Un día, estaba Juan Trolas paseando por el bosque, cuando, de repente, tropezó con algo y resultó que era un ovni.
Se metió en él y decidió ir a darse una vuelta por el universo.
El primer planeta que visitó estaba lleno de hombrecillos verdes.
Dice que no le gustó porque no hacían mas que comer hierba por los campos, como si fueran rumiantes.
Luego se fue a otro planeta muy pulido y lustroso, como una bola de billar, vamos. Y es que, ese planeta, era todo de agua y era tan pura y tan limpia que se podía ver al otro lado como en un cristal.
Luego vio muchos soles girando alrededor de un planeta, pero ahí no se quiso acercar porque debía de hacer mucha calor, dice.
Y luego también vio justo lo contrario, un sol rodeado de muchos planetas. Lo que pasa es que el sol era muy chiquitito y los planetas eran super gordos y estaban muy apretujados así que lo tenían al pobre medio asfixiado.
Y también vio otro sol que cambiaba de color cada poco, como un semáforo.
Y otro que se encendía y se apagaba todo el rato, como un intermitente.
También vio una parada de ovni-bus en un meteorito, con muchos marcianos esperando, haciendo cola.
Y luego llegó a una parte donde estaban todos los planetas dormidos, que no hacían nada ni se movían. Por allí pasó con cuidado sin hacer ruido, para no despertarlos a los pobrecillos.
Y también vio una zona con planetas en miniatura y como le hacían gracia cogió uno y se lo metió al bolsillo para llevárselo como recuerdo. Pero resulta que el planeta tenía boca y le mordió en un dedo y tuvo que soltarlo, claro.
Otro planeta que vio le hizo mucha gracia porque estaba lleno de pelos y cuando le soplabas se le ponía la carne de gallina y cuando no, no.
Y luego se fue a un sitio donde había mucha luz, lo que pasa es que había tanta que no se veía ni un pijo, sólo el blanco de la luz por todas partes, nada más. Ni aun con las gafas de sol, tú.
Luego se fue al ultrauniverso y allí vio cosas muy raras que no sabe ni explicar, pero que se fijó en que cada vez que parpadeaba le cambiaban de color los ojos y que alucinaba en colores con todo eso.
También vio a un perro gigante que andaba olfateando los planetas y los soles y que el que le apetecía se lo comía. Y dice que ese perro era dios y que hablaba y todo pero que no le dijo nada, sólo que ya era hora de volver a casa y que no le contara a nadie lo que había visto.
Juan Trolas le dijo que sí, que sí y se volvió a la tierra, aparcó el ovni donde lo había encontrado y se vino al bar a echar un trago y a contarme esto a mí.
Y como me lo dijo lo cuento y si no te lo crees yo no miento.