Había una vez un chico que era muy rebelde, lo que pasa es que sus padres eran aún más malos, así que él hacía siempre al revés siempre. Ellos fumaban y él no, y así con todo. Por eso, en cuenta de hacerse chiquitajo escuchimirriado, se volvió más grande aún, pero luego ya se dio cuenta de que se había pasado un poco mucho, y ahora era ya más demasiado de grande.
Medía dos metros y pico, conque fíjate lo grande gigante que era en verdad. Lo malo es que ser gigante es un rollo, no cabes por ningún lado, la gente te mira todo el rato y siempre estás con hambre. Por eso estaba tan delgado, que se le veían los huesos y todo, pero que aun así no podía jugar al baloncesto, porque no era casi rápido y le costaba, además que no le gustaba hacer deporte, porque se cansaba mucho cansado.
El gigante lloraba por la noche porque ya no quería ser más un gigante, y encima ya no tenía a sus padres, porque se habían matado muertos al pincharse muchas drogas, además de otras más malas peor aún. Y él quería tener muchos amigos buenos y una novia por lo menos, pero las chicas le tenían más miedo aún, encima de que eran canijas canijisísimas, encima, ya ves.
El gigante ya estaba aburrido y se cansaba de bostezar siempre más solo que la una que para qué, así que se acordaba de cuando era un rebelde y se dio cuenta de que aún podía ser eso, de que ya no iba a estar más así todo el rato tan mal por culpa de ser tan gigante. Por eso que se fue a la vía del tren y se puso encima de las vías, para que le cortaran las piernas.
Y esto no lo tenéis que hacer, porque es muchísimo de peligroso en verdad de la buena y duele más aún, muchichísimo, además además que te puede salir mal el tren por encima y luego ya no tiene arreglo, no te creas, así que nada, hacedme caso y ya está.
Eso pasó, que pasó el tren y le cortó las piernas y ya luego se lo llevaron para el hospital y le cortaron el grifo de la herida porque se estaba quedando sin sangre a chorro fijo perdido. Luego ya le arreglaron más aún mejor y todo, y le regalaron unas muletas de esas que van pegadas al paralítico, de esas que son como esquís de esquiar, pero la punta más doblada, que lo he visto yo, que las he visto en la tele, y que puedes correr más aún, como el correcaminos ese.
El gigante se había cortado las piernas un poco más encima de las rodillas, por eso ya no tenía rodillas, por eso andaba como un pingüino, pero él aun así estaba más contento que chupillas, porque ya no era más un gigante, y ahora medía igual que los demás, un poco menos y todo.
Lo que pasa es que los brazos se le habían quedado igual de largos que antes, y el tronco igual era también un poco largo, así que se tenía que poner como un rapero de esos que cantan rap de cantar, con pantalones colgados de esos y camisolas de negrata y así ya no se notaba un poco ni nada, sólo mas que lo de andar.
Luego ya, el gigante estaba feliz otra vez y se hizo profesor de filosofía, porque era lo que a él más le gustaba, además que se llevaba taco de bien con los chavales, así que, ya está y nada más.