Alguien ha vaticinado el fin del mundo.
Me parece que he sido yo.
Lo que pasa es que esta vez es de verdad.
La fecha y hora se ha establecido.
Y estamos muy cerca de su cumplimiento.
Todo el sueño parece una película con un montón de escenas diferentes muy bien enlazadas. El ritmo es vivo y creciente.
Se trata de algo así como las últimas horas hasta el momento definitivo. Hay mucho ajetreo, inquietud y problemas. Todo el mundo parece estar al tanto. Las cosas están cambiando delante de nuestros ojos. Las fuerzas del mal echan el resto y yo me veo en medio de todo esto.
Por ejemplo, se ha suprimido el suministro de droga y los medios han dicho que el responsable soy yo. Que igual es verdad, pero dicho así la intención es ponerme en apuros.
Los adictos me la tienen jurada. Me para por la calle uno conocido y amenaza con matarme de lo mal que lo está pasando. Me sincero y me pongo de su lado, o lo pongo de mi lado, o mejor dicho, las dos cosas a la vez. Le digo el nombre de otra sustancia que puede suplir su carencia.
Luego soy un gitano y hay un equipo de fútbol que está muy enfadado conmigo por algo que he dicho o hecho, así que vienen dispuestos a lincharme sin contemplaciones. Sin embargo, conforme se van acercando, van empatizando y ya se ponen a recriminarme y burlarse, pero eso enseguida se va suavizando y da paso a chistes y bromas de buena fe, con lo que quedamos tan amigos.
Después estamos en la entrada de un cine, donde dan una peli que queremos ver, pero somos pobres, así que no tenemos dinero para eso. Mi compañera de piso ruega y suplica a la taquillera, y al final esta se apiada y le entrega una copia de la peli, pidiéndole que no se lo diga a nadie. Y ya que nos vamos felices y contentos.
Parece que los malos se están enfadando y enloqueciendo de verdad, y el peligro es más y más real. Pero, al mismo tiempo, están pasando cosas cada vez más extraordinarias.
Dos jóvenes amigas han decidido ponerse a hacer de periodistas para ayudar a recoger las cosas increíbles que están sucediendo por todas partes. Casi no son ni adolescentes, así que nosotros las acompañamos para que no les pase nada malo.
Hay momentos de confusión con un furgón blindado negro que arranca y se va brusco y enfurecido.
También hay un callejón oscuro dominado por las mafias de raperos o algo así. Y pasar por allí es cada vez más chungo y problemático.
Además hace un montón que las mujeres no se unen a los hombres, con lo que el malestar y la frustración son casi desesperantes.
Aunque, al mismo tiempo, lo voy comprendiendo todo cada vez más y mejor.
Es la hora de la verdad.
La suerte está echada. Le digo a una amiga que lo grabe todo para ver luego qué es lo que ha pasado y tal, si es que lo contamos.
Me vuelvo a mi lugar, que está en la gran ciudad, junto a dos o tres colegas de curro. Aquí lo veo todo en blanco y negro, le da un toque de distinción y tristeza a los edificios y eso.
Saludo al grandullón, que está en la calle, aguardando, a la espera de lo que tenga que ser.
Hablamos en inglés, o así parece.
-Cómo va eso? Le digo.
-Mitad y mitad. Me dice. Y es verdad.
Ahora hace frío.
Y este frío es El Juicio.
Nos mostramos enteros, pero sin ocultar el miedo.
Cada vez nos llega más clara la conciencia de lo que está pasando, y sabemos que es compartida, lo cual nos conforta y anima, nos ilumina. Pues todo infundio queda expuesto y se desmorona.
Mi mayor temor era que muriera mucha gente con esto, pero qué va, para nada. Todos estamos captando de qué va la cosa, y es bien sencilla. Está chupado, el corazón nos une y nos damos calor los unos a los otros. Y los que no, mueren helados por dentro, pero son los menos, aún no he visto ni uno.
La sinceridad se sobrepone al miedo y cada uno hace lo correcto.
De un plumazo desaparece todo mal e injusticia. Las cuentas corruptas encuentran su saldo a cero. Ya no hay ni un solo rincón para el abuso ni la mentira.
Los niños tienen un papel destacado, su poder es enorme y se entregan de lleno al juego.
La magia creativa lo transforma todo. El coche de mi padre ya no va con combustible fósil, sino con energía infinita. El coche de mi madre, que en realidad no tiene, se convierte en una especie de chequera gigante, donde cada hoja tiene dos elementos, un sol y un huevo, que significan energía y alimento perpetuos.
Y un parque abandonado, donde han estado morando y fastidiando tres grandes duendes, invisibles y malvados, desde tiempos inmemoriales, ha visto cómo se levantaban y se marchaban, obligados, para no volver ya más.
Mis palabras no hacen justicia a la intensidad y maravilla de todo esto. Es la mayor transmutación vivida por todo y todos.
Cae el velo y nos inunda la verdad con su tremenda belleza y potencial. Todo es hermoso y ahora podemos comprenderlo y apreciarlo. Sin necesidad de explicaciones, pues nos habita y llena por completo.
Ha sido la acumulación de nuestro deseo la que ha roto el dique y ha hecho realidad el cambio, definitivo y permanente.
Ya no huyo, doy la cara.
Y no puedo parar de sonreír.