Antes soñaba mucho con trenes. Se mezclaba la angustia y la fascinación. Me gustan los trenes y las vías y todo. A los autistas también les gustan los trenes. Y a más gente.
Veo mi vida como si fuera un tren que va por su vía. A cada lado tengo otra vía paralela. La de la izquierda es mi vida óptima y la de la derecha es mi vida pésima. Por la que voy es mi vida mediocre.
Ya la palabra lo dice todo. No me puedo quejar, pero tampoco es para tirar cohetes.
Cuando miro a la izquierda me veo a mí mismo tal y como sería ahora si hubiera tomado todas las decisiones acertadas. Veo la fama, el éxito, los grandes proyectos cobrando forma, hogar, familia, viajes y mil cosas más.
Eso está muy bien, pero hay detalles que me chocan un poco. Hay rasgos de mí que no reconozco. Hay cambios que no entiendo, como si para llegar ahí hubiera tenido que prescindir de ciertas cosas. Tal vez es razonable que sea así, aunque desde mi posición me es difícil comprender o aceptar eso.
En resumen, me da envidia lo que veo, me inspira, me sorprende, me impresiona y me da un poco de vértigo y miedo. Me inquieta, me deja intranquilo.
Cuando miro a la derecha me veo tal y como sería ahora de haber tomado las decisiones erróneas. Soledad, pobreza, miseria, enfermedad, odio, rencor, amargura, etc. Me doy pena por verme en ese estado de degradación. Y no dejo de preguntarme cómo he podido caer tan bajo.
Me preocupa más esto que veo que no el otro caso de antes.
Sobre todo porque lo siento mucho más cercano. Me identifico y reconozco de forma intensa y directa. Es más fácil caer que trepar.
Siento empatía y compasión y tomo buena nota del terrible deterioro para no aproximarme a eso ni en broma.
Es curioso el diferente impacto y efecto que produce cada alternativa. Si hay algo en común es el miedo, el miedo a cambiar a peor, el miedo a cambiar demasiado. Y también el miedo parece la clave para llegar a cada extremo. Por un lado superando todos los escrúpulos, dudas y temores. Por otro lado entregándose más y más a ellos.
Avanzar por la vía es fácil, todo recto y siempre hacia delante. De tanto en tanto surgen desvíos hacia un sentido o el otro. Aparecen con muy poca frecuencia, así que hay que estar preparado de antemano si uno desea cambiar de rumbo. Hay que estar atento.
Algunos desvíos llegan abiertos por sí solos y si no te interesan tienes que reaccionar a tiempo. Los descuidos se pagan caros.
La comodidad de la rutina es engañosa y traicionera.
Es esto lo que deseo? Estoy siguiendo el rumbo correcto?
Y si me equivoco en el desvío? Compensa la oportunidad el riesgo?
En ningún caso veo el camino que ha seguido cada uno para llegar donde están. Puedo imaginarlo, suponerlo, pero eso es incierto. Quién no te dice a ti que tras la gloria se esconde la ruina y tras la ruina la gloria. No sé. Igual es una paranoia, pero puede ser que si uno arriesga demasiado, se meta en una montaña rusa con altibajos incesantes.
La estabilidad es una virtud, el anquilosamiento un problema. Hay que estar atento.
Es curiosa la asimetría a la hora de conectar con una u otra posibilidad. La propensión a lo negativo a lo mejor es normal o tal vez sea sintomática. Quién sabe. Sí parece claro que esa asimetría actúa como llamada de atención, como aviso, como autoprotección, como seguro.
Pero, y lo otro? Tal vez llama a examen, a revisar los impedimentos, las barreras que uno ha establecido, los límites que no me doy permiso para cruzar. Y al mismo tiempo también revela posibles inconvenientes tras esa aparente maravillosidad, como dicen los de allende.
Casi estoy por imaginar que esas alternativas no son más que visiones de realidades paralelas, que no están pensadas específicamente para poder ser alcanzadas ni realizadas desde donde estoy. Si lo piensas bien, tiene sentido. Para poder ser ahora mi yo óptimo, las decisiones adecuadas tendría que haberlas tomado desde mucho antes. En todo caso sirven de ejemplo de posibles futuros similares, pero eso es siempre incierto.
Pienso que sería interesante dialogar un poco con cada uno de ellos. Que podríamos aportarnos pequeñas observaciones, algún consejo útil para nuestras respectivas situaciones. Pero luego lo pienso mejor y creo que no, que sería más bien confuso y desorientador. Cada uno tenemos nuestra forma de valorar lo de los otros en base a nuestra propia experiencia.
Mi punto de vista poco puede ayudar al sobrado o al necesitado, más allá de lo tópico y evidente. Y lo mismo ellos conmigo. No hay que perderse en quimeras. Cada uno con su vida, con lo bueno y lo malo que tenga. Lo demás son antojos y desvaríos. Distracciones, proyecciones.
En todo caso puedo extraer mis propias apreciaciones de la mera contemplación de sus ejemplos. En el fondo siempre funciona así. Uno es el único responsable de procesar y elaborar cada información para darle sentido y provecho.
Además hay que tener en cuenta otra cosa. Al ser un tren arrastro una serie de vagones, que simbolizan las cargas del pasado, los asuntos no solucionados. Cuantos más vagones menos capacidad de maniobra hay. Si uno se pone a tomar desvíos a lo loco distorsiona toda la organización, la estructura de los vagones, atorando cada vez más la marcha y con serio riesgo de descarrilamiento.
Visto así, tal vez lo óptimo y lo pésimo sirven para saber guardar el equilibrio. Exceso, defecto, mesura. O tal vez esto no son más que justificaciones baratas y soy una rata miserable, cobarde y conformista. Vete a saber, jeje.