"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

aviso

Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



2 de septiembre de 2007

La tierra del más allá

Te despiertas, sales (o entras?) de una espantosa pesadilla de la que no recuerdas nada. Abres los ojos, te envuelve la más absoluta oscuridad, intentas moverte, incorporarte, chocas con algo. O-oh, estás en un ataúd, tocas sus paredes, son de piedra fría.

Notas una ligera brisa de aire que se cuela por una de las esquinas superiores, empujas la losa, pesa horrores, uno de los lados parece que cede un poco, el otro no. La levantas, lo suficiente como, para, sacar, un pie, luego, un brazo, después una pierna, y el tronco, y la cabeza. Te arrastras bajo la aplastante losa hacia afuera, como en un angustioso parto.

Lo logras, respiras, descansas. Abres los ojos y miras dónde estás, parece un cementerio, mires donde mires hay tumbas, una tras otra, perfectamente alineadas, formando una cuadrícula regular de pasillos entre ellas.

El ambiente tiene algo de fantasmal o etéreo, hay una claridad extraña en el aire. El cielo está velado, leve, gris, y no se ve el sol por ninguna parte. La luz cae, vaga, tenue, difusa, sobre las tumbas, sin proyectar sombra alguna. Lo cual le da al entorno ese aire irreal, plano, incorpóreo.

Y luego percibes el silencio. Todo parece como muy quieto, sosegado, pausado. Se escuchan algunos pequeños forcejeos de las otras personas que intentan salir de sus tumbas, pero nada más.
Una vez que lo escuchas, ese silencio se mete dentro de ti, en tus huesos, en lo más hondo de tu alma, en todo tu ser, y ya no te abandona.

Tienes la sensación de que el tiempo se ha detenido, que se ha suspendido, colgado, parado para siempre, y su ausencia es sobrecogedora, como un enorme agujero en medio de tu corazón encogido.

El sonido, alicaído, apenas se desplaza por el aire, hay algo de triste y melancólico en producirlo. Como si estuviera fuera de lugar, como si fuera un recuerdo o un residuo de algo que ya no tiene ningún sentido aquí. Por eso procuras hacer poco ruido, como los demás.

El suelo es de grava, pálida, apisonada, y cruje ligeramente al andar. Las lápidas y las losas son de fría piedra gris y no tienen inscripciones. La ropa que llevas es la de siempre, pero luce descolorida.

Hay otras personas deambulando distraídas por ahí, a pesar de su aspecto normal sabes que están muertas, parecen zombis silenciosos.

Te acercas a uno de ellos e intentas hablarle pero no puedes. Mejor dicho, sí que podrías hacerlo pero algo dentro de ti siente una gran vergüenza a hacerlo, la misma que sentirías si tuvieras que mearte en tus pantalones delante de todo el mundo.
Nadie te lo ha enseñado pero es así, los muertos no hablan, para qué iban a hacerlo?

De todas formas lo miras a los ojos, y lo que ves en su interior te quita las ganas de mirar nada más. Tomas conciencia de dónde estás y por qué, y de lo profundamente vacío y desesperante que es todo esto. Ahora entiendes por qué andan así, como perdidos, tú estás empezando a hacer lo mismo.

Te pones a caminar al azar, hasta que llegas a un sitio donde el suelo termina abruptamente, miras hacia abajo y ves a varias personas cayendo hacia un abismo infinito, igual de gris y luminoso que el cielo.

Algunas de esas personas se han arrojado hace poco y se las ve aún relativamente cerca, pero otras llevan tanto tiempo cayendo que solo son un pequeño puntito negro en la lejanía.
Esos puntitos, vistos en conjunto, crean un efecto como de cielo estrellado, solo que en negativo.

Te apartas con un estremecimiento de pavor, te entra un sudor frío solo de pensar en su enorme cantidad y en lo desesperadas que tenían que estar para lanzarse a la nada.

Te pones a explorar los límites del siniestro lugar, intentando distraerte de ese pensamiento. Deduces que tiene una forma irregular, más o menos cuadrada o romboidal, según se mire, y que de punta a punta mide unos trescientos pasos, no es muy grande.
La mala noticia es que no hay ninguna salida, no hay escapatoria.

Te dedicas a contemplar a los nuevos saliendo de sus tumbas, pero resulta demasiado aburrido, sin sentido, como todo lo demás.
Aquí no hay necesidades, no sientes hambre, ni sed, ni cansancio.
No hay noche, no puedes dormir ni soñar, no hay cambios.
No hay nada que hacer.

Entonces comprendes por qué se tiran al vacío esas personas y agradeces tremendamente que quede esa opción.

Así pues, te acercas de nuevo al límite, lo cruzas y
caes,

caes,


caes,



etc




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