Pelo de rata,
cabeza de chorlito,
ojos de besugo,
boca de lobo,
dientes de león,
lengua de gato,
cuello de cisne,
corazón de pollo,
sangre de toro,
carne de gallina,
huesos de dinosaurio,
piel de cordero
y pies de burro.
Pelo de esparto,
cabeza de yunque,
ojos de aguja,
boca de jarro,
dientes de sierra,
lengua de trapo,
besos de rosca,
cuello de botella,
brazos de lámpara,
codos de tubo,
muñecas de porcelana,
manos de obra,
pulmones de acero,
corazón de oro,
tripas de reloj,
culo de vaso,
carne de cañón,
piel de imitación,
huesos de cristal
y pies de plomo.
Pelo de aire,
ojos de huracán,
lengua de fuego,
boca de riego,
brazos de mar,
manos de pintura,
dedos de espuma,
corazón de piedra,
rodillas de trapo,
huesos de risa
y pies de tierra.
Cabeza de alcornoque,
ojos de sapo,
boca de dragón,
lengua de ciervo,
manos de árbol,
corazón de melón,
sangre de horchata,
carne de membrillo,
huesos de oliva,
piel de naranja
y piernas de nuez.
Pelo de tonto,
cabeza de turco,
ojos de boticario,
boca de fraile,
brazos de gitano,
manos de santo,
carne de momia
y pies de rey.
Boca de túnel,
cuello de camisa,
brazos de sofá,
piel de tambor
y pies de calle.
1 de octubre de 2008
la estrella que inventó la momificación
Las estrellas son unas criaturas bastante cachondas, aunque por lo general su vida es tranquila, previsible, rutinaria.
Un día, Sirio se aburría y se fue a visitar a Orión.
Hablando de todo un poco, a Sirio se le ocurrió una broma que gastarle a los humanos, así que se acercó por la noche y habló en sueños al faraón de turno de Egipto. Le dijo:
-Has de saber, oh príncipe de la creación, que en tu excelsa grandeza, tu vida sostiene la existencia del propio universo y que, cuando tú desaparezcas (los dioses te den extensa longevidad), el universo dejará a su vez de existir.
-Oh, luminoso heraldo, cruel destino me anuncias.
Qué será de mis fieles súbditos? Acaso no hay esperanza alguna?
-Solo hay una cosa que puedas hacer: Preserva tu cuerpo incorrupto el máximo tiempo que te sea posible. De esta forma el universo permanecerá sin desintegrarse por un tiempo y tu memoria será honrada y alabada por todos, pues reconocerán tu magnánima generosidad. Tu cuerpo será el templo sagrado que sostenga la creación y hasta los mismos dioses apreciarán y admirarán tu abnegada entrega.
El faraón, por supuesto, se tragó el cuento e instauró el rito de la momificación, que tuvo bastante éxito a partir de entonces.
Sirio se echó unas risas durante unos cuantos siglos y luego olvidó dónde estaba la gracia de aquella broma, así que se dedicó a otra cosa.
Un día, Sirio se aburría y se fue a visitar a Orión.
Hablando de todo un poco, a Sirio se le ocurrió una broma que gastarle a los humanos, así que se acercó por la noche y habló en sueños al faraón de turno de Egipto. Le dijo:
-Has de saber, oh príncipe de la creación, que en tu excelsa grandeza, tu vida sostiene la existencia del propio universo y que, cuando tú desaparezcas (los dioses te den extensa longevidad), el universo dejará a su vez de existir.
-Oh, luminoso heraldo, cruel destino me anuncias.
Qué será de mis fieles súbditos? Acaso no hay esperanza alguna?
-Solo hay una cosa que puedas hacer: Preserva tu cuerpo incorrupto el máximo tiempo que te sea posible. De esta forma el universo permanecerá sin desintegrarse por un tiempo y tu memoria será honrada y alabada por todos, pues reconocerán tu magnánima generosidad. Tu cuerpo será el templo sagrado que sostenga la creación y hasta los mismos dioses apreciarán y admirarán tu abnegada entrega.
El faraón, por supuesto, se tragó el cuento e instauró el rito de la momificación, que tuvo bastante éxito a partir de entonces.
Sirio se echó unas risas durante unos cuantos siglos y luego olvidó dónde estaba la gracia de aquella broma, así que se dedicó a otra cosa.
la maldición de Ugambo
Ugambo era un negro del Congo (un conguito bien negrito) que sólo tenía un deseo en su vida: Ser blanco.
Todos le decían que era tonto, que eso era imposible. Pero él nada, ni caso. Seguía emperrado en que quería ser blanco.
Y su deseo era tan tan grande que un día acabó materializándose en su cuerpo. Lo curioso es la forma en que lo hizo.
Se instaló dentro de su ojo derecho. Al principio no era más que un pequeño puntito flotando. Pero luego, poco a poco, fue creciendo y Ugambo vio que su empeño había tomado la forma de un feto y eso lo asustó un poco porque no sabía en qué terminaría la cosa.
Al poco ya le tapaba por completo la visión de su ojo derecho y el engendro seguía aumentando de tamaño, resultando cada vez más y más molesto y doloroso. Pues iba progresivamente oprimiendo y desplazando los órganos que estorbaban a su crecimiento.
Así Ugambo enseguida quedó ciego e inválido ante el despiadado empuje de los piececillos de la 'criatura' producto de su deseo. Que crecía a sus anchas y que ya había despachado el cerebro llevándolo hacia abajo. Con lo que al pobre Ugambo se le había montado una aglomeración de órganos en el tronco que le producían una abultada barriga que (ironías del destino) le daban aspecto de embarazado.
El caso es que, después de mucho sufrir y padecer, aquel agente invasor había ocupado por completo el interior de su cuerpo, expulsando todo lo que le sobraba, hasta tal punto que la piel era lo único que quedaba 'suyo'.
Total que era bastante rara la situación pues le hacía sentirse como si llevara puesto un traje ajustado, ceñido, justo de su talla.
Y claro, enseguida le dieron ganas de quitárselo, así que se arrancó la piel y descubrió que su nuevo cuerpo era blanco inmaculado, lo que siempre había anhelado.
De esta manera fue como Ugambo logró hacer realidad su deseo y al fin pudo ser feliz por siempre jamás, amén.
Oye, espera un momento...
Y qué pasa con la maldición del título, eh?
Epa, es verdad. Que me he embalado y me olvidaba de eso:
Bueno, pues resulta que a los pocos días, el flamante y albo nuevo cuerpo de Ugambo se fue poniendo moreno de tanto exponerse al duro sol congoleño (o congolino, como dicen los de allende) y enseguida se volvió otra vez negro del todo.
Ugambo entonces se sumió en la amargura y la desesperación y de nuevo deseó con todas sus fuerzas volver a ser blanco.
Por lo que su ruego o petición germinó en su interior (esta vez en el ojo izquierdo) y así hubo de pasar por todo el doloroso y atroz proceso una vez más.
Esta era su maldición, pues estaba condenado a repetir la misma historia sin llegar nunca a alcanzar definitivamente su objetivo.
Y tal tortura no habría de cesar ni de desaparecer, a no ser...
A no ser dejara de alimentar y perseguir su deseo y lo abandonara para siempre, momento en cual quedaría inmediatamente liberado de su pena eterna, libre para envejecer (porque a todo esto, con tanto 'reciclado' de cuerpo siempre estaba joven y no envejecía) y morir en paz como cualquier hijo de vecino.
Pero todavía no se sabe cuando se decidirá el maldito Ugambo a cejar en su empeño y reconocer su tonto error.
Muchos calculan que, por terco, cuando muera le tocará reencarnar en cebra, como castigo. Aunque no se si creérmelo porque suena un poco a invento de las malas lenguas.
Todos le decían que era tonto, que eso era imposible. Pero él nada, ni caso. Seguía emperrado en que quería ser blanco.
Y su deseo era tan tan grande que un día acabó materializándose en su cuerpo. Lo curioso es la forma en que lo hizo.
Se instaló dentro de su ojo derecho. Al principio no era más que un pequeño puntito flotando. Pero luego, poco a poco, fue creciendo y Ugambo vio que su empeño había tomado la forma de un feto y eso lo asustó un poco porque no sabía en qué terminaría la cosa.
Al poco ya le tapaba por completo la visión de su ojo derecho y el engendro seguía aumentando de tamaño, resultando cada vez más y más molesto y doloroso. Pues iba progresivamente oprimiendo y desplazando los órganos que estorbaban a su crecimiento.
Así Ugambo enseguida quedó ciego e inválido ante el despiadado empuje de los piececillos de la 'criatura' producto de su deseo. Que crecía a sus anchas y que ya había despachado el cerebro llevándolo hacia abajo. Con lo que al pobre Ugambo se le había montado una aglomeración de órganos en el tronco que le producían una abultada barriga que (ironías del destino) le daban aspecto de embarazado.
El caso es que, después de mucho sufrir y padecer, aquel agente invasor había ocupado por completo el interior de su cuerpo, expulsando todo lo que le sobraba, hasta tal punto que la piel era lo único que quedaba 'suyo'.
Total que era bastante rara la situación pues le hacía sentirse como si llevara puesto un traje ajustado, ceñido, justo de su talla.
Y claro, enseguida le dieron ganas de quitárselo, así que se arrancó la piel y descubrió que su nuevo cuerpo era blanco inmaculado, lo que siempre había anhelado.
De esta manera fue como Ugambo logró hacer realidad su deseo y al fin pudo ser feliz por siempre jamás, amén.
Oye, espera un momento...
Y qué pasa con la maldición del título, eh?
Epa, es verdad. Que me he embalado y me olvidaba de eso:
Bueno, pues resulta que a los pocos días, el flamante y albo nuevo cuerpo de Ugambo se fue poniendo moreno de tanto exponerse al duro sol congoleño (o congolino, como dicen los de allende) y enseguida se volvió otra vez negro del todo.
Ugambo entonces se sumió en la amargura y la desesperación y de nuevo deseó con todas sus fuerzas volver a ser blanco.
Por lo que su ruego o petición germinó en su interior (esta vez en el ojo izquierdo) y así hubo de pasar por todo el doloroso y atroz proceso una vez más.
Esta era su maldición, pues estaba condenado a repetir la misma historia sin llegar nunca a alcanzar definitivamente su objetivo.
Y tal tortura no habría de cesar ni de desaparecer, a no ser...
A no ser dejara de alimentar y perseguir su deseo y lo abandonara para siempre, momento en cual quedaría inmediatamente liberado de su pena eterna, libre para envejecer (porque a todo esto, con tanto 'reciclado' de cuerpo siempre estaba joven y no envejecía) y morir en paz como cualquier hijo de vecino.
Pero todavía no se sabe cuando se decidirá el maldito Ugambo a cejar en su empeño y reconocer su tonto error.
Muchos calculan que, por terco, cuando muera le tocará reencarnar en cebra, como castigo. Aunque no se si creérmelo porque suena un poco a invento de las malas lenguas.
poemas 'helenísticos'
1
Zoodisbráquido ataque a la ortoecolia,
repleta de paleomaníacos,
un euendoide emerge del oniropótamo,
monomecanismos temblando,
manto macropirético enoplasmático al canto,
holopatía general,
gigoginas y exegotánatos babean ante las algistesias,
cunde la hidromegalia,
neurodoctrinal despliegue de los bicardiotados,
todo es cacolalia y espanto,
eumelánica nictogenia, nubes y oscuros presagios,
brontófilos ululantes aguardan,
astroparamétricos cascos cubren la vaguada,
lluvia de agrolitos ensangrentados.
3
Politanáticamente fotogamiaba mis
poiquilofobias en Necropotamia
cuando la proetnia con su mesolalia
me telealgió a su endohipnosis saturada
de monoenia pseudopirética cuya
disdelia me arrebató hasta la
trismisomecanópolis de los
hipántropos poligenéticos
donde mi microcleptodactilia
reincidió a pesar de la ortoamnesia
implantada y la paleoteosis
abrazada.
4
Eulipia exohelíaca goteante,
ecosaurios pragmamétricos campando a sus anchas,
aeroestesias mecanohipnóticas llenando el cielo,
perimacrotomías promaquiavélicas tentando la suerte,
oligosóficos etnofrenoides aburriendo al personal,
necroholísticas trineumáticas en todos los periódicos,
hermosos eufonismos pronunciados por el piromántico,
polijugosos carpoaristícos birlados con habilidad,
selenotraumosis fulminante haciendo de las suyas,
taquiónicos cloropédicos silueteando el horizonte.
5
Aérea, la ninfa macroestética, misóquira y odontopédica
se escurre entre el gentío, sufriendo estoica su nictopiresis
que psicoictiotiza su cabeza, impidiendole actuar cuerdamente,
por lo que anda palpando con nostalgia sus suaves micromorfias,
mientras su fiel hipopompo se arrastra ante ella, abriendo el camino,
sin mirar demasiado el osteoágrico paisaje que les rodea,
de repente un apoarístico distraído topa con Aérea, que cae al suelo
extasiada con la paracosmoblastia desencadenada
al tiempo que su agatotrilineosis emerge de nuevo sin piedad,
entonces unos apologizantes poiquilocacos interrumpen la escena,
deteniendo la agrocíclica heteroastria de la sinheliópolis,
hasta que una brava geriaérica los espanta cual neotaquiginias.
7
Para el epitriendobraquimorfoide faloplasmático
el heliomorfo pirófago vale lo que un apométrico plasmomecanonte,
y la braquípolis clorográfica no puede negar
que el protópico misolípido de los biociclos
era cosa del necroritmo neumoantropoide,
mientras que la rodoblastia eumórfica
era genuina praxia del hemomante cardiopático.
10
Bosque selenodéndrico en susurro,
noche libre de helioárquicos reflejos,
escasos restos parageicos flotando,
serena calma tranquila,
holomecanonte sinpráctico llega,
entra,
quedo cruje el clorolítico suelo,
mira a las progiroginas pululantes,
en su continuo egocáquico debate,
lleno de musicales agatolálicas risas,
un exobronto anuncia a las nictoninfas,
hermosas, gigacámpicas, xenógamas,
llenas de metaquíricas fantasías,
el tecnófilo queda embelesado,
contemplando sus antimánticos bailes,
mágicos, eritrohipnóticos,
rituales.
11
Hiperneurótico homozoo sufre holofalopiretosis,
agita desesperado sus bibráquidos brazos,
agámico, trineumático,
contemplando trinecrotómicas alternativas,
estrujando gigalípidos sobrantes,
automaquilalizando el caso,
despreciando xenomorfias perdidas,
afilando su metrorrínico olfato,
buscando bioeróticos estímulos,
refrenando su monocleptopatía ansiosa,
bregando con la mnemoprogino-apodelia
macroquirohipnotizante.
12
Megaamnesia crónica invalidante,
endodermia holoálgica severa,
apoteleecofonía recurrente,
gerohemia polinecrotizante heredada,
cefalomanía sofomorfoideítica terminal,
flebotraumosis urticante multiple,
hipnologoritmia degenerativa,
hiperpericiclofotoglosis extraordinaria,
poiquilocardia progresiva desquiciante,
misotaquiplasmia devastadora incurable,
neumooftalmia ultracorruptora,
hidrodactilia multiinvasiva,
y eritrofobia agresiva,
pero por lo demás no tiene nada.
Zoodisbráquido ataque a la ortoecolia,
repleta de paleomaníacos,
un euendoide emerge del oniropótamo,
monomecanismos temblando,
manto macropirético enoplasmático al canto,
holopatía general,
gigoginas y exegotánatos babean ante las algistesias,
cunde la hidromegalia,
neurodoctrinal despliegue de los bicardiotados,
todo es cacolalia y espanto,
eumelánica nictogenia, nubes y oscuros presagios,
brontófilos ululantes aguardan,
astroparamétricos cascos cubren la vaguada,
lluvia de agrolitos ensangrentados.
3
Politanáticamente fotogamiaba mis
poiquilofobias en Necropotamia
cuando la proetnia con su mesolalia
me telealgió a su endohipnosis saturada
de monoenia pseudopirética cuya
disdelia me arrebató hasta la
trismisomecanópolis de los
hipántropos poligenéticos
donde mi microcleptodactilia
reincidió a pesar de la ortoamnesia
implantada y la paleoteosis
abrazada.
4
Eulipia exohelíaca goteante,
ecosaurios pragmamétricos campando a sus anchas,
aeroestesias mecanohipnóticas llenando el cielo,
perimacrotomías promaquiavélicas tentando la suerte,
oligosóficos etnofrenoides aburriendo al personal,
necroholísticas trineumáticas en todos los periódicos,
hermosos eufonismos pronunciados por el piromántico,
polijugosos carpoaristícos birlados con habilidad,
selenotraumosis fulminante haciendo de las suyas,
taquiónicos cloropédicos silueteando el horizonte.
5
Aérea, la ninfa macroestética, misóquira y odontopédica
se escurre entre el gentío, sufriendo estoica su nictopiresis
que psicoictiotiza su cabeza, impidiendole actuar cuerdamente,
por lo que anda palpando con nostalgia sus suaves micromorfias,
mientras su fiel hipopompo se arrastra ante ella, abriendo el camino,
sin mirar demasiado el osteoágrico paisaje que les rodea,
de repente un apoarístico distraído topa con Aérea, que cae al suelo
extasiada con la paracosmoblastia desencadenada
al tiempo que su agatotrilineosis emerge de nuevo sin piedad,
entonces unos apologizantes poiquilocacos interrumpen la escena,
deteniendo la agrocíclica heteroastria de la sinheliópolis,
hasta que una brava geriaérica los espanta cual neotaquiginias.
7
Para el epitriendobraquimorfoide faloplasmático
el heliomorfo pirófago vale lo que un apométrico plasmomecanonte,
y la braquípolis clorográfica no puede negar
que el protópico misolípido de los biociclos
era cosa del necroritmo neumoantropoide,
mientras que la rodoblastia eumórfica
era genuina praxia del hemomante cardiopático.
10
Bosque selenodéndrico en susurro,
noche libre de helioárquicos reflejos,
escasos restos parageicos flotando,
serena calma tranquila,
holomecanonte sinpráctico llega,
entra,
quedo cruje el clorolítico suelo,
mira a las progiroginas pululantes,
en su continuo egocáquico debate,
lleno de musicales agatolálicas risas,
un exobronto anuncia a las nictoninfas,
hermosas, gigacámpicas, xenógamas,
llenas de metaquíricas fantasías,
el tecnófilo queda embelesado,
contemplando sus antimánticos bailes,
mágicos, eritrohipnóticos,
rituales.
11
Hiperneurótico homozoo sufre holofalopiretosis,
agita desesperado sus bibráquidos brazos,
agámico, trineumático,
contemplando trinecrotómicas alternativas,
estrujando gigalípidos sobrantes,
automaquilalizando el caso,
despreciando xenomorfias perdidas,
afilando su metrorrínico olfato,
buscando bioeróticos estímulos,
refrenando su monocleptopatía ansiosa,
bregando con la mnemoprogino-apodelia
macroquirohipnotizante.
12
Megaamnesia crónica invalidante,
endodermia holoálgica severa,
apoteleecofonía recurrente,
gerohemia polinecrotizante heredada,
cefalomanía sofomorfoideítica terminal,
flebotraumosis urticante multiple,
hipnologoritmia degenerativa,
hiperpericiclofotoglosis extraordinaria,
poiquilocardia progresiva desquiciante,
misotaquiplasmia devastadora incurable,
neumooftalmia ultracorruptora,
hidrodactilia multiinvasiva,
y eritrofobia agresiva,
pero por lo demás no tiene nada.
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