobre los carcamales y echarles toda la mierda a ellos.
Al fin y al cabo era culpa suya el lío de la deuda y todo eso.
Y no te creas que se andaban con tonterías los tiranos, no.
Explotaban a los mayores a base de bien.
Había que preservar el sistema fuera como fuera.
Lástima que el bienestar se esfumara tan fácilmente.
Los peores sacrificios recaían sobre los huesos más machacados.
Esto suponía un triste dilema para los más humanos.
Aplastar o ser aplastado.
Muchos preferían amortiguar el peso sobre los ancianos.
Algunos adultos todavía tenían corazón y sentido de la decencia.
Ética, solidaridad y esas cosas.
Lo malo es que entonces pringaban más ellos en lugar de los otros.
Total que era todo como una cacería.
Estabas tu ahí tan tranquilo y llegaba un enano y te jodía el día.
Hasta que lo perdías de vista.
Había que ser rápido y escurridizo.
Lo peor era que cuanto más tiempo pasaba, mejor se organizaban.
Al principio nadie se dejaba mandar ni mangonear.
Te peleabas, le dabas una paliza al criajo y a correr.
Pero para eso estaba la poli.
La poli estaba para hacer cumplir la ley.
Y como solo se cumplía en su presencia, se tuvieron que ir con ellos.
Pillaron el censo y se repartieron de menor a mayor.
Un poli por persona hasta que ya no había más polis.
Los sin-poli eran los desamparados.
Los pringados que terminaban comiéndose todos los marrones.
Todo era muy civilizado.
Se compara la edad y el que gana de joven manda sobre el otro.
Pero solo se puede imponer una orden por persona y día.
La orden solo puede ser una tarea que dure una hora lo más.
Por ahí te escapas.
Pero aun así, mejor dejarse ver lo menos posible.
Por eso la gente vive oculta y aislada, como ratas miserables.
La calle queda para las pandillas.
Grupos de abusones con la misma edad.
A efectos legales solo cuenta el día del nacimiento, no la hora.
Con sus polis correspondientes.
Y su manada de esclavos perpetuos.
Bastan 24 mandones para que ya no te suelten nunca.
Ahí sí que estás jodido.
Porque los viejos se terminaron pronto.
Los exprimieron a tope y ya no daban más de sí.
Los dejaban caer por ahí, abandonados a su suerte, hasta pudrirse.
Y bueno, así ha quedado el invento.
Nadie se acuerda ya de la deuda ni nada de eso.
Se ha echado a perder todo lo que valía la pena.
Lo que queda es este mundo desolado, salvaje y descarnado.
Estúpido y sin sentido.
Que para qué te voy a contar.
Y había que pasarle el muerto a la generación venidera.
Pero la generación venidera no estaba por la labor.
Y eso era un rollo, porque se les acababa el chollo a los liantes.
Así que algo tenían que hacer para venderles la moto.
Pero es que la deuda es una moto mazo chunga de vender.
Total que, a la desesperada, se les ocurrió una manera.
Una manera tope de absurda y surrealista.
Resulta que se inventaron una ley.
Una ley que decía que el joven manda sobre el viejo.
A menos años, más poder.
Esa era la nueva jerarquía.
Así los esclavos seguían siendo los mismos de siempre.
Estaban acostumbrados y lo tenían asumido, así que bien.
El único consuelo que les quedaba era la muerte.
Figúrate, los chavales encantados con esto.
Mola mandar sobre los carcamales y echarles toda la mierda a ellos.
Al fin y al cabo era culpa suya el lío de la deuda y todo eso.
Y no te creas que se andaban con tonterías los tiranos, no.
Explotaban a los mayores a base de bien.
Había que preservar el sistema fuera como fuera.
Lástima que el bienestar se esfumara tan fácilmente.
Los peores sacrificios recaían sobre los huesos más machacados.
Esto suponía un triste dilema para los más humanos.
Aplastar o ser aplastado.
Muchos preferían amortiguar el peso sobre los ancianos.
Algunos adultos todavía tenían corazón y sentido de la decencia.
Ética, solidaridad y esas cosas.
Lo malo es que entonces pringaban más ellos en lugar de los otros.
Total que era todo como una cacería.
Estabas tu ahí tan tranquilo y llegaba un enano y te jodía el día.
Hasta que lo perdías de vista.
Había que ser rápido y escurridizo.
Lo peor era que cuanto más tiempo pasaba, mejor se organizaban.
Al principio nadie se dejaba mandar ni mangonear.
Te peleabas, le dabas una paliza al criajo y a correr.
Pero para eso estaba la poli.
La poli estaba para hacer cumplir la ley.
Y como solo se cumplía en su presencia, se tuvieron que ir con ellos.
Pillaron el censo y se repartieron de menor a mayor.
Un poli por persona hasta que ya no había más polis.
Los sin-poli eran los desamparados.
Los pringados que terminaban comiéndose todos los marrones.
Todo era muy civilizado.
Se compara la edad y el que gana de joven manda sobre el otro.
Pero solo se puede imponer una orden por persona y día.
La orden solo puede ser una tarea que dure una hora lo más.
Por ahí te escapas.
Pero aun así, mejor dejarse ver lo menos posible.
Por eso la gente vive oculta y aislada, como ratas miserables.
La calle queda para las pandillas.
Grupos de abusones con la misma edad.
A efectos legales solo cuenta el día del nacimiento, no la hora.
Con sus polis correspondientes.
Y su manada de esclavos perpetuos.
Bastan 24 mandones para que ya no te suelten nunca.
Ahí sí que estás jodido.
Porque los viejos se terminaron pronto.
Los exprimieron a tope y ya no daban más de sí.
Los dejaban caer por ahí, abandonados a su suerte, hasta pudrirse.
Y bueno, así ha quedado el invento.
Nadie se acuerda ya de la deuda ni nada de eso.
Se ha echado a perder todo lo que valía la pena.
Lo que queda es este mundo desolado, salvaje y descarnado.
Estúpido y sin sentido.
Que para qué te voy a contar.
el pueblo y los intrusos
Había una vez un pueblo que estaba cansado y aburrido de la vida.
Tan cansado y tan aburrido que solo quería dormir.
Y para eso necesitaba la ayuda de otros.
Pero no había otros a los que pedir ayuda.
Por eso el pueblo tuvo que negociar consigo mismo.
Se dividió en dos, los durmientes y los vigilantes.
Los vigilantes tenían el cometido de velar por los durmientes.
Cuidar y mantener todo en orden para cubrir todas las necesidades.
Para que nada moleste ni incomode a los que descansan.
Con el tiempo, cada uno se fue metiendo más y más en su papel.
Y los que reposaban se dejaban llevar por los encargados.
Y los que mandaban disfrutaban ocupándose de los otros.
Paso más tiempo y surgieron los problemas.
El pueblo ya había descansado bastante y se quería despertar.
Pero los mandamases ya no querían perder su puesto.
Porque el poder les daba grandes ventajas y privilegios.
Era un invento demasiado bueno como para compartirlo.
Demasiado jugoso como para desperdiciarlo o regalarlo así como así.
Demasiado delicioso como para echarlo a perder tontamente.
Nada une más que la codicia, la sed de poder.
Aunque parezcan competir entre sí.
Ten cerca a tu amigo pero más cerca a tu enemigo.
Por eso son un club tan selecto, un clan sin rival, una piña sin igual.
El pueblo se siente sucio y usado en manos así.
Y con razón, pues su ejemplo mancha y degrada.
Contagia y contamina.
Los dormidos imitan a los intrusos y el resultado es atroz.
Para todos.
Aunque muchos no quieran ni pensarlo ni reconocerlo.
Pero, al final, se impone el descontento.
Así, recién que empieza y asoma la lucha, el conflicto.
Al principio es una cuestión dialéctica.
El pueblo reclama su poder.
Los intrusos se escudan en sus mentiras, excusas y pretextos.
Poco a poco la cosa se va recrudeciendo.
Hasta llegar a un punto crítico.
Ni unos ni otros se reconocen ni respetan entre sí.
Todos esperan un cambio total, mágico, espontáneo y decisivo.
La completa rendición o victoria.
Una solución salida de la nada, aparecida, caída del cielo.
Todos esperan un milagro.
Un jodido milagro que acabe con la pesadilla.
Pero no es tan sencillo, claro.
Porque lo han de resolver ellos todos.
Siempre hay distintas posibilidades que se pueden dar.
El pueblo extermina a los intrusos.
Los intrusos someten completa y definitivamente al pueblo.
El pueblo y los intrusos llegan a algún acuerdo y se divorcian.
Todo sigue más o menos como de costumbre.
Todo se finiquita y desmorona sin remedio ni solución.
La gracia está en que la vida no se conforma con una sola cosa.
La vida gusta de probar y experimentar todo lo que puede y más.
Así lo más probable es que suceda todo a la vez y mezclado.
Conviene que cada cual elija bien su camino.
Pues la unívoca uniformidad es un espejismo cutre que no veas.
Una burda simplificación propia de seres pobres y escasos de luces.
Un inmaduro cuento para delegar y eludir su propio tino y destino.
Conviene saber bien lo que se quiere.
Conocer los cambios, los pasos, los esfuerzos a realizar.
Los intrusos, en su pérfido retorcimiento, tienen alguna ventaja.
Llevan años diseñando y montando su tiránico y titánico invento.
Su gran proyecto.
Si te pones en su lugar se comprende.
No quieren que se les acabe el chollo, su negocio, su sustento.
Viven del pueblo.
Y para ello se sirven de las divisas, finanzas y lo que haga falta.
Así te chupan la sangre, tu tiempo, tu energía, tu vida.
Pero en más pulcro y sofisticado.
Todo su empeño es mantener y reforzar su imperio y reino.
Su control, sometimiento y dominio sobre el pueblo.
Que nada ponga freno ni límite a su deseo.
Y lo están haciendo casi que demasiado bien, en general.
Gesto que haces, gesto que te clavan o te cascan.
Ante esto el pueblo trata de reaccionar de diferentes maneras.
Muchos se hacen, o lo son, los tontos y tragan con todo.
Algunos se rebelan y enfadan.
Muy pocos rompen y se separan.
Los que luchan y protestan son como el estropajo.
Quieren quitar la mierda que les oprime y estorba.
Pero la mierda está pegada pero pegada.
Incrustada a base de bien.
Hasta las mismísimas entrañas del mismísimo infierno.
Los intrusos se han instalado y atrincherado a tope que no veas.
Claro, nadie se tira al precipicio por gusto.
No si pueden evitarlo.
Y apegarse al poder y al lujo era demasiada tentación.
Pobres, errar es humano, la carne es débil y esas cosas.
Pero aprender también es humano.
No valen distingos ni escaqueos.
Ni cargarle el muerto al otro.
Si queremos tener algún futuro habrá que hacer algo con esto.
Por sí solo no se va a arreglar.
Si lo dejamos estar irá a peor cada vez más y más.
Ya lo estás viendo.
Habrá que cortar o quitarse la soga que nos aprisiona y oprime.
Habrá que elegir, yugo o libertad.
Nadie lo hará si no.
Los malos no dejarán de serlo así porque sí, de buenas a primeras.
Algunos ni aunque los mates, ni aunque los despellejen vivos.
Así está el temita.
Así que toca aprender a ser los buenos.
Buenos buenos de verdad, con todo lo que eso implica.
Con toda la responsabilidad, la incomodidad y el riesgo que supone.
No para luchar contra o frente a, sino para abrir caminos.
Porque lo que faltan son vías, sendas, pasarelas.
Piénsalo.
El surco perverso está ya más que trillado, superhondo y calado.
Todos los borregos caen por el mismo lado.
Y no hacen sino acrecientar, como dicen los de allende, el problema.
De ahí la conveniencia de alternativas.
Recursos o estructuras que propicien o faciliten otras transiciones.
Nuevas soluciones, maduras, edificantes, más acordes.
Ya que, pasar de dormido a despierto puede ser muy cuesta arriba.
Por eso muchos se rinden sin siquiera intentarlo.
Pasar de corrupto a digno también puede ser algo desmotivante.
Sobre todo si no se procura una auténtica y verdadera rehabilitación.
Nadie se siente invitado a cambiar a mejor.
Todo es bruto, cuadriculado, granítico, monolítico, fosilizado.
Como la mente que lo ha alumbrado.
El miedo frena y oculta la ganancia y beneficio del crecer y madurar.
Los intrusos mantienen así a sus siervos bien esclavos y sumisos.
Formados y educados para la psicosis invalidante y paralizante.
Idiotizados, fluorizados, formolizados, cloroformizados.
Capados, castrados, esterilizados, anulados, alienados, inutilizados.
Tontitos becerrillos obedientes y bienmandados.
Bee-e, bee-e.
Aunque, en verdad, los cambios tampoco dependen de esto.
No es el prójimo quien debe trabajar para que uno dé el paso.
Cada uno es responsable de sí mismo.
Cada uno elije.
El mal y el bien son voluntarios.
Nosotros veremos.
La telaraña de los intrusos es infinita.
El deber del pueblo, si quiere despertar, es salirse de ella.
Nada es fácil.
Pero lo demás es engañarse.
Hay que conocer bien a los intrusos.
No es tan difícil.
No dejan de ser humanos que se han podrido, pervertido, perdido.
Su corazón alberga y alienta ambiciones de lo más evidentes.
Sus trampas, bulos y falacias se ven a la legua.
Solo el dormido cae y se enreda con algo así.
Solo un tonto comulga con otro tonto.
La bazofia solo se la traga la escoria.
No hay salida a la moneda, dicen.
Ese es su gran miedo.
Su gran punto débil.
Porque sí que hay salida.
Y muchos ya están dando los pasos.
Los intrusos se van a quedar solos.
Peor que solos.
Con su propia compañía.
Por más que aprieten, la máquina ya no exprime más.
Se van aprisionando en su propio nudo.
Incluso, sin quererlo, ayudan a que despierten más y más dormidos.
Hasta que ya no les salga a cuenta nada y sucumban a la realidad.
Chupad vacío, cabrones, chupad.
Tan cansado y tan aburrido que solo quería dormir.
Y para eso necesitaba la ayuda de otros.
Pero no había otros a los que pedir ayuda.
Por eso el pueblo tuvo que negociar consigo mismo.
Se dividió en dos, los durmientes y los vigilantes.
Los vigilantes tenían el cometido de velar por los durmientes.
Cuidar y mantener todo en orden para cubrir todas las necesidades.
Para que nada moleste ni incomode a los que descansan.
Con el tiempo, cada uno se fue metiendo más y más en su papel.
Y los que reposaban se dejaban llevar por los encargados.
Y los que mandaban disfrutaban ocupándose de los otros.
Paso más tiempo y surgieron los problemas.
El pueblo ya había descansado bastante y se quería despertar.
Pero los mandamases ya no querían perder su puesto.
Porque el poder les daba grandes ventajas y privilegios.
Era un invento demasiado bueno como para compartirlo.
Demasiado jugoso como para desperdiciarlo o regalarlo así como así.
Demasiado delicioso como para echarlo a perder tontamente.
Nada une más que la codicia, la sed de poder.
Aunque parezcan competir entre sí.
Ten cerca a tu amigo pero más cerca a tu enemigo.
Por eso son un club tan selecto, un clan sin rival, una piña sin igual.
El pueblo se siente sucio y usado en manos así.
Y con razón, pues su ejemplo mancha y degrada.
Contagia y contamina.
Los dormidos imitan a los intrusos y el resultado es atroz.
Para todos.
Aunque muchos no quieran ni pensarlo ni reconocerlo.
Pero, al final, se impone el descontento.
Así, recién que empieza y asoma la lucha, el conflicto.
Al principio es una cuestión dialéctica.
El pueblo reclama su poder.
Los intrusos se escudan en sus mentiras, excusas y pretextos.
Poco a poco la cosa se va recrudeciendo.
Hasta llegar a un punto crítico.
Ni unos ni otros se reconocen ni respetan entre sí.
Todos esperan un cambio total, mágico, espontáneo y decisivo.
La completa rendición o victoria.
Una solución salida de la nada, aparecida, caída del cielo.
Todos esperan un milagro.
Un jodido milagro que acabe con la pesadilla.
Pero no es tan sencillo, claro.
Porque lo han de resolver ellos todos.
Siempre hay distintas posibilidades que se pueden dar.
El pueblo extermina a los intrusos.
Los intrusos someten completa y definitivamente al pueblo.
El pueblo y los intrusos llegan a algún acuerdo y se divorcian.
Todo sigue más o menos como de costumbre.
Todo se finiquita y desmorona sin remedio ni solución.
La gracia está en que la vida no se conforma con una sola cosa.
La vida gusta de probar y experimentar todo lo que puede y más.
Así lo más probable es que suceda todo a la vez y mezclado.
Conviene que cada cual elija bien su camino.
Pues la unívoca uniformidad es un espejismo cutre que no veas.
Una burda simplificación propia de seres pobres y escasos de luces.
Un inmaduro cuento para delegar y eludir su propio tino y destino.
Conviene saber bien lo que se quiere.
Conocer los cambios, los pasos, los esfuerzos a realizar.
Los intrusos, en su pérfido retorcimiento, tienen alguna ventaja.
Llevan años diseñando y montando su tiránico y titánico invento.
Su gran proyecto.
Si te pones en su lugar se comprende.
No quieren que se les acabe el chollo, su negocio, su sustento.
Viven del pueblo.
Y para ello se sirven de las divisas, finanzas y lo que haga falta.
Así te chupan la sangre, tu tiempo, tu energía, tu vida.
Pero en más pulcro y sofisticado.
Todo su empeño es mantener y reforzar su imperio y reino.
Su control, sometimiento y dominio sobre el pueblo.
Que nada ponga freno ni límite a su deseo.
Y lo están haciendo casi que demasiado bien, en general.
Gesto que haces, gesto que te clavan o te cascan.
Ante esto el pueblo trata de reaccionar de diferentes maneras.
Muchos se hacen, o lo son, los tontos y tragan con todo.
Algunos se rebelan y enfadan.
Muy pocos rompen y se separan.
Los que luchan y protestan son como el estropajo.
Quieren quitar la mierda que les oprime y estorba.
Pero la mierda está pegada pero pegada.
Incrustada a base de bien.
Hasta las mismísimas entrañas del mismísimo infierno.
Los intrusos se han instalado y atrincherado a tope que no veas.
Claro, nadie se tira al precipicio por gusto.
No si pueden evitarlo.
Y apegarse al poder y al lujo era demasiada tentación.
Pobres, errar es humano, la carne es débil y esas cosas.
Pero aprender también es humano.
No valen distingos ni escaqueos.
Ni cargarle el muerto al otro.
Si queremos tener algún futuro habrá que hacer algo con esto.
Por sí solo no se va a arreglar.
Si lo dejamos estar irá a peor cada vez más y más.
Ya lo estás viendo.
Habrá que cortar o quitarse la soga que nos aprisiona y oprime.
Habrá que elegir, yugo o libertad.
Nadie lo hará si no.
Los malos no dejarán de serlo así porque sí, de buenas a primeras.
Algunos ni aunque los mates, ni aunque los despellejen vivos.
Así está el temita.
Así que toca aprender a ser los buenos.
Buenos buenos de verdad, con todo lo que eso implica.
Con toda la responsabilidad, la incomodidad y el riesgo que supone.
No para luchar contra o frente a, sino para abrir caminos.
Porque lo que faltan son vías, sendas, pasarelas.
Piénsalo.
El surco perverso está ya más que trillado, superhondo y calado.
Todos los borregos caen por el mismo lado.
Y no hacen sino acrecientar, como dicen los de allende, el problema.
De ahí la conveniencia de alternativas.
Recursos o estructuras que propicien o faciliten otras transiciones.
Nuevas soluciones, maduras, edificantes, más acordes.
Ya que, pasar de dormido a despierto puede ser muy cuesta arriba.
Por eso muchos se rinden sin siquiera intentarlo.
Pasar de corrupto a digno también puede ser algo desmotivante.
Sobre todo si no se procura una auténtica y verdadera rehabilitación.
Nadie se siente invitado a cambiar a mejor.
Todo es bruto, cuadriculado, granítico, monolítico, fosilizado.
Como la mente que lo ha alumbrado.
El miedo frena y oculta la ganancia y beneficio del crecer y madurar.
Los intrusos mantienen así a sus siervos bien esclavos y sumisos.
Formados y educados para la psicosis invalidante y paralizante.
Idiotizados, fluorizados, formolizados, cloroformizados.
Capados, castrados, esterilizados, anulados, alienados, inutilizados.
Tontitos becerrillos obedientes y bienmandados.
Bee-e, bee-e.
Aunque, en verdad, los cambios tampoco dependen de esto.
No es el prójimo quien debe trabajar para que uno dé el paso.
Cada uno es responsable de sí mismo.
Cada uno elije.
El mal y el bien son voluntarios.
Nosotros veremos.
La telaraña de los intrusos es infinita.
El deber del pueblo, si quiere despertar, es salirse de ella.
Nada es fácil.
Pero lo demás es engañarse.
Hay que conocer bien a los intrusos.
No es tan difícil.
No dejan de ser humanos que se han podrido, pervertido, perdido.
Su corazón alberga y alienta ambiciones de lo más evidentes.
Sus trampas, bulos y falacias se ven a la legua.
Solo el dormido cae y se enreda con algo así.
Solo un tonto comulga con otro tonto.
La bazofia solo se la traga la escoria.
No hay salida a la moneda, dicen.
Ese es su gran miedo.
Su gran punto débil.
Porque sí que hay salida.
Y muchos ya están dando los pasos.
Los intrusos se van a quedar solos.
Peor que solos.
Con su propia compañía.
Por más que aprieten, la máquina ya no exprime más.
Se van aprisionando en su propio nudo.
Incluso, sin quererlo, ayudan a que despierten más y más dormidos.
Hasta que ya no les salga a cuenta nada y sucumban a la realidad.
Chupad vacío, cabrones, chupad.
la certeza de la incertidumbre
Se puede ser sabio sin saber nada, de hecho es la única manera.
El ser es. Cuando el ser es plenamente decimos que es consciente, está presente.
Dónde está el ser cuando piensa? En el pensamiento.
Dónde está la atención de quien pronuncia un discurso? En el discurso. En su pronunciamiento. O vete a saber.
Se ha de cuidar un equilibrio, para no caer en una desconexión parcial, o para retornar lo antes posible a la lucidez.
La idea de la re-ligio es esta: ser en el ser, estar en el estar.
El problema viene cuando la atención recala o se aposenta en algún rincón o extremo. El ser pensante vive en la mente. Esto le distrae y le impide ser plenamente.
La consecuencia de ser parcialmente es el equívoco, la ausencia de sabiduría.
El ruido es inversamente proporcional al silencio.
El caos es síntoma de desconexión. La belleza se encuentra en la unión. El orden se aprecia cuando se forma parte.
A más palabras, menos ser. Generalmente.
El ser es, y siendo observa, y observando piensa, y pensando reflexiona sobre lo que piensa.
Si la atención se concentra, puede dejar de fluir, atascarse, apegarse, atraparse, distraerse, olvidarse del conjunto. La parte se aliena de la totalidad cuando se maneja de manera torpe o incorrecta.
La libertad es ilimitada, permite al ser recorrer la cadena y recrearse en las partes. Si está presente, es lúcido y consciente. Sabrá encontrar el camino de vuelta, por mucho que explore y se enrede.
El exceso lleva al defecto. El camino se crea al caminar. Vicio y pecado es cuando el ser cae de lleno por su propio desatino.
Todo está en el rumbo y la dirección que uno toma. La voluntad constante y aplicada da su resultado. La evasión y el olvido también.
De la práctica continuada nace la lucidez o el extravío.
El discurso del error es infinito, su propia esencia es ser discursivo. Quien abraza el silencio termina con el parloteo y retorna al ser.
Sin palabras no hay credo falaz.
Todo lo que llamamos conocimiento no es sino una elaboración de la mente, un cuento, relato, historia, narración de lo que vemos y nos rodea y lo que pensamos sobre ello.
Esto nos sirve para asimilar, aprender y adaptarnos, pero con cuidado de no identificarnos o equivocarnos.
Observación y pensamiento. De toda percepción podemos extraer, construir, un argumento, expresión, sentencia o fórmula que traduce en palabras lo contemplado o algo al respecto.
Toda idea es un esquema, una pantalla, un esqueleto de palabras nacido de una vivencia, general o particular, colectiva o individual.
La cultura es el intercambio y la adecuación de las ideas, para compartir un núcleo común.
Cada tribu tiene sus mitos, cada mito tiene su culto y sus ritos.
Según sus apegos, cada sociedad se organiza de manera más o menos equilibrada y armónica o dañina y destructiva.
Todo está en el ser, en el grado de lucidez y conciencia.
La atención da su fruto, y mal empleada da resultados y conductas deficientes y deplorables, como bien se ve con solo mirar.
Las malas soluciones traen mayores problemas. La alienación, los apegos, la desmedida, llaman llevan desencadenan la ruina, el desastre, la pesadilla. El desorden, el horror, la oscuridad. Salvajismo, brutalidad, amoralidad, monstruosidad.
El mal es el ser jugando al caos. Perdido en su ofuscación.
Bueno, bueno, pero qué es la vida?
Esto.
Y qué es esto?
Esto es esto.
Y ya está?
Ya está.
El ser pensante no encuentra contento en nada ni en sí mismo, a causa de su descentramiento. Su auto-condena es la continua indagación sin sentido ni provecho, pues sin equilibrio el pensamiento no alumbra sino yerro y despropósito sin fin.
Su apego le impide percatarse de su propia limitación asumida y adoptada. El sabio se libera cuando comprende y considera su propia esencia y naturaleza, lo que apresa y retiene a su ser.
El sabio conoce y distingue que lo que la mente llama saber y conocer no es en verdad sabiduría ni conocimiento, sino un sucedáneo inmediato, una concreción deficiente cuanto más solidificada, pues la vida, la realidad, el ser, no son aprensibles por la mente. No al menos como ella cree o pretende, por sí sola, desde la alienación y el desequilibrio.
La mente se esfuerza y aproxima todo lo que puede y más, pero lo que logra son solo esquemas, esbozos, barruntos, impresiones.
Divertimento, entretenimiento, distracción, entrenamiento perfectamente comprensibles y respetables.
Lo malo es cuando el ser pensante confunde lo que piensa con lo que es.
El error tiene algún valor o utilidad cuando uno presta atención y está dispuesto a aprovecharlo para aprender buenamente. Si el ser se sirve de la oportunidad para recobrar su plena consciencia.
Basta mirar limpia y abiertamente, con ojos inocentes y nuevos, para desnudar nuestras creencias y ver la endeble armazón que las conforma y sustenta. El falso contento, el triste cobijo donde nos guarecemos, fatídicamente, pues de tal error nace todo nuestro pavor y tormento, nuestro padecimiento. El propio inmaduro se castiga por serlo. Amargo camino de incierto destino.
Pero, a lo que iba, que todas nuestras certezas son puro humo.
Todo son teorías, hipótesis, argumentos, suposiciones, historias, leyendas. Mitologías modernas, más o menos prácticas o convenientes.
Tiene gracia la pasión e intensidad con que se abrazan y se aferran a sus creencias los extraviados. El miedo y la debilidad que experimentan. Y no es para menos, claro. Al fin y al cabo buscan soporte en el vacío. Simpática vana pretensión.
Y mira que el ser conoce y reconoce esa nada, ese vacío, pero no pretende apresarlo, sino que lo vive en sí, desde sí, tal cual.
La paradoja es que el equilibrio del ser en y con la nada o el todo, aporta y reporta un cierto sustento, del que habría mucho que hablar y tal, pero no ahora.
Como decía, a los perdidos la vida tarde o temprano les trae abundantes percances y problemas, para que caigan, choquen y se despierten, pero ni aun así, muchos. Y no es que la vida conspire ni sea malvada, es el ciego el que genera y ocasiona sus accidentes.
Por eso se da tan amplia variedad y diversidad. Por eso un vecino vive en el cielo y el de al lado está en el infierno. Cada uno responsable de lo suyo.
Sumidos en el terror no ven su error. No ven el juego que se les plantea, el maravilloso potencial y capacidad de la vida, el reto de hallar de nuevo el equilibrio. Volver a ser y eso.
En fin, no nos repitamos.
Veamos, cuál es el origen de la vida?
No lo sabemos.
Cuál es el origen del universo?
No lo sabemos.
Vemos lo que hay y cada uno se monta su película. Unos dicen que el universo salió de la nada. Otros que lo hizo un fulano. Para el caso viene a ser lo mismo.
En realidad, tampoco es preciso saberlo, o igual ni podemos. Incluso, habría que tener en cuenta otras posibilidades diferentes. De momento, basta con percatarnos de que nuestras teorías reflejan nuestra naturaleza. Tal como eres, así vives, ves y entiendes lo que te rodea. Como en todo, podemos decir que hay dos tendencias, más o menos contrapuestas y más que sabidas y conocidas, la racional y la espiritual. La mente y el ser. El ego y el alma. Pero, el buen crecimiento nos permite asimilar y englobar ambas cualidades en equilibrio.
Lo importante es que no sabemos nada sobre nuestro origen. Solo cuenta lo que hay, y lo que hay es esto. Un segundo antes ya no es esto y un segundo después, tampoco.
Por eso no se trata de buscar en el pasado, ni de tratar de adivinar el futuro. Es aquí y ahora donde se encuentra el sentido. Es aquí y ahora donde nacen las preguntas. Es aquí y ahora donde, desde el silencio, elaboramos nuestras posibles respuestas o suposiciones, siempre sin perder de vista su contingencia y provisionalidad.
Qué puedo decir del pasado? Que ya ha pasado.
Qué puedo decir del mañana? Que aún no ha llegado.
Qué puedo decir de mi mente? De mi memoria? De lo que creo que sé? De dónde y cómo sale y se forma eso, todo, cualquier cosa?
Es interesante darse cuenta de los cuentos que nos contamos.
La geología puede ser un buen campo para analizar esto.
Cómo se formó el mundo? Cómo es el mundo?
Los hay que dicen que el núcleo es de hierro sólido. Es una idea curiosamente extraña. Cuanto más lo piensas, menos sentido tiene. De hecho, todo el esquema interno de la tierra precisa profunda revisión.
Y hay teorías que apuntan hacia ideas mucho más interesantes y considerables. Como la de la tierra en expansión y la de la tierra hueca. Que ya otro día trataremos si eso.
De momento, nos quedamos con que no sabemos nada. Nada de nada en absoluto. Pero a la vez podemos alcanzar y encontrar mucho, todo está en buscar desde, donde y como se halla.
Ahora en serio, la vida cómo es?
Así.
Así cómo?
Pues así.
Así y ya?
Y ya.
El ser es. Cuando el ser es plenamente decimos que es consciente, está presente.
Dónde está el ser cuando piensa? En el pensamiento.
Dónde está la atención de quien pronuncia un discurso? En el discurso. En su pronunciamiento. O vete a saber.
Se ha de cuidar un equilibrio, para no caer en una desconexión parcial, o para retornar lo antes posible a la lucidez.
La idea de la re-ligio es esta: ser en el ser, estar en el estar.
El problema viene cuando la atención recala o se aposenta en algún rincón o extremo. El ser pensante vive en la mente. Esto le distrae y le impide ser plenamente.
La consecuencia de ser parcialmente es el equívoco, la ausencia de sabiduría.
El ruido es inversamente proporcional al silencio.
El caos es síntoma de desconexión. La belleza se encuentra en la unión. El orden se aprecia cuando se forma parte.
A más palabras, menos ser. Generalmente.
El ser es, y siendo observa, y observando piensa, y pensando reflexiona sobre lo que piensa.
Si la atención se concentra, puede dejar de fluir, atascarse, apegarse, atraparse, distraerse, olvidarse del conjunto. La parte se aliena de la totalidad cuando se maneja de manera torpe o incorrecta.
La libertad es ilimitada, permite al ser recorrer la cadena y recrearse en las partes. Si está presente, es lúcido y consciente. Sabrá encontrar el camino de vuelta, por mucho que explore y se enrede.
El exceso lleva al defecto. El camino se crea al caminar. Vicio y pecado es cuando el ser cae de lleno por su propio desatino.
Todo está en el rumbo y la dirección que uno toma. La voluntad constante y aplicada da su resultado. La evasión y el olvido también.
De la práctica continuada nace la lucidez o el extravío.
El discurso del error es infinito, su propia esencia es ser discursivo. Quien abraza el silencio termina con el parloteo y retorna al ser.
Sin palabras no hay credo falaz.
Todo lo que llamamos conocimiento no es sino una elaboración de la mente, un cuento, relato, historia, narración de lo que vemos y nos rodea y lo que pensamos sobre ello.
Esto nos sirve para asimilar, aprender y adaptarnos, pero con cuidado de no identificarnos o equivocarnos.
Observación y pensamiento. De toda percepción podemos extraer, construir, un argumento, expresión, sentencia o fórmula que traduce en palabras lo contemplado o algo al respecto.
Toda idea es un esquema, una pantalla, un esqueleto de palabras nacido de una vivencia, general o particular, colectiva o individual.
La cultura es el intercambio y la adecuación de las ideas, para compartir un núcleo común.
Cada tribu tiene sus mitos, cada mito tiene su culto y sus ritos.
Según sus apegos, cada sociedad se organiza de manera más o menos equilibrada y armónica o dañina y destructiva.
Todo está en el ser, en el grado de lucidez y conciencia.
La atención da su fruto, y mal empleada da resultados y conductas deficientes y deplorables, como bien se ve con solo mirar.
Las malas soluciones traen mayores problemas. La alienación, los apegos, la desmedida, llaman llevan desencadenan la ruina, el desastre, la pesadilla. El desorden, el horror, la oscuridad. Salvajismo, brutalidad, amoralidad, monstruosidad.
El mal es el ser jugando al caos. Perdido en su ofuscación.
Bueno, bueno, pero qué es la vida?
Esto.
Y qué es esto?
Esto es esto.
Y ya está?
Ya está.
El ser pensante no encuentra contento en nada ni en sí mismo, a causa de su descentramiento. Su auto-condena es la continua indagación sin sentido ni provecho, pues sin equilibrio el pensamiento no alumbra sino yerro y despropósito sin fin.
Su apego le impide percatarse de su propia limitación asumida y adoptada. El sabio se libera cuando comprende y considera su propia esencia y naturaleza, lo que apresa y retiene a su ser.
El sabio conoce y distingue que lo que la mente llama saber y conocer no es en verdad sabiduría ni conocimiento, sino un sucedáneo inmediato, una concreción deficiente cuanto más solidificada, pues la vida, la realidad, el ser, no son aprensibles por la mente. No al menos como ella cree o pretende, por sí sola, desde la alienación y el desequilibrio.
La mente se esfuerza y aproxima todo lo que puede y más, pero lo que logra son solo esquemas, esbozos, barruntos, impresiones.
Divertimento, entretenimiento, distracción, entrenamiento perfectamente comprensibles y respetables.
Lo malo es cuando el ser pensante confunde lo que piensa con lo que es.
El error tiene algún valor o utilidad cuando uno presta atención y está dispuesto a aprovecharlo para aprender buenamente. Si el ser se sirve de la oportunidad para recobrar su plena consciencia.
Basta mirar limpia y abiertamente, con ojos inocentes y nuevos, para desnudar nuestras creencias y ver la endeble armazón que las conforma y sustenta. El falso contento, el triste cobijo donde nos guarecemos, fatídicamente, pues de tal error nace todo nuestro pavor y tormento, nuestro padecimiento. El propio inmaduro se castiga por serlo. Amargo camino de incierto destino.
Pero, a lo que iba, que todas nuestras certezas son puro humo.
Todo son teorías, hipótesis, argumentos, suposiciones, historias, leyendas. Mitologías modernas, más o menos prácticas o convenientes.
Tiene gracia la pasión e intensidad con que se abrazan y se aferran a sus creencias los extraviados. El miedo y la debilidad que experimentan. Y no es para menos, claro. Al fin y al cabo buscan soporte en el vacío. Simpática vana pretensión.
Y mira que el ser conoce y reconoce esa nada, ese vacío, pero no pretende apresarlo, sino que lo vive en sí, desde sí, tal cual.
La paradoja es que el equilibrio del ser en y con la nada o el todo, aporta y reporta un cierto sustento, del que habría mucho que hablar y tal, pero no ahora.
Como decía, a los perdidos la vida tarde o temprano les trae abundantes percances y problemas, para que caigan, choquen y se despierten, pero ni aun así, muchos. Y no es que la vida conspire ni sea malvada, es el ciego el que genera y ocasiona sus accidentes.
Por eso se da tan amplia variedad y diversidad. Por eso un vecino vive en el cielo y el de al lado está en el infierno. Cada uno responsable de lo suyo.
Sumidos en el terror no ven su error. No ven el juego que se les plantea, el maravilloso potencial y capacidad de la vida, el reto de hallar de nuevo el equilibrio. Volver a ser y eso.
En fin, no nos repitamos.
Veamos, cuál es el origen de la vida?
No lo sabemos.
Cuál es el origen del universo?
No lo sabemos.
Vemos lo que hay y cada uno se monta su película. Unos dicen que el universo salió de la nada. Otros que lo hizo un fulano. Para el caso viene a ser lo mismo.
En realidad, tampoco es preciso saberlo, o igual ni podemos. Incluso, habría que tener en cuenta otras posibilidades diferentes. De momento, basta con percatarnos de que nuestras teorías reflejan nuestra naturaleza. Tal como eres, así vives, ves y entiendes lo que te rodea. Como en todo, podemos decir que hay dos tendencias, más o menos contrapuestas y más que sabidas y conocidas, la racional y la espiritual. La mente y el ser. El ego y el alma. Pero, el buen crecimiento nos permite asimilar y englobar ambas cualidades en equilibrio.
Lo importante es que no sabemos nada sobre nuestro origen. Solo cuenta lo que hay, y lo que hay es esto. Un segundo antes ya no es esto y un segundo después, tampoco.
Por eso no se trata de buscar en el pasado, ni de tratar de adivinar el futuro. Es aquí y ahora donde se encuentra el sentido. Es aquí y ahora donde nacen las preguntas. Es aquí y ahora donde, desde el silencio, elaboramos nuestras posibles respuestas o suposiciones, siempre sin perder de vista su contingencia y provisionalidad.
Qué puedo decir del pasado? Que ya ha pasado.
Qué puedo decir del mañana? Que aún no ha llegado.
Qué puedo decir de mi mente? De mi memoria? De lo que creo que sé? De dónde y cómo sale y se forma eso, todo, cualquier cosa?
Es interesante darse cuenta de los cuentos que nos contamos.
La geología puede ser un buen campo para analizar esto.
Cómo se formó el mundo? Cómo es el mundo?
Los hay que dicen que el núcleo es de hierro sólido. Es una idea curiosamente extraña. Cuanto más lo piensas, menos sentido tiene. De hecho, todo el esquema interno de la tierra precisa profunda revisión.
Y hay teorías que apuntan hacia ideas mucho más interesantes y considerables. Como la de la tierra en expansión y la de la tierra hueca. Que ya otro día trataremos si eso.
De momento, nos quedamos con que no sabemos nada. Nada de nada en absoluto. Pero a la vez podemos alcanzar y encontrar mucho, todo está en buscar desde, donde y como se halla.
Ahora en serio, la vida cómo es?
Así.
Así cómo?
Pues así.
Así y ya?
Y ya.
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