La era de la información, está trayendo multitud de voces que señalan la maldad del sistema establecido.
En parte eso está bien, pero en parte resulta problemático.
Se cae demasiado en la desmesura, se mezcla realidad y ficción.
Aumenta la confusión.
Esto sucede debido a nuestra manera de comunicarnos.
La palabra tiene sus pros y sus contras.
Es un excelente vehículo para la transmisión de información, pero es un nefasto medio para la corroboración de la realidad.
Internet nos sumerge en un plano ilusorio.
La virtualidad equipara la mentira con la verdad.
Si yo aparezco en una imagen digital, con una manzana en la mano, tú lo tienes muy difícil para determinar la autenticidad de ese fruto.
Puede ser un montaje, puede ser media manzana o puede ser una manzana de plástico.
Lo virtual suprime muchos niveles de información y solo comunica una porción muy reducida y pobre.
Así es imposible hacer un buen uso de la tecnología para ir hacia una mejor existencia colectiva. Aunque, con una mayor madurez en los usuarios y con unos protocolos más elaborados y comprometedores, internet podría llegar a cumplir esta función razonablemente bien.
El ejemplo más claro de esto son las criptomonedas.
Las criptomonedas están diseñadas para ser una herramienta de inmenso potencial virtuoso.
Pero, su desvinculación con la realidad las convierte en otra inutilidad más, que acabará siendo utilizada para perjuicio de la humanidad.
Nuestra civilización está en un momento crítico.
Dispone de grandes avances que ofrecen la posibilidad de un cambio significativo, siempre y cuando se utilicen de manera responsable.
Pero, su uso irresponsable es terriblemente peligroso.
Cual niño con un cuchillo.
La información es válida y liberadora cuando nace de la realidad.
El alienado divorcio dislocado disociativo desquiciante actual, es tremendamente desestabilizador.
La palabra sin conexión con la vida, es un caballo de troya idóneo para servir al mal.
La información digna de ser tenida en cuenta, debe ser completa y veraz. Comprobable.
Los testimonios que denuncian supuestos ritos macabros y cosas así, deben ser puestos en cuarentena.
La palabra por sí sola, no otorga certeza a nada.
Debe contextualizarse, permitir su cotejamiento con lo concreto.
Lo demás son cuentos.
La virtualidad, sin embargo, no afecta a aquellas informaciones que uno puede constatar directamente, por sí mismo.
Por eso, la espiritualidad gana con internet un inesperado aliado.
Y bueno será que la humanidad aproveche tan rara oportunidad.
Porque la otra cara de la moneda ya la estamos padeciendo, y mucho.
La patología de nuestro tiempo es la falta de lucidez, la poca conciencia.
Que tiene como consecuencia la aparición de teorías de la conspiración, medio acertadas medio equivocadas.
El problema de la conspiranoia es que hace una lectura errónea de la realidad, saca conclusiones infundadas, a partir de indicios poco fiables, mezclando nociones mal interconectadas.
El fallo se ve sobre todo en su visión global.
El famoso mito de los poderes ocultos que dirigen el mundo.
Sin duda, hay élites malignas que orquestan la desdicha.
Pero es imposible dar por válida ninguna información que pretenda demostrar el alcance de su poder, precisamente por su lógico sigilo y opacidad.
Es muy insensato adoptar plenamente esa hipótesis, a partir de la incierta evidencia disponible.
Incluso aunque tal conspiración fuese real, debería enmarcarse adecuadamente.
Poner el acento en agentes externos, desplaza el foco alejándolo de lo importante, que es lo interno, la esencia, lo trascendental. Descentramiento que resulta profundamente desempoderador.
Exponer así el mal, puede resultar más efectista que efectivo, más sensacionalista que provechoso. Contraproducente.
La mala comunicación, desinforma.
Si quieres aprender carpintería, acude a un maestro carpintero.
El antimaestro carpintero te hará perder todo tu tiempo y energía en interminables palabrerías acerca de lo negativo, la no-carpintería, la anti-carpintería, la contra-carpintería, la des-carpintería.
Un absurdo total.
Otro ejemplo:
Un antimaestro de ortografía, te llenará la cabeza con las infinitas formas erróneas de escribir incorrectamente todas las palabras, pero jamás te enseñará la correcta, que es solo una.
Ese completo despropósito, camufla quizás motivaciones perniciosas. El antimaestro, gana estatus y se lucra a costa de los mamelucos.
No es nada nuevo, siempre ha habido gurús y manadas de ineptos dispuestos a comulgar con cualquier bazofia afín a sus poco desarrollados criterios.
Piensa esto:
Si mañana rigiese una norma que obligase a avalar todas y cada una de las afirmaciones emitidas públicamente, se acabaría la farsa y el negocio de prácticamente todos los comunicadores.
Se haría el más precioso silencio.
Pero eso no va a suceder.
Porque el problema no son los parásitos, sino el entorno propicio que sostiene su proliferación.
Es la población la primera y mayor responsable de este desastre.
Antaño se decía que una ardilla podía cruzar de punta a punta el país, saltando de árbol en árbol.
Hoy, ciertamente se puede decir que la mentira cruza de punta a punta el país, saltando de ignorante en ignorante.
Por eso, la cuestión del mal está erróneamente planteada cuando sitúa la responsabilidad afuera.
Ni el más mayor máximo maligno maléfico malvado, tiene poder ninguno ante una población despierta y consciente.
La mentira no tiene nada que hacer ante la verdad.
El mal está condenado a fracasar.
Pero los inmaduros no quieren comprender.
Prefieren sentirse víctima, antes que asumir la responsabilidad que implica vivir en equilibrio, virtud y armonía.
Su visión es selectiva y solo ponen el foco en lo que les sobrepasa y espanta, para sentirse inermes y autovalidar así su inercia.
Pasean su mirada buscando descomposición y cadáveres.
No tienen ojos para la belleza.
Ese sesgado y precario contacto con la realidad, se traduce en una visión de conjunto deficiente, distorsionada y grotesca.
Están envenenados de paranoia. Su existencia es un atroz caos delirante.
Entonces, se entiende fácilmente la abundancia actual de voceros hecatómbicos.
Mientras, la sabiduría de los santos de todos los tiempos, cae cada vez más en el olvido:
http://entra-por-los-ojos.blogspot.com/2018/02/el-cientifico-y-el-santo.html