2 de abril de 2013
la boina
Me encuentro con un paisano achaparrado y bonachón. Su barriga es grandota y su cara anchota, parece un tonelete alegre y satisfecho con la vida. Lleva una boina encasquetada, que se levanta para saludarme. Entonces veo que debajo de la boina le falta la tapa de los sesos y se ve hueco por dentro, ni rastro del cerebro. En estas, tropieza y cae de bruces al suelo. Empieza a salirle por el agujero de la cabeza vino a borbotones. Litros y litros de vino que manan como un río púrpura y encharcan en un momento media calle. El tipo pone cara de horror y espanto. Me mira suplicante, pidiendo ayuda desesperadamente con los ojos. Pero su mueca de terror me deja clavado en el sitio. Bracea y chapotea hasta que pierde las fuerzas y deja de moverse. Me quedo alelado viendo caer las últimas gotas, hasta que cesa el goteo. Después me voy, impactado y aturdido, cuidando de no resbalar en semejante chipichape en un pispás que ha montado.