Qué es el amor?
El amor es atención.
Y la atención es reconocimiento, entrega, aceptación, participación, empatía, simpatía (es comunicación, es contacto, visual, verbal, físico).
Cuando tú miras algo lo haces real, le das 'protagonismo' (presencia).
Cobra forma, adquiere solidez, queda centrado, fijado, o sea: Existe, vive, es.
Cuando algo no es observado desaparece, se disuelve (se 'desordena'), se dispersa, pasa a 'existir' de un modo más indefinido, abstracto, inconcreto.
Así pues la atención define las cosas, establece, organiza, determina, renueva su actualidad, valida su entidad (o identidad).
La vida se vive en el presente. Aquí realiza su potencial, aquí despliega su belleza, aquí experimenta toda su intensidad, aquí alcanza el gozo y la dicha.
Pasado y futuro sólo son sueños y la mayor parte del tiempo andamos extraviados en ellos. No nosotros sino nuestra atención.
Por eso conviene aprender a enfocarla, dirigirla, mantenerla. En otras palabras: A gestionarla (además esta 'disciplina' resulta imprescindible para una buena administración de nuestro tiempo.
Más aún todavía: La atención es también el 'poder', el motor mediante el que se realizan los sueños, se cumplen los deseos, se alcanzan las metas, se completan los objetivos. No hay otro modo, con una atención bien centrada y una aplicación constante se logra todo, indefectiblemente).
Hay muchas maneras de entrenar y afinar esta habilidad-disposición, pero lo principal es encontrar el equilibrio interior, lo que te centra y serena.
Sólo alcanzando esa paz se abre el corazón y emana el amor en tu vida. Y es un paso importante, pues de otro modo la vida es un feo tormento, una pesada sucesión de problemas y percances.
Fíjate, de quien vive en paz se dice que camina en la belleza; Esto quiere decir que esa persona lo acepta todo (incluida sí misma, pues la verdadera felicidad sólo se da si se integra, reconcilia, lo externo y lo interno) tal y como es, por tanto ve y aprecia (participa de) la maravilla de la existencia.
Esto tiene una consecuencia notable, al amar (ofrecer tu atención, aceptación y reconocimiento) limpia, pura, ecuánimemente, todo lo habido y por haber, se entra en una dinámica positiva de 'complicidad' (sintonía).
Al no haber resistencia ni conflicto ni negatividad se fluye dulcemente, adaptándose con naturalidad al espíritu del momento y a los procesos de los ciclos. Con lo cual la experiencia se vuelve armónica, provechosa, agradable.
Tanto es así que parecería que la vida te sonríe y favorece, te echa una 'ayudita', te regala su protección, se muestra generosa y atenta (en realidad el atento siempre es uno, solo que el efecto de esa atención sorprende en su extraordinaria correspondencia 'exterior').
Por eso quien alcanza esa beatitud dichosa ya no sufre accidentes ni padece pesarosos contratiempos (esos son para los que andan perdidos 'contracorriente') pues su propio amor cuida de que así sea.
Porque la atención es una virtud preciosísima, de la más elevada calidad, que trae consigo magníficas cualidades, como la de anticiparse a lo imprevisible.
La cosa es así: Si mantengo mi atención centrada y despejada vivo plenamente en el presente; Todo mi ser está atento, conectado a (implicado, participando de) cuanto lo rodea, con lo cual capta la más mínima vibración, toda señal o estímulo que se produce.
Esto es: Estoy abierto por completo, receptivo a la intuición, pues ya no hay interferencias ni barreras que la tapen (de hecho ya no hay 'interior', ahora todo forma parte del todo). Así escucho su sutil y delicada 'voz' y le hago caso.
Ella me dice: Oye, párate un momento, aquí hay algo que no va bien, yo me paro y a dos pasos de donde estoy cae un piano (o una caja fuerte) desde el cielo.
Pero, de dónde saca la intuición esa información?
Aquí viene lo bueno: Es una cuestión de 'afinación' sensitivo-emocional (y esencial, recuerda: Todo es uno, el universo te 'chiva' las respuestas si sabes ser colega suyo (tuyo)).
Depende enteramente de la relación afectiva que uno tenga consigo mismo. O sea, de cuál sea su autoestima; O sea, de cuánto amor se inspira, se concede, se permite.
La simpatía auténtica, el aprecio sincero, es lo que habilita la activación de la intuición (que es una especie de prolongación de los sentidos; Al fundirse la barrera de la identidad, el ser se conecta con toda la existencia, se expande su autoconcepto, captando así información 'externa' directamente con ese sensor-metafísico).
Como se ve todo está profundamente relacionado. El cuerpo es una poderosa herramienta, pero si uno no le dedica su atención (amor) no aprende a utilizarla; Y a su vez el cuerpo tampoco se preocupa de velar por ti ni de avisarte, ya que no se ha establecido el vínculo (la amistad, el aprecio), el canal por el que estar en contacto.
Además, el mundo exterior precisa atención en igual medida.
Requiere ser asimilado, integrado, abarcado en toda su amplitud como parte legítima de tu ser.
Así el circuito será lo más equilibrado y eficaz posible.
Es una cuestión de crecimiento y maduración. Las primeras fases del proceso tienen una funcionalidad muy básica y limitada pero luego eso se va ampliando, enriqueciendo.
De ahí que la vida animal es puro impulso, puro instinto mecánico.
Apenas hay consciencia del yo ni de nada. Sólo se 've' lo que se siente. Todo se interpreta únicamente en función de la reacción que ocasiona.
El fuego es 'aquello-que-produce-calor (y dolor-si-se-toca)'. Todo es magia, misterio, enigma puro pues no se comprende el origen de nada, ni su naturaleza, ni su relación con lo demás, etc.
Luego la cosa va progresando un poco, como por capas.
Entonces aparece el ego, cuya atención es un circuito cerrado.
Demasiado estrecho, agobiante, obsesivo, enfermizo: Yo, yo, yo, así todo el rato.
Este sufre continuos accidentes pues no ve (no mira hacia fuera, no atiende a lo que le rodea) ni escucha su intuición pues está lleno de ruido por dentro.
Después se pasa al plano relacional íntimo: Yo-tú, tú-yo. Un poco más entretenido (aquí ya se puede jugar al tenis).
Luego ya van el resto de combinaciones sociales y tal:
Yo-tú-él-nosotros-vosotros-etc.
Y finalmente se encuentra la dimensión universal, que lo engloba todo y es el no va más.
Ahora que más o menos queda esbozado cómo funciona esto de la atención, vamos con el amor de la pareja, que me apetece.
A pesar de ser un plano limitado, con tendencia a la exclusividad y el distanciamiento de la realidad, en su intimidad nos da una gran oportunidad de integrar muchos opuestos mediante el trato con la otra persona.
Una relación afectiva consta básicamente de dos fases:
1, La atracción física, el enamoramiento. Esta es fácil pues se da todo prácticamente por sí solo, con suma naturalidad. El cuerpo se hincha a drogas gracias al contacto con el otro, pero luego se adapta, se acostumbra y deja de sentir con esa intensidad, desaparece la magia y empiezan los problemas (tachaann).
2, La rutina y el acomodamiento. Suelen generar frustración. El afecto parece desvanecido, aparece un cierto vacío, una ausencia, una carencia molesta que debe (reclama, exige) ser subsanada.
Y ante esa dificultad la persona proyecta en su pareja la 'culpa':
Ya no me quieres (o ya no se lo que quiero).
Ya no me sirve lo que me ofreces,
ya no me llena tu amor, tu presencia, tu compañía,
ya no me es suficiente.
Necesito más atención,
necesito la atención de otras personas, de más gente,
necesito vivir 'nuevas emociones'.
Que traducido es:
No he aprendido a gestionar mi atención,
no sé amar,
no sé ser fiel (digno, atento) a mí mismo en cada momento.
O sea: Estoy condenado a vagar siempre mendigando la atención de los demás.
Entonces, dependiendo de la madurez de la pareja, la relación continuará o (lo más frecuente) simplemente se deshará (el amor se crea a cada momento, es la voluntad de cada uno la que origina el deseo. Así formar una pareja es realizar algo sublime, una obra de arte conjunta que pocos saben elaborar).
Hay que matizar en qué consiste lo de centrar la atención, pues hay dos extremos. El disperso y el obsesivo (demasiada concentración mal canalizada es igual de problemática que la que no sabe enfocarse). No se trata de generar un foco excesivo (la luz concentrada al máximo no ilumina: fulmina) sino de encontrar la justa medida que nos reconcilia con el todo y la nada.
Si a esto le añades el ritmo de vida moderno, frenético, cambiante, inquieto, incapaz de centrar su atención en nada más de cuatro segundos seguidos, lo que resulta es una sociedad tonta, superficial, frívola e inútil (qué futuro vamos a tener?!).
Hay tantos estímulos, tantas ocupaciones y distracciones; Tantos juguetes a los que dedicar el tiempo; Tanta tentación, tanto deseo incontrolado, alocado, tanta inconsistencia, que el amor ya no se produce
(No time, no love. Si no se comparte un mínimo espacio-tiempo es imposible que haya amor. El estrés nos vuelve estériles, a todos los niveles. Así la vida ya no es vida, es simulacro, vano, hueco, sin valor),
se sustituye, se camufla, se tapa, se disimula con todo tipo de cosas; Humo, ruido, drogas, falsas ilusiones, vanas alegrías; Efímeros parches para una sociedad muerta, acabada (que no se da cuenta de que su hora ya ha pasado).
El camino del ser humano nos está llevando hacia lo intangible, lo etéreo, lejos de la materia y de la realidad. Así la sociedad de la información vive en una burbuja que a la larga no puede resultar sino en extinción.
La mecánica es sencilla, si te distancias de la materia dejas de vivir en ella, o sea: desapareces (uno vive allí donde sitúa o coloca su atención). No sé si alcanzar ese plano inmaterial es un triunfo o una desgracia, ni si es factible o si hay elección. Pero mientras sigamos en este mundo la cosa está clara: Hay que cuidar de guardar el equilibrio, repartir nuestra atención entre el "cielo" y la "tierra" a partes iguales.
O si no descuida, tarde o temprano la burbuja estallará (como debe) y volveremos a donde nos corresponde (dándonos la gran hostia de paso, eso sí).
La vida es dura y no perdona pero es la que hay, así que habrá que aprender a amarla (o algo, jeje).
De propina os dejo algunos lemas típicos relativos a la atención-amor, para pensar un poco:
El mayordomo te sirve pero no te mira (por eso es el principal sospechoso siempre).
Yo miro pero a mí que no me vea nadie.
Te miro sólo para ver mi reflejo.
No te conozco, no puedo mirarte.
Si tú no me miras yo no te miro.
Mírame pero no te miro.
Se mira pero no se toca.
A mí no me mira cualquiera.
A esos hay que mirarlos por encima del hombro que si no...
Te miro con ojos de cordero degollado.
Doy pena para que me mires.
Te miro pero no te veo.
Mírame a los ojos.
Yo bebo de tus ojos, no me canso de que me mires.
Esa mirada blanda tuya me embelesa.
Sólo quiero que me mires tú y nadie más.
Mírame a mí y sólo a mí.
La gente te mira y cuchichea a tus espaldas.
Malditos, espera que los pille y verán...
Yo no miro, atravieso.
Deja de mirarme, hostia.
Yo no pongo mala cara, tú que me miras con malos ojos.
Parece que vas echando mal de ojo a todo el mundo.
Mira, mira lo que hago.
Miradme todos!
Hay que dejarse ver de vez en cuando.