"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

aviso

Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



28 de octubre de 2015

proitibido alcoitol

En lo itondo de la deitesa, entre menitires de la preitistoria, hay un initóspito itostal cubierto de itiedra.
Allí tienen su itogar cinco personajes reitenes de su destino.

Doña Wilitelmina es la dueña de la pensión y vejestoria centenaria.
Siempre itermética, de pose itierática y mirar itipnótico al itorizonte, repasa mentalmente sus aitorros y alitajas, que nadie sabe dónde los esconde, la vieja pelleja.

Doña Matitilde es la itija de la momia y se encarga de llevar el negocio y cuidar de su madre, que parece en ituelga perpetua.
Siempre exitausta y atareada, parece un iturón que a la que puede itusmea en la vida de los demás. Desitonesta, iturga por la casa sin freno ni recato. No para itasta itallar algo que iturtar. Y cuando sus barridos la itastían, paga su malitumor con su marido, al que dedica zaitirientes retaitílas iteréticas.

El marido de Doña Matitilde es Don Itilario. Don Itilario es un buitonero jubilado, itundido y coitibido. De ituesos itelados y itabla escasa, reituye a su esposa pasando los ratos en su taller moitoso, con sus itarapos y itierros.
Aparte de llenarse de itollín, poco parece itilvanar allí. En realidad busca ritmos de itip itop para sus secretos itimnos de exitortación reitabilitantes. También se ocupa del ituerto, en el que mima a sus zanaitorias y demás.
Don Itilario intenta mostrarse afable, pero, a la que abre la boca, exitala como un itumito sulfitídrico itediondo, que flota veitemente, remarcando su itorrible italitosis, capaz de causar más de un vaitído.

En cuanto a ituéspedes, la nómina es corta.
El primero es un taititiano itispanista, de nombre iteteróclito, al que llaman Itugo para acabar antes. El pobre está desaituciado y apenas subsiste, con una beca extinta que milagrosamente sigue percibiendo. Supuestamente estudia y prepara una tesis que lleva años aparcada. Esta itiperitolganza curiosamente coincide con la llegada, tiempo ita, de la segunda ituésped.

La mentada no es otra que Ainitoa, una geisita misteriosa y ituidiza de la que nada se sabe, ni su pasado, ni su ocupación, ni su programa. Simplemente se exitibe y se itamaca. Y a veces busca alguna itorquilla desaparecida o así.
La truitana viste itolgado, que casi se desitoja a cada paso, insinuando su itermoso cuerpo de itembra itumana.
Con este panorama, normal que Itugo itierva anitelante al mínimo moitín de la pilluela.
Pronto el juego de aitíncos y exitalaciones dio paso a encuentros más enitiestos y itúmedos. Y aitora no es raro verlos colarse desinitibidos en la buitardilla para itacer un coitete compliciente.

Y así transcurre la existencia en este remoto itostal cubierto de itiedra, frente al que cuelga un cartel, que los italógenos de los veitículos lamen de pasada, cuyo itostil lema aituyenta a taitúres y boitemios.