De cómo las hamburguesas vencieron a los móviles.
Pues resulta que con tanta tecnología la gente se estaba volviendo lista, o menos tonta, y estaban cambiando sus costumbres alimentarias. Eso fue bueno para su salud y malo para el negocio de las hamburguesas.
Así que las hamburguesas no estaban nada contentas. Se gastaban una pasta en anuncios, se esforzaban por ofrecer la mayor calidad y el máximo de garantías, regalaban mil chorradas para atraer clientes. Todo para nada, su parte del pastel menguaba inmisericorde y sin tregua.
A la desesperada contrataron a un experto inexperto. Bueno, eso, el típico listo recién titulado. El mejor de su promoción, para más señas. Casualmente familia del jefazo, casualmente.
Pues bueno, el pipiolo va y presenta un plan descabellado a más no poder. La inversión y el esfuerzo eran demenciales. Se lo jugaban todo a una carta. Además, se estaban quedando sin margen de maniobra a marchas forzadas. Así que le dieron luz verde.
De la noche a la mañana las hamburguesas se deshicieron de todos sus contratos cárnicos y a cambio construyeron unas mega-instalaciones bioquímicas, vamos, unos laboratorios del copón, mazo grandes y punteros.
Allí producían como por arte de magia la materia prima para sus hamburguesas. Y no solo eso, encima habían encontrado la manera de mejorar sus propiedades, y no solo las organolépticas.
No sé cómo, los tíos habían conseguido que el alimento modificara tu organismo. Y eso tenía interesantes aplicaciones.
Básicamente podían fabricar cualquier hamburguesa que activara o desarrollara cualquier tipo de propiedad o habilidad humana elevada a la máxima potencia.
Pero se guardaron muy mucho de ofertar las cualidades más importantes. Más bien se centraron en todas aquellas que les permitían competir con los móviles.
Empezaron poco a poco, con metas discretas y humildes.
El primer gran éxito fue la calcu-burguer.
Los críos estaban como locos con ella. No es para menos, claro. Con un consumo moderado y frecuente, te proporcionaba todas las habilidades de cálculo de una máquina. Y luego ríete tú de las matemáticas.
Después vinieron la lengu-burguer, la mnemo-burguer, la gimno-burguer, en fin, el sueño de todo retaco.
Luego pasaron a otras más de ocio y tal, psicodelia, telepatía, sinestesia, levitación y más flipadas tope flipantes.
Con esto, las hamburguesas conquistaron y se zamparon por completo el mercado que les habían robado los móviles. Ya nadie se acordaba de esos aparatos. Para qué? Si podías hacer todo por ti mismo y sin ningún trasto o cacharro.
Y así fue que pasó. El experto tuvo suerte y le salió bien la jugada, así que se ganó un buen sueldo y un peazo despacho. Lo malo fue luego, cuando empezaron los problemas y las complicaciones.
Pero eso ya te imaginas cómo terminó. Lo típico de siempre, para qué te voy a contar.