"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

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Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



20 de julio de 2014

enterrados en gelatina

Los visores de realidad virtual están muy bien, aunque llega un momento en que quieres más. Quieres tocar. El tacto es lo que mejor completa la experiencia. El olfato y el gusto son secundarios, prescindibles.

Total, que se pusieron los expertos a buscar la forma de lograr eso. Empezaron a experimentar un montón con el cerebro. Entendían que esa era la mejor manera de conseguirlo. Pronto se dieron cuenta de que habían sobreestimado sus capacidades.

El cerebro no es como una maquinita que puedas manejar a tu antojo. Es más, aun quienes creen comprenderlo, tarde o temprano acaban reconociendo que no saben cómo trabajar con él. La teoría y la práctica no se corresponden. Parece que no se deja domar. O tal vez es que no está hecho para poder ser manipulado.

Sea como sea, estaba claro que por esa vía la cosa no iba a resultar, al menos a corto o medio plazo. El mercado se impacientaba, así que tiraron por otro lado. Y ya inventaron la gelatina. Fue pan comido, comparado con eso otro.

La gelatina es una especie de fluido sintético de estructura programable. Alberga en su interior unos nanorrobots que son los que se encargan de transmitir la información y hacer que la gelatina adopte la forma definida.

A los nanotécnicos esto les vino que ni pintado, porque la verdad es que tampoco estaban consiguiendo demasiados resultados en otros campos. El cuento de siempre, muchas promesas de futuro y luego nada de nada. Suerte que tuvieron.

Al principio la densidad de nanorrobots era de cinco por centímetro cúbico. Esto limitaba la resolución, el detalle de las figuras reproducidas. Daba una sensación tosca, como de cartón piedra. Así y todo ya era un gran avance, comparado con la fantasmal intangibilidad previa. Luego la densidad aumentó hasta alcanzar la proporción ideal.

Los tanques de inmersión también han ido evolucionando. Los primeros modelos eran monstruosos armatostes, tal y como para criar una morsa en tu salón. La forma cúbica del contenedor obligaba a que sus paredes fueran de un grosor tremendo, y todavía daba problemas la enorme presión que debía soportar.

Pronto vieron el desperdicio de recursos que suponía la rectangularidad y mejoraron el diseño con un contenedor esférico. Eso alivió la presión, redujo costes y materiales y simplificó mucho las cosas.

Otro tanto pasó con los nanorrobots. No hacía falta que todo el líquido estuviera uniformemente ocupado, bastaba el número suficiente para cubrir el perímetro del usuario y poco más.

Y tampoco hacía falta que todo el tanque estuviera lleno con la carísima gelatina esa. Las zonas más remotas podían rellenarse con otras materias más convencionales. Eso sí, lo suficiente maleables como para que la gelatina pudiera distribuirlas a voluntad.

Al final, la gelatina tenía como varias capas para las distintas funcionalidades. La más importante y sensible era la inmediata al usuario, su segunda piel como si dijéramos, la encargada de transmitir toda la experiencia táctil.

Aquí sí que tuvieron que trabajar mogollón hasta lograr codificar y reproducir todos los materiales de la naturaleza, su textura y comportamiento.
El cuerpo humano fue lo que más quebraderos de cabeza les dio. Porque hasta que no lo lograron era como tocar una estatua. Luego ya mejor, era puro deleite palpar la suavidad y elasticidad de la piel, notar tras ella músculo, hueso, órganos, etc.

Era muy importante dotar de cierta vitalidad creíble a los personajes, ya que de otro modo la interacción toma unos tintes macabros, espeluznantes y desalentadores. Al menos para el común de los mortales, pues siempre hay algún tarado al que le pone lo más repulsivo y repugnante.

De todas formas, el mayor logro era la tangibilidad en sí. La gelatina conseguía reproducir a la perfección la física de los volúmenes y el comportamiento del entorno. La inmersión era total, en seguida perdías la noción de estar en un simulador. Toda acción emprendida era real, al igual que su repercusión. Al andar, la gelatina se va desplazando hacia atrás bajo tus pies. Así permaneces siempre en el centro de la esfera, aunque no lo notas porque tu referencia visual te muestra tu desplazamiento por el mundo virtual.
Si caes, chocas con el suelo. Correr cansa. Subir escaleras agota. Todo igual que en la realidad, porque realmente lo estás haciendo.

El peso de los objetos también se consigue mediante el endurecimiento de la gelatina en torno al elemento en cuestión. Y sobre tus músculos en acción, si fuera preciso.
En realidad toda la gelatina trabaja de manera conjunta y ultrarrápida, casi hasta anticiparse a tus propios movimientos. Prácticamente no la notas, es como un guante que flota siempre a unas micras de tu piel y se readapta continuamente a cada postura tuya. Cuando el contacto es imprescindible, se reparte perfectamente por todo tu cuerpo, de tal manera que es muy sutil y casi imperceptible.

Lo que intento explicar es que la gelatina-aire y las gelatinas-objeto están siempre en interrelación. Tú no lo ves, pero trabajan conjuntamente para que te sientas trasladado a un entorno perfectamente físico. Si pudieras verte desde fuera, te verías flotando en la gelatina mientras vertiginosas oleadas de elastodensidad y microdinamismo van creando, trasladando y destruyendo las superficies más inmediatas con las que te vas cruzando.

Y no quieras ni saber la monstruosa cantidad de datos y cálculos que hacen falta para lograr semejante resultado.
Aunque, el pelo no terminan de imitarlo del todo bien, pero la ropa da bastante el pego.
Todo esto, sumado a la información visual y sonora, nos da una realidad virtuarreal más que lograda y sugerente.

Otro problema era la respiración. Al principio se usaba una simple boquilla de submarinismo, pero los usuarios se quejaban. Querían poder usar la boca, vete a saber por qué.

Así que diseñaron un microrrespirador solo para la nariz. Lo malo es que algunos se desmadraban y terminaban tragando gelatina, con gravísimas secuelas para su organismo.

Hubo que dotar a la gelatina de una inteligencia autónoma, un protocolo que le hace velar continuamente por la seguridad del usuario.

La propia gelatina se encarga de mantener un canal de respiración dinámico, una bolsa de aire frente a la cara del usuario, que conecta con la superficie y se adapta a todo movimiento y al ritmo de la  respiración, facilitando la circulación y renovación del aire.

La propia gelatina mantiene un seguimiento continuo, por contacto directo, de las constantes vitales del usuario, y tiene directrices muy estrictas para interrumpir toda simulación cuando se sobrepasan los umbrales de seguridad saludables.

Además, la gelatina tiene el firme mandato de no permitir su ingesta por parte del usuario. Puedes morder y chupar cuanto quieras, pero en ningún caso la gelatina consentirá ser troceada ni separada de sí.

Por último, la gelatina cuenta con una base de datos central mundial, donde almacena y procesa los parámetros del cuerpo humano, sus capacidades y resistencias, según edad, forma física, entorno, trabajo desempeñado, etc. De tal manera que puede predecir los límites básicos de cada usuario, que luego podrá ir calibrando y actualizando mediante pruebas y tal. 

Así pues, la simulación puede proporcionar experiencias extremas, pero siempre con margen suficiente para no provocar lesiones o daños considerables.

Luego ya es cosa de los programadores y su inventiva y originalidad.

Aunque, no hizo falta complicarse demasiado. Los juegos causaron sensación al principio, pero pronto quedaron relegados y prácticamente olvidados. La aplicación que triunfó de todas todas fue el Vis-a-vis, una especie de chat virtual pero de cuerpo entero. Ya te imaginas para qué lo quiere la gente.

Total que, la gelatina es un éxito tremendo. A pesar de lo cara que es, las compañías se las han ingeniado para hacerla llegar al gran público, a cambio de contratos de esclavitud semi-encubierta. Y, dado que el negocio más lucrativo resulta ser el sexo, se da la paradoja de que la gente se vuelve trabajadora del gremio para poder tener acceso y disfrute de eso mismo. Con lo cual todos salen ganando, y tan contentos.

Pero, el problema es todo lo demás que se deja de lado. La adicción lleva a desatender los cuidados más elementales, y es frecuente encontrar el cuerpo inerte de un usuario, consumido por pura desnutrición, suspendido en su tanque de gelatina, en posición fetal. Postura programada para ser adoptada cuando las constantes vitales cesan. Detalle este no sé si poético o irónico, por parte de quien fuera que lo decidiera.