Dicen que está muerta pero no es verdad, porque yo la veo.
Lo que pasa que ahora no pesa nada, y mejor así que bien, porque antes estaba muy malita.
La llevaron al médico y le hicieron muchas cosas, pero que no se ponía buena, y luego que se creían que estaba muerta.
Pero no, que solo se había dormido de lo cansada que estaba.
Y los mayores nada, que se lo creían, que la querían enterrar y todo.
Menos mal que yo lo ví, que salió de la tumba justo cuando la iban a tapar.
Lo raro es que los demás ya no la ven, pero eso es porque no quieren. Porque se han empeñado y sus ojos son unos tontos.
Así que ahora está todo el rato conmigo, porque soy el único que le hace caso.
Lo bueno es que ya no está más malita y está más feliz.
Lo que pasa es que no habla, pero eso es por lo poco que pesa, que ya no levanta ni nada de aire.
Pero aun así que nos entendemos, porque sus ojos que lo dicen todo.
Y lo que más jugamos es al escondite, porque como no pesa, vuela y se puede meter por donde quiera.
Y a veces me olvido de que está y miro y miro hasta que la veo y la encuentro.
Ahí encima del armario, o por el techo, o más lejos aún, flotando por todos lados.
Cuando me despierto siempre está sentada en mi cama, al lado, y le hago caricias de buenos días y ella también, lo que pasa es que casi no se nota nada, pero aun así muy bien que muy bien.
Y ya no sé qué más contar, así que nada. Fin.