Estoy con mi abuelo y otros familiares, en el salón de una vivienda, capeando nimias cotidianías.
En éstas que me fijo en un chicuelo que tengo al lado, y resulta que se le ven las ideas.
Mejor dicho: La parte superior de su cabeza es bastante traslúcida y se aprecia con suficiente detalle su interior.
Resulta que no tiene cerebro y que esa oquedad contiene una ración generosa de garbanzos.
Garbanzos con su guarnición aún intacta, como si se hubiera zampado todo eso sin masticarlo.
Veo cómo se le reorganiza ese batiburrillo cada vez que gesticula o mueve la cabeza.
Eso me causa a la vez asquito y penilla.
Poco más recuerdo de esa escena.
Ahora, si lo pienso, creo que ese cabeza-hueca simboliza el estar demasiado distraído con menudencias.
O quizás también representa el estar demasiado empapuzado por terceros.
Sea como sea, parece fiel reflejo de estos tiempos.