Entro por la ventana.
Me coloco sobre tu cama y te observo.
Duermes.
Serena, con tu carita de niña inocente, hermosa, delicada.
Me acerco a ti, te despierto.
Te asustas, estás sorprendida.
Te tapo la boca para que no grites.
Tus ojos me miran, aterrados.
Los saludo con alegría.
Estás paralizada por el miedo.
Apoyo mi cabeza sobre tu pecho.
Meto mi mano en tu tórax y saco tu corazón.
Lo sostengo entre mis manos.
Tiembla, pobre, como un animalillo asustado.
Lo acaricio lentamente hasta que se tranquiliza.
Miro sus heridas, causadas por el amor.
No puedo hacer nada más por él, lo devuelvo a su sitio.
Como se supone que debo quitarte algo, te robo un beso y me voy.