"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

aviso

Este blog no está recomendado para menores, así que tú mismo con tu mecanismo.

fin del aviso



7 de agosto de 2015

fideos

Llego tarde al colegio. El edificio se encuentra en una esquina de una plaza de una ciudad. La puerta es grande y de madera oscura, con múltiples relieves, como de iglesia o así.

Al entrar, alguien me entrega una bici y un llavero con llaves, para que me encargue de ambas cosas. Aparco la bici en el aparcabicis pero no le pongo el candado porque no sé de quién es. Miro el llavero, es de metacrilato. Alguien ha raspado sobre su superficie un nombre, que supongo el de su dueño.

Subo por las escaleras dos o tres pisos. Me encuentro con un amigo que está sentado en las escaleras. Le pregunto si conoce a fulanito, el del llavero. Me dice que sí, que está en la clase tal de este piso, a mano izquierda.

Voy, lo localizo, le digo que su bici está abajo y le doy las llaves. Marcho con el alivio del deber cumplido. Subo más escaleras. En el siguiente piso el pasillo está bloqueado por una gran telaraña. A través de ella veo al otro lado a un par de amigos que me lanzan frases desafiantes en plan de broma. Buscan hacer mofa y escarnio sobre algo que no me interesa en absoluto, así que paso de ellos y subo hasta el piso siguiente.

No recuerdo en qué piso está mi clase. Sé que estoy en el último curso, así que imagino que estará en el último piso. De pronto estoy en casa de unos tíos míos, de visita. Pero sigo con la idea de que llego tarde a clase, así que me voy despidiendo y salgo de ahí pitando.

Bajo las escaleras sin rozarlas siquiera, flotando por pura inercia. Esto me complace grandemente, sobre todo cuando prolongo esa ingravidez más allá de lo físicamente posible, cuando esa levitación se ve claramente fruto de mi voluntad y pericia.

Ando raudo por la calle y me cruzo con unos cuantos actores internacionales, famosos, que están interpretando sus personajes dentro de una peli. La trama de la misma parece delirante y futurista, medio esperpéntica. Veo todo como si yo fuese la cámara, con total nitidez y espectacularidad. La fotografía resalta bellamente la luminosidad y el cromatismo, del que sobresalen especialmente algunas cosas de vivo amarillo.

Reconozco en esto el estilo de un afamado director que me gusta. Veo al prota y le pregunto acerca del director para confirmar mi conjetura. Pero va y me dice el nombre de otro director diferente. Esto me sorprende bastante, me impresiona la osadía de tamaño plagio-homenaje o lo que sea.

Luego me encuentro con un amigo. Le comento eso que me ha dejado impactado. Se acerca tanto a mí para escucharme que me roza con sus pestañas y esto me provoca harto repelús.

Llegamos de nuevo al colegio, con la angustia de la de rato que hace que las clases han comenzado. Al poco, en un pasillo, me topo con otro amigo, pero que luce en extremo greñudo y desmañado, cual sintecho lunático. Está de pies sobre una rejilla circular que hay en el suelo. En la rejilla hay algunos fideos medio escurriéndose.

El pirado me dice, comedido a la par que desquiciado, que tengo que chillarle una tonelada de fideos. Resulta que al gritar con el brazo extendido puedes sacar fideos por el sobaco. Pero no me da la gana hacerle caso. Con lo tarde que ya llego, encima eso. Así que me hago el sordo y ni me paro a contestarle.

Sigo buscando mi clase. Me fastidia presentarme con semejante impuntualidad. El edificio me tiene bastante desorientado. Las escaleras parecen querer confundirme. Sus tramos se retuercen y ramifican, llevando a lugares inesperados, un centro comercial, la calle, etc.