"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

aviso

Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



29 de mayo de 2018

ascensor

Es de noche. Salgo de la celebración del cumpleaños de algún familiar. En realidad me he perdido casi todo el festejo, pues he estado afanado en la imposible tarea de escribir en un papel mis datos de contacto, para dárselos a una persona. La típica situación agónica de querer escribir bien y no lograrlo e intentarlo una y otra vez, siempre fallando.

Salgo pues, agotado y frustrado.
Me dirijo hacia mi casa, que resulta estar cerca.
Estoy en una ciudad genérica, que podría ser cualquiera.
Según parece, vivo en un alto edificio que desconozco, pero a la vez me resulta vagamente conocido.
Le sigo el juego al sueño, casi notando que estoy soñando. Aunque esta lucidez es muy tenue y va oscilando, desvaneciéndose predominantemente.
Me embarga una neblinosa sensación de precaria inercia, incómoda y confusa. Cual náufrago flotando a merced de una inescapable marea absurda.

Abro la puerta del rellano y entro en el ascensor, medio durmiéndome por momentos.
No recuerdo la planta en la que se encuentra mi piso. Vagamente intuyo que se encuentra hacia la mitad del edificio, o un poco más arriba.
Para colmo, los botones del ascensor tampoco son los habituales. Por alguna extraña razón, varias plantas están agrupadas de tres en tres, en varios botones.
Pulso con desgana el botón que me parece que más se aproxima a la supuesta localización de mi piso, con la creciente certeza de que no voy a hallarlo ni por equivocación. Más aún, dudo mucho que hacer esto me lleve a ninguna parte.

Se cierran las puertas y se pone en marcha el ascensor.
Noto que no se está desplazando ascendentemente sino lateralmente.
Con fastidio y medio dormido, miro mejor y veo con horror que no estoy en el ascensor sino en una especie de cestita pensada para el servicio técnico.
Me aferro a tan exiguo parapeto y soporto apurado el creciente vértigo.
Ahora percibo que nuestra trayectoria es descendente y deduzco que esta cestita se encuentra en el contrapeso del ascensor, asique adivino que el ascensor se está elevando y que el contrapeso va a cruzarse con él en algún punto.
Tengo la sospecha de que esta cestita no está pensada para ser ocupada cuando el ascensor está en funcionamiento, asique temo por mi integridad física.

Entonces, se produce la típica elipsis onírica imperceptible y ahora me descubro desplazándome lentamente por fuera del edificio, suspendido de la cestita, que se ha girado ciento ochenta grados y se ha vuelto totalmente invisible, al igual que el raíl por el que supuestamente avanza.

A través de pasillos, curvas y esquinas, voy topándome con personas medio indiferentes o sorprendidas por mi flotante desplazamiento.
Veo que me aproximo hacia la puerta de otro ascensor y supongo que este es el final de mi trayecto. Puesto que no me apetece aventurarme en otro incierto viaje ascensoril, me despierto.