El resumen de los últimos acontecimientos es que seguimos con más de lo mismo.
Siguen las catástrofes orquestadas, prosigue el plan maligno.
En verdad hay que estar ciego para no darse cuenta de que esto que está pasando no es ni medio normal.
Que la explicación oficial es una patraña abominable.
Cuando la calamidad y el despropósito alcanzan cotas insólitas, es que hay gato encerrado.
Cuando los protocolos de prevención y actuación 'fallan' misteriosa y rocambolescamente, qué quieres que te diga.
Si no lo ves es porque no quieres.
Las mentes simples se desentienden de esto asumiendo la explicación más socorrida: Que los dirigentes son unos ineptos totales.
Pero eso es no querer pensar, no querer reconocer la cruda realidad.
Porque a poquito que lo examines, ese razonamiento se derrumba.
Es absolutamente ilógico.
Si una población consiente en ser dirigida por sus miembros más estúpidos, es que ella misma es más estúpida todavía.
Lo cual es contradictorio, circular e inútil.
Hay una maldad evidente en la manera en que está organizado el sistema actual.
Hay una jerarquía diseñada para propiciar que estas cosas pasen.
Y decir 'propiciar' es quedarse corto cortísimo.
Si atas de manos a todo el mundo, es muy fácil magnificar los desastres.
Basta con sobrepasar la capacidad de los efectivos disponibles.
Y también ayuda bastante que las órdenes se enfoquen en lo secundario y no en lo principal.
Esta es la clarísima firma del mal.
En lugar de solucionar nada, lo empeora todo.
Por eso cada vez que ocurre, mejor dicho: 'cometen', una calamidad, terminamos perdiendo mucho más que lo aparente.
Estamos sufriendo una continua erosión y destrucción del tejido básico imprescindible.
Y no hablo sólo de los recursos naturales.
El marco legal está degradando nuestros derechos elementales, hasta convertirlos en un privilegio reservado sólo para los de arriba.
Estamos en una tiranía encubierta, y parece que tienen prisa por completar su implantación definitiva.
Hoy por hoy ver la tele es un asco, por la tremenda ponzoña que te quieren hacer tragar.
La desfachatez de las élites es monstruosa.
Cada vez que un mandatario visita al pueblo, en realidad está tomándole el pulso.
Los canallas necesitan verificar que su nueva tropelía es acatada con la debida sumisión.
En eso consiste el poder maligno.
Agredes al siervo y el siervo responde 'sí, mi amo'; 'muy bien, mi amo'; 'sigue así, mi amo'.
El día que esto no suceda, se va a liar gorda.
Porque los malvados tienen planes para toda posible eventualidad.
Al final, sabe Dios lo que pasará.
Pero más nos vale despabilarnos y dejarnos de tonterías, porque la cosa pinta chunguilla.
Si crees que va a surgir una disidencia que resuelva este lío, sigue soñando.
Ellos parecen estar mejor organizados y parecen ir varios pasos por delante.
Cualquier amago de alternativa va a estar infiltrado hasta la médula.
Mira el pasado reciente.
Cada vez que has albergado esperanzas de un cambio a mejor, luego te han defraudado.
Eso no es casualidad.
Los cauces están amañados, trampeados.
El sistema es en sí mismo fraudulento.
Por eso no funciona ni funcionará.
Cada vez que has ayudado o apoyado alguna buena causa, no ha tenido ni el alcance ni la relevancia suficientes.
En realidad están jugando contigo.
Hoy más que nunca somos títeres en un teatrillo.
Las frecuentes polémicas son válvulas de escape y medidores de temperatura.
El mal sabe kunfú, kárate y cosas así.
O sea, que aprovecha la fuerza de su contrincante para desestabilizarlo y neutralizarlo.
Por eso tu reacción a este tinglado debe estar superbién medida y sopesada.
En este sentido, creo más en la conciencia de cada cual que en los movimientos colectivos.
Cada vez que se adopta una estructura, se forma una jerarquía que la desencamina.
Hasta que no aprendamos a funcionar verdaderamente horizontalmente, mal vamos a llegar a nada.
Volviendo a lo de la tele:
Sabe muy bien cuál es su público en cada tramo horario.
Y va ajustando el mensaje, para que nadie se quede sin su ración de bazofia.
Pero la premisa básica es siempre la misma.
Siempre la misma machacona matraca.
Porque a base de insistir, la mentira va calando en los pardillos.
Otro tanto sucede en las redes sociales.
Hay embustes de todos los sesgos y colores, a gusto del consumidor.
Y el colmo, por supuestísimo, es la taimada y ladina manipulación que esconden las obras de ficción destinadas al gran público.
Las nuevas generaciones lo tienen complicado.
Porque, al nutrirse de las pantallas, están inadvertidamente adoptando unas nociones adulteradas.
Creencias erróneas, esquemas falaces, etc.
Estamos en una guerra sutil y el campo de batalla es la mente.
La mentira quiere imponerse a la verdad.
A largo plazo, eso es imposible.
Pero a corto plazo, la mentira sirve a los malvados para malograr el destino de muchos incautos.
La mentira brutaliza a quien la adopta.
Intenta razonar con un desnortado y lo verás explotar.
La mentira no es lógica ni coherente, asique sólo sabe defenderse mediante la violencia.
Cuando el odio se vuelve el centro de una sociedad, es que se está autodestruyendo.
El odio abunda donde la inteligencia falta.
La hipocresía de las autoridades es colosal.
Ellos siembran la mentira y luego persiguen a quien dice la verdad.
Hoy en día decir la verdad se considera un acto de odio.
Así de retorcido está todo.
El plan es instalar el miedo en la mente de todos, para que nadie tenga voz propia.
Toda conmoción que te altera, afecta a tu percepción.
Pierdes la perspectiva y la objetividad.
La paranoia y la desconfianza impiden la concordia y la fraternidad.
Una sociedad atomizada, es como una estatua de ceniza.
De un soplido la puedes borrar del mapa.
El miedo y la ira no están pensados para predominar de continuo.
Estar traumado es quedarse encasquillado, sufriendo a menudo esa clase de desequilibrios.
No es viable vivir instalado en el odio, ni en el miedo.
Eso te lleva a cometer muchos errores y te impide desarrollar adecuadamente tus capacidades, aptitudes y virtudes.
El abuso que hoy se hace de la palabra 'odio', es un insulto a la inteligencia.
Cuando una muestra de enfado es tachada de odio, en el fondo lo que se pretende es censurar su mensaje.
Toda crítica al discurso imperante es atajada con este pretexto.
Si alguien eructa y tu reacción es molerlo a palos, pues ya está claro quién es el psicópata aquí.
La desproporción es síntoma de maldad.
La tiranía es una pesadilla en la que todo pesa más de lo normal y todo cuesta el doble de esfuerzo.
Es andar a cuestas con tu lápida hasta que te mueras.
Es un inútil capricho maldito.
Si crees que la tiranía nace del odio, te equivocas.
El odio es un fuego que no se alimenta con objetivos abstractos o genéricos.
No es posible odiar al azar.
Por supuesto, a los malvados les interesa mitificar el odio.
Convertirlo en una especie de fantasma en crecimiento imparable, que se apodera de las personas a las primeras de cambio.
A qué me suena esto?
Ah, sí. A la falsa bichemia que nos encasquetaron no ha mucho.
Cuando alguien te venga con historias de otra nueva amenaza invisible e imparable, ya deberías saber quién se esconde tras esa engañifa y cuáles son sus malignas intenciones.
Cada noticia es un cebo que te plantan delante de tus morros, para ver si picas y tiran de ti mientras recogen el sedal.
A lo mejor no te arrastran muy lejos, pero a base de tironcitos van deformándote y dejas de poder fluir armoniosamente.
Al sistema le encanta adoctrinar a los jóvenes para que ejerzan de perros rabiosos.
Eso le sirve para varios propósitos.
Generan abundante ruido y se hacen de eco entre sí.
Cuanto más se deshumaniza el ser humano, más contentos están los malvados.
Por eso toda manifestación colectiva tiende a degenerar enseguida.
A mayor la protesta y el griterío, más pobre e inútil es su mensaje.
Y lo más patético es pedir justicia a quienes lo están corrompiendo todo.
Con este nivel de imbecilidad general, adónde pretendemos llegar.
Volviendo a lo del odio:
La mentira explota enseguida.
Por eso hoy el personal tiene la piel tan fina.
Porque están llenitos de necedades que se les derrumban al mínimo contacto.
La mentira no soporta el diálogo sereno, pues allí queda en evidencia.
La verdad no necesita discurso ni trifulca.
Esto se comprueba fácilmente.
La verdad se descubre viviendo en la realidad.
Libre de interferencias, libre de distracciones, libre de disruptores, libre de tóxicos, libre de neurodrogas, libre de distorsiones, libre de extorsiones, libre de tensiones, libre de radiaciones.
Al mal le encanta sembrar precariedad.
La velocidad dañina es aquella que te impide tomar decisiones sensatas y considerar cuidadosamente cada circunstancia.
La que no te permite profundizar y llegar al significado relevante.
La que te imposibilita el vivir en contacto con la verdad.
El estrés parece algo sin importancia, pero es la clave de todo este descalabramiento.
Cuando vives así de aturullado, cualquier susto va a tener el doble de efecto.
Cada atentado es un mazazo que crea infinidad de tarados.
Continuamente te están llenando el coco de negrura, para que nunca veas la luz.
Para que tu energía vital sirva a sus maquinaciones y nada más.
Para que tu existencia refuerce su mandato y dominio.
Para que tu porvenir sea endeble y nefasto.
Cuanto antes te percates de esto, mejor para ti y para todos.
Vive una larga temporada en silencio absoluto y mira en qué quedan tus creencias.
Observa, pondera y evalúa.
Si tus valores dependen del aplauso de terceros, háztelo mirar.
Si tus principios dependen de chiringuitos subvencionados, ídem de ídem.
Si tu pensamiento coincide con lo que está de moda, es que no sabes pensar por ti mismo en realidad.
Si tu relato no puede existir en silencio, es que es una fantasía irreal.
Cada cual es libre de vivir engañado, hasta cierto punto.
Pero pretender imponer la mentira sobre la verdad para el conjunto de la sociedad, es otra historia muy diferente.
Por ejemplo:
Imagina que se pone de moda amputarse una mano.
Por más vueltas que le quieras dar, eso es una tremenda barbaridad y una completa estupidez.
Pretender que esa mutilación es algo bueno y sano, es una majadería monumental.
No es equiparable ni equivalente.
El veneno no es lo mismo que el no veneno.
La enfermedad no es lo mismo que la no enfermedad.
El camino desviado no es lo mismo que el camino adecuado.
Y en esas estamos.
El sentido común está desapareciendo.
Los pirados que comulgan con el sistema, están dejando de ver lo obvio.
A cambio sólo tienen la pataleta, la rabieta, el lloriqueo.
Y mientras, los malvados siguen que siguen apretando las tuercas.
Total, para aplaudir, con unas poquitas neuronas vas que chutas.