El futuro llegó poco a poco, casi sin darnos cuenta.
Al principio llamaba mucho la atención ver algún robot por la calle, pero luego ya te acostumbras.
Los primeros modelos eran más bien pequeñitos y simpáticos; Extraños, muy curiosos de ver. Como la bola loca que limpiaba los suelos, o esos otros que trepaban por las paredes, o el burro mecánico que andaba de una forma rarísima, que parecía que se iba a caer todo el rato, pero no, todo lo contrario...
Bueno, pues eso, que resulta que, a lo tonto a lo tonto, había cambiado todo y ahora los robots se ocupan de hacer todo el trabajo sucio. Y la gente se dedica a trabajar tranquilamente en sus casas, a sus anchas.
Pero claro, esto tenía una consecuencia importante que a nadie se le había ocurrido. Y es que los pobres (los que piden una ayudita por la calle) se habían quedado sin limosna, porque los robots no dan propina, nunca además.
Por eso a muchos pobres no les quedó más remedio que morirse, pero otros se espabilaron y se buscaron la vida como sea, que el hambre agudiza el ingenio que no veas.
Total que, a algún pobre miserable de esos, se le ocurrió la idea de pedir limosna por internet y la verdad es que le fue bastante bien; Porque es mucho más cómodo (y higiénico) así a distancia, que además no tienes que estar siempre ahí dando el callo; Tú pones la foto y hala, a verlas venir (y si eres avispado hasta puedes poner dos o tres fotos con nombres diferentes y así ganas más, pero esto no lo digas por ahí). Y encima puede ayudarte cualquier persona de todo el mundo, conque fíjate que negocio hizo el tío.
Luego ya más gente se apuntó a la moda de pedir y muchos dejaron de trabajar y todo. Y, como siempre pasa con las modas, hizo famosa a una de esas desdichadas personas, así sin más, sin comerlo ni beberlo.
De la noche a la mañana pasó de ser un pobre desgraciado a ser el ídolo admirado, adorado y venerado de las masas, que lo sumergieron en una orgía de lujo y desenfreno sin igual; Porque sí, por puro capricho simplemente. La gente es así, imprevisible, incomprensible, cambiante, incapaz de mantener la atención mucho tiempo en nada.
Pero, a lo que estaba. Ese pobre infeliz (esa patética criatura) no era otro que Pedro Pómez (de los 'Pedro-Pómez' de toda la vida).
Así que vamos a contar un poco su historia, si eso.
Pedro Pómez nació tullido, con las piernas hiperatrofiadas y el cráneo deformado (ah, y las manos palmeadas, como las ranas). Todo esto no habría tenido la menor importancia de haber nacido en una familia 'bien', pero le tocó nacer en una 'mal'.
Por eso, desde su más tierna (y repugnante) infancia, tuvo que depender de la piedad de los demás y padecer desesperadamente para llevar, cada día, algo de vida a sus maltrechos huesos, sin sucumbir a la indigencia.
Luego, cuando llegó el futuro, la cosa se puso chunga porque la gente ya no salía por la calle y los robots eran unos malnacidos (qué ironía viniendo de él, no?) sin sentimientos.
Menos mal que pudo colarse, de estrangis, en una casa espaciosa, lujosa (llena de pantallas de plasma, lámparas de lava y sillones con forma de huevo).
Allí se las apañó un tiempo, robando comida por las noches y escondiéndose en la buhardilla, como un fantasma.
Después, tras una buena temporada malviviendo en ese plan, hizo un gran descubrimiento: halló que había unas pasarelas flotantes (hechas con grandes tubos de plástico trasparente) que comunicaban las casas por arriba, por las alturas; Por eso las gentes ya no pisaban las calles.
Lo que pasa es que desde fuera esos tubos no se veían, les habían puesto algo para hacerlos invisibles (no me preguntes por qué, creo que tanto avance moderno nos había vuelto un poco paranoicos y aprensivos para según qué cosas).
Bueno, a lo que iba, Pedro Pómez había descubierto el cielo con ese hallazgo, ahora podía volver a mendigar (y en buenas condiciones además, protegido del frío y las inclemencias).
La faena es que la gente ya no acostumbraba a llevar dinero suelto, todo lo pagaban con tarjeta electrónica, así que, ya me dirás tú!
El pobre tullido las pasó canutas hasta que, no sé cómo, se las ingenió para conseguir ('birlar' habría sonado más adecuado) un lector de tarjetas con el que poder recibir alguna propinilla de la gente; Y así sí, ves?
Así pudo hacerse el rey del cotarro enseguida (más que nada porque no tenía competencia) y luego ya dio el salto a la red y vino la fama y se hizo muchimillonario (como el 'vil gais' que dicen los de allende).
Y luego, de golpe, se le acabó la alegría, se pasó la moda (mejor dicho, él fue el que quedó pasado, desfasado, olvidado) y su inmensa fortuna, increíblemente, se le esfumó en un periquete.
Así fue que murió, miserablemente infeliz, igual que había vivido durante toda su vida, el pobre.
Moraleja:
Deja que lo adivine... la moraleja es... hum... eh...
Pues no sé, oye, vaya chorrada.
Qué final más birrioso. Yo es que flipo, parece que está contando algo y luego, nada... Bah, qué timo.