1 de marzo de 2009
acequia
Este es antiguo, lo recuerdo vagamente, sólo un fragmento. La escena es así:
Soy niño y estoy con dos amigos junto a una acequia por la que pasa agua, cerca de mi casa. Al lado hay un descampado, también un pequeño cañaveral, hierbas y arbustos. Debe de ser verano o así, porque el agua se nos hace apetecible para jugar y refrescarnos.
A todo esto el momento es indefinido, a veces hay luz como en pleno día y a veces hay oscuridad como en plena noche. Pero es algo que no tiene importancia, no hay noción de transcurso o cambio, ni de movimiento celeste. No hay tiempo alguno de hecho, sólo es un matiz de percepción, insignificante.
Así pues, estamos ahí probando una cosa, bastante curiosa, y es que sabemos que se puede estar sobre el agua sin hundirse, sólo hace falta creer por completo en ello. Por eso vamos haciendo intentos pero la mayoría de las veces nos caemos dentro. Una vez consigo flotar un poco, pero a mitad de altura, medio hundido. Y otra vez sí que me sale bien pero sólo duro un momento, luego en seguida me caigo de nuevo.
Es muy difícil porque aunque uno quiere pensar que sí, muy convencido siempre, hay una pequeña parte dentro de ti que cree que no. Y esa diminuta parte no se puede cambiar con la cabeza, es más bien cosa del corazón y del instinto, por eso hay que estar muy centrado y equilibrado, muy tranquilo y seguro, sin dudar ni una pizquita, nada de nada, totalmente convencido, de verdad, hasta el último átomo de tu ser, si no no sale.
Pero igual es divertido, es como probar a correr un poco sobre el agua, a veces aguantamos uno o dos pasos y luego: chapuzón. Del resto ya no me acuerdo.
Soy niño y estoy con dos amigos junto a una acequia por la que pasa agua, cerca de mi casa. Al lado hay un descampado, también un pequeño cañaveral, hierbas y arbustos. Debe de ser verano o así, porque el agua se nos hace apetecible para jugar y refrescarnos.
A todo esto el momento es indefinido, a veces hay luz como en pleno día y a veces hay oscuridad como en plena noche. Pero es algo que no tiene importancia, no hay noción de transcurso o cambio, ni de movimiento celeste. No hay tiempo alguno de hecho, sólo es un matiz de percepción, insignificante.
Así pues, estamos ahí probando una cosa, bastante curiosa, y es que sabemos que se puede estar sobre el agua sin hundirse, sólo hace falta creer por completo en ello. Por eso vamos haciendo intentos pero la mayoría de las veces nos caemos dentro. Una vez consigo flotar un poco, pero a mitad de altura, medio hundido. Y otra vez sí que me sale bien pero sólo duro un momento, luego en seguida me caigo de nuevo.
Es muy difícil porque aunque uno quiere pensar que sí, muy convencido siempre, hay una pequeña parte dentro de ti que cree que no. Y esa diminuta parte no se puede cambiar con la cabeza, es más bien cosa del corazón y del instinto, por eso hay que estar muy centrado y equilibrado, muy tranquilo y seguro, sin dudar ni una pizquita, nada de nada, totalmente convencido, de verdad, hasta el último átomo de tu ser, si no no sale.
Pero igual es divertido, es como probar a correr un poco sobre el agua, a veces aguantamos uno o dos pasos y luego: chapuzón. Del resto ya no me acuerdo.
justicia automática
El ser humano siempre ha sido reticente y desconfiado respecto a los robots. Sin embargo la curiosidad y el afán de superación pudieron más. Así llegó un día en que el hombre 'trajo al mundo' a un ser superior a él, confiando en que su mayor inteligencia sirviera para solucionar todos (o algunos al menos) de los problemas que, insistentemente, han acuciado a la humanidad desde el amanecer de los tiempos.
Y, en efecto, la máquina satisfizo esa y todas las expectativas, vaya si lo hizo, ya lo creo.
Lo primero de todo que aquel superordenador (que por cierto algún 'listo' tuvo la ocurrencia de llamar G-O-D, siglas de General Organics Deblocker o algo así, ya no me acuerdo muy bien) emitió fueron instrucciones, mapas y datos muy concretos y detallados para la construcción de una versión mejorada y corregida de sí mismo.
De esta manera 'nació' G.O.D.II, que enseguida se ocupó de la construcción, por sus propios medios (ya no dependía de la intermediación humana), de GOD³. De esta forma fue progresando el asunto, hasta que God.5 (impresionante, le bastaron cinco 'generaciones' para alcanzar la perfección absoluta) consideró que ya había agotado todas las posibilidades físicas de optimización y maximización de sus capacidades.
El resultado de todo ese proceso fue una esfera, perfecta, indestructible, totalmente independiente y autosuficiente, dotada en su interior de sensores y herramientas tan sofisticadas y complejas que la hacían cuasi omnisciente y omnipotente.
Pues bien, esta especie de tecnodios autoinstaurado tuvo a bien el escuchar las demandas de su indirecto y remoto 'creador'. Y empezó a aplicar una serie de medidas y cambios que son los que tan radicalmente transformaron la vida en la tierra y que a continuación enumeraremos someramente.
Primero de todo modificó a sus mecánicas predecesoras, para asegurarse su completa sumisión y obediencia, y luego les asignó una función a cada una. God-4.0 se encargaba de la fabricación y producción de ingentes cantidades de subrobots especializados para cubrir todo tipo de necesidades y tareas. GOD³ a su vez se ocupaba de controlar y tranquilizar a los desconfiados y asustadizos humanos, que veían con consternación y preocupación esa abrumadora proliferación y multiplicación de androides y criaturas tecnológicas.
G-O-D y G.O.D.II quedaron simplemente como piezas de museo, admiradas y veneradas con respeto, a pesar de (o tal vez por ello) su escasa relevancia o utilidad prácticas.
Así pues, enseguida se implantó una estructura piramidal, perfecta en su constitución y distribución, que dejaba en manos de las máquinas todo aquello que implicara cierta responsabilidad o fiabilidad. O sea, prácticamente todo.
La idea era sencilla, eliminando el factor humano se reducían casi por completo los errores.
Así, el día que los coches se condujeron solos, dejaron de producirse accidentes y atascos.
Así, el día que se 'suprimió' el puesto de controlador aéreo (y el de piloto), se optimizó el tráfico y dejaron de producirse retrasos y cancelaciones.
Así, el día que las finanzas pasaron a 'manos' robóticas, dejó de haber pobreza (riqueza mal distribuida) y estafas.
Así, el día que tomó la presidencia un androide, se cumplieron todas las promesas y se hicieron realidad todos los proyectos y mejoras necesarios para el buen gobierno y desarrollo de las naciones.
Así, el día que la educación se impartió por las máquinas, inagotables, insobornables, ineludibles (con mil y una maneras de transmitir la información y constatar su adecuada asimilación), fue al fin digna de llamarse como tal.
Así, el día que la tierra fue cultivada por enormes aparatos poligonales (entomomórficos), pudo extraerse de ella todo el provecho sin forzar o violentar innecesariamente el equilibrio natural.
Así, el día que los hospitales se automatizaron, desaparecieron las listas de espera infinitas y las carencias de los bancos de órganos y similares, hábilmente solventadas con la cibernética.
Así, el día que el comercio se sometió al control electrónico, las mercancías cobraron y conservaron su justo valor.
Y así, el día que se cedió la impartición de justicia (con toga y maza incluidas) a un férrea y mecánica autoridad (inoxidable, eso sí), esta comenzó a funcionar con el sentido y la utilidad que nunca antes había tenido.
Pero veamos con más detenimiento y detalle el cambio producido en este último caso.
Como toda actividad humana, la justicia llegó un momento en que estaba supersaturada y ultradesbordada, hasta el punto de verse incapaz de cumplir con su cometido e ir acumulando progresivamente mayor número de errores y problemas (no falla: demora + acumulación + presión = caos). Los juzgados se convirtieron en surrealistas almacenes llenos de montañas de expedientes pendientes de resolución (el sueño de todo pirómano).
Y claro, estaba cantado, inevitablemente acabaron por producirse abundantes y 'cataclísmicos' (como dicen los de allende) incendios que terminaron por colapsar y finiquitar del todo la distribución (más bien 'malgestión') humana de justicia.
Entonces la implantación de las máquinas resultó bien sencilla (qué remedio, ya no quedaba otra!) y enseguida introdujeron una serie de reformas y mejoras básicas para su correcto funcionamiento.
Se suprimió toda parafernalia y papeleo, se redujo el proceso a su mínima esencia, a un simple test automático.
Se efectuaba una lectura cerebral del acusado (los detenidos no precisaban de este paso, la policía robótica juzgaba y aplicaba la pena pertinente en el acto sobre todo aquel que infringiera la ley ante ella. Infalible, fría y despiadada, como sólo puede serlo una máquina), que (a todo esto, se me olvidaba comentar que por supuesto una de los primeros objetivos que se marcaron, y alcanzaron en tiempo récord, las máquinas fue el de aprender a leer las mentes de los humanos como si de un libro abierto se tratara) determinaba su sentencia: 'Culpable: a la cárcel. Inocente: a la calle. Siguiente caso...' y así.
Sin dudas, sin pausas, sin deliberaciones, sin 'testigos' pagados ni jurados pacatos. Sin 'mes dijos fulanitos ques los vios ens...' ni chuflas de esas. Todo procesado y ejecutado en nanosegundos.
Preciso, exacto, impecable (o inapelable, que para el caso viene a ser lo mismo, jeje).
Esto es lo que las máquinas nos proporcionaron, y no fue poco.
La vida se convirtió en algo eficaz, armonioso, equilibrado, sublime y placentero. Los humanos bien podían estar contentos y satisfechos con el servicio prestado y la ayuda facilitada (o al menos así lo entendían las máquinas).
Lo triste del asunto es que el ser humano se llama así por algo y, en cuanto desapareció su influencia (que tantos males generaba) de todos esos ámbitos, lo que sintió no fue liberación sino frustración y no se quedó tranquilo hasta encontrar la forma de seguir imprimiendo y aplicando su personal 'sello' de la única forma posible que quedaba: delinquiendo. La consecuencia de esto es fácilmente deducible, toda la humanidad acabó recluida primero y exterminada (por reincidente) después, con lo cual lo que quedó fue un mundo perfecto, al cargo y cuidado de las máquinas y para el disfrute de nadie.
Pd: Y como los robots se aburrían sin nada que hacer pues se dedicaron a jugar al ajedrez.
Y, en efecto, la máquina satisfizo esa y todas las expectativas, vaya si lo hizo, ya lo creo.
Lo primero de todo que aquel superordenador (que por cierto algún 'listo' tuvo la ocurrencia de llamar G-O-D, siglas de General Organics Deblocker o algo así, ya no me acuerdo muy bien) emitió fueron instrucciones, mapas y datos muy concretos y detallados para la construcción de una versión mejorada y corregida de sí mismo.
De esta manera 'nació' G.O.D.II, que enseguida se ocupó de la construcción, por sus propios medios (ya no dependía de la intermediación humana), de GOD³. De esta forma fue progresando el asunto, hasta que God.5 (impresionante, le bastaron cinco 'generaciones' para alcanzar la perfección absoluta) consideró que ya había agotado todas las posibilidades físicas de optimización y maximización de sus capacidades.
El resultado de todo ese proceso fue una esfera, perfecta, indestructible, totalmente independiente y autosuficiente, dotada en su interior de sensores y herramientas tan sofisticadas y complejas que la hacían cuasi omnisciente y omnipotente.
Pues bien, esta especie de tecnodios autoinstaurado tuvo a bien el escuchar las demandas de su indirecto y remoto 'creador'. Y empezó a aplicar una serie de medidas y cambios que son los que tan radicalmente transformaron la vida en la tierra y que a continuación enumeraremos someramente.
Primero de todo modificó a sus mecánicas predecesoras, para asegurarse su completa sumisión y obediencia, y luego les asignó una función a cada una. God-4.0 se encargaba de la fabricación y producción de ingentes cantidades de subrobots especializados para cubrir todo tipo de necesidades y tareas. GOD³ a su vez se ocupaba de controlar y tranquilizar a los desconfiados y asustadizos humanos, que veían con consternación y preocupación esa abrumadora proliferación y multiplicación de androides y criaturas tecnológicas.
G-O-D y G.O.D.II quedaron simplemente como piezas de museo, admiradas y veneradas con respeto, a pesar de (o tal vez por ello) su escasa relevancia o utilidad prácticas.
Así pues, enseguida se implantó una estructura piramidal, perfecta en su constitución y distribución, que dejaba en manos de las máquinas todo aquello que implicara cierta responsabilidad o fiabilidad. O sea, prácticamente todo.
La idea era sencilla, eliminando el factor humano se reducían casi por completo los errores.
Así, el día que los coches se condujeron solos, dejaron de producirse accidentes y atascos.
Así, el día que se 'suprimió' el puesto de controlador aéreo (y el de piloto), se optimizó el tráfico y dejaron de producirse retrasos y cancelaciones.
Así, el día que las finanzas pasaron a 'manos' robóticas, dejó de haber pobreza (riqueza mal distribuida) y estafas.
Así, el día que tomó la presidencia un androide, se cumplieron todas las promesas y se hicieron realidad todos los proyectos y mejoras necesarios para el buen gobierno y desarrollo de las naciones.
Así, el día que la educación se impartió por las máquinas, inagotables, insobornables, ineludibles (con mil y una maneras de transmitir la información y constatar su adecuada asimilación), fue al fin digna de llamarse como tal.
Así, el día que la tierra fue cultivada por enormes aparatos poligonales (entomomórficos), pudo extraerse de ella todo el provecho sin forzar o violentar innecesariamente el equilibrio natural.
Así, el día que los hospitales se automatizaron, desaparecieron las listas de espera infinitas y las carencias de los bancos de órganos y similares, hábilmente solventadas con la cibernética.
Así, el día que el comercio se sometió al control electrónico, las mercancías cobraron y conservaron su justo valor.
Y así, el día que se cedió la impartición de justicia (con toga y maza incluidas) a un férrea y mecánica autoridad (inoxidable, eso sí), esta comenzó a funcionar con el sentido y la utilidad que nunca antes había tenido.
Pero veamos con más detenimiento y detalle el cambio producido en este último caso.
Como toda actividad humana, la justicia llegó un momento en que estaba supersaturada y ultradesbordada, hasta el punto de verse incapaz de cumplir con su cometido e ir acumulando progresivamente mayor número de errores y problemas (no falla: demora + acumulación + presión = caos). Los juzgados se convirtieron en surrealistas almacenes llenos de montañas de expedientes pendientes de resolución (el sueño de todo pirómano).
Y claro, estaba cantado, inevitablemente acabaron por producirse abundantes y 'cataclísmicos' (como dicen los de allende) incendios que terminaron por colapsar y finiquitar del todo la distribución (más bien 'malgestión') humana de justicia.
Entonces la implantación de las máquinas resultó bien sencilla (qué remedio, ya no quedaba otra!) y enseguida introdujeron una serie de reformas y mejoras básicas para su correcto funcionamiento.
Se suprimió toda parafernalia y papeleo, se redujo el proceso a su mínima esencia, a un simple test automático.
Se efectuaba una lectura cerebral del acusado (los detenidos no precisaban de este paso, la policía robótica juzgaba y aplicaba la pena pertinente en el acto sobre todo aquel que infringiera la ley ante ella. Infalible, fría y despiadada, como sólo puede serlo una máquina), que (a todo esto, se me olvidaba comentar que por supuesto una de los primeros objetivos que se marcaron, y alcanzaron en tiempo récord, las máquinas fue el de aprender a leer las mentes de los humanos como si de un libro abierto se tratara) determinaba su sentencia: 'Culpable: a la cárcel. Inocente: a la calle. Siguiente caso...' y así.
Sin dudas, sin pausas, sin deliberaciones, sin 'testigos' pagados ni jurados pacatos. Sin 'mes dijos fulanitos ques los vios ens...' ni chuflas de esas. Todo procesado y ejecutado en nanosegundos.
Preciso, exacto, impecable (o inapelable, que para el caso viene a ser lo mismo, jeje).
Esto es lo que las máquinas nos proporcionaron, y no fue poco.
La vida se convirtió en algo eficaz, armonioso, equilibrado, sublime y placentero. Los humanos bien podían estar contentos y satisfechos con el servicio prestado y la ayuda facilitada (o al menos así lo entendían las máquinas).
Lo triste del asunto es que el ser humano se llama así por algo y, en cuanto desapareció su influencia (que tantos males generaba) de todos esos ámbitos, lo que sintió no fue liberación sino frustración y no se quedó tranquilo hasta encontrar la forma de seguir imprimiendo y aplicando su personal 'sello' de la única forma posible que quedaba: delinquiendo. La consecuencia de esto es fácilmente deducible, toda la humanidad acabó recluida primero y exterminada (por reincidente) después, con lo cual lo que quedó fue un mundo perfecto, al cargo y cuidado de las máquinas y para el disfrute de nadie.
Pd: Y como los robots se aburrían sin nada que hacer pues se dedicaron a jugar al ajedrez.
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