Es normal lanzarse desde el balcón a la piscina?
No, y sin embargo sucede.
Es normal mantener relaciones sexuales entre miembros del mismo sexo?
No, y sin embargo sucede.
Segururamente (sic) esta comparación te podrá parecer inadecuada, pero tal vez tiene algunas conexiones que merecen cierta consideración.
En ambos casos la sociedad es testigo de comportamientos anómalos, fruto de ciertos desarreglos internos de quienes así obran.
Lo curioso de esto es que para los demás estas acciones son relativamente inocuas, a menos que te pillen en medio.
Otro parecido está en la búsqueda de las emociones fuertes. Los chutes extremos son los que te desvían y te llevan a las adicciones y a las parafilias. Y cuanto más se abunda por esa vía, más se acentúa la compulsión, cada vez más extraña, grotesca y enfermiza.
El porno da muestra de esa deriva. No por lo que ofrece, que también, sino por su proliferación y consumo.
Esto hay que subrayarlo especialmente, pues el abuso de sexo conduce a las desviaciones sexuales, además de acarrear otros tantos problemas asociados. Tal vez quieras investigar al respecto:
http://entra-por-los-ojos.blogspot.com/2013/08/cupids-poisoned-arrow.html
http://entra-por-los-ojos.blogspot.com/2013/08/the-caricature-of-love.html
Entonces, la sociedad tiene tres opciones, la indiferencia, la aprobación o la oposición.
Si esos comportamientos no afectaran para nada a terceros, sería bien fácil dejarlos en paz. Que se maten como quieran, mira tú.
Pero no es tan sencillo.
Resulta que, a su manera, esta gente también forma parte de la sociedad, y su comportamiento tiene alguna repercusión sobre el conjunto. Por eso la neutralidad está desaconsejada, al menos la neutralidad pasiva.
Si tenemos claro que una actividad produce daños, no parece muy inteligente quedarse mirando de brazos cruzados.
Claro, lo difícil es decidir qué hacer al respecto y cómo llevarlo a cabo.
La intervención directa sobre tales descarriados se encuentra con bastantes dificultades y problemas, si no insalvables sí trabajosos, al menos hasta hallar los medios y procedimientos adecuados.
Dejaremos pues la cuestión de la rehabilitación para quien quiera rehabilitarse.
Sin embargo, lo interesante es que hay mucho más que se puede hacer indirectamente. Es en la educación donde mejor se puede enseñar y preparar a las personas para que sepan identificar y comprender los inconvenientes de algunos abusos y sus derivaciones.
Por otro lado, estamos viendo que hay una descarada propaganda que nos quiere vender lo anormal como normal. Esto es muy significativo, pues la normalidad no necesita ningún tipo de propaganda para establecerse.
Los principios de la vida son elementales.
Camino recto solo hay uno, desviaciones todas las que quieras y más.
Se quiere hacer pasar el desvío como válido y equivalente.
Falsedad a todas luces evidente.
Todos provenimos de un mismo origen.
A lo largo de cientos de miles de años los seres humanos hemos nacido de la fecunda unión de ambos sexos.
No hay otra manera, ni falta que hace.
Nada nace de las desviaciones.
A lo largo de siglos y milenios ni una sola desviación ha alumbrado ni un solo átomo de vida.
Así pues, está claro que esa alternativa tiene valor cero, biológicamente hablando.
Desdeñar el sexo opuesto es como andar a la pata coja. Sí, es factible, pero no se puede comparar con caminar con ambas piernas, ni remotamente.
El desvío es una vía insignificante y efímera, sin solución de continuidad, sin esperanza. Una floritura a la nada.
Pero su presencia y existencia tiene algo que enseñarnos.
Los desvíos existen porque existe el libre albedrío.
A su manera, quienes los recorren, voluntaria o involuntariamente, podemos decir que son sacrificados exploradores que nos permiten ver y conocer claramente las consecuencias de esos distanciamientos.
Por eso la sociedad hará bien en recoger todos esos testimonios y aprovecharlos como ejemplos a no seguir. Estudiarlos con profundidad, desentrañando los múltiples factores asociados y derivados. Exponerlos didácticamente para procurar el desarrollo correcto de los retoños y prevenirlos ante esos peligros.
Además, haciendo esto la sociedad también aprende de sí misma, pues tiene oportunidad de identificar y reconocer sus instintos y reacciones frente a lo anómalo.
El conflicto con los desviados no es con los desviados en sí, sino con lo que supone y representa su comportamiento.
Es como cuando muerdes una manzana y te encuentras con un gusano dentro. La repulsa es por la competencia. Ambos queréis la manzana para nutriros de ella, ambos obedecéis vuestra propia lógica vital. Sin embargo, desde tu punto de vista, el gusano es un símbolo de muerte, es incompatible y contrario a tu propia voluntad vital.
Y el gusano se yergue cuando se siente expuesto, hace gala de sus vergüenzas y desfila con orgullo.
Casi parecería como si el desviado pretendiera interferir o interponerse frente a la vida, como si se creyera capaz de descarrilar el tren que le va a pasar por encima sí o sí. Vano intento, postrer canto de cisne del culto a la decadencia.
Volviendo a la manzana, puedes compartirla, entregársela entera al gusano o quitarlo y quedártela tú toda. A la manzana le es indiferente, más o menos. La decisión vendrá dada por tu propia conciencia y situación. Todo es posible y todo tiene su sentido. La cuestión es si eres coherente con tu ser.
Además, la desproporción de fuerzas entre el humano y el gusano también es similar a la de los normales y los desviados, biológicamente hablando.
Es más, en cierta medida la propia presencia del gusano señala el comienzo de la podredumbre, el inicio de la descomposición, y algo parecido se podría decir de estos otros.
Porque, esa es otra: Nunca antes su presencia había sido tan notoria.
Y esto, a qué se deberá?
Pues eso, que es un signo de fin de ciclo.
Cuando un sistema alcanza su máximo, toca techo de alguna manera, y después se derrumba por completo, si no estaba bien basado.
No es nada nuevo. Ya lo hemos visto algunas veces a lo largo de la historia. Solo que en cada ocasión las variables cambian ligeramente.
Es muy sencillo, cuando un sistema va más allá de lo que lo sostiene, necesariamente manifiesta síntomas que evidencian su inconsistencia.
El estrés nos expulsa a la periferia como una centrifugadora, nos destierra a las afueras. Cosa que les viene muy bien a los parásitos, pues alienados y desarraigados, atomizados y descerebrados, somos más maleables y manipulables. Así que en esto hay más en juego de lo que parece.
Las tendencias suicidas son la ociosidad llevada al extremo, y también nos alertan de todas las vías que estamos cortando con nuestro intrincado mundo despiadado.
Los agentes del caos anuncian el ocaso.
Un sistema perverso da frutos enfermos.
Futuro: Ninguno.
Es como la masa del pan esponjándose en el horno. Crece y crece, pero no puede hacerlo infinitamente, está limitada por su propia materia. Y cuando ya no da más de sí, se forma su corteza.
Los desviados son nuestra corteza, más allá de ellos no hay nada.
Y solo aparecen al final del todo, nunca enmedio.
Piénsalo.
Las condiciones para que se llegue a esto son bastante específicas.
Cuando ya has acaparado los recursos, cuando ya has definido y establecido tu sistema, cuando la maquinaria tiene bien rodados sus engranajes, es cuando empiezan a asomar los frutos.
Cuando una sociedad se organiza en pos del materialismo; el lucro, el egoísmo, la irresponsabilidad y la superficialidad no tardan en convertirse en sus pilares fundamentales, primando y procurando ante todo el disfrute más inmediato y rudimentario, que ocasiona no pocos inconvenientes y daños. Solo entonces prolifera la atrofia, la ruina moral, la anomalía, el desvío, señalando la proximidad de los contornos extremos.
Del egoísmo nace la inconsciencia y de la inconsciencia nace el egoísmo, que llevan a la alienación, que lleva a la agitación y el tedio, que conducen al vicio y la enfermedad.
Y lo que nos dejamos por el camino es el amor, que queda olvidado y abandonado en el centro. Habitado tan solo por quienes han sabido conservar inocente y pura su esencia y por quienes han logrado recuperar la cordura.
La decadencia es hija de la abundancia.
Es como una isla cuyo contorno son arrecifes pronunciadísimos, llena hasta los topes de leminos. Los que están en los bordes se ven empujados al vacío.
Y esos son los desviados.
Están abrazados a la nada y pretenden engatusarnos para que les sigamos. Qué majos, no?
Pero tampoco se les puede culpabilizar por ello, es perfectamente humano y comprensible. Su circunstancia no es precisamente de las más felices, que digamos.
Así que no les queda más remedio que construirse una ideología mínimamente convincente para sentirse justificados en su situación.
Por eso su imagen les es tan crucial, por eso su cruzada de legitimación ante la sociedad.
Es un pulso enteramente cultural.
Y luego pretenden que no, que lo suyo les viene de nacimiento.
Viva la contradicción.
Precisamente si hay algo que caracteriza al ser humano es que todos los aspectos de la vida los vivencia según su particular criterio, de lo cual derivan las diferentes culturas con sus diferentes tradiciones y costumbres en todos los campos.
Si bien es cierto que algunos cuerpos pueden venir al mundo seriamente dañados y cargados de contaminantes que distorsionen y condicionen gravemente su sexualidad, la forma en que se dé salida a eso sigue siendo producto de las decisiones de cada cual.
Tú defines tu cultura con cada paso que das.
La putada es cuando el entorno influye desfavorablemente y te lleva a engaño, porque entonces tu camino se complica enormemente y puedes pasar muchas penalidades y mucho tiempo hasta lograr comprender dónde estaba la equivocación y el fallo, si es que lo logras siquiera.
Muy diferente sería todo esto si los padres tuvieran verdadera conciencia, pues entonces sabrían, podrían y querrían reparar, corregir y subsanar la terrible carga tóxica transferida. Formarían, prepararían y educarían verdaderamente a sus hijos, de tal manera que estos experimentarían su sexualidad con natural sensatez y equilibrio, con justo deleite y respeto, habilitados pura y genuinamente para el amor y la vida, etc, etc, etc.
Y ahora se me ocurre una pequeña parida, tal vez ilustrativa: Los que no saben de respeto, lo entienden como 'res peto'. Dale vueltas.
Así pues, existe una realidad biológica con la que interactuamos y experimentamos de muy diversas maneras. El problema viene cuando se confunden los términos. La alimentación es un proceso biológico, el carnivorismo es una preferencia cultural.
La sexualidad tiene un diseño muy concreto y específico, con distintos efectos y finalidades en cada una de las partes implicadas y en el conjunto entero.
El órgano hace la función y la función hace el órgano. Queda fuera de nuestra potestad redefinir a capricho la configuración de nuestro organismo.
Todo lo más que podemos hacer es darle un mal uso, pervertir sus propósitos. Pero esta diferencia responde a nuestro criterio y cultura, cuyo fundamento, premeditado o no, es necesariamente particular y subjetivo.
Si a ti te parece que el oído sirve para guardar guijarros, adelante, tú mismo con tu mecanismo. Otra cosa será que eso te traiga algo bueno y nada malo. Los cánceres van que vuelan y los tontos del culo ni se enteran de dónde les vienen. Y luego a operarse la garganta y a cortarse las tetas como unos idiotas, que lo son, y bien grandes.
El problema en sí no es el camino que se elija, sino la lucidez suficiente o insuficiente con que se asuma. Un desvío se puede entender como una fase transitoria provisional para dar resolución a algunos desequilibrios o cuestiones internas. Pero si la persona no tiene suficiente comprensión de sí misma y sus interioridades, difícilmente logrará desentrañar los factores que están interviniendo y condicionando su situación y que requirieren (sic) procesamiento y asimilación.
No, yo es que voy a la pata coja porque quiero.
Sí claro, cómo no, faltaría más.
Pero no será acaso, por casualidad, por alguna remota circunstancia, que lo que pasa es que no aciertas a andar con ambas piernas?
Quizás? Es posible? Puede Ser?
Los desviados emplean una curiosa dialéctica.
Llaman a los normales homófobos. Si entráramos en esa lógica podríamos decir que, efectivamente, un normal se podría definir como homófobo y heterófilo, y a su vez un desviado sería un homófilo y heterófobo.
Pero hay una diferencia importante.
El normal no necesita sentir rechazo a lo contrario para abrazar lo correcto. Le basta con sentir amor y tener conciencia.
La vida obedece a su propio sentido y diseño. Para algo es como es.
No habría dos sexos si bastara con uno solo. No habría complementaridad (sic) si no fuera preciso que la hubiera.
El amor natural es el que es fiel a la vida. Ese es el único camino recto. Es solo gracias a esto que existe todo. Como para permitirse el lujo de despreciarlo.
Son los pobres desviados quienes se han extraviado, son ellos los que se han separado y alejado de la fuente verdadera, como si su desvío tomado llevara a nada que no fuera el abismo.
Por eso hay que poner especial atención y cuidado a la hora de examinar lo que dicen y lo que hacen. Porque son dos cosas muy diferentes.
Esto es muy propio del ser humano. Cuando se encuentra con dificultades y no tiene la suficiente conciencia como para comprender de dónde provienen o a qué se deben, se monta su propia película, porque no le queda otra.
Todo nuestro pasado de supersticiones y tal responde a esto.
Otro recurso muy manido consiste en pasarle el marrón a otro para que te salve del apuro, por las buenas o por las malas.
Por eso, los daños a terceros de los desviados, en el fondo son peticiones de socorro implícitas, aunque luego se opongan a ello con soberbia.
Es como cuando tratas de rescatar a quien no sabe nadar, si dejas que te aprese con su pánico, te arrastra y os vais los dos al fondo.
Además, el agravio comparativo hace sentirse al desviado desfavorecido, cosa que le hace alimentar una cierta envidia, un odio latente más o menos pronunciado, que le lleva a proyectar culpas y responsabilidades sobre la sociedad, de ahí sus exigencias y resquemores.
Y es cierto que la asimetría es significativa, pues todos los desviados deben su existencia a los normales, y nunca lo contrario. La inferioridad es palpable y eso incomoda profundamente al desviado.
De ahí su usurpación del matrimonio.
Acaso forma el hidrógeno con el hidrógeno agua?
Acaso el oxígeno con el oxígeno?
Entonces, por qué llamarlo agua?
Vanidad, nada más.
Y ya para qué decir de las adopciones.
Concederlas a los desviados es bastante generoso y humano, pero trae tales repercusiones que más valdría evitarlo, por contraproducente. Porque la supervisión que requeriría es tal que resulta prácticamente impracticable.
Es como dar un niño en adopción a unos leprosos. Sí, es muy generoso y humano, pero el peligro que implica y supone sobrepasa con creces casi cualquier ventaja. Son ganas de complicarse sin necesidad.
Con esto lo que busca la periferia marginal minoritaria es sentirse abrazada y confortada por la sociedad. Pero la propia configuración estructural del conjunto hace que sea casi imposible esto, so pena de severas distorsiones insostenibles. La corteza está fuera y la miga dentro. No se ha visto ni se verá un pan al revés.
Sin embargo, a nivel individual la transición es perfectamente realizable. Con la misma alegría con que se cambian de acera, los desviados pueden volver a la senda correcta. Un feliz retorno al corazón de la vida. El regreso del hijo pródigo. El ruego se cumple cuando el alienado desenmascara su ego y retoma lo auténtico.
Al fin y al cabo, para eso está el libre albedrío. Cada cual es libre de decidir si transita por el lado de sombra o por el de sol. Y quien niega el libre albedrío está adoptando el discurso victimista propio de los inmaduros.
Lo triste del caso es que nuestra cultura, volcada en unos valores tan calamitosos y superficiales, busca unas soluciones completamente equivocadas y nefastas.
Los inmaduros propician y se prestan a las peores atrocidades, como las operaciones de cambio de sexo, llegando a absurdos grotescos como el negro ese que se hizo blanco.
Pero cuando se trata de cambiar buena y verdaderamente, cosa que depende enteramente de la propia persona y que implica su voluntad, lucidez y conciencia, ahí ya se cagan patas abajo, eso lo ven como imposible y pocos se atreven a realizarlo. Porque se encuentran con que no han desarrollado los atributos necesarios para ello, debido a una vida irresponsable y despreocupada. Y claro, lo de empezar desde cero se les hace como muy cuesta arriba.
Esto es lo que pasa cuando una cultura se basa en lo más inmediato, que produce lerdos inútiles incapaces inoperantes. Nula versatilidad resolutiva. Nula iniciativa autoinstructiva.
Y la cosa va de mal en peor, porque si miras los casos de minusvalías y tal, cada vez más frecuentes y abundantes, ahí ves el grado de degradación y degeneración al que nos está llevando nuestra forma de vida. Como para fiarte y seguir por ese camino, ya te digo.
Claro, al generalizar no estamos considerando los matices, y puede haber casos donde se alcance algún tipo de estabilidad más o menos duradera. Lo interesante de estos casos es que se aproximan, a su manera, al amor. Lo cual representa una oportunidad para su crecimiento interior, pues una cualidad del amor es que te lleva hacia la verdad. Así que el mejor consejo que se puede dar siempre es: Ama de verdad. Persevera en amar de corazón y aprende de lo que la vida te ofrezca a cambio, que probablemente sea dolor y sinsabor, pues el derrumbe de la mentira no deja de pasar alguna factura.
Resulta pues bien curiosa esa situación, que se podría comparar con un eclipse. El desviado atina a amar en la sombra, o más bien encuentra la manera de apreciar la luz que se halla tras la tiniebla interpuesta. Cosa que permite albergar alguna esperanza, pues ciertamente ningún eclipse es eterno.
Como se ve, la clave está siempre en el proceso de maduración.
Y todo está bien con quienes van encontrando ese camino. El que comprende no cae en conflictos innecesarios, ni provoca daño ni perjuicio alguno, pues tiene en mente las repercusiones, es consciente y responsable de sus actos y sabe ponerse en el lugar de los demás y respetar.
El problema radica en los dormidos, cosa más que patente para quienes les rodean o tienen la desdicha de pagar sus errores, y para ellos mismos si se dieran permiso o tuvieran la suficiente lucidez para reconocerlo.
Lo malo de esta condición es su pobreza de recursos. La superficialidad degrada y embrutece. No encuentra razón ni en sí mismo ni parece querer atender a razonamiento alguno. Podría decirse que padece una atrofia mental severa, cuyo desentumecimiento supondría un esfuerzo importante, a base de voluntad y entrenamiento, si realmente llegara a planteárselo.
Por eso el argumentario de los desviados es ridículo, endeble, inexistente. Y lo de escudarse en los genes ya es inenarrable, demuestra una ignorancia patética y lamentable.
Precisamente, descuidar el estudio de la vida es uno de los mayores errores que se pueden cometer. Andar por la vida sin tener el deseo y la voluntad de comprender su naturaleza y funcionamiento es síntoma de la peor superficialidad.
Fíjate que amor y conciencia van de la mano. Quien aprecia la vida, la ama, y quien ama la vida, la aprecia. Entonces, profundizar en su conocimiento es totalmente consecuente, imprescindible y apasionante.
Basta con leer a Máximo Sandín y a Bruce Lipton para ver lo tremendamente alejada que está, o nos tiene, la 'ciencia' oficial de la realidad y lo absolutamente importante que es aprender sobre la vida, de verdad.
Hasta tal punto es así, que estar engañado en esto equivale a vivir como una gallina descabezada. Y es una vergüenza intolerable la desfachatez con la que sigue medrando la mentira a costa de la imbecilidad colectiva. Pero esto solo se puede apreciar cuando uno se asoma mínimamente y empieza a comprender. Así que ya estás tardando.
Y tampoco hay que perder de vista el conjunto en ningún momento.
Estamos hablando de las desviaciones sexuales, pero no son las únicas ni mucho menos, de hecho cada día podemos ver una buena representación de todo el lío que hay montado a todos los niveles, toda la increíble ruina y miseria que asola esta civilización agonizante. Toda la barbarie y los horrores que se cometen continuamente.
Tenemos que comprender muy bien todo lo que nos ha llevado a esto. La enfermedad nunca aparece porque sí, por capricho.
Hemos diseñado un mundo que constriñe y deforma nuestro ser.
Somos como un águila en un callejón tan estrecho que le es imposible desplegar sus alas. Y algunos optan por avanzar a pata. Y otros tratan inútilmente de volar de lado. Pero es que el suelo es cada vez más movedizo y el aire está cada vez más viciado, y todos estamos cada vez más hundidos y maniatados. Y toda esta carga artificiosa, tóxica y contaminante, todo este sinsentido y pesadilla, derivan en infinidad de patologías y malformaciones, a cuál más inhumana y aborrecible.
Y la solución está en nuestra mano, pero seguimos y seguimos porfiando en el empeño. Hasta que despertemos.
A partir de aquí todo depende del camino que quiera seguir la sociedad. De qué manera moldee su sentido de la moralidad.
Y esto sobre todo es un asunto individual. Cada uno es responsable y tiene el deber de evaluar profundamente los valores que rigen su vida y si efectivamente convergen o divergen con la vida.
Ese es el mayor reto de un fin de ciclo, recobrar el sentido de la existencia o desaparecer.
Podemos ser pro-natura o contra-natura.
Podemos plantar bosques o incendiarlos.
Podemos montarnos una cultura donde ser pirómano sea políticamente correcto.
Podemos montarnos una cultura donde el repudio al sexo opuesto sea lo oportuno y adecuado.
Podemos montarnos una cultura donde la mentira se adore como si fuera la verdad.
Pero que nadie se sorprenda con las consecuencias.
PD:
He escrito otro ensayo (http://dersony.blogspot.com/2014/03/las-buenas-formas.html) que puede servir de complemento a este, aunque no trata específicamente de lo mismo.
29 de agosto de 2013
abuela pluma
Dicen que está muerta pero no es verdad, porque yo la veo.
Lo que pasa que ahora no pesa nada, y mejor así que bien, porque antes estaba muy malita.
La llevaron al médico y le hicieron muchas cosas, pero que no se ponía buena, y luego que se creían que estaba muerta.
Pero no, que solo se había dormido de lo cansada que estaba.
Y los mayores nada, que se lo creían, que la querían enterrar y todo.
Menos mal que yo lo ví, que salió de la tumba justo cuando la iban a tapar.
Lo raro es que los demás ya no la ven, pero eso es porque no quieren. Porque se han empeñado y sus ojos son unos tontos.
Así que ahora está todo el rato conmigo, porque soy el único que le hace caso.
Lo bueno es que ya no está más malita y está más feliz.
Lo que pasa es que no habla, pero eso es por lo poco que pesa, que ya no levanta ni nada de aire.
Pero aun así que nos entendemos, porque sus ojos que lo dicen todo.
Y lo que más jugamos es al escondite, porque como no pesa, vuela y se puede meter por donde quiera.
Y a veces me olvido de que está y miro y miro hasta que la veo y la encuentro.
Ahí encima del armario, o por el techo, o más lejos aún, flotando por todos lados.
Cuando me despierto siempre está sentada en mi cama, al lado, y le hago caricias de buenos días y ella también, lo que pasa es que casi no se nota nada, pero aun así muy bien que muy bien.
Y ya no sé qué más contar, así que nada. Fin.
Lo que pasa que ahora no pesa nada, y mejor así que bien, porque antes estaba muy malita.
La llevaron al médico y le hicieron muchas cosas, pero que no se ponía buena, y luego que se creían que estaba muerta.
Pero no, que solo se había dormido de lo cansada que estaba.
Y los mayores nada, que se lo creían, que la querían enterrar y todo.
Menos mal que yo lo ví, que salió de la tumba justo cuando la iban a tapar.
Lo raro es que los demás ya no la ven, pero eso es porque no quieren. Porque se han empeñado y sus ojos son unos tontos.
Así que ahora está todo el rato conmigo, porque soy el único que le hace caso.
Lo bueno es que ya no está más malita y está más feliz.
Lo que pasa es que no habla, pero eso es por lo poco que pesa, que ya no levanta ni nada de aire.
Pero aun así que nos entendemos, porque sus ojos que lo dicen todo.
Y lo que más jugamos es al escondite, porque como no pesa, vuela y se puede meter por donde quiera.
Y a veces me olvido de que está y miro y miro hasta que la veo y la encuentro.
Ahí encima del armario, o por el techo, o más lejos aún, flotando por todos lados.
Cuando me despierto siempre está sentada en mi cama, al lado, y le hago caricias de buenos días y ella también, lo que pasa es que casi no se nota nada, pero aun así muy bien que muy bien.
Y ya no sé qué más contar, así que nada. Fin.
la fabrica de cementerios
Cuando te mueres te llevan al cementerio y te meten en una tumba y se te comen los gusanos menos los huesos, y luego sacan otra vez tus huesos y los trituran con una hormigonera para hacer cemento, por eso que el cemento son los huesos de los muertos y como ya la gente se muere menos que viven mas por eso que se han quedado sin cemento y ya no hacen mas pisos y por eso que estamos en la crisis del paro esperando a que se mueran los viejos pero que no se mueren y les bajan la pension y les hacen trabajar mas y les quitan las recetas y aun asi nada que siguen igual que aguantan y menos mal que si no porque si se muere mi yaya nos quedamos sin dinero y eso muy mal, pero si no que no se acaba nunca la crisis asi que no se.
hombrecillo
Mi padre detiene el coche junto a mi casa, acabamos de regresar de un largo viaje o algo así.
Llueve ligeramente y la luz es mortecina, como de amanecer temprano o de atardecer tardío. Hay una quietud y tranquilidad otoñal o invernal, oblicua, grisácea, suavemente desapacible.
Mi madre y alguien más salen del coche y se dirigen a la entrada delantera del piso. Yo también salgo y me dirijo hacia allí.
Pero a los pocos pasos me detengo y me doy media vuelta. Me percato de que mi padre querrá meter el coche en el garaje y que lo propio es que alguien le abra la persiana, para que no tenga que salir del coche y eso.
Entonces veo que la puerta por donde he salido no se ha cerrado bien y está entreabierta, así que voy y la empujo de nuevo para cerrarla. A la segunda o tercera se cierra ya bien.
Me dirijo hacia los garajes. Ahora no llueve y parece casi de noche. Le doy al interruptor de las luces y veo la cuesta que conduce a las persianas. Y por ella veo un bulto que se mueve andando como si tal cosa y que me llama mucho la atención. Está cerca, así que en cuatro pasos me pongo a su altura y veo lo que es.
Se trata de un hombrecillo de unos treinta centímetros, ataviado con una curiosa vestimenta, toda de tela negra, apagada, mate. Lo más llamativo es que porta un sombrero totalmente liso por arriba y de generosa ala circular, de quince o veinte centímetros de diámetro, más o menos. Y por todo el contorno de ese sombrero le cuelga una tela negra que llega casi hasta el suelo, tapando toda su figura menos la parte delantera, donde una estrecha porción queda abierta para ver por dónde anda. A través de esa abertura veo sus piernas y su tronco, pero no sus brazos ni su cara.
Mi reflejo instantáneo es hacer un amago como de ir a empujarlo, y ante este gesto reacciona y se pone en guardia, dando un pequeño paso hacia atrás. Su susto produce en mí un susto aún mayor y me despierto de golpe.
Ha sido una experiencia especial, nada más verlo he sabido que se trataba de una entidad o criatura de otro orden o dimensión, un encuentro inesperado y por sorpresa para ambos.
La curiosidad y la incredulidad es lo que me lleva a querer comprobar si es real o solo un espejismo. Pero a la vez hay un cierto temor todo el rato. Porque la certeza de su presencia es evidente y palpable.
Lo más sorprendente es que, al asustarle, yo he recibido un reflejo profundo y multiplicado de ese pavor. Una sacudida, un temblor, un terremoto sobrenatural, como en esas pelis de ciencia ficción donde algo o alguien representa la realidad entera, y cualquier accidente que sufra hace que el universo entero se estremezca y amenace con resquebrajarse. Pero en este caso el agitado y sobrecogido ha sido mi yo real y durmiente.
Y no sé si eso ha sido por la repentina conciencia de la imprudencia de mi temeridad o por algún tipo de conexión interior entre ambos. Como si fuera una parte de mí que se me apareciera así para yo comprender algo. Como si fuera una faceta viviente o una lección pendiente que buscara asimilación, solución, reparación o algo.
O todo a la vez. No sé.
Sin embargo, la sensación predominante no era la simbólica sino la real. Lo inquietante es no saber nada sobre su naturaleza ni la razón de su presencia. No lo he dicho antes, pero me parece que en esa parte del sueño yo era otra vez un chico niño chavalín. Con esa impulsividad inocente y peligrosa.
Creo que en parte mi reacción era puramente territorial. Qué haces aquí, seas-lo-que-seas? Si estás en mis dominios tengo derecho a saberlo.
Luego se me ha ocurrido que, aquel ser, bien pudiera estar también en su territorio. Su actitud así me lo ha sugerido. Solo que ha fallado la normal separación espacial, temporal, dimensional o lo que sea.
Y esto es algo en lo que solemos caer demasiado, en no pensar que nuestro mundo puede ser también de otros, que lo compartimos.
En fin, como sea. Para otra vez a ver si voy con más cuidado y saco algo en limpio, si es que se puede.
Llueve ligeramente y la luz es mortecina, como de amanecer temprano o de atardecer tardío. Hay una quietud y tranquilidad otoñal o invernal, oblicua, grisácea, suavemente desapacible.
Mi madre y alguien más salen del coche y se dirigen a la entrada delantera del piso. Yo también salgo y me dirijo hacia allí.
Pero a los pocos pasos me detengo y me doy media vuelta. Me percato de que mi padre querrá meter el coche en el garaje y que lo propio es que alguien le abra la persiana, para que no tenga que salir del coche y eso.
Entonces veo que la puerta por donde he salido no se ha cerrado bien y está entreabierta, así que voy y la empujo de nuevo para cerrarla. A la segunda o tercera se cierra ya bien.
Me dirijo hacia los garajes. Ahora no llueve y parece casi de noche. Le doy al interruptor de las luces y veo la cuesta que conduce a las persianas. Y por ella veo un bulto que se mueve andando como si tal cosa y que me llama mucho la atención. Está cerca, así que en cuatro pasos me pongo a su altura y veo lo que es.
Se trata de un hombrecillo de unos treinta centímetros, ataviado con una curiosa vestimenta, toda de tela negra, apagada, mate. Lo más llamativo es que porta un sombrero totalmente liso por arriba y de generosa ala circular, de quince o veinte centímetros de diámetro, más o menos. Y por todo el contorno de ese sombrero le cuelga una tela negra que llega casi hasta el suelo, tapando toda su figura menos la parte delantera, donde una estrecha porción queda abierta para ver por dónde anda. A través de esa abertura veo sus piernas y su tronco, pero no sus brazos ni su cara.
Mi reflejo instantáneo es hacer un amago como de ir a empujarlo, y ante este gesto reacciona y se pone en guardia, dando un pequeño paso hacia atrás. Su susto produce en mí un susto aún mayor y me despierto de golpe.
Ha sido una experiencia especial, nada más verlo he sabido que se trataba de una entidad o criatura de otro orden o dimensión, un encuentro inesperado y por sorpresa para ambos.
La curiosidad y la incredulidad es lo que me lleva a querer comprobar si es real o solo un espejismo. Pero a la vez hay un cierto temor todo el rato. Porque la certeza de su presencia es evidente y palpable.
Lo más sorprendente es que, al asustarle, yo he recibido un reflejo profundo y multiplicado de ese pavor. Una sacudida, un temblor, un terremoto sobrenatural, como en esas pelis de ciencia ficción donde algo o alguien representa la realidad entera, y cualquier accidente que sufra hace que el universo entero se estremezca y amenace con resquebrajarse. Pero en este caso el agitado y sobrecogido ha sido mi yo real y durmiente.
Y no sé si eso ha sido por la repentina conciencia de la imprudencia de mi temeridad o por algún tipo de conexión interior entre ambos. Como si fuera una parte de mí que se me apareciera así para yo comprender algo. Como si fuera una faceta viviente o una lección pendiente que buscara asimilación, solución, reparación o algo.
O todo a la vez. No sé.
Sin embargo, la sensación predominante no era la simbólica sino la real. Lo inquietante es no saber nada sobre su naturaleza ni la razón de su presencia. No lo he dicho antes, pero me parece que en esa parte del sueño yo era otra vez un chico niño chavalín. Con esa impulsividad inocente y peligrosa.
Creo que en parte mi reacción era puramente territorial. Qué haces aquí, seas-lo-que-seas? Si estás en mis dominios tengo derecho a saberlo.
Luego se me ha ocurrido que, aquel ser, bien pudiera estar también en su territorio. Su actitud así me lo ha sugerido. Solo que ha fallado la normal separación espacial, temporal, dimensional o lo que sea.
Y esto es algo en lo que solemos caer demasiado, en no pensar que nuestro mundo puede ser también de otros, que lo compartimos.
En fin, como sea. Para otra vez a ver si voy con más cuidado y saco algo en limpio, si es que se puede.
Morticina
La morticina son los mórticos y los mortores que socupan de las mortendades de la gente.
Antes se llamaba mierdicina, pero luego lan ío canbiao.
La morticina ya ves cómo va, base morticamentos y chapuceraciones.
Lo tién bien montao el inviento, sobre tó pa que naidie sescape ni les haiga sonbra. La gente les da igual, por supuestos.
Lo más inportantes son las falsilísticas esas. Poeso san inventao muchas ticriñuelas pa conpiensar los bailances.
El tru costá en los siéntomas y los malnósticos.
Si quiés quiun muerticiente tentren la tabla toseína tá chupao, no tiés más que soltar un poco picapica ne laire condicionao, yala questornude: Zasca! Le canbias el malnóstico y luego ya que se muera cuando quiera. Así con tó.
Lo principial es aparientar seriedá, priesumir de lorgros yai vances. Poeso que se gastan napasta pa saliren latele con noticias de pacotillas y talicual.
Los medios son superinportiantes, osea poeso questán conpinchaus total, y no dejan que la Medicina de verdá que cura de verdá ni se sepa que se sepa ni qués mejor qués. Y poeso tanbién cacen un montón de series mierdosas de hospitales de mierda. Pa que la gente conozcan solo quesis teso namás.
Luego los nenes estuldian en las universidiades, conpradas tanbién, cómo no. Se sacan sus titulitos y sus mamás tan contientas del puesto tan bueno quélistominiñio, yel nene contento tamién con el sueldo y las morterneras, y la gente felís ela vida con tantos y tantos asvances y asvances.
Cuantísma tranquildá, que vas al mórtico y le íces:
-Ay, don señó, que me dué muchaquí, qué será que será, mortó?
-Vamo a vé. Mmm, puesto va sé una Retrobuldosis Galopiante.
-Ah... Yeso es grave, mortó?
-Ná, qué va. Esto con una chapuceración de ná, yun tartamiento de morticamentos se nelvai nun periquetes.
-Bueno, pue menozmá, no?
-Mmmsí, vamo a tener cabrir a corazó nabierto pa metierle un muelles con autofuelles, pa que no se escachifosque la furula. Ya lo mejó se muerusté un poquito, pero eno pasa ná, que nuestras falsilísticas ya las tenemos mu bien apañás estiaño, así que mia qué bien.
Hombre, es verdá que tanta muertes ya huele un poco, pero bueno, eso es cace falta más pasta pa investiguiaciones yeso. Quesque las mortendades son mumalas mumalas y nosotros no teniemos la culpa, qué culpa vamua tené, probecicos. Amás amás que las vacasciones no se pagan solas, a ver qué te crés.
Pue seso, que lestau venga pretar ya chuparle las tuercras al pueblo, pas primirlo masaun aconcencia y tenerlo bien agarrau por los güevicos. Y la gente co munos cepiporros venga a seguirles la corrientes, que le dan sangres y órgaños y todo y masimás. Hace falta ser idiota, vamos. Questos ya no sé yo si tién arreglo, mia ver.
Antes se llamaba mierdicina, pero luego lan ío canbiao.
La morticina ya ves cómo va, base morticamentos y chapuceraciones.
Lo tién bien montao el inviento, sobre tó pa que naidie sescape ni les haiga sonbra. La gente les da igual, por supuestos.
Lo más inportantes son las falsilísticas esas. Poeso san inventao muchas ticriñuelas pa conpiensar los bailances.
El tru costá en los siéntomas y los malnósticos.
Si quiés quiun muerticiente tentren la tabla toseína tá chupao, no tiés más que soltar un poco picapica ne laire condicionao, yala questornude: Zasca! Le canbias el malnóstico y luego ya que se muera cuando quiera. Así con tó.
Lo principial es aparientar seriedá, priesumir de lorgros yai vances. Poeso que se gastan napasta pa saliren latele con noticias de pacotillas y talicual.
Los medios son superinportiantes, osea poeso questán conpinchaus total, y no dejan que la Medicina de verdá que cura de verdá ni se sepa que se sepa ni qués mejor qués. Y poeso tanbién cacen un montón de series mierdosas de hospitales de mierda. Pa que la gente conozcan solo quesis teso namás.
Luego los nenes estuldian en las universidiades, conpradas tanbién, cómo no. Se sacan sus titulitos y sus mamás tan contientas del puesto tan bueno quélistominiñio, yel nene contento tamién con el sueldo y las morterneras, y la gente felís ela vida con tantos y tantos asvances y asvances.
Cuantísma tranquildá, que vas al mórtico y le íces:
-Ay, don señó, que me dué muchaquí, qué será que será, mortó?
-Vamo a vé. Mmm, puesto va sé una Retrobuldosis Galopiante.
-Ah... Yeso es grave, mortó?
-Ná, qué va. Esto con una chapuceración de ná, yun tartamiento de morticamentos se nelvai nun periquetes.
-Bueno, pue menozmá, no?
-Mmmsí, vamo a tener cabrir a corazó nabierto pa metierle un muelles con autofuelles, pa que no se escachifosque la furula. Ya lo mejó se muerusté un poquito, pero eno pasa ná, que nuestras falsilísticas ya las tenemos mu bien apañás estiaño, así que mia qué bien.
Hombre, es verdá que tanta muertes ya huele un poco, pero bueno, eso es cace falta más pasta pa investiguiaciones yeso. Quesque las mortendades son mumalas mumalas y nosotros no teniemos la culpa, qué culpa vamua tené, probecicos. Amás amás que las vacasciones no se pagan solas, a ver qué te crés.
Pue seso, que lestau venga pretar ya chuparle las tuercras al pueblo, pas primirlo masaun aconcencia y tenerlo bien agarrau por los güevicos. Y la gente co munos cepiporros venga a seguirles la corrientes, que le dan sangres y órgaños y todo y masimás. Hace falta ser idiota, vamos. Questos ya no sé yo si tién arreglo, mia ver.
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