"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

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Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



7 de noviembre de 2011

ni Pepe ni Sole

Pepe y Sole son una pareja de codiciosos. Están en el desierto, tienen semillas y disponen de una pala. Bastaría con repartir adecuadamente las semillas por todo el terreno y atenderlas cuidadosamente para, en poco tiempo, disfrutar de un esplendoroso y fértil vergel, un oasis de dicha y bienaventura (como dicen los de allende) en pleno erial yermo.

Lamentablemente, tanto Pepe como Sole están infectados con un grave parásito que les roe el cerebro. Este desdichado evento les hace padecer una aguda esquizofrenia paranoide alienante que les impide comprender su situación. Así pues, su instinto les dicta una sola directriz: Sobrevivir por encima de todo.

Podría pensarse que son víctimas de tal circunstancia. Nada más lejos de la realidad, el parásito sólo prolifera cuando el terreno le invita a ello. Su locura es reversible.
Pero no es esa su intención.

Por tanto, huésped y parásito conforman una unidad bien avenida. Comparten lo esencial, el interés de medro a costa del prójimo.

Siendo así, no sorprende que Pepe y Sole se hayan embarcado en una competición suicida y sin sentido. Dado el contexto, la pala cobra máxima relevancia y protagonismo. Quien tiene la pala ostenta el poder, goza de ventaja y supremacía sobre el otro. Pero es una diferencia escasa.

Por eso hay que buscar una mayor distancia, otro elemento que suponga una distinción más eficaz y notable, incuestionable. Que le dé más estabilidad y autoridad al tirano, que le permita someter mejor a su lacayo. Algo que valide y justifique su imposición y sometimiento.

Mientras tanto, no les queda más remedio que soportarse y aguantarse respectivamente. Así, sus mentes albergan y ambicionan deseos y ansias insaciables, inconfesables. Unos delirios desquiciados que les llevan a codiciar los tesoros ocultos que intuyen, barruntan o imaginan aguardándoles bajo la tierra.

Y se ponen a cavar, claro. Y se pelean por el uso y manejo de la pala, y se turnan, mal que bien, y van profundizando.

Pasa el tiempo y se dan cuenta de que están atrapados en un pozo del que no alcanzan ya la salida. Han caído en su propia emboscada, se han metido en una trampa de la que no tienen escapatoria. Ahora la situación ya no es divertida. Ahora llegan los lamentos, los reproches, los agravios, la ira, el odio, la amargura, etc.

Cualquier humano, llegado a ese punto, comprende que es hora de cambiar de actitud, corrige el rumbo y salva el pellejo. Pero ellos no, Pepe y Sole hace tiempo que renunciaron a ser humanos, se creen más, se creen mejores, se creen por encima. Ironías de la vida, su soberbia les ha llevado a cavar su propia tumba.

Y de allí no han de salir.

Su mente parásita ni sabe ni contempla la vida en términos que no sean de competición y codicia, de depredación salvaje e inmadura. Su propia naturaleza es garantía de desaparición, autoextinción. Y en ese plan siguen, lanzándose desprecios e insultos el uno al otro, quitándose la pala de malas maneras. A ratos cavando, con la punzante codicia aguijoneando sus esperanzas, vanas e infundadas, de milagro o recompensa. A ratos impidiendo que el otro pueda cavar o tratar de escapar. Arrastrándose mutuamente, llevándose de la mano, haciéndose compañía en su descenso, ameno y entretenido, hasta el infierno.
Y tan ricamente.

Mientras tanto, las semillas, olvidadas y abandonadas en la superficie, han ido germinando por sí solas y contemplan, pacíficas y serenas, cómo se pudren y se descomponen hasta los huesos esos que tomaron camino tan estúpido y absurdo.