El Sol es la realidad, y la descripción del Sol es el intento de acercarse a la realidad.
La existencia nos da la oportunidad y el reto de aprender a conocer, para saber vivir mejor integrados y apreciando mejor la vida.
Conciencia y ciencia, son nuestras principales herramientas, y de nuestra habilidad al conjugarlas, depende nuestro acierto y crecimiento.
El calificativo 'herramienta', no hace justicia a la importancia y el alcance de esas preciosas cualidades de las que disponemos.
Es como llamar 'utensilio' a la mano.
Nuestra cultura se ha volcado en la ciencia y ha desdeñado la conciencia. Mucho hemos ganado con esto, pero más aún es lo que hemos perdido.
Por eso, es hora de recapacitar y comprender que la conciencia es crucial y prioritaria. Pues solo mediante la conciencia, accedemos al bien y damos buen fruto.
Además, la conciencia trabaja también con la ciencia, de la mejor manera posible.
Cuando no hay conciencia, hay desbarre y problemas.
El infierno, consiste en vivir ciegos al orden superior.
La ciencia, tan solo alcanza lo concreto y se le escapa todo lo demás.
Por eso, cuando se pretende dueña y señora de la verdad, incurre en esquemas ficticios y falaces, traicionando su propia esencia.
Pues, nada hay más anticientífico que inventarse una explicación sin prueba ni sustento.
Ese despropósito, sucede por negar la conciencia y rechazar lo metafísico. Caer en ese desequilibrio, resulta en atroz pesadilla, como bien se ve en la actualidad.
El abuso de poder, viene de ese egoísmo inmaduro, de ese materialismo que da la espalda al espíritu, de esa rebeldía blasfema y obscena.
La conciencia, reconoce la realidad de una manera más directa y profunda.
Conecta sin palabras, en silencio accede, se hermana y asimila.
De ahí nace toda fraternidad, respeto y responsabilidad.
La vida, requiere que la conciencia rija sobre la ciencia.
La parábola del árbol del conocimiento, ejemplifica muy a las claras esto.
Por eso, los cultos religiosos y las iglesias han tenido siempre tal preponderancia. Pero, en muchos casos, la sociedad no ha sabido mantenerse verdaderamente en contacto con el espíritu, así que todo eso ha devenido en un teatro vano y en una plataforma propicia para la iniquidad y la corrupción.
La misma historia de siempre.
Cada vez que la atención desatiende las prioridades y altera la escala de valores, las consecuencias son lógica y exactamente las correspondientes.
Aún estamos aprendiendo a andar, y nos caemos con frecuencia.
Es importante que sepamos aprovechar nuestra experiencia, para no repetir los errores. Si no, los daños se van acumulando, e insistir en la calamidad, nos lleva peligrosamente a la ruina.
Cada error y cada equivocación, deben servirnos para ver cada vez mejor cómo y hacia dónde conducirnos.
Y esto es tarea de la conciencia.
La vida no es ninguna broma, y tomársela a la ligera, trae terribles tormentos y padecimientos.
Hoy, esto es lo que está pasando.
El sistema establecido es una catástrofe, fiel reflejo de la desconexión imperante. La cultura reduccionista predominante, es demoníaca y demencial, promueve actitudes totalmente insensatas y delirantes, que no soportan ni el más mínimo examen racional.
El sinsentido carece de cordura, así que su discurso es un desvarío alienado, sin pies ni cabeza. Una paranoia que se reviste de victimismo y manierismo, como único recurso y estrategia para intentar ganar una endeble apariencia de congruencia, legitimidad y viabilidad que no posee.
La realidad manda, y los absurdos no funcionan.
Evidentemente.
Por eso, el proyecto y futuro de la humanidad, depende de que recupere la conciencia y retorne a la comunión con la vida, de manera plena y decidida.
Todo antojo y capricho, que pretenda malear la realidad y adulterar la verdad, está llamado al fracaso.
El mal, es muy capaz de llevarlo todo al límite.
Los renegados se degradan y degeneran hasta convertirse en deformes espantos aberrantes grotescos. Como si eso pudiera resultar en otra cosa que no fuese la desintegración y extinción.
Ese extravío descabellado, sirve para constatar que la mentira, nada puede sobre la verdad. Por mucho que el inepto, merme y distorsione su conciencia, no altera las leyes de la vida.
La realidad manda.
El Sol gobierna.
Tanto si nuestra descripción del Sol es mucha o poca, ducha o bufa.
La descripción del Sol, no es el Sol.
Conviene tener presente esto, pues la vida es indescriptible en gran medida, al menos del modo convencional. Por eso, requiere reflexión y serio trabajo espiritual, para captar buena noción de esa porción, y lograr así una mayor y más completa conciencia de la realidad.
Equivoca el camino quien persigue adueñarse, sin reverencia ni mesura, de la vida. Soberbio disparate.
Los cálculos y diagramas, son útiles y pertinentes cuando nacen del sincero y honesto interés, benévolo y prudente.
La conciencia que más y mejor se fusiona con la realidad, más y mejor sabe conocerla y vivir en ella. Respetando los límites, conviviendo en equilibrio y cuidando el orden de la naturaleza.
La ética tiene entonces un papel ineludible y de la mayor trascendencia.
Por eso, la conciencia debe llevar el timón de nuestra existencia.
La conciencia está en, y participa de, la realidad, con respeto y fraternidad. Esto es la verdadera religión y espiritualidad.
Amor, gratitud, reconocimiento.
Pertenencia.
Así de importante es la conciencia, completa y despierta, pura y sincera.
Lo difícil de existir en esta dimensión tangible, es que supone una tentación tremenda, para nuestra inmadura inteligencia.
Es fácil olvidarse y descarriarse, abandonar la senda sensata y ahondar por la vía equivocada.
Las artes y las ciencias son muy relevantes aquí.
Tener un buen conocimiento de la realidad es imprescindible.
El peligro, está en buscarlo perdiendo la integridad.
Trabajar con la vida es fascinante.
Descubrir y crear, es un placer sin igual. Que nunca se acaba.
Pero, dónde está el corazón del partícipe mientras actúa?
Cuál es su intención y actitud?
Esto se ve muy claro en el resultado.
La belleza verdadera, es universal. La verdad universal, es bella.
La conciencia que está en comunión con la vida, sabe hacer el bien en todo instante y detalle. Hay rectitud y coherencia en su hacer, y el fruto es significativo y notable.
Es un regalo admirable y favorable, por y para la vida toda.
De eco vibrante y relevante. Vitalizante.
Responsable e impecable.
Oh, pero, bien distinto resulta todo cuando la conciencia se amengua y deja de ser sensible y receptible a ulterioridad alguna.
Entonces todo es corrupto y perverso, ya que las manos que hacen y deshacen, obedecen a corazones negros, vacíos de amor.
Porque, sin conciencia no hay amor.
Y sin amor, es el horror.
No es de extrañar el infecto lodazal en que ha devenido la civilización, que inoperante zozobra bajo su propia vileza y desidia.
El sistema actual, está en fase terminal.
Estamos ante las últimas consecuencias. Seguir explorando y explotando esta vía muerta, sería regodearse en la autoaniquilación.
El ser humano, quería probar a vivir priorizando la ciencia sobre la conciencia. Y eso ha traído algunos avances considerables.
Por eso, esta excursión abominable, merece también su reconocimiento.
La red de redes, es el logro más importante y de mayor potencial, si se aprovecha con buen propósito y criterio.
Cada día que pasa, muchas personas despiertan su conciencia un poco más, simplemente informándose y reflexionando acerca de cualquier cuestión.
Y esto es como una gran bola de nieve.
Una vez que empieza a rodar, va ganando impulso y velocidad.
Por otra parte, las fuerzas del mal vuelcan toneladas de desinformación tóxica y ponzoñosa, tratando de contaminar y contrarrestar el efecto y beneficio de saber la verdad.
Además, se sirven de las estructuras de poder, para propiciar y promover, con más o menos disimulo y tiento, su profana visión inhumana y deshumanizadora.
Lo interesante, es ver cómo van acortando los tiempos y van precipitando los acontecimientos. Da la impresión de que su arsenal se agota.
Ya lo han trastocado todo, y por más que insistan, improvisen y varíen, no tienen nada que hacer.
La realidad es la que es.
El depravado, es un gato caminando a contrapelo.
Su oposición y fricción, llena su pelaje de electricidad estática, que lo estremece desde las patas hasta la punta de las orejas.
Cada ámbito y estrato ha sido conmocionado, desde lo más fundamental hasta lo más fútil.
Quieren desdibujarlo todo.
Quieren desustanciarlo todo.
Quieren convertir la vida en una masa dócil y manipulable.
Pero la realidad es infalseable, la esencia es inanulable.
Así que, el mal se limita y reduce a lo que le es dado y factible, embaucar y desvirtuar a los ignorantes, que no es poco.
La ignorancia es la clave, y volvemos a lo de antes.
Qué es lo que da el conocimiento?
La conciencia.
Solo la conciencia lleva a la verdadera sabiduría y a la buena ciencia.
Ciencia y conciencia se podrían comparar con los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro.
Un estudio de las patologías relativas a los desequilibrios relacionados con esos hemisferios, tal vez nos revelaría que la mente solo-lógíca es la más psicopática y propensa al mal.
Pero esta comparación no es del todo exacta.
La conciencia, emana del ser y de la experiencia, cuando la inteligencia conecta y relaciona lo particular con lo global, de un modo místico-espiritual esencial.
La ciencia, examina la realidad para extraer fórmulas y descripciones que le permiten desarrollar nuevas habilidades, capacidades y poderes, para interactuar con la vida concreta, física y material.
Un paralelismo quizás más apropiado, sería decir que la conciencia es el tronco y la ciencia es los brazos.
Son totalmente interdependientes y forman un todo indivisible. Pero, está claro que jerárquicamente una parte es más nuclear que la otra.
Aquel que comprende la naturaleza en su conjunto, sabe desenvolverse eficazmente en armonía.
Como ha de ser.
La conciencia, por naturaleza, es integradora, abarcadora, inclusiva.
La ciencia es inquisitiva, disquisitiva, taxativa.
El problema está en lo espiritual y metafísico, que a la ciencia le resulta del todo intangible, inaprensible, inquietante.
La ciencia no puede pretender ni esperar que la conciencia traduzca a términos científicos una materia que de por sí es intraducible.
Pueden intentarse aproximaciones bastante racionales, pero la esencia siempre queda preservada, solo accesible mediante el trabajo propio de la conciencia de cada cual.
En el fondo, ciencia y conciencia se comprenden y complementan a la perfección, cuando el ser está centrado y conectado con la vida y la esencia. Con la realidad.
A la postre, el conocimiento es bueno cuando se llega a él de buen corazón, cuando se asimila con buen juicio y cuando se aplica con buen espíritu.
Solo así y entonces, se puede crecer y madurar fiel a los más altos y nobles ideales, para dicha y gloria de toda la existencia.
La finalidad supone la diferencia crucial.
La inteligencia sin conciencia, hace de la vida algo objetivo. Un mero repertorio de objetos, más o menos aprovechables y modificables.
La inteligencia con conciencia, hace de la vida su objetivo. Participa cómplice y solidaria, sabiéndose vinculada y comprometida para con la totalidad.
La humanidad, tiene que aprender que magno es su deber y responsabilidad.
Porque, la vida todo lo llena y no deja espacios muertos.
Así que, cuando el bien se va, el mal viene a ocupar su lugar.
Obligatoriamente, inevitablemente.
Esta ley es la máxima garantía de la vida.
Vivir sin conciencia, va contra el diseño de la vida.
Por eso, el mal camino lleva raudo a la salida.
La mentira, nada puede frente a la verdad.
Quien se engaña, es por estar desconectado del espíritu, distraído por factores alienantes, atrapado en embustes, perdido en quimeras.
Esta negligencia, tarde o temprano se traduce en horrendas barbaridades que hacen la existencia insoportable.
Además, eludir la conciencia y no asumir la realidad, supone una delegación de funciones que otros se arrogan, dando así pábulo al poder ilegítimo que oprime al conjunto.
Luego, los inmaduros quieren escapar de la pesadilla que ellos mismos han desencadenado, pero sin retomar la carga de su deber.
Así que, se embarcan en una espiral de dislates cada vez más ignominiosos y bochornosos, de fruto cada vez más infausto y amargo.
La moraleja es sencilla: Jamás hallará paz ni felicidad, quien no reconecte con la realidad.
Y: El infierno está garantizado, para todo el que reniegue de lo sagrado.