La amanta que bazare fuesere o fuerese, como dicen los de allende, palomada guiñántemente.
Los fonánticos que costillen a las silbudas, elixirán zumbásticamente la rematuna de los tozuntos.
La atusanta suete empañante la bigardez, solando pianuda cegazos marabundos.
El adjundo yugula al dictazo, que hipstea la concomística del mermudo glosinante.
La espumanta funicula a los penetruchos lubricarios, que se muñuñen flánquidos y turbientes.
El ñoñador necta lunando de la meneanta untera, que faquira frotante su nebulez imanante.
La jalanta hoga que hoga, colante y asidulante, en el acabántico embotástico bufante y jupiteante.
Los rizománticos se tubulan abracientes con su purpúrrima invictez y lasean ausentísmicamente a los imperatucios.
La apocanta geiserá primatísima si juglando con presuntetes que chofen birutantes su quebrunta expianza.
El fechuzo miniba polando tras la volanta abotarganta que crate el caviado collando, mientras los buenudos billan vulgantes y bereben moñudos, narráticos y brevudos, en el radante vibrerío del avatecer.