La realidad y la verdad van de la mano.
Sin embargo, están configuradas cual icebér.
Lo evidente es apenas una porción de lo escondido.
Por eso siempre ha existido y existirá la mística, la mancia, la filosofía y la religión.
Toda religión cumple una función vertebradora social, ya que reúne y articula los valores comunes.
Pero fácilmente se deteriora, al monopolizar y sistematizar el vínculo con lo sublime.
Pues eso se traduce en un abigarrado folclore cada vez más distanciado de lo trascendental.
La institución religiosa es como una piel de serpiente: Tiene un periodo de vida útil, tras el que es desechada y reemplazada por otra nueva.
Buscar la verdad es un arte exigente y delicado.
Que tu aproximación no se descabale con el fondo y la forma.
Ajusta tus malabares entre el silencio y la palabra.
Hay una sabiduría perenne que atraviesa la historia de la humanidad, a veces con más esplendor y a veces con menos.
Mucho bueno puedes aprender, si afinas tu criterio.
El ser humano mejora cuando realmente busca la verdad, y empeora cuando abandona esa labor.
El conocimiento no se adquiere únicamente mediante la reflexión, también la vivencia es crucial para ello.
Por eso el amor es la asignatura troncal de la existencia.
Y esta vegetal metáfora, puede desarrollarse aún más:
Somos cual árbol.
Nuestras raíces profundizan hacia el significado y nuestras hojas se expanden hacia el reconocimiento.
Significado y reconocimiento.
Ambas cosas nos nutren y constituyen, en su justa proporción.
Una planta que carece de raíces, es parásita.
Una planta que carece de hojas, es autista.
Esas anomalías están en el borde de lo viable.
Su capacidad existencial, está limitada y condicionada por dicha deformidad.
Los monstruos están lastrados por su propia aberración.
Alguien con semejantes taras, difícilmente va a saber conjugarse adecuadamente en pos de la verdad.
No digo que eso sea absolutamente imposible, pero sí altamente improbable.
Toda carencia, intenta ser compensada.
El problema viene cuando se tiende hacia sucedáneos equivocados.
Tu conciencia no puede basarse en el discernimiento o la aptitud de terceros.
Aunque su ejemplo te motive y ayude, no te evitará hacer tu tarea.
Es lógico comenzar observando y escuchando a los demás, pero luego hay que procesar todo eso.
Cuánta verdad hay realmente en lo que estoy dando por verdadero?
Para poder realizar ese cribado, hay que tener unas nociones existenciales suficientemente perfiladas y calibradas.
Cosa que el abúlico conformista no hace ni hará.
No hay mayor sectarismo que el de la ignorancia.
El tarugo se aferra a su estulticia cerrilmente, y de ahí no lo sacas.
Debido a su pobre raciocinio, tiende a la mitomanía.
La idolatría es un necio marasmo.
El fanático adora una idealización superlativizada de aquello con lo que se identifica o que le aporta algún sentido.
Las liturgias religiosas caen demasiado en eso.
Dios no es fácil de conocer. Por eso muchos se montan una imagen exaltada de Él y la mixtifican con un fervor demencial.
Eso se traduce en un mandamiento erróneo: Amarás a Dios por encima de todas las cosas.
Ese 'por encima de', llevado al extremo, justifica el homicidio y la inmolación.
El nuevo testamento intenta reparar ese despropósito, sustituyendo dicho mandato por este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
La suprema importancia de Dios es obvia, pero el ser humano todavía no sabe enfocar bien eso y cae en hipocresías y fetichismos.
No es poca la sandez y la corrupción que hay en los fieles y en los oficiantes.
Dios no te pide que le ames, te recomienda que ames.
La existencia está intencionadamente diseñada para ello.
Dios es ubicuo por algo, y nuestra especie tiene dos sexos por algo.
A través de la verdad llegas al amor, y a través del amor congenias con Dios.
En la luz que mana de tu corazón está Dios.
Jamás el Sol te pedirá que le des lumbre.
Aquel que circunvala una parte de su corazón y declara que esa porción está exclusivamente dedicada a Dios, demuestra tener un concepto muy imbécil de la deidad.
Por infantilismos de esta ralea, tarde o temprano toda religión deviene en un circo cretino.
Es comprensible que el ser humano tienda a elaborar esquemas simplistas, pero eso trae problemas cuando deriva en una caricatura ramplona.
El despotismo es cosa de bellacos.
La verdad es asaz inefable en su jerarquía.
Es como un fractal.
Puedes aproximarte bastante a las líneas generales que modulan su organización, pero nunca podrás abarcar completa y exactamente su totalidad.
Quien dice conocer a Dios, miente.
Y quien dice poseer toda la verdad, se equivoca colosalmente.
Pero yerra aún más y peor quien cae en el nihilismo.
Ni los profetas ni los pasotismos, libran al ser humano de su obligación cognitiva.
La realidad no necesita postular su preponderancia.
El Sol puede parecerte una burda bombilla o una soberana autoridad, pero si le concedes su legítima entidad, te irá mejor.
Todo fluye cuando marcha acorde a como debe, y todo se atasca y pudre cuando nos excedemos o nos degradamos.
La verdad no requiere que le otorgues supremacía, pero te conviene adoptarla lo más que puedas.
Pues sólo a través de ella vas a poder madurar óptimamente.
Pero cuidado, la actitud es clave.
La duda tiende al desdén inoperante, y la fe puede tornarse engreída y delirante.
La duda y la fe tienen en común su falta de contacto con aquello sobre lo que tratan.
Ambas nacen a priori.
La duda te frena y no te deja avanzar.
La fe te anima a seguir hacia delante, pero con una ilusión engañosa.
La creencia es como un sugerente paisaje en el horizonte.
La distancia y el desconocimiento hacen que lo que contemplas sea un vago boceto misterioso.
Los detalles que apenas se insinúan, tú los completas al albur de tu antojo.
Algo parecido pasa durante el enamoramiento.
El caso es que cuando efectivamente alcanzas ese paraje, su realidad nunca coincide con la idea que te habías formado de él.
Aprender consiste en saber discernir tus ideas preconcebidas y otorgarles la justa significación que les corresponde.
Lo abstracto puede ser apasionante, pero no es cuerdo fliparse con eso.
El creyente inepto tiene su amor flotando por las alturas, pero no sabe bajarlo de ahí.
Ese es el mayor peligro de lo metafísico, que se traduzca en memas servidumbres remotas.
El forofo se cree dueño de aquello que venera, pero en realidad está preso de sus propias entelequias.
La verdad es un camino interminable.
La intuición y la experiencia nos aportan el material con el que acrisolar nuestro conocimiento.
Pero es tu amor, su calidad y su foco, el que decide tu mejor o peor integración de eso.
Con las preguntas existenciales, debes ayudarte a definir y establecer tu eje de coordenadas ontológico; lo más acertadamente posible.
Eso requiere paciencia y tenacidad.
La vía comodona y facilona de adoptar la ideología de turno, da mal resultado.
Si tus nociones son burdas, nos sabes ponderar nada y yerras en tu conducta.
Esa calamidad trae confusión y daños colaterales para los implicados.
Cuando abunda el sinsentido, todo se va al infierno.
Los trepas y las alimañas persiguen el poder, emponzoñando la convivencia con su cruel y despiadada inhumanidad.
Por eso hay que procurar tener siempre la actitud más impecable.
El probo busca depurarse con modesta y honesta disposición.
El significado y el reconocimiento se hallan mirando de tú a tú, directamente a los ojos, a la vida.
La relación afectiva tiene honda relevancia, pues en ella se concreta y despliega nuestra capacidad de convergencia con la vida.
El amor procreador está en conjunción con el propósito primordial de la existencia.
Pero ahora están de moda otras estériles anexiones.
Y eso es muy lamentable, pues no es lo mismo embrollar chapuceramente los cables que empalmarlos pulcramente.
Ser un galacho no es ni remotamente comparable a ser parte del cauce vital.
Nuestro diseño biológico, evidencia claramente la unión que nos corresponde establecer.
Lo otro no lleva a buen puerto.
Todo relativismo y deconstructivismo es atroz.
El comportamiento perjudicial, forzosamente produce pésimas repercusiones.
La vida no es un juguete que puedas fostiar idiotamente.
Vivir de espaldas a la realidad, sólo conduce al descalabramiento.
Lo veraz, prolifera; lo falaz, degenera.
El vínculo prospera cuando propicia nuestro profundizar en la verdad.
Eso te abre los ojos.
Entonces, todo trauma o conflicto va resolviéndose y los malos hábitos dejan de ser admisibles.
En una relación de doble ciego, no hay luz.
Y si surge alguna claridad, probablemente acabará con la relación.
Pues cuando los valores principales divergen, la concordia es prácticamente imposible.
Un caníbal y un no-caníbal, no pintan nada juntos.
En una pareja apropiada, las dificultades refuerzan la alianza.
Siempre y cuando ambos permanezcan libres de absurdeces y mezquindades.
Pues la realidad exige autocontrol y responsabilidad, mesura y sobriedad.
Amar ayuda mucho, pero los desnortados están lejísimos de saber amar.
Por eso demandan libertad y no sapiencia.
Pero están condenados a no alcanzar aquello que persiguen, pues la verdadera libertad únicamente nace del amor real, de la genuina entrega.
Tal autenticidad, requiere hondo compromiso y vocación para con la vida.
La verdad no es un tonto adorno, sino la llave para la realización.
Una mente embebida en un ombliguismo ególatra, es presa de su propio fatuo desvarío.
El delirio es perniciosamente disfuncional y parasitario.
Alguien vacío de significado, es incapaz de reconocer verdaderamente a nadie y por lo tanto no logra amar.
Alguien vacío de significado, sufre mucho su oquedad y falta de realidad.
Alguien vacío de significado, está sediento de reconocimiento.
Pero el alivio que cualquier admiración le proporciona, es fugaz y efímero.
Por eso tienden desesperadamente hacia el exceso y la perdición.
Caen en una espiral de autodestrucción y hacen bandera de su vanidad.
Hay mucho autoengaño entre los averiados.
Resulta más gratificante pensar que tu anomalía aporta variedad, que asumir la ardua labor de sanar el trauma subyacente.
Un tronco retorcido no se establece por aportar colorido, sino a causa de algún impedimento o daño previo.
En fase temprana, o incluso peri-germinal, es cuando más huella puede ocasionar cualquier percance.
Un tronco horizontal que presume de originalidad, resulta patético.
Tristemente, si esa dislocación prosigue largamente, suele desembocar en una pertinaz cosmología invertida y en apetitos malsanos.
Entonces la depravación se realimenta a sí misma acentuando el victimismo y el egoísmo sucesivamente:
No es culpa mía que yo sea así, y no puedo hacer nada por cambiar esto.
Yo soy así porque quiero, y nada hay de culpable en esto.
En cuenta de subsanar su indeseable desorientación, prefieren revolcarse en ese desgraciado fango.
No cabe la cordura en quien reniega de la realidad.
Sin verdad no se es virtuoso.
Hay una preciosa reciprocidad entre el significado y el reconocimiento.
Lo interesante del reconocimiento es su bidireccionalidad.
Tan importante es el que recibes como el que das.
La vida no es indiferente ni estanca.
Tu ser, tu presencia y tu conciencia, suscita infinitos niveles de reacciones sobre todo lo demás.
Cuando dos espejos se miran cara a cara, qué es lo que ven?
Lo significativo, lo esencial, lo perdurable.
Reconocer lo presente, es lo que te habilita para reconocer también el reconocimiento que lo presente está reconociendo sobre ti.
Mirar verdaderamente, te permite ver hondo.
Ver hondo, te permite crecer en significado.
Y el amor? El amor lo pones tú en todos y cada uno de esos pasos.
No te creas que es un premio automático.
La calidad de tu amor depende de la calidad de tu ser, y la calidad de tu ser está condicionada por la calidad de tu entorno y de tu hacer.
Nacer en un contexto tóxico, va a afectarte malamente.
Pero a la larga, si gestionas bien tus cualidades, sabrás tomar correcto camino.
Cuando tu mirada es limpia, tu validación y valoración de lo que percibes es diáfana y sincera.
Ves lo precioso y maravilloso, lo irrepetible y milagroso de lo que hay ante ti.
Celebras eso y participas de ello.
Esa benigna empatía, te hace ser cada vez mejor.
La lucidez que así desarrollas, te sirve para ganar en equilibrio y conciencia.
Para esto hay que tener el corazón sano y la mente exenta de sofismas.
Si estás contaminado o dañado, tu lente tendrá un tinte que te impedirá ver la realidad tal cual es.
Un pez en una pecera turbia, no puede discernir adecuadamente lo que le rodea.
Un pez en una pecera nítida, capta claramente lo puro y lo maleado de las demás peceras circundantes.
Los traumados proyectan sus lacras hacia fuera, por lo que deben hacer un serio esfuerzo para lograr desempañar esa bruma.
Pero parece que el proceso terapéutico ya no interesa.
Hoy lo que predomina es la apología de la patología.
Además, las doctrinas imperantes no son amigas de la santidad, sino todo lo contrario.
La lesiva maldad es incentivada y promulgada.
Los perversos prefieren el caos y las legislaciones antijustas, pues dan ocasión para cometer impunemente transgresiones y perfidias.
Los infames artífices de semejante tinglado, disfrazados de altruistas, se dedican a aumentar la iniquidad.
Por eso la pseudoigualdad que fomentan es profundamente nociva.
Pretenden desdibujar toda noción cabal, para equiparar el bien al mal.
Y eso lo envenena todo.
Por otra parte, el orden natural es fértil y bello, pues está en armonía con lo sagrado.
El lenguaje de la vida se constituye en torno a vocablos insoslayables, como 'Dios'.
Quien de verdad busca la verdad, sabe vérselas con eso y entiende su propio lugar al respecto.
El verdadero buscador, ya sea más o menos tosco y torpe su esbozo, va atinando en la composición del puzle.
La verdad es la mejor brújula, con la que navegar idóneamente y con buen rumbo.
El reconocimiento y el significado se siembran y se cosechan mutuamente entre sí.
Pretender tener lo uno sin lo otro, es disparatado.
Si careces de comunión vital, sólo te queda desbarrar en lo superficial.
Mejor es esmerarse en mejorarse con esmero.
Pero no solipsistamente.
Para lo cual hay que amar de verdad, con verdad y hacia la verdad.
Y es gracias a la realidad que podemos hacer eso.
O sea, que cuanto más atinada y personalizadamente te vinculas, más redunda favorablemente en todo.
La pareja duradera y fructífera, es la cumbre del amor humano.
El amor al vicio o el amor a lo etéreo, no están en la onda correcta.
Lo absoluto es nuestra raíz cardinal, pero el tallo indica nuestro mandato carnal.
Esto es lo difícil del amor: No hay que adorar el fondo sobre la forma, ni la forma sobre el fondo.
La realidad no admite inocuamente tales dislates.
Ni en los antros ni en los templos está la verdad que debes buscar.
El saber y la felicidad están en el bien amar.
Por eso reconocer es conectar, es conciliar y vincular.
Es resonar y sintonizar, es encontrar y comprender.
Es plenamente ver lo otro y apreciarlo tanto como lo propio.
Nuestro conocimiento se va estructurando de acuerdo a aquello que vivimos y al significado que de ello sacamos.
Pon atención y esmero en tu interacción, para crecer en bondad y perspicacia.
Sabio es quien raudo aprende a descifrar las enseñanzas de cada evento.
Y sensato es quien prudente se conduce y certero avanza.
Si tu corazón no está asomado a la verdad, si no late con lo trascendental, si no arde en deseo de eterno amar y no se enhebra con otro corazón consorte, qué eres?
Un pelele somero, un gusarapo transitorio, un despojo errante.
Pues quien no sabe amar, no sabe nada de la vida; y quien no sabe nada de la vida, no sabe amar.