Cómo ser paranoico y no sucumbir en el intento.
Conspiranoicos y escépticos, parecen dos posturas contrarias pero en realidad son la misma cosa: paranoia, sólo cambia el signo, la dirección en que se orienta.
La conspiranoia es de carácter positivo, cree firmemente en algo sin tener la más mínima prueba de ello.
El escepticismo es de carácter negativo, rechaza firmemente algo también sin la más mínima prueba para ello.
Como se ve ambos funcionan a base de prejuicios, ambos construyen su propio esquema de la realidad.
Ahora bien, quién 'acierta' más, quién está más cerca de la 'verdad'?
Son ambos caminos igual de válidos?
Probablemente sí, a su manera. Pero lo ideal es mantener siempre el equilibrio, permanecer en el centro sin tener que caer hacia ninguno de esos lados. Aunque lógicamente cada uno tendrá una inclinación o querencia natural hacia alguno de ellos.
En mi opinión la conspiranoia es más atractiva y divertida.
El escepticismo, por contra, resulta demasiado autolimitante, una especie de perro del hortelano, que ni come ni deja comer (o eso pretende), y se pasa la vida censurando lo que hacen y dejan de hacer los demás y vendiéndoles la moto de lo guay y lo muy buena que es su ideología (la ciencia es lo más mejor, chaval).
La teoría de la conspiración también tiene sus inconvenientes, sobre todo en cuanto te identificas con las ideas que presentan.
Pero si se le pilla el punto resulta fascinante, asombrosa.
Estimula la imaginación y presenta nuevas formas de considerar la vida y lo que nos rodea. Además, es osada y se adentra en terrenos que nadie más explora.
Si nos ceñimos al modelo oficial establecido de lo que la realidad 'es', resulta que queda fuera (no se contempla) una porción considerable de casos y cosas.
Y resulta que lo descartado no es todo precisamente fantasía y tonterías, no. Hay ahí temas de la más elevada relevancia.
Por eso va bien conocer un poco esa otra cara de la vida, el lado no reconocido de la realidad.
La cosa es sencilla, se trata de abrirnos a lo desconocido, se trata de escuchar lo que la existencia nos ofrece. Los esquemas mentales cumplen su función, pero hay que cuidar de no identificarse en exceso con ellos, no anquilosarse en su interior.
Todos los fanatismos, fundamentalismos y dogmas provienen de ese apego, ese rigor, esa inflexibilidad (literalmente el ser se asimila a la forma de sus esquemas, se cuadricula y deja de avanzar, y entonces empieza a entrar en conflicto con cuanto molesta, ofende o perturba a su esquema, cuando tendría que ser al revés: el ser debe malear su pensamiento, modificar su forma, siempre flexible y cambiante, conforme va fluyendo, evolucionando, interaccionando con naturalidad con lo que le rodea).
El hombre arrogante y engreído no escucha, sólo proyecta su 'verdad' hacia fuera. Impone su modelo, instaura su imperio, hace que la realidad se ajuste a su idea de ella, fuerza, violenta, altera, obliga y tiraniza cuanto le rodea. Y el resultado es lo que ves. El hombre puede estar contento, está construyendo su milimetrada prisión inhumana tal y como su esquema interior le dicta. Y la naturaleza se diría que 'cede', se deja hacer (aunque esa es una impresión engañosa, el hombre se aplasta a sí mismo, nada más).
Todo lo que se sale de su esquema el hombre lo juzga como basura, superchería, inventos, mentiras, cuentos idiotas.
Pero si observamos la vida desde un punto más abierto, humilde y neutro, entonces escuchamos, consideramos lo que se nos presenta, con respeto, reconocemos su presencia aun cuando no alcancemos a comprender su naturaleza, su grado de fiabilidad o veracidad.
Accedemos a nuevo material con el que trabajar, en el que profundizar. Ampliamos nuestra visión y comprensión de la vida, le añadimos profundidad, dimensión. Participamos de una forma más integradora.
La historia cambia enormemente ante nuestros ojos cuando nos damos permiso para valorarla más dignamente. Cuando reconocemos lo que es, lo que hay, el camino que la humanidad ha recorrido.
El legado del pasado nos cuenta muchas cosas de una forma muy clara, pero nosotros no queremos creerlo, no estamos dispuestos a asumirlo porque se sale de nuestros esquemas, rompe nuestro modelo, nos obliga a redefinirlo. No estamos escuchando.
En lugar de eso preferimos decir que son mitos, leyendas, cuentecitos folclóricos. Así mancillamos nuestro pasado, no nos hacemos justicia, nos retribuimos un trato indigno e irrespetuoso.
Igualito igualito que lo que hacemos con el planeta y todo lo demás.
Vivimos dentro de la película que nos hemos montado, una versión simplista y ligera a más no poder, apta para todos los públicos, una comedia boba y romántica con final feliz. Pero si apartas esa pantalla y abres los ojos la cosa no es tan inocente y sencilla como parecía.
Y ahí entran en escena los conspiranoicos.
Si escuchas lo que dicen te presentarán una versión muy diferente de la realidad, una visión retorcida, malvada y preocupante. Llena de fuerzas manipuladoras, de oscuros intereses, de toda clase de trapicheos y tejemanejes.
Un mundo lleno de desconfianza, lleno de infiltrados, controladores, espías, etc. Un mundo donde la mentira es la reina y unos pocos elegidos, no se sabe cómo, poseen la verdad y la quieren compartir contigo para liberarte del yugo y del engaño en que vives sometido.
Sí, es de locos, pero tampoco tanto, no te creas.
Tal vez sus conclusiones se pasan dos o tres pueblos de rosca, pero el punto de partida de sus razonamientos merece cierta consideración.
Hay sucesos suficientes como para sopesar seriamente la existencia de ciertas cosas de las que no nos estamos 'coscando'.
Lo importante de entrar en contacto con ese otro lado alucinado de la vida es aprender a manejar ese tipo de material, el saber pensar, asimilar y procesar informaciones sin una base aparente de lógica, verosimilitud o coherencia.
Entramos de lleno en el mundo de la creencia.
La creencia es algo útil y necesario. Forma parte del proceso de evolución junto a la investigación material.
Son dos planos, dos dimensiones, dos fases complementarias, inseparables. Un poco como el acarreo y el manteo que hacen la criba. Es absurdo intentar completar el proceso saltándose uno de los pasos. Así nos va, que no avanzamos.
No es fácil dar una idea de qué es o supone eso de creer, se entiende mejor cuando se practica. Tiene que ver con confiar y conceder. Y con más cosas, pero no vamos a meternos a fondo con eso ahora, queda pendiente para otra ocasión.
Creer es un trabajo 'del corazón', o sea, que hay que acallar la mente, dejarle sitio a eso otro. Es una tarea muda, asunto del silencio. Y si se hace bien es profundamente liberador. Nada que ver con las doctrinas alienantes de los cultos instaurados (aunque, puede extraerse un provecho edificante también de ellos si se sabe hacer un buen uso de sus enseñanzas).
De todo eso cabe resultar una masa ideológica viva y cambiante, un modelo de la realidad flexible, amplio, comprensivo, imaginativo, abierto a nuevas posibilidades, un modelo prudente y respetuoso, que no necesita autoimponerse, que está en paz con su propia precariedad e inexactitud.
Es muy típico de la conspiranoia el proyectar hacia fuera las fuerzas 'organizadoras'. Y entonces se ven obligados a luchar contra los malos, que son los culpables de los problemas de la humanidad y el mundo. No hay que caer en eso, claro está, el equilibrio está en tu interior y es desde esa comprensión que puedes aceptar las cosas tal y como se ven o se te presentan, sin juzgarlas severamente, ni en su exceso ni en su defecto.
Otro detalle gracioso de la paranoia es la profunda desconfianza inherente que tiene hacia todo y todos. Así, tanto para escépticos como para conspiranoicos, lo más habitual es la mentira. Toda información que llega a ellos y que no concuerda con sus esquemas es rápidamente etiquetada como una patraña, un ataque, un intento de sabotaje hacia el andamiaje ideológico de su mente.
A priori todo lo que les viene de 'fuera' de sus esquemas es intencionadamente falso (culpable) mientras no demuestre lo contrario. No hay presunción de inocencia para los que no comulgan con sus dogmas, para los herejes, los profanos, la escoria. Aquí se ve que los fundamentalismos son profundamente sectarios, intolerantes, separatistas (y lo mismo al contrario: todo separatismo es fanático e intolerante, pues sólo desde la inmadurez puede buscarse la alienación, el aislamiento, la ruptura, el egoísmo).
Y si excitamos ese recelo el paranoico puede acabar sumergido en una espiral mareante de mentira-dentro-de-la-mentira que lo lleva a destruir por sí mismo sus propias creencias, perdiendo todo punto de apoyo y referencia. Más o menos sería algo así: Ha aparecido una noticia increíble. Genial, esto demuestra que mi teoría era verdad, que nos están engañando y manipulando todo el rato. Espera un momento, y si esa noticia también es otro engaño? Entonces ellos quieren que crea eso para que luego no pueda creer eso otro, que entonces no sería mentira como pensaba sino que sería la verdad y entonces puede que todo lo demás también fuera un engaño y han estado jugando todo este tiempo conmigo, pero yo soy más listo que ellos y puedo engañarles, haciéndoles creer que eso me lo creo aunque luego no me lo crea y luego digo justo lo contrario para ver cómo reaccionan, aunque no sea verdad, que se crean que no creo lo que creen que creo sobre eso, etc...
El camino de la desconfianza es un callejón sin salida.
La confusión a la que se puede llegar es delirante (la paradoja es que a través de ese re-retorcimiento puede llegar a encontrar, casi sin quererlo, su propio equilibrio, o algo así. O sea, que incluso el camino difícil tiene su aprendizaje y el llegar a alguna parte depende únicamente de la disposición de uno. Así pues la única manera de extraviarse consiste en no darse permiso a uno mismo para continuar caminando. Detenerse, aferrarse, permanecer, no es una opción. Eso sólo trae tormento y sufrimiento).
La cuestión es, hasta qué punto el ser humano se dedica a inventar historias increíbles para engañarse a sí mismo? Y qué gana con ello?
Cuánta verdad hay detrás de cada conspiración increíble?
Vale la pena intentar aclararlo? O es todo fango sin más?
Tal vez un estudio sobre esto pudiera sorprendernos.
El problema es que es muy difícil alcanzar conclusiones comprobables.
Nos movemos en una niebla que sólo es disipable desde nuestro interior. Así que se trata de un trabajo de cada cual.
Que yo te diga que hay vida en el universo no te va a servir de nada mientras no evalúes y proceses ese asunto en tu ser más profundo, con toda tu capacidad de análisis y discernimiento, con todas tus habilidades y herramientas de asimilación y valoración.
Moverse en el campo de la conspiranoia tiene eso de bueno, sirve de entrenamiento y afinación de los sentidos (y lo mismo con la metafísica, la filosofía y la mística).
Aquí lo que no se vale es juzgar todo desde el prejuicio. Si te interesa un tema profundiza, estudia, averigua. Difícil será que no encuentres algo bueno en el proceso.
Por ejemplo, las leyendas urbanas. Qué cosa más curiosa, no?
De repente una historia aparece por sí sola y se instala en el pensamiento colectivo. Qué sentido tiene algo así? De dónde proviene? Por qué sucede? Qué relación tiene con la realidad? Sirven para algo?
No hay que quedarse en la apariencia, en la superficie de las cosas.
A veces intentar distinguir el orden de los acontecimientos no nos conduce a nada que nos ayude a comprenderlos. Intentar establecer que el huevo fue antes que la gallina es tan arbitrario como su contrario. Con la paranoia pasa un poco algo parecido. Qué fue primero, las antenas del HAARP o las teorías conspiranoicas que hay en torno a ellas?
Igual resulta que son sólo atrezzo, que alguien las puso ahí con la intención de canalizar la atención de los paranoicos (te imaginas?). O incluso pueden ser obra de los propios paranoicos (y resulta que este mundo de locos está gobernado indirectamente por los delirios y los caprichos de las cabezas pensantes más inestables). O son sólo unas simples instalaciones normales y corrientes, vete a saber.
Al final, en qué consiste el juego?
Según cómo se lea la partida parece que es todo un absurdo enorme, una especie de competición por ver quién engaña y manipula a quién, por ver quién es más que quién, quién alimenta la locura de quién y quién le roba la nariz a quién. Pero en el fondo el hombre lo que más de todo demuestra es su profunda estupidez, comportándose como un perro que persigue su propio rabo continuamente.
Moraleja:
No busques 'verdad' fija alguna, ni caigas en el error de creerte dueño de nada firme. El valor de tu experiencia y tus hallazgos se queda y termina en tu propio ser. Ninguna prueba tuya sirve para 'liberar' o 'despertar' a los demás. Comparte cuanto gustes, mas sin esperar nada de ello. No quieras efectos ni resultados garantizados, de ningún tipo. Seguridad, fiabilidad, sólo en tu interior esencial.
La realidad no necesita (ni puede) ser explicada en su totalidad. Vive con lo que hay y juega con todas las teorías que te dé la gana, pero deja a los gamusinos tranquilos.