Ya me falta poco para terminar en la escuela y pasar al instituto con los chicos mayores, y ahora estoy creciendo bastante y mi madre se queja porque no para de comprarme ropa y luego se me queda pequeña. Lo que pasa es que a veces no veo la pizarra y por eso el otro día tuve que ir al oculista. Me dejaron ir solo, como a una persona mayor, porque ya sabía donde era y porque mis padres tenían que trabajar.
Así que pude salir un poco antes de clase y llegué a la óptica a las 12.
Me atendió una mujer mayor, de la edad de mi tía (trenta años) o un poco menos, y que era muy amable y muy guapa.
Enseguida supo quién era yo y cerró y todo la óptica para que pudiéramos estar más tranquilos, me dijo, y me guiñó un ojo.
Luego fuimos a una habitación con máquinas muy raras y grandes y a mí me dio un poco de miedo pero creo que no me se notó nada.
Ella me dijo que me sentara en un sillón grande y me estuvo mirando un rato desde cerca los ojos con una pequeña linterna, me dijo que ya era todo un hombrecito y me sonrió, entonces me puso un aparato delante con dos agujeros para mirar y luego apagó un poco la luz y puso una diapositiva con letras y me dijo que fuera leyéndolas.
Pero a la mitad cambió de idea y se puso ella enmedio de la luz, entonces se soltó el pelo, que lo llevaba en una coleta y me preguntó:
-Mejor o peor?
-Mejor, dije yo.
Entonces se desabrochó la bata que tenía puesta y no llevaba ropa debajo, sólo un sujetador y las bragas, ah y unas medias, todo de color blanco.
-Mejor... o peor? dijo.
-(glup) ...Mejor, dije yo.
Pero la verdad es que estaba un poco nervioso porque mi cosa se me estaba empinando (a veces me pasa) y no quería que se diera cuenta, por eso me tapé mis partes con las manos. Entonces se me acercó y con mucho cariño me apartó las manos a un lado.
-Tranquilo, no pasa nada, me dijo.
Yo estaba como atontado porque no hacía más que mirar su sujetador, que era muy bonito, así como de ganchillo, como lo que hace mi abuela, y entonces ella se pegó mucho a mí y puso una pierna entre las mías y la otra por fuera. Y se movía todo el rato, muy despacio, de detrás a delante, de atrás alante, todo el rato, y me rozaba el paquete y yo no quería que eso le molestara, por eso me senté mejor, pero ella puso sus manos en mi culo y me volvió a empujar hacia fuera.
-Relájate, tu déjate llevar, dijo.
-Mira, toca mis medias si quieres, añadió.
Y puso mis manos en su pierna. Eso me gustó mucho y ya no me importaba que me rozara todo el rato.
-Hm... Mejor, o, peor? dijo ella.
-Mejor, creo... dije yo.
Entonces metió sus manos por su espalda, se desabrochó el sujetador y, no sé cómo, se lo sacó sin quitarse la bata. Y tenía unas tetas muy bonitas. Tanto que me quede con la boca abierta y ella se rió un poquito de la cara que puse.
-Mejorr ...o... peorr? dijo.
-Muh, m- me-jor, dije yo.
Luego se quitó las medias y me dijo que tocara sus piernas por el lado de adentro. Estaban muy suaves y calientes, yo tenía cuidado de no rozar sus bragas, aunque tenía ganas de tocarle el culo. Y probé a tocarlo un poco y no se enfadó.
-Lo haces muy bien, sigue así, me dijo.
Y ahora tenía su cara muy cerca de la mía y yo notaba su aliento calentito en mi nariz y me gustaba. Entonces me dio un beso, pero era un poco raro porque metió su lengua en mi boca y parecía que buscaba algo, y yo moví la mía también por si era eso o podía ayudarla a encontrar lo que fuera.
Entonces puso mis manos en sus tetas.
-Mmejob o beob? dijo ella, sin dejar de besarme.
-Mbjob, dije yo.
Estaba totalmente alucinado tocando sus tetas que eran estupendas porque no me cansaba nunca y era como si no pudiera dejar de hacer cosas con ellas, acariciarlas, sentirlas, notar su forma, su peso, su sabor, su olor, su todo. Madre mía si me gustaron, no me voy a olvidar de ellas nunca en la vida. Y mientras, ella también me tocaba a mí por todo el cuerpo y me desabrochó los pantalones y se puso a menear mi cola.
Luego me dijo que me tumbara en la camilla para terminar de examinarme. Y me desnudó del todo y ella también se quitó las bragas y se puso encima de mí. Era divertido porque con la bata parecía que estábamos dentro de una tienda de campaña y entraba una luz muy suave. Además era curioso porque ella se había puesto al revés que yo y sólo veía delante de mí sus partes que me daban un poco de miedo porque tenían mucho pelo. Entonces ella se metió en la boca mi cola que estaba muy tiesa y eso me dio mucho gustirrinín y además sus pelos me hacían cosquillas por las piernas.
Y me dijo que le acariciara su rajita y yo lo hacía con mucho cuidado pero ella me cogió la mano y me enseñó como quería que se lo hiciera, y era raro porque estaba muy caliente y algo mojada por dentro. Después también me pidió que le diera besitos allí y que chupara con la lengua, como un gato que lame leche. Yo probé a hacerlo un rato pero me daba un poco de asco porque tenía un sabor extraño, que no es que fuera malo pero casi casi y encima no sabía bien como tenía que hacerlo y me cansaba, aunque su olor sí que me gustaba, pero los pelos rizados eran un rollo, se me metían por todas partes y me picaban un poco.
Menos mal que luego se levantó un momento, cogió un pequeño sobre, como de un supositorio, lo abrió y me puso en la cola una funda de plástico trasparente, entonces se subió otra vez a la camilla, pero ahora ya bien, mirando hacia mí, y se metió mi cosa en su rajita y me dio mucho gustito y empezó a moverse de arriba abajo, como si tuviera un muelle y yo hacía lo mismo, me apretaba y me alejaba y a ella también le gustaba.
Y es curioso porque la funda ya no la notaba y era como si no llevara nada. Y ella se agachó mientras a mirarme y me dijo que tengo unos ojos muy bonitos y sus tetas se rozaban con mi cuerpo y me dejó chupar sus pezones, que estaban duritos, y tocárselas un poco más y ella me besó otra vez. Y cada vez se movía más deprisa y yo parecía que me iba a quedar sin respiración pero entonces mi cola escupió algo y yo me quedé más agusto que nunca.
Ella me dio muchos besos por todas partes y me acariciaba todo el rato, luego se sacó mi cola de su rajita, me quitó la funda y cogió una toallita húmeda para limpiar mi cosa y me la pasó, con mucho cuidado porque me dolía un poco de tanto placer que había tenido, por todos lados hasta que quedó limpia del todo y ya se me puso otra vez blanda y chiquitita.
Después ella se vistió, y yo también, y me ayudó a peinarme bien y me dijo que iba a tener que ponerme gafas pero que no me preocupara, que eran de muy pocas miopías y que de lo demás estaba muy bien, que me pasara con mis padres a recogerlas dentro de una semana y que me había portado muy bien y había sido muy valiente.
Así terminó mi primera visita al oculista y no sé por qué a la gente no le gusta tanto mirarse la vista si, jo, menuda pasada que es.