Estoy en mi casa, es la noche de navidad, el salón está en penumbra, estamos unos cuantos familiares reunidos, faltan por llegar otros pocos. Me fijo en la puerta de entrada del piso, no cierra bien.
Intento ajustarla pero se desencaja por arriba y por abajo, es como si fuera de plástico y se hubiera contraído su anchura.
Me molesta la sensación de fragilidad, inseguridad, así que insisto en arreglarla. Presiento un peligro en el pasillo exterior, temo que pase algún vecino poco de fiar y vea que nuestro hogar esta accesible, vulnerable.
De repente se dobla la mitad superior de la puerta, se curva con ligereza hacia abajo, como si fuera de papel o cartulina, intento recomponerla, hacer que recupere su compostura, su precaria 'solidez'. Me preocupa bastante esta situación.
Voy estirando sus esquinas, como si fuera una goma elástica, para que cubra todo el hueco al menos. Pero parece que cuanto más la toco más se encoge. Por un instante se mantiene expandida, precariamente adherida al marco de madera, pero ha perdido tanta masa que apenas es ya una cortinilla semitranslúcida, tan frágil como un globo de chicle.
Me estoy agobiando un poco, lo principal sería que la puerta conservase su apariencia, que su aspecto externo fuera el de siempre, aunque su consistencia sea endeble cual papel de seda. Con eso bastaría para salir del paso, pero no está resultando así.
La puerta parece cada vez más inconsistente, ahora es una pasta grisácea, como de cartón mojado, que se cae a pedazos, deshaciéndose. Intento sostenerla, pararla con las manos, pero no hay manera. Esto ya no tiene remedio, de tanto manosearla la he fastidiado del todo.
Al final se desprende y contrae del todo, quedando reducida a una simple barra rectangular de madera delicadamente apoyada en un costado y que ya no sirve para nada pues la entrada del piso queda por completo desprotegida, un umbral abierto, a la vista de cualquiera, perfectamente transitable, libre de todo obstáculo.
Si no la hubiera tocado se habría quedado bien porque la renclija que tenía al principio era tan pequeña que casi ni se notaba, tendría que haberla dejado así...
Estoy delante de la puerta (mejor dicho del hueco abierto al pasillo), mirando algo angustiado la abertura, intentando adivinar los posibles percances derivados de esta exposición accidental, que he ocasionado sin pretenderlo. No sé que hacer ahora.
Alguien desde el salón me dice: déjala, cuanto más la mires peor, olvídate de ella y recuperará su forma. Comprendo lo que dice, me reúno con ellos pero sigo mirando de tanto en tanto el vano desnudo, que me inquieta (y fascina al mismo tiempo) sutilmente. No logro quedarme tranquilo, estando todos expuestos, sin protección, sin barrera, a merced de cualquiera que pase.