Cuando Tesla probó su torre-antena, produjo más consecuencias que las evidentes. Generó un pulso plasmático flotante, una especie de nube ondular, para entendernos, que estuvo vagando por los aires erráticamente durante largo tiempo, sin que sospecháramos siquiera de su existencia.
Esta nube se fue alimentando de nuestras emisiones electromagnéticas y demás, alterando progresivamente su composición y naturaleza. A veces nos perjudicaba y a veces nos beneficiaba, y ni nos enterábamos. Lo mismo causaba interferencias como absorbía las radiaciones atmosféricas.
El caso es que poco a poco fue adquiriendo proporciones alarmantes y empezaba a ser una amenaza considerable, aunque nadie la percibiera.
Parece ser que las radiofrecuencias inalámbricas la atraían sobremanera y, cuando se aproximaba a la superficie, resonaba con ellas emitiendo inquietantes zumbidos inexplicables. Y ya el colmo fue cuando un avión se topó de lleno con ella y desapareció, el avión, digo. Aquello debió ponernos sobre aviso, pero no quisimos darle importancia.
La fatalidad no se hizo de rogar mucho más.
Un día la nube cruzó sobre una ciudad que tenía su cobertura de telecomunicaciones funcionando a todo trapo. Las condiciones climatológicas propiciaron que su descenso fuera completo.
Y cuando se produjo el contacto con la tierra, explotó, la nube, no la tierra. Explotó liberando toda su enorme y extraña energía, que envolvió al planeta en un abrir y cerrar de ojos y desapareció. Y sí, ahora me refiero a la tierra.
Nosotros nos fuimos con ella, así que en realidad no notamos nada, solo un gran estruendo que no se sabía de dónde salía ni a santo de qué venía. Luego, el silencio.
Un silencio total y absoluto. Perpetuo.
La humanidad se había quedado sorda y ya no hubo manera de recuperar ese sentido. Los niños nacían sanos y con todo en su sitio, pero aun así, como una tapia. Ni implantes ni inventos ni nada de nada. El sonido se negaba a ser percibido o a saber qué movida pasaba.
Y eso no fue todo, resulta que los astrónomos decían que el cielo se había disparatado de repente. Vamos, que todas las estrellas estaban cambiadas de sitio y no se entendía ni un pijo.
El sistema solar seguía como siempre, pero el universo estaba totalmente irreconocible. Era como para volverse loco.
De hecho eso fue lo que les pasó a muchos, pobres memos.
Lo que no entendían es que se había producido un salto en el tiempo, un salto inmenso que nos había llevado de golpe al año 523.465.936,
año arriba año abajo.
Por supuesto, el avión aquél siguió sin aparecer, porque vete tú a saber a qué año habrá ido a parar.
Total, que comenzó así una nueva era de auge investigativo, pues había que rehacer todos los mapas estelares, estudiar de nuevo los astros y tal y cual.
Así que, quien más quien menos, tenía su telescopio y echaba sus buenos ratos escudriñando el cosmos y sus secretos.
Una moda como otra cualquiera.
En éstas, uno de tantos descubrió un planeta muy peculiar.
Resulta que su velocidad de rotación era prácticamente idéntica a la nuestra, y que su traslación seguía una órbita también casi mísmicamente calcada, a expensas de lo cual su noche y la nuestra coincidían. Talmente que sí.
Y parece ser que el tal planeta albergaba vida inteligente, porque se veían luces artificiales es su oscura superficie.
Pero lo más alucinante de todo es que esas luces se repartían de modo y manera que dibujaban una letra. Y cada noche formaban una nueva!
Estaba claro que intentaban comunicarse y que, de alguna manera, sabían que la humanidad era sorda. O quizás ellos lo fueran, quién sabe.
El caso es que el hallazgo fue un bombazo muy sonado, valga la ironía, así que enseguida nos pusimos todos manos a la obra, anotando cada letra, para reconstruir el mensaje que trataban de transmitirnos.
Lo malo era la frecuencia. Una letra al día era desesperantemente lento. Y, por alguna extraña razón, no había vocales. Por abreviar, tal vez.
El mensaje no parecía tener ni pies ni cabeza.
Todas las masas grises del planeta se estrujaban el coco, se exprimían los sesos pero bien y estaban que echaban humo con aquel acertijo.
Salieron infinidad de interpretaciones, a cuál más delirante y peregrina, ya te puedes imaginar. La peña se monta unas películas que no veas.
Total, que aquí seguimos, sin parar de darle vueltas a ese galimatías sin sentido, cada vez más empecinados y enloquecidos.
Así que, bueno, pongo el texto que tenemos por ahora y ahí queda eso:
ghplycyhcflmmcpfcmyqlplmdtvvglntlcrllqbvjrmvnmdtgynjnhmlqpvfclpqszhvnnvlnsqlfsrzphgsqrjqttmqzqmzcdcqnpmmmcsfmnynqrycdssqqqvhrglptbstrprdvrqclpfnsqhjslrpqlgrvjzsvspjjdzngcdhjhscqmvthndpjlmfnvmpdtfmsrmpntplrdszmhrvfyqzljfcvyclrmsypfhsnq