Cómo es ser Dios?
Para intentar hacernos una idea, se podría decir que Dios es un escritor que ha escrito todo lo escribible en todos los idiomas habidos y por haber.
Date cuenta de la enormidad que es eso.
Incluso el más básico y primario lenguaje, es inagotable en sus posibilidades de expresión y combinación.
Pero, esta idea de que Dios ya ha escrito todo, tiene un problema, pues da por terminada su tarea.
Entonces, mejor decir que Dios es un escritor que conoce todo lo escribible, tiene en su mente todas las historias, todo lo sabe.
Pero, esta idea también tiene un problema, pues saberlo todo es muy aburrido.
Entonces, mejor decir que Dios es un escritor que se ha inventado una manera de saberlo todo, pero a la vez haciendo que todo siga cambiando y aumentando.
Esto es la vida, y esta es la genialidad de Dios.
Pues, lo divertido es aprender por primera vez, descubrir lo nuevo.
La pirámide es un buen símbolo para visualizar cómo Dios, la cúspide, se ramifica y desparrama para abarcar toda la creación, la base.
Un detalle importante de este símbolo, es que esta pirámide crece eternamente, de arriba hacia abajo.
Sin embargo, como símbolo del ser humano hay que utilizar una antipirámide, la anticúspide abajo y la antibase arriba.
El prefijo 'anti', es para distinguir claramente las propiedades de cada caso, pues son diferentes.
La cúspide de Dios, representa lo absoluto infinito.
La anticúspide del ser humano, representa lo concreto finito.
Comprender bien esto, ayuda a entender el conjunto cuerpo y alma.
El ascenso del ser humano, depende de su capacidad de trascender lo inmediato aparente, para alcanzar una conciencia cada vez más amplia y elevada de la vida.
El ser que abarca el cosmos, está cerca de Dios.
El cosmos, entendido en su sentido más profundo.
Así pues, la vida está planteada en una doble corriente, la que va desde arriba hacia abajo y la que va desde abajo hacia arriba, formando un ciclo que se realimenta.
Esta es la manera de Dios para poder vivir dentro de su propia creación, medio-olvidado de sí mismo y medio-buscándose a sí mismo.
De nuevo otra prueba de su insuperable genialidad.
No hay mayor grandeza que dotar de vida a tus personajes y darles libertad para que decidan su propia historia.
Dios ama todas las historias.
Las ama por la auténtica genuinidad irrepetible de cada una de ellas.
Dios es el protagonista de todas ellas.
Mejor dicho, está dentro de cada protagonista y vive cada historia, en secreto, sin interferir.
Excepto, cuando el protagonista aprende a tenerlo presente y aprende a ganarse su discreto favor.
Este es un punto delicado, que habrá que explicar bien.
Pero, ahora permíteme que hable de la idolatría.
Cuando la conciencia empieza a formarse su propia idea de Dios, hay el riesgo de caer en un concepto superficial y externo.
Vaya, incluso mi ejemplo de la pirámide puede ser engañoso en este sentido.
Todo es Dios, no solo la cúspide.
Esto requiere especial reflexión, para ser consciente de las tremendas implicaciones y repercusiones que acarrea.
Además, la altura de la pirámide hay que entenderla de manera paradójica. El fractal es más adecuado para apreciar mejor esto.
La idolatría es el grave error de visualizar a Dios afuera y separado.
En un estrato lejano, en un trono sublime.
Esto tiene una pésima consecuencia.
Admirar ese icono, distrae a la persona, que descuida su interior, su papel protagonista.
A ver si me explico mejor con otro ejemplo.
Imagina que eres un vaso lleno de agua, y el agua que contienes es Dios.
Imagina que tu idealización de Dios, solo te permite verlo en el cielo. Así que, cuando en el cielo se forma una nube, tu te inclinas ante la nube y tu agua se vuelca por los suelos.
Y en tu ceguera, te pones a hablarle a la nube y a pedirle que interceda en tu favor.
Y tal vez esa nube produzca lluvia, y tu vaso se rellene de nuevo.
O tal vez no llueva y tú te quedes aguardando (nunca mejor dicho: agua-rdando, jeje) sin hacer nada, como un tonto.
El enajenado, se hace dependiente de aquello que idoliza.
Aunque parte de su percepción sea cierta, su asimilación no es certera.
Es verdad que Dios es el maestro de todo lo existente, pero su propósito no es que te derritas ante su presencia.
Ya que, su presencia es omnipresente.
Su propósito es que seas protagonista de tu vida y coautor de su obra.
El vaso que solo ama a la nube, y por ello ignora o subestima a los otros vasos, es un penoso quimérico.
Es comprensible que nuestra idea de Dios, sea parcial o inexacta.
Nadie dice que esto sea fácil ni mucho menos.
Tratamos de describir lo indescriptible, y a menudo proyectamos mucho de nosotros en haciendo tal.
Es típico humanizar nuestra idea de Dios, darle rasgos y cualidades similares a las que tenemos y conocemos.
Dios es un ente con personalidad?
En parte sí y en parte no.
Hay que tener en cuenta esto, saber ver o adivinar ambas caras de la misma moneda.
Lo abstracto y lo viviente.
A efectos prácticos, la parte viviente es la que más cercana y accesible nos resulta.
Pero mucho cuidado con perder de vista la otra parte.
Todos los ojos, son los ojos de Dios.
Incluidos los tuyos.
Por eso, hay que saber mirar la vida con puro amor limpio, cual niño o santo. Con plena maravilla y estima.
Volviendo a lo de ganarse el favor de Dios.
Dios se da permiso para ayudarse a sí mismo, cuando la historia que está viviendo como protagonista, le mueve a ello.
Teniendo en cuenta que Dios es todos los protagonistas de todas las historias, a nosotros nos sobrepasa la manera en que combina y coordina todo, para proporcionar a cada uno lo adecuado y oportuno.
Si alguna pauta sigue, esa es el amor.
Concuerda más con quien más ama.
Mejor dicho: Quien más ama, es vehículo más efectivo y directo, para canalizar y expresar el amor de Dios.
Y eso tiene su lado peliagudo, por así decirlo.
Hacerse géiser de luz, implica exponerse a una fuerza profundamente transformadora-realizadora.
No todos reaccionan igual ante eso. No todos tienen la lucidez y criterio para encajar, honrar y trasladar eso. No todos aciertan a modular y conjugar equilibradamente eso.
Algunos grifos se oxidan por falta de uso, otros grifos se desintegran por exceso de uso.
No hay que perder la cabeza.
Es recomendable el sentido de la proporción.
Cordura, mesura, ponderación.
La labor principal es encontrar paz y armonía en nuestro interior.
Para oir mejor al corazón y colaborar con la vida, con alegría.
Entonces la complicidad con Dios será fluida y fructífera.
Como quiera que se presente.
A alguien sobrado de músculo en los brazos, le puede llegar trabajo para las piernas, o una silla de ruedas, o un contexto propicio para aplicar su capacidad, o mil posibilidades más.
Igualmente, cerrarse al amor no evita esta dificultad, tan solo traslada la vía por la que se concreta.
Así que, a las buenas o a las malas, nadie escapa de su destino.
El destino es un concepto clave, que precisa considerable sabiduría para comprenderlo bien.
A este respecto, la noción lineal del tiempo se queda corta.
Esta pieza del puzle es de las más importantes y de las más difíciles de encajar.
Baste decir ahora, que tu destino se debe a ti totalmente.
Al igual que Dios, tu también eres un escritor que ha decidido su historia antes de empezar a escribirla. Y tienes la libertad de modificar parte del planteamiento sobre la marcha. Pero, cambiar la guía maestra, no es sencillo.
Tienes un contrato y un compromiso con la vida y contigo mismo.
Si comprendes tu misión, harás de tu existencia un digno relato.
Pero si saboteas tu camino, la historia se emborrona, el papel se arruga y acaba en la basura.
La vida es una inmensa oportunidad, y la responsabilidad que implica es proporcional.
A simple vista, puede parecer que semejante exigencia es desmedida o injusta. Pero para juzgar adecuadamente esto, hay que saber quién y por qué decide tu realidad.
Muchos prefieren sentirse víctimas que admitir su protagonismo.
Para ser justos, es verdad que para percibir con claridad esto, hace falta una perspectiva global, que por lo general no se suele alcanzar hasta el final de la vida.
Pero no hay excusa que valga.
Precisamente, el proceso de crecimiento y maduración metafísico-espiritual, sirve para captar estas cuestiones.
Dios lee en tu corazón mejor que tú mismo. Por más que pretendas autoengañarte, sabe muy bien la verdad y te la sirve en bandeja, de la mejor manera posible, para que puedas reconocerla y asimilarla.
Por eso, la conciencia es crucial para participar de la existencia, con dicha y ventura, en coherencia con tu esencia.
Quien evita permanecer en contacto con su íntegro ser y la honda realidad, pronto la vida parece volverse en su contra y todo le resulta cada vez más arduo y tormentoso.
La vida tiene muchas lecciones que debemos aprender bien.
El diseño de la vida hay que comprenderlo, para saber su propósito y así reconocer la bondad y grandeza de su autor.
Pobre, aquel que desconozca su propio fondo y naturaleza, pues pretenderá de la vida absurdos, y chocará por necedad hasta que aprenda la verdad, o hasta consumirse en su ofuscación.
Si para algo sirve la eterna sabiduría, es para dar perfecta solución y respuesta a todo, sin conflicto de intereses.
Cuando dispones de infinitos recursos, infinita capacidad creativa e infinita inventiva y versatilidad, nada se te resiste.
Para Dios, lo más divertido es sorprenderse a sí mismo. Encontrarse con imprevistos, tener que improvisar.
Por eso, Dios vive a través de sus criaturas.
Así puede experimentar las dificultades de la manera más estimulante y admirable.
Es gracias a nosotros, que Dios puede participar de todo tipo de apuros, cuitas y dilemas.
La vida es este juego a dos manos entre Dios-escritor y Dios-lector.
La gracia es que está entremezclado.
Los caminos de Dios son inescrutables, pues si no, perderían bastante interés a sus propios ojos.
La magia, cuando sabes el truco, ya no es magia.
Vivir es un diálogo con Dios.
Escribes tu vida con tus actos, y con tu conciencia ves a Dios.
Miras la vida y lees lo que hay escrito en ella.
Y si miras con verdadera atención, en ocasiones puedes descubrir lo que Dios está escribiendo aquí y ahora.
Y si miras dentro de ti, lo mismo.
Dios juega al escondite.
Y tu juegas a encontrarlo debajo de sus infinitos disfraces.
Os mandáis mensajes y os buscáis.
Os brindáis detallitos y regalos.
Creciendo en conciencia y madurez, aprendes que Dios y tú sois un equipo. Que podéis colaborar, si procuras mantenerte en la onda.
Entonces aprendes a coescribir mejor.
Y empieza lo interesante.