"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

aviso

Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



28 de septiembre de 2010

tabula rasa

Suena el despertador, lo paras, miras la hora. No logras comprender los dígitos. Sabes que son números pero no te viene a la mente su significado. Pasas un buen rato viendo cambiar las cifras, minuto a minuto, en una extraña secuencia. Siempre ha sido así? No parece seguir ningún orden lógico.

Vas al cuarto de baño, meas, contemplas tus partes como si fuera la primera vez que las ves. Te miras en el espejo. Qué broma es esta? Quién es esa persona? Te han dado cambiazo mientras dormías? Estás soñando? Pasas un buen rato frente al espejo, tocando esa cara desconocida.

Te das cuenta de que no estás en tu casa, de que llevas un pijama que no es el tuyo. Te invade el miedo, tienes que salir de aquí. Te vistes con lo primero que pillas, afortunadamente la ropa es de tu talla. Buscas con desesperación la salida. A cada puerta que abres te invade el terror a encontrarte con alguien.

Por fin, sales, no conoces la calle ni el lugar. Dios santo, dónde estás? Puede ser cualquier rincón extraño del mundo. Te entra un vértigo insondable, espantoso, indescriptible. Te sientes como el más perdido de los perdidos. Todo esto es absurdo, nada tiene sentido.

Suena un móvil en tu bolsillo. Lo tomas en la mano, miras cómo chilla y parpadea, como si fuera un bebé berreando al que no sabes cómo consolar, ni remotamente. Una parte de ti quiere contestar pero la duda te paraliza, hasta tal punto que ni siquiera sabrías cómo hacerlo. Deja de sonar, lo guardas de nuevo en tu bolsillo.

Te pones a caminar, sin rumbo. Tu mente se angustia con esa ausencia de destino. Tienes hambre, entras en un bar. Qué desea? Te dice el camarero. Quieres eso que siempre tomas en el desayuno, pero su nombre ha desaparecido de tu cabeza, ido, esfumado, caput. Te explicas por señas, como un mono.

Suena una canción. La escuchas distraídamente. Poco a poco va captando tu atención. Sientes como si tuvieras que conocerla, como si fuera lo más importante de tu vida en este momento. No logras encontrar el menor indicio en ella para identificarla o relacionarla con algo. Eso te llena de ansiedad y agonía infinitas. Qué está pasando aquí? Quién lo ha trastocado todo tan horriblemente?

Son dos con veinte, dice el camarero. Buscas en tus bolsillos, nada. No, espera, sacas una tarjeta de crédito. El camarero apunta hacia un cajero, al otro lado de la calle. Metes la tarjeta, escribes una cantidad. Te pide una contraseña, tecleas al azar. Nada.

Una idea quiere nacer en tu cerebro. Atiendes, el silencio suspende tu pensamiento. Se te va el santo al cielo y tu cuerpo se queda ahí ensimismado, alelado. Alguien grita un nombre, sales de tu cuelgue, te vas andando.

Una persona te alcanza corriendo, se pone frente a ti y te saluda efusivamente. Quién es? No te suena de nada. Su entusiasmo incontenido te parece totalmente fuera de lugar, injustificado, propio de un demente. Se comporta como si te conociera de toda la vida. Contrariarle te parece peligroso, le sigues la corriente. A cada gesto afectivo suyo te asustas más y más.

Sales corriendo. Te sigue. Te domina el pánico. Tu histérica desesperación te hace meterte entre el tráfico. Sientes un fuerte golpe. Pierdes el sentido.

Despiertas en un lugar muy blanco. Alguien te pregunta tu nombre. Abres la boca: ...