"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

aviso

Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



13 de julio de 2018

uno contra uno

Tras una serie de rocambolescas carambolas que no voy a explicar ahora, la humanidad ha encontrado una solución definitiva para sus problemas:

La ley del uno contra uno.

Esta ley establece que la única violencia permitida es la de la lucha cuerpo a cuerpo, sin armas ni protecciones.
La contienda es a vida o muerte y se efectúa en un recinto especial del que no se puede salir hasta que uno de los contrincantes fallece.
Y solo se permite la lucha si ambos antagonistas certifican oficialmente su voluntad de enfrentamiento.

Obviamente, casi nadie hace uso de semejante servicio. Ahora, todo conflicto se resuelve civilizadamente mediante pleitos y litigios, arbitrados o no, a veces interminables.

Por supuesto, una simple ley no basta para acotar las pulsiones criminales, por eso hay otras disposiciones adicionales y complementarias. La principal de ellas: Que toda persona queda bajo la vigilancia permanente de un robot que le sigue en todo momento.

Los tales robots son denominados 'sombras', pues se mantienen siempre en un discreto segundo plano. Y solo tienen una directriz: Si su vigilado aplica sobre cualquier otra persona una fuerza física superior a la permitida, el robot procede a la inmediata aniquilación del infractor.

El umbral de fuerza aceptable está perfectamente medido y balanceado, y es bastante bajo.
Un chocar de palmas especialmente efusivo, sería suficiente para sobrepasar dicha medida.
Por eso, ahora se pone gran cuidado en el comportamiento y las maneras.
Chocar con alguien por ir corriendo distraído, es una forma muy tonta de perder la vida.

Debo aclarar un matiz de dicha directriz: Se considera que el vigilado aplica una fuerza física, incluso cuando lo hace de manera indirecta.
Por ejemplo, si el sujeto le pone la zancadilla a otra persona y la persona cae al suelo y el impacto recibido sobrepasa el límite de fuerza permitido, se extermina igualmente al zancadilleador.

Los robots están conectados en red y comparten toda su información, de esta manera pueden dilucidar perfectamente el origen de cualquier evento violento, por más que el causante pretenda eludir su responsabilidad.
Lo mismo sucede con cualquier otro delito hacia bienes materiales o hacia el ecosistema: Todo infractor es inmediatamente apresado e inmovilizado por su robot-sombra, que mantiene su presa indefinidamente durante tanto tiempo como se haya estipulado a modo de condena, de acuerdo a la falta cometida.
De esta manera, el sistema prescinde y se ahorra de tener jurados y prisiones.

Una falta grave, puede traducirse en semanas de retención, sin comida ni agua ni resguardo frente a las inclemencias.
Asique, no es para tomárselo a broma, que digamos.

Los malvados parecen no querer comprender esto, por eso son los primeros en pagar las consecuencias de su insensatez.

El sistema ha cambiado grandemente su diseño y estructura. Ya no existen instituciones oficiales. Los robots han asumido toda función administrativa, por una simple cuestión de eficiencia.
Los robots saben muy bien que deben intervenir y participar lo menos posible, por eso limitan su actuación directa a lo mínimo imprescindible, en aquellos puestos clave donde una mala acción podría ocasionar daños considerables.

Cuanto más limitada queda la posibilidad de violencia, más retorcidas se vuelven las mentes malignas. Eso les lleva a maquinar todo tipo de sabotajes indirectos y colaterales.
Sin embargo, tales argucias resultan de lo más pueriles frente a la superior inteligencia y control de los robots.

Así es cómo la humanidad ha alcanzado una existencia altamente civilizada. Más o menos.

La estupidez es más persistente de lo que parece.
El sistema procura canalizarla de manera que moleste lo menos posible.
Para esto, hay también una supervisión del comportamiento social.
Los robots no solo vigilan las acciones físicas, también hacen seguimiento de las interacciones virtuales.
Esto les permite calibrar la inteligencia de cada persona.

Miden la inteligencia mediante un porcentaje.
Toda persona comienza con la media, lo normal, cifrada como un salomónico 50%.
Cada acción que contravenga alguna norma cívica, o cada mensaje que produzca considerable rechazo en la comunidad, se traduce en la pérdida de un punto de inteligencia.
Ganar puntos de inteligencia es un poco más difícil, pues requiere sobresaliente comportamiento y/o sobresaliente aceptación de tus aportes sapienciales a la comunidad.

Lo interesante de esto, es que los robots asignan y reparten los distintos oficios y cargos, en función de la inteligencia de cada cual.
No hay puestos fijos. Cada día se te indica el sitio y la hora para cumplir una tarea.
Eres libre de obedecer o no, pero faltar a tu deber se traduce en pérdida de puntuación de inteligencia y en no ganancia de dinero.

El dinero es ahora totalmente virtual y está enteramente controlado por los robots. Ya no hay posibilidad de especulación ni de maluso, ya no hay modo de evasión ni de extorsión, ya no hay forma de explotar al prójimo para ganar económicamente preponderancia o poder.

Las personas de máxima inteligencia, acceden a puestos de especial responsabilidad, sin que ello implique mayor remuneración o altos privilegios, aparte de un cierto estatus que se explicará luego.
Obviamente, una gran responsabilidad te prestigia y otorga notable satisfacción, pues posibilita el participar plenamente en la gestión y administración de la comunidad, te da ocasión de sentirte fraternalmente relevante, reconocido y realizado.

Por otra parte, las personas de menor inteligencia, son destinadas a las tareas más básicas y elementales. Uséase, limpiar la calle y cosas así.
Limpiar la calle puede parecer una nimia trivialidad, pero tiene más importancia de lo que parece. Cada vez que un robot elimina a un infractor, envía una orden de despojamiento para que alguien retire el cadáver, sanee la calle y traslade el cuerpo hasta la planta de incineración.

Que las personas de parva inteligencia efectúen este cometido, sirve para que tomen conciencia de su propia mortalidad y de su proximidad a terminar de tan lamentable manera.
A poco inteligente que sea uno, tal incentivo es más que suficiente para esforzarse lo más posible en elevar su puntuación.

Para aquellos que ni aun así parecen dispuestos a entrar en razón, existe la zona de evasión. La zona de evasión son unas instalaciones algo apartadas, que solo abren durante la noche y que ofrecen alcohol gratis.
Ni que decir tiene, eso actúa como irresistible imán congregador de descarriados, que tienen todos los números para acabar malamente la juerga, debido a sus excesos etílicos.

Así se atenúa la carga de ineptitud y la sociedad se mantiene en unos términos cada vez más óptimos y adecuados.

Por cierto, a los eliminados se los denomina boñigas y nunca se indica su identidad, ni su pasado, ni las circunstancias de su cese vital. A todos los efectos, las boñigas son materia inmunda, merecedora de poca o nula consideración mediática.

Ya no hay noticiarios per se. Ahora toda la información objetiva está disponible cronológicamente en la red. Sin embargo, según tu puntuación de inteligencia, tu acceso a dicha información es restringido.

Respecto a la puntuación de inteligencia, debo hacer una aclaración: Oficialmente la puntuación máxima es 100% y la puntuación mínima es 1%. Sin embargo, extraoficialmente, los robots contabilizan en secreto toda puntuación que sobrepase dichos límites. Esto les sirve para sopesar mejor sus asignaciones, cuando en ellas cabe aplicar un baremo de prioridad jerárquica.

Volviendo al acceso a la información: A diario cada persona debe superar primero el modo radio, para así después poder hacer uso de internet.
El modo radio consiste en un noticiario personalizado, locutado por una carismática voz sintética.
La gracia del modo radio es que el número y duración de sus noticias es inversamente proporcional a tu puntuación.
Si tu inteligencia es de 1, te tocará escuchar 100 largas noticias que relaten los logros y hazañas protagonizados por las personas de inteligencia 100.
Y si tu inteligencia es de 100, te tocará escuchar 1 breve noticia protagonizada por una persona de inteligencia 1.

Una vez superado este trámite, tu acceso a la información también dependerá de tu puntuación.
Toda inteligencia menor de 50, no tendrá acceso a los detalles de ningún suceso que implique alguna boñiga, ni de ninguna otra disposición con datos estratégicamente valiosos o delicados.
De 50 hacia arriba, el acceso a los detalles va siendo progresivamente mayor, cosa que permite una mejor participación conjunta en la sociedad.

Este es un punto clave, pues los robots adecuan sus prioridades y gestiones, de acuerdo al criterio consensuado de la comunidad.
Los robots no están dotados de conciencia cognitiva, asique no pueden valorar en sí misma la lucidez o cordura de la población. Simplemente depuran las tendencias más claras, viables y sostenibles, de acuerdo a su directriz principal. Entonces, en concordancia con los múltiples parámetros intervinientes, organizan y disponen los recursos y las tareas, encaminados hacia la consecución de los propósitos establecidos.

Por ejemplo, pongamos que de pronto a la gente le da por construir una torre que llegue hasta el Cielo. Los robots van a colaborar perfectamente con tal empeño y proyecto, siempre y cuando se efectúe respetando la integridad física de los implicados en dicha actividad.

Para decirlo más claro: Los robots no tienen juicio propio ni empatía, no poseen ley robótica alguna que les obligue a preservar la vida humana, su función se limita a castigar la violencia y a administrar sabiamente los recursos del sistema.

Si una persona, haciendo montañismo se cae y queda malherida, su robot-sombra dará aviso para que otras personas acudan a su rescate si así lo desean, pero no hará nada más.
Entonces es cuando se pone a prueba la verdadera solidaridad de la sociedad.
La puntuación de inteligencia es siempre secreta. El sistema únicamente te notifica los +1 o -1 que te aplica cuando corresponde.
Asique, la única manera de hacerte una idea aproximada de tu puntuación, es contando el número de noticias de tu modo radio.

Volviendo al montañista malherido. Puede ser que se trate de alguien de alta puntuación o de baja puntuación. Dependiendo del caso, su rescate tendrá +1 o no. Y también dependiendo del caso, la omisión de su rescate tendrá -1 o no.

Los robots tienden a ofrecer primeramente las tareas a aquellas puntuaciones más necesitadas de aumento y mejora, teniendo en cuenta las capacidades de cada candidato para cada caso concreto. Su lógica, siempre busca resultados efectivos, eficaces y eficientes.
Conocen a la perfección las virtudes y defectos de cada persona, y diseñan cuidadosamente un programa personalizado de tareas, para completar y propiciar el crecimiento armónico de todo sujeto.

Otra cosa es que la persona sea lo suficientemente lúcida como para consentir en progresar adecuadamente.
Hay mucho desgraciado suelto, cuyo único propósito es ir a la perdición.
Los robots no tienen ningún problema con esto. Pueden readaptar infinitamente los itinerarios propuestos.
Luego, es cuestión de tiempo que el condenado salve su pellejo o, en los más de los casos, acabe en boñiga más pronto que tarde.

Otro aspecto que ha cambiado significativamente, es el transporte.
Cualquier cosa en manos de un necio o malévolo, se convierte en arma peligrosa. Por eso ya no hay vehículos de conducción humana, se han sustituido por cañones balísticos.
Los robots han perfeccionado este método de envío de mercancías y pasajeros.
Ahora, para viajar debes colocarte en posición fetal con una máscara respiratoria y se te recubre con una protectora espuma polímera, que te convierte en cápsula aerodinámica.
Luego, basta un bien orientado y calibrado cañonazo, para llegar a tu destino en un abrir y cerrar de ojos. 

Respecto a los robot-sombra, decir que pueden modificar su altura y complexión, que siempre adaptan similar a la de su vigilado.
Y cabe añadir que hacen honor a su nombre, pues son completamente negros y silenciosos.

Intentar averiarlos o desactivarlos, es garantía de acabar boñiga.
Cuando algún robot se estropea, inmediatamente es reemplazado por su semejante operativo más cercano, proceso que efectúan en cadena, coordinadamente, tantos como sea preciso, hasta cubrir todas las posiciones, con el mínimo lapso y desplazamiento posible, con apoyo y cobertura de drones para mantener a los vigilados controlados en todo momento, hasta la rauda incorporación de una unidad nueva, proveniente de alguna de las muchas sucursales robóticas esparcidas por el área poblacional.

En cuanto al método que utilizan para acabar con la vida de los infractores, consiste en un sencillo quiebre de pescuezo.

Con los menores de edad, se sigue un protocolo algo más clemente y permisivo.
Cuando el menor comete alguna infracción, se le inmoviliza tanto tiempo como grave se considere su falta, teniendo en cuenta su edad y madurez, su fuerza e intencionalidad.

Creo que ya está todo.
Este es el bonito mundo que tenemos ahora.
Y bien que está y que dure así, pues en verdad nos libra de mucho mal.
Raro es quien no sabe apreciarlo y disfrutarlo.
Los malnacidos y renegados ya se han extinguido, y los que prueban a asomarse de nuevo, duran menos que un suspiro.
Pobrecillos.