"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

aviso

Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



20 de enero de 2016

Gente de allende (0-0-11)

Tobías es nombre de perro.
Al pobre Tobías se le ríen de él porque dicen que su nombre es de perro. Y no es verdad, pero los críos son más malos que la sarna y le chinchan con eso.
Tobi Tobi, ven. Ven, Tobi, ven. Dame la patita.
Tobías, a la pizarra. Muy bien, se ha ganado una galletita, digo... un positivo.
Y Tobías gruñía y rabiaba.

Elena Conache cada vez que se presenta tiene el mismo problema, la gente se hace un lío y no se entera ni de cómo se escribe su nombre ni de cuál es su apellido. Total, un desastre.

Conrado, el contable honrado.
Caso raro es don Conrado, que de lo cedido no hace robado.

Pilar Maestro de mayor quiere ser arquitecta, y la gente se ríe sin venir a cuento.

Emeterio es el guarda del cementerio, también hace de enterrador y lo que haga falta. El camposanto es su terreno, su reino, su imperio.

Doña Florinda es la dueña de la floristería y está al día de todos los cotilleos, de amoríos y escarceos. No se le escapa ni una a doña Florinda.

Chema el bombero no ha visto en su vida un incendio de verdad, se sacó el título mediante un curso por correspondencia y solo conoce el fuego por los libros y los videos.

A Tobías no le gusta demasiado bañarse, es habitual verle rascándose la cabeza o por el cuerpo. Más de una vez ha pillado alguna pulga o ha tenido piojos.

Sonia es la profe de lengua y una romántica empedernida que siempre está deseando que llegue el amor de su vida. Su sueño más grande es tener una pareja para quererse mucho mucho y darse más besos que más y cosas así.

Aparicio cara-de-susto trabaja en la funeraria, el pueblo le hace el vacío y el pobre lleva una existencia solitaria y melancólica.

Pilar Maestro ya es moza de buen ver, pero está tan empeñada con sus estudios que la única manera de verla es en la biblioteca, de los pocos sitios que frecuenta.

Rico el pordiosero no ha tenido suerte en esta vida. En el pueblo ya están acostumbrados a verlo mendigar por las calles. A veces se apiadan de él y a veces lo echan a patadas. Pero siempre vuelve, como si no tuviera otro lugar al que ir.

Siobhan es la extraña, la huerfanita pelirroja con ese nombre tan raro que adoptaron los Gutiérrez en un arrebato de bobería incomprensible. A saber de dónde la sacaron.

Vitorio está jubilado y es un ludópata. Dice que se está quitando pero poco se nota. Hombre, es verdad que ahora se controla un poco más, pero si no es por el alcalde, este acaba en la miseria, como Rico el pordiosero.

La profe Sonia además es más guapa que más, asique por eso no será. Tiene unas tetas grandes y redondas, que casi no puedes ni dejar de mirarlas. Y también tiene una melena larga y castaña, de la que le salen un par de mechones con los que hace caracolillos cuando fantasea.
A todos los chicos se les cae la baba solo de verla, que casi ni respiran ni nada en su clase. A veces se oyen suspiros y todo.

Inocencio es el líder de los macarrillas. Aborrece profundamente su nombre, así que todos le llaman Zulo, luego veremos por qué, y ojo con equivocarte, porque siempre lleva navaja encima.

Elena Conache, además de modista es un poco pijilla. Se cree que es la reina del cotarro. Y es verdad, porque nada adorna más un sarao que sus sonoras risas de pato, Cuá Cuá Cuá!

Corifeo, Cori para los amigos, si tuviera alguno, que va a ser que no, es un chico gordo y acomplejado. Cuando digo gordo y acomplejado quiero decir superobeso y ultratraumatizado.

Fuencisla es una viejica plañidera. Esa que viste siempre de luto y acude a todos los entierros con su camarilla de seguidoras, a llorar un ratico al muerto. Lo hace por vocación, aunque el cura siempre le da alguna estampita, por lo bien que ambienta con sus penas el oficio difuntos.

Sandalio el zapatero tiene un local mu coqueto y apañado, aunque el trabajo se le amontona por todos los lados. Menos mal que por la noche... Se va a la taberna y se olvida de todo.

Sonsoles es ciega y tiene su quiosquico donde vende la suerte los ciegos, para el que la quiera comprar, claro.

Chema el bombero no hace más que atender emergencias nada emocionantes, rescatar gatitos subidos en los árboles, rescatar viejecitas atrapadas en sus casas y cosas así.

Los Gutiérrez ya hace años que palmaron y Siobhan ya es una zagala hecha y derecha, que regenta una taberna y todo, la única que hay en el pueblo, además. Pero para los del pueblo siempre será la extraña. Para eso está la plaza los viejos, pa que las cosas se digan como tiene que ser, hombre.

El enchufe del Vitorio con el alcalde le viene de que son familia. No me preguntes por el parentesco porque yo con eso no me aclaro. Tiabuelo, concuñao o algo así será.
Total, quel Vitorio vive de gratis en una casa cedida y come donde los curas. A cambio, los dineros se los administra una asistenta, porque es que si no es una ruina. A la que tiene dinero, ya está apostando y montando barullos y problemas.

La profe Sonia lee muchas novelas de amor y se cree que le va a pasar igual, pero lo malo es que pasa el tiempo y no tiene suerte. Qué es lo que hace mal?

Caballedo es el barbero del pueblo. Tendría que estar jubilado, pero como no tiene otra cosa, pues ahí sigue que sigue, al pie del cañón. Hasta que el cuerpo aguante.

Rosita es la hija de Atilano y doña Florinda. Está en una edad difícil, no soporta a sus padres, siente que le asfixian, que no le dejan expresar su personalidad, que le impiden crecer. Tal vez por eso hace todo lo contrario de lo que le dicen.

Zulo ya es casi un adulto, dejó los estudios hace tiempo y desde entonces trabaja en la herrería. Tiene una moto petardera y le encanta correr a tope con ella todas las noches. Así es como si marcara su territorio, que palgo es un macarra, no te digo.

A Tobías lo que más le gusta del colegio es la sirena, pero solo la de salida, claro está. Cuando se acerca la hora de que suene, se pone a salivar de puro contento.

La casa de Doña Florinda es pa verla. Toda llena de flores y animales disecados. Parece una selva mismamente. Casi hasta agobia y todo, no me extraña que Rosita se sienta atrapada en semejante extravagancia barroca.

Aparicio cara-de-susto es romántico hasta los huesos y hace poesías en secreto. Sueña con el día en que aparezca su alma gemela y le rescate de su tristeza.

Pilar Maestro saca dieces en todo, es la mejor con diferencia. Ella preferiría no ser tan diferente, pero ya es tarde para eso. Los demás la ven como a un bicho raro. La admiran, la envidian o la aborrecen, pero encajar lo que se dice encajar, no encaja.

Corifeo es el resultado de una relación tormentosa. Sus padres son unos desgraciados que se dedican a hacerse la vida un infierno el uno al otro. Lo que no sé es por qué siguen juntos en esas condiciones. Igual son masocas o algo, pero que, vaya par de dos.

Para saber cómo está la profe Sonia, solo hay que ver la ropa que lleva. Hay días que lleva escote y faldita, y hay días que lleva un vestido así oscuro que parece una monja.

Lo de Zulo le viene por el local que tiene. Resulta que sus abuelos murieron hace tiempo y sus padres le cedieron la casa que habían heredado. Más bien le invitaron a que se fuera de su lado, tan problemática era su convivencia.

Eustaquio es el médico del pueblo. Cuenta con un equipo de trabajo bastante reducido. Su principal apoyo es Eugenia, la enfermera.

Nadie gana a Fuencisla a duelos y quebrantos. Sus lamentos son profundos y desgarradores. Vamos, que como te pille con la guardia baja, te hace llorar de lo lindo, a moco tendido. Te hunde la moral que da gusto.
Qué campeona la Fuencisla. Es tremenda.

Conrado es de un carácter discreto y apocado. Poco más se puede decir, porque en cuanto se sabe mirado se pone rojo como un tomate y se aturulla azorado.

La familia Chinchón es bastante típica. Romeo, el marido, trabaja en la fábrica. Maruji, la esposa, cuida la casa. Bartolo, el mayor, hace novillos. Felisa, la mediana, es una listilla. Y Nati, la pequeña, no hace más que darle al chupete.

Salva es un abusón. Nació cuando sus padres no tenían ya ganas ni tiempo para criar otro hijo. Lan criao a base palos y berridos: Burro, manque burro!

La taberna de Siobhan no tiene nombre. O bueno sí, se llama La Taberna, porque eso es lo que pone en el cartel que cuelga fuera. La Taberna está bien, corto, sencillo, directo, sin complicaciones. Los del pueblo lo llaman el bar de la extraña, o la pelirroja, o la huerfanita, la chica esa que adoptaron los Gutiérrez, que no te sé decir de dónde es pero que fíjate tú qué penica los Gutiérrez, ya muerticos los dos, qué penica hija mía.
Cosas así, según con quién hables y cómo de rumboso lo pilles.

A Salva lo tratan como a un animal, no le enseñan nada, pero bien que le castigan por todo lo que hace mal. Los salvajes son sus padres, no te digo...

Caballedo ha perdido mucho con los años. Antes era jovial y dicharachero. Siempre tenía un saludo amable y una conversación a mano para todo el que se asomara por la barbería. Ahora está como distraído todo el rato. Apagado.

Salva ha aprendido a apreciar los golpes y el desprecio como la única forma de afecto y atención que puede tener. Por eso hace las cosas mal adrede. Es mejor que te llenen de palos a que se olviden de ti. Pura supervivencia.

Feo es la abreviatura de Corifeo y es como le dice todo el mundo. Se ve que para que te llamen por tu nombre hay que hacer méritos o algo. La gente es así, te ven jodido y aún te joden más. Ahí a cebarse con el que más pueden. Venga a chinchar y a escarniar.
En el caso de Feo está claro que le pega, que le queda mejor, que va más con su persona. Pero aun así fastidia, que los demás decidan hasta cómo te tienes que llamar. Jesús, qué cruz.

Sin darse cuenta, Salva ha asimilado lo que le dicen como la verdad. Se identifica con esas palabras, por eso procura que los demás también se las digan. Así se siente reconocido, apreciado.

Eustaquio y Eugenia se entienden en secreto, él está casado y ella está soltera. Compréndase, así las noches de guardia son más llevaderas...

Salva se desquita de sus problemas en el cole. Para ser un animal no hace falta estudiar, Salva va al cole a abusar y molestar. Además ha repetido de curso y eso es mejor todavía. Ahora es el mayor de la clase.

Tito es un niño pequeño que no habla. Sordo no es y mudo tampoco, solo que no habla y ya tiene edad para hablar. Su madre confía en que hablará cuando sea, ella lo quiere igual.

En el fondo, Salva solo busca ser querido, pero no sabe ser de otra manera, así que lo único que consigue es ser odiado. Esa es su pena. La maldición del abusón.

Ahora el Vitorio se conforma con las cartas, qué remedio, pero en sus años mozos este le hacía a todo y montaba cada una que para qué. No ganábamos para disgustos con él.
Detrás de una, otra, y el pueblo venga a aguantar los líos de semejante destalentado.
Menos mal que con los años se ha asentado un poco, menos mal.

Ser el malo es un poco pesado, Salva se siente como atrapado, tiene miedo, teme que si deja de maltratar a los demás, entonces será él la víctima de los otros, y de eso ya tiene bastante en casa.

Chema el bombero se reúne cada noche en la taberna con la parroquia, el Sandalio y compañía, y juntos pillan cada borrachera que arde Roma.
A veces Salva piensa que es como si no tuviera derecho a existir, como si todo el mundo prefiriera que él no estuviera ahí. Por eso no le queda más remedio que hacerse el duro, luchar por su pellejo, ya que nadie está de su lado.

Bienve fue un hijo no deseado, tal vez por eso nació tarado.
Su madre tuvo que criarlo sola, porque se había separado.
Esta historia se la sabe muy bien doña Florinda, que la cuenta con todo lujo de detalles a todo el que quiera oírla.

La casa del Zulo tiene un sótano que ha convertido en peña. Es un agujero de mala muerte, que cuando no apesta a humedad está lleno de humo. Allí se junta y reúne lo mejorcico del pueblo.

Sandalio siente un natural y previsible fetichismo por los pies femeninos. Nada le complace más de su trabajo que el quitar y poner zapatos a una bella dama en el breve y cómplice silencio que crea la sensualidad del momento, el suave deslizar del pie sobre su horma perfecta. El olor del cuero, la tersura de lo nuevo, la intimidad del contacto, la tentación del deseo...

Lo bueno de trabajar en una funeraria es que te deja muchos ratos muertos, que Aparicio cara-de-susto mata con sus lecturas poéticas.
Como buen romántico que es, gusta de leer grandes poetas. Ahora mismo tiene entre sus manos "Un blando columbramiento", de Afrén Avedarturi.

Cuando está así con muchas ganas de tener amor, a la profe Sonia se le nota porque se muerde el labio, y porque escribe en la pizarra más cerca sin darse cuenta, que se le rozan las tetas y se le ponen blancas.

Emeterio gobierna sus dominios con autoridad, hace y deshace a placer. Pero siempre con suma discreción. Por el día es como si no existiera. Nadie sabe de sus fechorías, ni lo sospechan siquiera.

Feo es la patata caliente que nadie quiere ver ni aguantar. Feo es casi como si no tuviera familia, como si fuera huérfano. Se pasa el día por la calle, solo, abandonado, ignorado, desamparado.
Menos mal que Feo tiene un escondite privado, un rincón secreto donde pasa los ratos tranquilo y en paz.

Salustio, Jubi para los amigos, bueno, para todo el mundo, porque ya el mote se le ha quedado. Pues eso, el Jubi que tiene más años que la tarara y está hecho un fenómeno el figura, porque es que no se entera de la misa la media. Por sordo, que no por tonto, pero igual que te tronchas con él, tiene cada salida que pa qué.

Doña Perpetua tiene 99 años y está podrida millones. Sus hijos están deseando que estire la pata para trincar la herencia. Pero buena es Doña Perpetua, cualquiera lecha la mano al cuello, sí, miau!

Los chavales se lo toman como una prueba de hombría, pasarse por la peña el Zulo es lo más de lo más, solo para tíos duros con los machos bien puestos.

A Siobhan muchas mujeres la llaman Yoán, o Juana, o Susán o como les sale. Y hay hasta quien le dice Sonia, que alguna también tiene unas entendederas...

Aparicio cara-de-susto pasea sus tristezas por la noche, que es cuando se deja ver por el pueblo. Bueno, lo de dejarse ver es un decir, porque a esas horas ya me dirás tú, si no hay ni un alma por ahí. Y si te lo encuentras, te casca un susto que no veas. Normal, con ese aire tan siniestro y fantasmal, a ver si no.

Bienve es todo un hombre, pero su mente es la de un niño.
Es muy difícil controlarlo, por eso su madre lo tiene siempre encerrado.

Chema el bombero tiene afición por el aguardiente, que alimenta pasiones inconfesables en su bravo corazón flamígero.

Rico el pordiosero suele ir acompañado de un galgo sarnoso al que llama cariñosamente Pulgas. Claro que, con la voz tan cascada y ajada que la mala vida y los años le han dado, por muy amable que intente sonar, a nada que diga, el perro siempre sale espantado y entonces empieza la absurda escena de siempre, con Rico el pordiosero maldiciendo y armando escándalo a grito pelao detrás del chucho que huye escagarruciao y aullichillante.

La guarida secreta de Feo es una casa abandonada, derrumbada, de la que solo queda en pie la fachada, con la puerta y las ventanas tapiadas. A cada lado, los muros de las otras casas, así que solo se puede entrar por la empalizada de atrás, por un hueco disimulado.

Tasio es disecador, un taxidermista de esos que le dicen. Vamos, que tú le das un bicho muerto y él te lo pone bonito, padornar y tal. Eso aquí se estila bastante, no te creas.

Emeterio tiene un pequeño arreglo con doña Florinda. Él se ocupa de sacudir con su pala las flores de las familias pudientes, para que las repongan con más frecuencia. A cambio, doña Florinda le tiene al día de los chismes más picantes. Esta hecho un salido de mucho cuidao, el Emeterio.

El Vitorio siempre tiene una mesita en la calle, junto a su casa. Es de esas plegables, de las de cánpin, y también tiene un par de sillas, también de cánpin. Y allí que se pasa el día, echando partidas con el que quiera, y cuando no, pues haciendo solitarios.

Ángel Malo es el profesor de matemáticas y es endiabladamente bueno pillando a los que no se lo saben. Con él no valen las chuletas, qué va, ni de casualidá.

Feo se siente seguro y protegido en su rincón apartado, en ese paraje olvidado, ese solar lleno de ruinas y escombros. Lejos de los otros y todos. Una vez dentro ya está a salvo, porque las casas no tienen ventanas que den al solar, la fachada le tapa de los vecinos de enfrente y por detrás ya no hay más casas, así que... Ideal.

Tito es formal y sabe ser bueno cuando está solo. Por eso su madre lo deja en casa mientras se va al trabajo. Dinero no sobra, así que la vecina le echa un ojo de tanto en tanto y asunto arreglado.

La peña del Zulo es el picadero ideal. Muchos descubren allí la droga, muchos se inician así en su perdición. En esa peña más de una ha perdido la virginidad y más de otra se ha cepillao a medio pueblo. El sueño de todo pipiolo, vamos.

Chema el bombero vive en casa de sus padres y, en cuanto se sacó el título, se hizo construir una barra de deslizamiento hasta el garaje. Pero la furgoneta cisterna no le cabía, así que la guardan en el almacén del pueblo, que está en la otra punta del ídem. Aun así con la barra deslizadora se gana tiempo, no te creas que no.

Antes Aparicio cara-de-susto gustaba de ambular también por el cementerio, pero el Emeterio le tiene prohibida la entrada. Se ve que le molestaba o interfería en sus andanzas, que no quiero ni pensar las que serán.

Rosita es de las que gustan frecuentar la peña el Zulo. Cualquier día aparecerá por su casa con un bollo en el horno. Y entonces que rece quien le haya hecho el bombo.

Al Jubi lo de su mote le viene por Jubijarreta. Resulta que, como es un poco duro de oído, se medio inventa lo que oye y muchas veces rebautiza a la gente a la buena de Dios, con lo primero que se le ocurre. Y claro, en una de esas le bautizaron a él y con Jubi que se quedó.

Los exámenes de Ángel Malo son de los de sudar la gota gorda, de estrujarte el coco pero bien, que como no te lo sepas cateas de cabeza que cateas, fijo que sí. Y lo mismo con los ejercicios de clase y los problemas para casa. Un horror, vamos.

Da igual invierno que verano, día que noche, la mesa el Vitorio siempre está ahí plantada, ocupando la acera. Pero la gente ya está acostumbrada y al menos no se quejan.

Para su cumpleaños a Tobías le han regalado un frisbi. Guau, qué chulo! Dice Tobías. Y como no tiene con quién jugar, lo lanza y corre a recogerlo, así hasta que se cansa.

Caballedo en sus años buenos era todo salero y desparpajo. A los chicos siempre les hacía la misma broma, de que le venía un estornudo y te cortaba la oreja. Y entonces te echaba sobre el regazo una oreja de pegas que tenía. Te miraba la cara que ponías y se arreaba unas risotadas que daba gusto. Luego te daba algún caramelo y ya se tabía ganao pa toda la vida. Eran otros tiempos, claro, esas cosas se valoraban.

La Capi está como un tren, de toma pan y moja. De pequeña tuvo guaperas y ya se quedó así. Es un poco tontita y creída, pero se le perdona por lo buena que está. Mama mía.

Tasio perdió a su mujer y a su hijo en un accidente de coche, él se salvó de milagro. Tiene una cicatriz bastante chunga en la cara y de poco no pierde un ojo. También se fastidió malamente una pierna y ahora anda a lo patachula. Está hecho un cromo el Tasio.

Conrado vive con su padre, Prudencio, que ya está mayor y achacoso. Conrado cuida de él lo mejor que puede y sabe. Forman un dúo gris y apagado. Una pareja insuperable, para un concurso de bostezos, eso sí.

Aparicio cara-de-susto quisiera escribir poesías henchidas de ternura y alegría, pero las que le salen son sombrías y macabras. La muerte que llena su entorno se le mete dentro y se filtra en lo que escribe. La nostalgia anega su ánimo y le hace goteras en el corazón. Plinc. Plinc. Plinc.

Chema el bombero no fuma pero siempre lleva en el bolsillo un mechero. Le encanta dar fuego y que se lo pidan. A veces cuando se aburre juguetea distraídamente con él. Parece que eso le encandila y serena.

Feo pasa los mejores ratos en su lugar especial, su reino, su territorio, sus dominios. Allí se mueve a sus anchas y juega y se divierte. Con cualquier cosa, con el simple placer de sentirse libre y sin testigos. La única condición es no hacer demasiado ruido, para no despertar sospechas.
Feo se recrea sobre todo con los insectos. Las hormigas le fascinan. Le encanta confundirlas y matarlas a capricho. También le gusta cavar en la tierra y cazar gusanos o bichos bola.

El Jubi es un gran aficionao a la quiniela. Lleva toda su vida apostando con la misma combinación. La gente cuando se entera es que alucina. Pero quió! Que así no se juega! Ande sa visto pues! Majara, questás majara!
Pero el Jubi pasa de todo, sigue a su marcha y ahí lo tienes, tan pancho y tan campante.

Cuando su mama vuelve del trabajo se sienta un rato en el sofá. Tito acude y le hace la broma de sentarse sobre ella como si fuera el sofá, como si no la viera. Ella entonces tamborilea con sus dedos sobre su cabeza. Llueve, Tito, que llueve. Que te vas a mojar, Tito. Y Tito se levanta y su madre le sigue con el tamborileo. Y Tito sale por el pasillo y recorre la casa buscando un techillo. Y se refugia bajo la mesa de la cocina. Y la madre se agacha y va a por él como un lobo y ruedan por el suelo y se abrazan y ríen y Tito le da un beso a su mama. Así termina el juego, así se saludan cada día.

La más triste estampa que te puedes encontrar es a Rico el pordiosero perdido por las afueras, cubierto con sus harapos y con el tembloroso Pulgas a su lado, vagando, en silencio, bajo la lluvia y el destemple.

Dicen que el Tasio tiene a su mujer y a su hijo momificados y que los guarda en el armario de su dormitorio. No sabría decírtelo a ciencia cierta, pero este cualquier cosa, es capaz de eso y más.

Fortunato Y Jacinto son dos habituales de la plaza los viejos. Son un par de ancianicos mu entrañables, siempre juntos por todos lados. Se conocen desde queran pequeñicos y siempre han sido amigos que han sido. Mialos ai qué majos, los dos achaparradicos.

Aparicio cara-de-susto está cansado y deprimido de esta vida que lleva. Quiere escapar lejos, muy lejos, a los trópicos, a la luz, al calor, a la vida. Pero no se decide, no se atreve. Qué le retiene?

Caballedo pasa las horas leyendo el periódico y echando cabezadas de tanto en tanto.
La verdad es que está tan ido que parece medio dormido siempre. Más de una vez le ves que se le cae la cabeza de sueño mientras te corta el pelo. Da un yuyu que no veas.

Si hay una palabra que define su barbería, esa es sopor. El silencio, la vetustez y decadencia, la pobre iluminación, la cadencia de las tijeras, el crujir de las vigas. En fin, todo, todo se conjuga para convertir la visita en algo deprimente, desganante, amodorrante. Y voy a parar, que ya me dan ganas de bostezar.

Alguna vez, cuando Feo explora sus territorios, ha encontrado alguna jeringuilla o algún preservativo, cosa que le ocasiona no poca inquietud y confusión. Como si adivinara la posibilidad de verse destronado y desterrado de su paraíso, su única parcelita de felicidad. Sin embargo, esta amenaza parece aún remota o difusa. Además, estos hallazgos también tienen su lado excitante, emocionante. Feo se imagina aventuras, se ve como el héroe que vence a los malos y resuelve los enigmas.

Tito juega a los secretitos. Tito hace dibujos para su mama. Es un ladrón y un zalamero, se esconde el papel en la espalda y hasta que su mama no le da un beso no se lo enseña. Luego su mama lo coloca en la nevera con un imán y tan contenta.

Sinacio tiene un gimnasio. Se llama Gym Nacho's, lo malo es que no va nadie. No ha tenido mucho éxito por ahora. Ni nunca, a decir verdad. Porque, anda que este... Menudo menda el pajaro.

La profe Sonia vive sola y duerme desnuda en una cama grande y con sábanas de seda. Se pone un par de gotas de perfume de hombre y así se duerme y consuela. Imaginando que viene un bombero para apagar su fuego...

La nevera está llena de dibujos de Tito. Casi parece que cuentan una historia. Cuando Tito se enfada los coge todos y se los lleva a su cuarto. Pero Tito es muy bueno y no se enfada casi nunca, además que enseguida se le pasa.

La barbería de Caballedo parece como sacada del siglo pasado.
El cartel sobre la entrada lleva un porrón de años desletrao. Fue perdiendo poco a poco cada letra y solo le quedan los hierros, cual encías seniles. El clásico poste a la entrada dejó de girar hace ni sé, y su cristal está todo churripitioso y enmohecido. Da una impresión bastante mala, la verdad.
Ya dentro, las paredes lucen un empapelado arcaico y descolorido. Los únicos adornos que cuelgan son un diploma, de peluquero me supongo, y un calendario dace la tira daños, con la clásica buenorra pechugona despelotada. La cristalera se ve neblinosa y tiznada, de la roña acumulada. En ella reposan dos o tres carteles elaño la pera, fundidos con el vidrio. El espejo está picado de viruelas, moteado por el óxido, rajado a un lado, por un altercado cubo cetiempunavez.
La encimera está toda agrietada y con el barniz comido y desprendido, del que apenas queda algún islote intacto en las zonas más apartadas. Las sillas parecen sacadas del laboratorio de Fránquestein, con el cuero rajado y su relleno aplastanado.
La percha está esganguillada y queda inclinada, a punto del KO. En ella descansa la bata blanca, que ya no es tan bata ni tan blanca. En el bolsillo izquierdo reposa olvidada la oreja señuelo, soñando con tiempos sin duda mejores.
Al fondo, una puerta lleva a un cuartucho diminuto, que es donde vive el Caballedo, provisionalmente, desde que abrió, allá por el año catapún.
En fin, una reliquia el local, ya lo ves.

A Tito le encanta jugar con su mama. Mira Tito, te he robado la nariz. Tito, en qué mano está la china. Veo veo, Tito. A ver quién aguanta más sin reírse, Tito. Jajaja, tramposo...

Feo se siente el rey de su imperio. Lo que no sabe Feo es que alguien espía sus andanzas. Resulta que la casa de al lado, la de la derecha, tiene un desván con una pequeña aspillera para que le entre la luz. Y que ese desván es el sitio predilecto de la vecinita. Una chica que sube allí para jugar sus juegos más secretos, y que enseguida descubrió a Feo ahí abajo, rondando por los escombros.

También le gusta a Tito peinar a su mama. Su mama tiene el pelo liso y mu largo, es muy bonito. Tito lo pasa y repasa suavecito con el peine para que su mama esté guapa guapa. Ves qué bien? Eres un tesoro, mi cielo. Mua!

La chica que espía a Feo es un poco mayor que él. Le divierte seguir y vigilar los movimientos del gordito. Le excita ser la única testigo de sus juegos y devaneos.
Tanto le deleita esto, que a menudo se toca y se complace mientras lo observa.
La vecinita no sospecha que con esta afición está imprimiendo sus gustos para toda su vida. Cuando crezca, manifestará una clara inclinación hacia hombres fornidos y robustos, especialmente camioneros. Esto a su vez la encaminará hacia la profesión más vieja del mundo y terminará en un antro de mala muerte, cualquiera de esos oasis decadentes que salpican la carretera, donde se abandonará perdida hasta su ruina.

A Tobías siempre los perros le van a olerle el culo. Eso le molesta un montón. Qué tontos que son, jolines.

La chica que espía a Feo, cuando se aburre en clase o se distrae, se pone a escribir diminutas notas o mensajes de amor para su gordi preferido. Su bolisebi, su croqueti, su... Madre mía, está como una chota la tía.
Su cabecita traviesa y calenturienta se enreda en las fantasías más tórridas y osadas. Juguetea todo el tiempo con esconderse y sorprenderle allí, verse en secreto y hacerse amigos superespeciales, íntimos y lascivos...