La vida es un equilibrio de fuerzas. Cuando no se sabe encontrar el justo medio se va de un lado al otro. La ley del péndulo.
El ser humano lleva toda su historia intentando madurar lo suficiente como para poder manejarse bien en la vida.
Capitalismo y comunismo nacen de poner el acento en el individuo o en la sociedad, cuya máxima expresión es respectivamente el individualismo y el socialismo, que dan lugar al egoísmo y al servilismo. Y viceversa.
Ambos sistemas han traído cosas buenas y cosas malas. Pero si hacemos balance vemos que a la larga no compensa ninguno de los dos. Ahora nace un tiempo nuevo y muere inevitablemente el orden anterior. Ahora tenemos la oportunidad y el deber de realizar una organización mejor. Aplicando y demostrando lo que supuestamente hemos integrado y aprendido. Lo mejor de los dos mundos.
El individuo sin la sociedad no es nada y la sociedad sin el individuo tampoco. Delegar ya no es aceptable. Degradarse ya no es admisible. Explotar ya no es tolerable. La libertad verdadera pasa por la auténtica soberanía personal y la ineludible responsabilidad para con los demás.
Internet y bitcoin muestran el camino posible para realizar esto.
El consenso requiere una vía que lo exprese y articule. La moneda es el vehículo ideal. Por eso debe atender y recoger todas las cualidades que la nueva sociedad desea desarrollar.
A día de hoy, tal y como está planteado, bitcoin se me queda cojo, porque no da cabida a los requisitos sociales. Falta justicia. Falta una adecuada distribución de la riqueza. Y mientras haya pobreza no habrá justicia. Porque no es de recibo que deba existir semejante desproporción. No es de recibo que cerdos corruptos se revuelquen en sus ilegítimas fortunas mientras millones malviven y mueren. No es de recibo que la humanidad se someta al dictado de cuatro condenados malnacidos sin escrúpulos ni vergüenza. Esta es la mayor farsa que jamás se ha conocido y que debe terminar ya de una vez por todas.
Esta falta y carencia me viene ocupando desde hace un tiempo y le he ido buscando diferentes posibles soluciones. Ahora he encontrado una nueva que me parece más que interesante y que paso a explicar.
Todos nacemos iguales. Nuestra valía y derecho es inalienable.
El valor de bitcoin está en el consenso, el consenso se debe a nuestra voluntad. Es la sociedad la que da y otorga validez a la herramienta al adoptarla y aceptarla. Es justo entonces que el valor rinda tributo a quien se debe.
Yo propongo que de cada transacción se destine la mitad a la sociedad. Pero no a cualquiera, sino a aquellos que menos tienen. El propósito y la idea es que el consenso se traduzca en igual riqueza para todo el mundo. Esto se logra siguiendo un protocolo muy específico que se aprecia mejor con un ejemplo.
Pongamos que realizo un pago de 20 bitcoins, 10 de los cuales estarán destinados a la sociedad. Entonces, para repartirlos se deberá elaborar una lista de todas las direcciones con saldo diferente de cero y menor a la cantidad a repartir, en este caso 10, que en las últimas 24 horas hayan realizado un pago.
Pero, previsiblemente esta condición cronológica llevaría a los insolidarios a abstenerse según el volumen de actividad del día anterior, por puro afán elitista. Así que parece mejor establecer que la realización de un pago se traducirá en opción a recibir la parte correspondiente de un día asignado aleatoriamente entre los 7 o 15 próximos, horquilla que también se decidirá de manera aleatoria.
A ver si lo explico un poco mejor. Hago un pago y mi dirección queda con un saldo de 30. A los x días mi dirección queda disponible y va recibiendo todas las partes proporcionales de todas las transacciones cuyo tributo sea mayor que mi saldo actual, que sería de 30 en el caso de que no hubiera realizado ninguna transacción más desde entonces.
A lo largo de todo el día mi dirección estará receptiva y tendrá las fracciones correspondientes según su saldo, actualizado y comprobado en tiempo real.
Pongamos que a las seis de la tarde el saldo de mi dirección es de 45, entonces ya solo podré recibir la parte pertinente de aquellas transacciones cuyo tributo sea mayor de 45 y no ninguna de las de menor cuantía.
Como en una pirámide de copas recibiendo una cascada de bebida, el líquido resbala sobre las copas ya llenas y sigue descendiendo hacia otros niveles.
Y hablando de pirámides, habrá quien crea ver en este planteamiento alguna semejanza con el esquema Ponzi y tal. Pero un análisis detenido de la cuestión muestra muy a las claras las diferencias existentes. Además, siempre se pueden hacer estudios y simulaciones para comprobar la viabilidad y el resultado de esto.
Volviendo a lo que estaba, a cada día diferente en que yo realice un pago, le corresponderá otro día aleatorio de opción de recepción, sin que pueda coincidir con los otros que tenga ya asignados. Esta información deberá estar protegida para que no pueda ser revelada.
Pero, a pesar de toda la aleatoriedad, a la primera transacción realizada de cualquier día, ya se puede ver el mapa de direcciones receptoras de todos los niveles alcanzados con ese pago. Cosa que de nuevo puede llevar a los insolidarios a interrumpir su actividad a lo largo de todo el día. Así que será mejor codificar y encriptar la información para que no pueda ser visible en tiempo real y que solo se vuelva de nuevo accesible una vez transcurrido el día.
O, si se quiere, más sencillo todavía. En lugar de codificar nada, simplemente el reparto de los tributos quedará congelado hasta pasadas 24 horas. Por lo tanto será imposible anticipar ni predecir nada hasta que sea ya inevitable, quedando a salvo de cualquier manipulación por parte de malintencionados.
Así pues, al día siguiente del pago, se elabora automáticamente una lista con todas las direcciones habilitadas de saldo menor al tributo a repartir. En caso de no existir ninguna dirección que cumpla esas condiciones, el tributo quedará congelado otras 24 horas. Y así infinitamente, hasta que pueda realizarse su entrega.
La dirección que ha emitido el pago no podrá asignar aleatoriamente su correspondiente día de recepción hasta que el tributo no se haya repartido.
Un peligro muy grande es que el sistema quiera viciarse mediante su mal uso. El egoísmo pervierte la tendencia al mínimo esfuerzo, ya que lleva a descargar sobre los demás lo que corresponde a uno asumir. Para evitar esto se debe establecer alguna condición que garantice un comportamiento responsable.
Por ejemplo, que las fracciones recibidas no puedan ser utilizadas si no es en un pago de igual o mayor cantidad que aquel del que provino. Esto complica y dificulta bastante las cosas, pero es preciso asegurar a toda costa que el sistema responda a nuestra voluntad y no se pueda desvirtuar su propósito.
Lo bueno de estas normas es que facilitan el enriquecimiento obligándote a usar la moneda. Ganas valor, pero ese valor no se hace real hasta que no lo utilizas y justo al utilizarlo es cuando estás siendo solidario. Al estar repartida la riqueza, el consenso se asienta más firmemente en la voluntad personal. El sustento nos empodera para no tolerar ningún abuso. Nos dignifica y eleva. El valor de nuestra actividad y productos lo establecemos y defendemos nosotros mismos. Se busca y procura el mejor entendimiento y equilibrio, que nos permita interactuar e intercambiar bienes y servicios. Desaparece la presión de la desesperación, pues nos ampara la humanidad al completo. Ya no somos sujetos aislados e indefensos.
Pero todo esto no se alcanza por arte de magia, el esfuerzo, conciencia y voluntad que requiere es importante. Todo nuestro afán debe ponerse en que el diseño sea impecable, para que su funcionamiento resulte en verdadero crecimiento y justicia social.
La reciprocidad favorece un equilibrio más que deseable. Es justo que el mismo sacrificio que recae sobre uno sea el que uno devuelva a su debido tiempo. Aquí no se regala nada. Hay que entender el serio compromiso que supone formar parte de la sociedad.
Y todavía se podrán establecer más controles si es preciso, con tal de reforzar el avance en la buena dirección. Por ejemplo requiriendo alguna autentificación de los usuarios, para evitar el uso de robots y tal. También se puede añadir una pequeña espera para cada transacción, de un minuto o así, para no caer en el vértigo especulativo y cosas por el estilo.
Por su parte, la minería deberá seguir algún protocolo que garantice su buen comportamiento descentralizado, que modere y desincentive la aglomeración de capacidad de minado. Pero de momento no entraré ahí, tiempo habrá si fuera preciso.
En esto se ve lo mucho que nos puede ayudar la tecnología para sortear y solventar las peores cualidades del ser humano. Para que nuestro peor lado deje ya de ser traba, impedimento y obstáculo para nuestro buen desarrollo.
Con esta manera de funcionar tenemos múltiples y muy interesantes repercusiones.
La mente egoísta pensará: Y una mierda, yo no pago ningún impuesto, y mucho menos del cincuenta por ciento.
Lo que hay que tener en cuenta es que la proporción yo:resto-del-mundo es de uno a miles de millones.
Que este tributo es directo y automático. Que cumple una función pertinente y relevante. Que incentiva la integración del individuo en la sociedad, a la vez que la sociedad ampara y sustenta al individuo. Que crea un sustrato básico a partir del cual cualquiera pueda tener siempre la oportunidad de crecer y realizarse.
Es como unas brasas, de calorcito agradable y acogedor, siempre prestas a prender la llama en cuanto al contacto con el material adecuado, pero que abrasan al imprudente, al que pretenda darles un uso diferente.
Quien vaya a lo tonto se arruinará antes de llegar a ninguna parte. Su lucro y provecho solo viene si se utiliza de manera moderada y justificada, real y apropiada. Quien busque el valor en la moneda en sí no lo tendrá. El valor está en su sustancialización.
Sin duda al principio el esfuerzo será mayor que la recompensa, pero a medio y largo plazo será justo al revés. Porque este mundo de insolidaridad, de miseria y sufrimiento se debe a una mentalidad inmadura que no comprende el papel y la importancia de la humanidad como un todo. Llevamos ya mucho tiempo padeciendo las consecuencias de nuestra alienación por no asimilar esto y ya va siendo hora de ir enterándonos y corrigiendo el rumbo.
Pero ojo, que esto por sí solo tampoco es la panacea, hace falta conciencia y compromiso en muchas más cosas, que ya he esbozado en otros ensayos. A la postre, un mundo mejor solo nacerá si trascendemos la ruindad interior. Cuando desechemos los esquemas obsoletos, la mentalidad parásita y enferma que se nos ha inculcado.
Cuando comprendamos que egoísmo equivale a miseria y solidaridad a abundancia. Cuando sepamos equilibrarnos y coordinarnos para que individuo y sociedad trabajen juntos y para beneficio mutuo.
Pero también te digo que la posibilidad de éxito de esto es nula sin una masa crítica suficiente, despierta y comprometida en todo lo que supone y representa nuestra existencia y la vida toda.
Probablemente algo así no pueda implantarse todavía, porque previamente hace falta que esté mucho más consolidado y establecido el uso y consenso que da valor a la criptomoneda.
Todo tiene su tiempo y su orden.
Primero aparece internet, luego internet se vuelve imprescindible, luego aparece bitcoin, luego bitcoin se vuelve irrenunciable y después bitcoin se vuelve solidario.
Cada capa que se añade depende de que aquello sobre lo que se sustenta esté firmemente asentado, de otro modo se derrumba el invento. Aunque, la velocidad de los cambios que acarrea la tecnología es creciente, por lo que tal vez esto será realidad antes de lo que crees.
El problema es que los parásitos no se van a prestar a un juego que les es del todo desfavorable. Los parásitos van a buscar siempre caminos alternativos para seguir influyendo y decidiendo, robando y usurpando poder, recursos y lo que sea. Por eso la sociedad debe tener clara y firme conciencia de la absoluta necesidad de organizarse de manera completamente descentralizada para todo, a todos los niveles, para que no exista posibilidad de trampa ni chanchullo.
El cambio ha de ser lo mas amplio y completo posible. Mientras existan autoridades, instituciones, organismos y administraciones bajo dominio de unos pocos, esos pocos van a ser siempre un posible foco de problemas. Es imprescindible y preciso aprender a funcionar y organizarnos cada vez más a través del consenso de la comunidad, activo, manifiesto y participativo. Nuestra mente colmena.
El valor de una moneda representa el consenso y la conciencia de la sociedad que la adopta y emplea. Sin decidida aspiración y voluntad de justicia social jamás la habrá ni se alcanzará.
Crear un valor irresponsable se traduce en daño y tormento. Es tirar piedras contra el propio tejado. Sustentar y alimentar el mal trae desdicha y sufrimiento.
Cada cual verá cómo se lo monta, pero démonos cuenta de las consecuencias.
Al configurar la moneda con cualidades solidarias estamos motivando y recompensando su uso por los más desfavorecidos, a la vez que penalizamos su abuso por los más insolidarios. Premiamos la participación y castigamos la codicia. Inducimos a que se acepte y utilice cada vez más y en más sitios. El motor ya no es inhumano, la economía se torna humilde y cercana. La velocidad ya no la marca la especulación, sino la simple y directa necesidad de intercambio de bienes y servicios.
Los monederos son como vasitos que se van llenando y progresivamente igualando, de abajo a arriba. Me repito, pero no me resisto a la bella analogía. Y aún hay otro paralelismo, con la propia crianza de los infantes. Los adultos cuidan y nutren a los menores hasta que crecen y pueden valerse por sí mismos.
Parece adecuado procurar algo similar, más que nada para empezar a hacer honor a nuestro nombre. Ser humano es mucho más que ser depredador o depredado. La visión psicópata sobra y ya estraga.
Crecemos juntos, acompasados y a nuestro ritmo. Todos los usuarios nos vemos progresiva y gradualmente recompensados por formar parte del consenso, de una manera directa y palpable. Pero solo se forma parte si se le da uso a la moneda, que es la clave de la cuestión. Porque los malabarismos vacuos suponen más merma que ganancia, y la inmovilidad te aparta del flujo benéfico.
No tiene sentido acaparar valor solo con el propósito de tener poder sobre los demás. En el fondo esto responde al miedo que siente el individuo frente a la sociedad. Este miedo está justificado en un mundo infame y opresivo, pero al mismo tiempo ese retraimiento lo que hace es perpetuar e impedir salir de la pesadilla.
No se puede ser víctima eternamente, eso no es saludable ni permite crecer adecuadamente. La madurez exige respeto y consecuencia. Lealtad y honor a la verdad. El consenso trae conciencia y compromiso. Poder real implica responsabilidad proporcional.
Al repartir siempre hacia abajo estamos estableciendo una franja que incluye y define a la sociedad integradora, que es la que interacciona de buena fe, que es la que se sostiene por su propia voluntad de relacionarse.
La afinidad juega un papel muy importante. El intercambio se produce entre iguales. La prosperidad o la perdición es el resultado lógico de la calidad tras las acciones compartidas. La madurez trae verdad y hace justicia. Una sociedad empoderada no va a permitir ni tolerar abusos ni tonterías de ningún tipo.
Los malvados y corruptos tendrán pronto su amargo fruto. Los egoístas por sí solos tenderán a aislarse o a sucumbir bajo su propia codicia. Ya que el participar distribuye inevitablemente la riqueza. El tirano que se queda sin súbditos muere de pura rabia, o abandona para siempre su actitud equivocada.
Entonces sí, cuando todos dispongamos de similar poder adquisitivo es cuando vamos a empezar a vivir la vida de otra manera. Ya no habrá más servilismo y prestaremos mucha más atención a lo relevante, al fondo de las personas y tal. Lo que decida las relaciones y los tratos será el comportamiento, la educación, la intención y voluntad que se vea en el otro. Cuando las necesidades básicas estén colmadas, la magnanimidad sagrada tomará creciente cuerpo y presencia.
El dinero ya no será una herramienta de sometimiento del prójimo, sino una plasmación patente de soberanía y dignidad personal. El trabajo ya no será forzoso, sino gozoso y voluntario. El intercambio de bienes será justo, oportuno y proporcionado.
A las malas nada, y digo nada, funcionará ya más.
Los egoístas verán que su hipocresía les trae exponenciales problemas. Ya que el dinero no será ya decisivo y la información tomará su lugar.
Habrá un regreso a la naturaleza, las personas diversificarán su actividad y florecerá la creatividad y el crecimiento humano.
Las prioridades cambiarán a mejor, el estilo de hacer las cosas se afinará, la dicha abundará y habrá entendimiento y colaboración de buena gana.
Estamos a un paso de algo muy grande.
Todo depende de que comprendamos y aprendamos el justo equilibrio entre individuo y sociedad. Bitcoin, o cualquier otra criptomoneda, puede ser la llave. Dicho queda cómo.