1 de agosto de 2008
El espermatozoide fiel
La luna es un espermatozoide que no llegó a tiempo para fecundar a la tierra pero que se quedó junto a ella (atrapado por su atracción.)
El símil puede sonar chocante o poético pero a lo mejor es más atinado de lo que parece. Vamos a tratar de analizar la naturaleza y comportamiento de los elementos macroscópicos y microscópicos para intentar comprender algo mejor dónde andamos metidos.
Primero de todo hay que reconocer lo limitado y relativo de nuestros conocimientos. Dependemos de nuestros sentidos para relacionarnos con lo que nos rodea y en base a lo que percibimos mediante ellos construimos nuestra 'realidad', creamos teorías, leyes, modelos, normas, principios, etc... Siempre desde nuestra experiencia (directa o indirecta, 'empírica' o subjetiva), por lo que nuestra visión de lo que nos rodea es incompleta y no muy fiable, pues se basa en el espectro perceptual que alcanzan a reconocer nuestros sentidos.
O dicho de otro modo, esos filtros nos dan la medida, la escala, el rango, en el que se desarrolla nuestra vida, determinan el alcance de nuestras posibilidades. Aunque, la inteligencia es nuestra mejor herramienta y, bien usada, nos permite trascender y liberarnos de esos límites e impedimentos. Por lo que nuestra capacidad de crecimiento y evolución es ilimitada, depende de cada uno el desear y encontrar la forma de traspasar esas barreras e ir más allá, ya que todavía estamos bastante 'pez' respecto a la vida y su entendimiento.
Así que, vamos allá.
La relatividad nos habla de que todo depende de cómo se miren las cosas, no es lo mismo un metro para una hormiga que para un elefante, esto quiere decir que los parámetros son inventos de utilidad limitada y provisional. Por lo tanto, la ciencia nunca podrá ser ni exacta ni objetiva (terminemos de una vez con creencias caducas y obsoletas, la ciencia sólo es un oficio como cualquier otro, nada más.) De esta forma, aceptando lo precario de nuestro conocimiento, podemos disponernos ante las cosas con una actitud más humilde y abierta, con lo cual podremos acceder a participar y fluir con la experiencia, a captar matices nuevos y a realizar un verdadero aprendizaje.
La clave reside en la empatía, en saber ponerse en el lugar de lo otro y en apreciar las cosas desde distintos puntos de vista, ser versátil, flexible, comprensivo, libre de prejuicios y esquemas.
Lo cual nos resulta relativamente accesible y sencillo cuando lo aplicamos con lo que nos es más cercano y afín (mascotas, bebés, animales, plantas, ancianos, etc...) Obsérvese que la afectividad es el canal que posibilita esa conexión, el sentimiento actúa como puente, como vehículo transmisor, por eso hay que tener bien afinado nuestro cuerpo, equilibrado, libre de preocupaciones, bloqueos, prejuicios, adicciones, etc...
Y qué pasa con la empatía hacia lo que nos es ajeno o dispar?
Pasa que hay que practicarla, el funcionamiento es el mismo que con lo que nos importa, lo único que hay que solventar es la barrera de la aparente distancia que nos 'separa'. Alguna vez hemos simpatizado con cosas inertes? (y no hablo de necrofilia) Alguna vez nos hemos parado a considerar a las nubes, las piedras, los vientos, los insectos, las cosas como nuestros iguales?
Llegar a ese grado de conexión requiere paciencia, constancia, sensibilidad, serenidad, quietud, silencio, y todo eso debe encontrarse en lo más profundo de nuestro ser, punto al que se llega tras apagar el ego. Sólo entonces podemos alcanzar (o abrazar) el nirvana y fundirnos con la nada.
Y, finalmente, el grado máximo de empatía nos permite trascender todos los planos e integrar los extremos más remotos y extraños, esto es, el microuniverso y el macrouniverso. Que es lo que estamos tratando de estudiar. Así pues, veamos qué lección nos ofrecen.
Átomos y planetas.
Pueden parecer muy distintos, pero si lo pensamos bien se parecen bastante entre sí, comparten algunas características y comportamientos, obedecen a principios básicos similares, casi podría decirse que son la misma cosa...
(o sin el casi)
Es interesante llegar a esa conclusión, pues de esta forma el espacio, que hasta ahora únicamente habíamos contemplado como algo lineal cobra una dimensionalidad cíclica mucho más integradora, llenándolo de sugerentes aspectos y profundas implicaciones.
Lo mismo sucede con la dimensión del tiempo, nuestra visión primaria de él es lineal y la visión 'extendida' (madura, avanzada) es cíclica.
A nadie sorprende (espero) que la naturaleza funcione de esta manera, continuamente encontramos ejemplos de ello en todas las manifestaciones posibles. Todo son ciclos, todo responde al mismo comportamiento. Vida, cambio, ciclo: Es lo mismo.
Y qué pasa cuando repites hasta el infinito ese proceso?
Pues que desaparecen las dimensiones.
El tiempo y el espacio no solo no son lineales sino que tampoco son cíclicos, esas sólo son formas que tenemos nosotros de modular y articular la existencia. La realidad es que no hay ninguna realidad, el espacio-tiempo es una construcción 'provisional' de nuestra mente para poder desenvolvernos en la vida. Lo extraordinario de esa construcción es que deja en nuestras manos la total posibilidad y responsabilidad respecto al plano 'evolutivo' en que queremos desarrollarnos.
Ampliar nuestra visión significa crecer y por lo tanto ascender de plano, cosa que mejora considerablemente nuestra calidad de vida.
El sistema es perfecto, el problema es nuestra odiosa tendencia a apalancarnos, irresponsabilidad que se paga, y de qué manera.
Cada avance supone una liberación y la mayor liberación de todas consiste en salir del plano físico, alcanzar el más allá, que desde este estado no nos es dado comprender, pero que podemos vislumbrar parcialmente mediante conceptos abstractos absolutos (el infinito, la nada), cosa que nos lleva al 'panteísmo' entendido como: Todo es una sola cosa.
Por lo tanto, 'pasado', 'presente' y 'futuro' son una sola cosa, ergo no hay tiempo alguno, no hay devenir ni transcurso, sólo hay Ahora.
Y lo mismo con el espacio: micro-, iso- y macrouniverso son una sola cosa, no hay afuera ni adentro, no hay cerca ni lejos, sólo hay Aquí.
Finalmente, 'tiempo' y 'espacio' también son una sola cosa.
Llegados a este punto la cuestión es: Cómo comprender esa totalidad inaprensible? Cómo expresarla? Cómo sentirla?
Tal vez no hace falta, la gracia está en avanzar como buenamente se pueda, de momento hay que estar en lo que se está. Este Aquí-y-Ahora es nuestro camino, nuestro vínculo con el todo, nuestra forma actual de experimentarlo. Lo que debemos desarrollar y ampliar.
La forma en que estás vivo ahora, viviendo este momento, debería ser la más sublime, armónica, elevada, profunda, intensa, rica, feliz posible. Pero no lo es, porque somos humanos y no sabemos vivir (tontos de capirote) y así transcurre nuestro 'tiempo', sin aprender apenas nada, sufriendo, esperando, creyendo, huyendo, negando, dañando, rompiendo, destruyendo, mintiendo, manchando, gastando, malpensando, maldiciendo, malhaciendo, pero no creciendo. En fin, el rollo de siempre.
Volviendo a los planetas y a los átomos, debemos saber que están vivos. Nacen, crecen y mueren como todo lo demás, cada uno a su ritmo y manera. Cosa que nos cuesta 'ver' desde nuestra perspectiva.
Por ejemplo, nosotros disponemos de (algo de) consciencia y por eso ya creemos que somos libres, lo que pasa es que la libertad es un concepto muy relativo. Ellos también son libres y sin embargo podemos predecir su comportamiento con bastante precisión.
Entonces, qué es lo que pasa? Estamos todos atrapados en un esquema que no vemos? Qué es el destino? Una broma? Un capricho? Una maldición?
Nada de eso, es un invento del ser humano, proviene de la manía que tenemos de buscar respuestas en el futuro (o en el pasado) como si tuvieran la más mínima importancia. El concepto de destino se debe a nuestra visión simple (lineal), con la que observamos lo que nos rodea. Es tiempo perdido empeñarse en profundizar en el estudio de la naturaleza sin abandonar ese punto de vista (Para descubrir América primero hay que dejar de creer en que la tierra es plana.)
Cuando el galeno hurga en nuestras vísceras, para ver si nos curamos, lo que está haciendo en realidad es intentar remover la sopa cósmica, por si por casualidad los planetas se alinearan de forma favorable. Vano intento, pues ni siquiera es consciente de lo que hace.
Buen ejemplo de lo extraño que resulta andar metidos en esta paradoja dimensional.
Si pincho un átomo revienta un planeta?
Si miro hacia dentro me veo desde fuera?
Si miro las estrellas veo mis entrañas?
(Tal vez por esto gustaban tanto en la antigüedad de abrir animales para curiosear en el porvenir.)
La Vía Láctea está hecha con posos de café (?)
Puedo pescar siluros en mis venas? (la duda es opcional)
Los árboles son los bronquios de la tierra?
Esta es fácil, está claro que la tierra está viva, respira, late y crece (literalmente: http://www.nealadams.com/index.php/science).
No deja de tener su gracia que el sedentarismo que nos convierte en obesos sea el mismo que nos hace masificarnos en ciudades.
No nos damos cuenta y somos nuestros propios lípidos molestos.
Para adelgazar no tenemos más que barrer las ciudades del mapa y ya está. No nos damos cuenta y somos nuestro propio cáncer, nosotros somos la plaga, el virus, la enfermedad. Cómo vamos a solucionarlo? Seremos capaces de reconocerlo y cambiar? O (lo más probable) acabaremos con nosotros mismos?
También tiene guasa lo de buscar vida en otros planetas. Sólo hay un aquí y ahora, sólo hay una vida; Así que, qué hacemos mirando a las estrellas? Mirarnos al espejo, soñar con fantasmas, de todo menos vivir el presente.
Ya puestos (a perder el tiempo), me apetece hablar un poco sobre el papel que desempeña el sol en el mantenimiento de la vida.
Todos sabemos que hay un término medio, un punto de equilibrio, en el alcance y potencia de sus rayos que es justo donde puede darse la vida. Más cerca o más lejos se hace insostenible.
La cosa es que, conforme el sol va creciendo, esa 'franja fértil' se va trasladando progresivamente. Así, si pudiéramos verlo a cámara rápida, veríamos cómo los planetas van entrando en 'ebullición vital' uno detrás de otro. Como unas palomitas en un microondas. Pop!, ahora la vida está en Marte, Pop!, ahora la vida está en la Tierra, Pop!, etc...
Y termino ya, con nuestro tenaz espermatozoide, que, con el aumento progresivo del volumen de la tierra, llegará un día en el que la fuerza de la gravedad supere a la orbital y termine fusionándose al fin con ella. (Los galos hacían bien en temer la caída del cielo sobre sus cabezas.) Destruyendo, de paso, toda vida que pudiera quedar sobre la misma. Con lo cual se concluirá un ciclo y comenzará otro nuevo. Así la historia se repite una y otra vez, una y otra vez...
Como en un tiovivo perpetuo.
O lo que sea.
Al final igual resulta que los planetas sólo son bolas y que dios se dedica a jugar al billar con ellos. El sol es la bola blanca y los agujeros negros las troneras. Toma carambola!
El símil puede sonar chocante o poético pero a lo mejor es más atinado de lo que parece. Vamos a tratar de analizar la naturaleza y comportamiento de los elementos macroscópicos y microscópicos para intentar comprender algo mejor dónde andamos metidos.
Primero de todo hay que reconocer lo limitado y relativo de nuestros conocimientos. Dependemos de nuestros sentidos para relacionarnos con lo que nos rodea y en base a lo que percibimos mediante ellos construimos nuestra 'realidad', creamos teorías, leyes, modelos, normas, principios, etc... Siempre desde nuestra experiencia (directa o indirecta, 'empírica' o subjetiva), por lo que nuestra visión de lo que nos rodea es incompleta y no muy fiable, pues se basa en el espectro perceptual que alcanzan a reconocer nuestros sentidos.
O dicho de otro modo, esos filtros nos dan la medida, la escala, el rango, en el que se desarrolla nuestra vida, determinan el alcance de nuestras posibilidades. Aunque, la inteligencia es nuestra mejor herramienta y, bien usada, nos permite trascender y liberarnos de esos límites e impedimentos. Por lo que nuestra capacidad de crecimiento y evolución es ilimitada, depende de cada uno el desear y encontrar la forma de traspasar esas barreras e ir más allá, ya que todavía estamos bastante 'pez' respecto a la vida y su entendimiento.
Así que, vamos allá.
La relatividad nos habla de que todo depende de cómo se miren las cosas, no es lo mismo un metro para una hormiga que para un elefante, esto quiere decir que los parámetros son inventos de utilidad limitada y provisional. Por lo tanto, la ciencia nunca podrá ser ni exacta ni objetiva (terminemos de una vez con creencias caducas y obsoletas, la ciencia sólo es un oficio como cualquier otro, nada más.) De esta forma, aceptando lo precario de nuestro conocimiento, podemos disponernos ante las cosas con una actitud más humilde y abierta, con lo cual podremos acceder a participar y fluir con la experiencia, a captar matices nuevos y a realizar un verdadero aprendizaje.
La clave reside en la empatía, en saber ponerse en el lugar de lo otro y en apreciar las cosas desde distintos puntos de vista, ser versátil, flexible, comprensivo, libre de prejuicios y esquemas.
Lo cual nos resulta relativamente accesible y sencillo cuando lo aplicamos con lo que nos es más cercano y afín (mascotas, bebés, animales, plantas, ancianos, etc...) Obsérvese que la afectividad es el canal que posibilita esa conexión, el sentimiento actúa como puente, como vehículo transmisor, por eso hay que tener bien afinado nuestro cuerpo, equilibrado, libre de preocupaciones, bloqueos, prejuicios, adicciones, etc...
Y qué pasa con la empatía hacia lo que nos es ajeno o dispar?
Pasa que hay que practicarla, el funcionamiento es el mismo que con lo que nos importa, lo único que hay que solventar es la barrera de la aparente distancia que nos 'separa'. Alguna vez hemos simpatizado con cosas inertes? (y no hablo de necrofilia) Alguna vez nos hemos parado a considerar a las nubes, las piedras, los vientos, los insectos, las cosas como nuestros iguales?
Llegar a ese grado de conexión requiere paciencia, constancia, sensibilidad, serenidad, quietud, silencio, y todo eso debe encontrarse en lo más profundo de nuestro ser, punto al que se llega tras apagar el ego. Sólo entonces podemos alcanzar (o abrazar) el nirvana y fundirnos con la nada.
Y, finalmente, el grado máximo de empatía nos permite trascender todos los planos e integrar los extremos más remotos y extraños, esto es, el microuniverso y el macrouniverso. Que es lo que estamos tratando de estudiar. Así pues, veamos qué lección nos ofrecen.
Átomos y planetas.
Pueden parecer muy distintos, pero si lo pensamos bien se parecen bastante entre sí, comparten algunas características y comportamientos, obedecen a principios básicos similares, casi podría decirse que son la misma cosa...
(o sin el casi)
Es interesante llegar a esa conclusión, pues de esta forma el espacio, que hasta ahora únicamente habíamos contemplado como algo lineal cobra una dimensionalidad cíclica mucho más integradora, llenándolo de sugerentes aspectos y profundas implicaciones.
Lo mismo sucede con la dimensión del tiempo, nuestra visión primaria de él es lineal y la visión 'extendida' (madura, avanzada) es cíclica.
A nadie sorprende (espero) que la naturaleza funcione de esta manera, continuamente encontramos ejemplos de ello en todas las manifestaciones posibles. Todo son ciclos, todo responde al mismo comportamiento. Vida, cambio, ciclo: Es lo mismo.
Y qué pasa cuando repites hasta el infinito ese proceso?
Pues que desaparecen las dimensiones.
El tiempo y el espacio no solo no son lineales sino que tampoco son cíclicos, esas sólo son formas que tenemos nosotros de modular y articular la existencia. La realidad es que no hay ninguna realidad, el espacio-tiempo es una construcción 'provisional' de nuestra mente para poder desenvolvernos en la vida. Lo extraordinario de esa construcción es que deja en nuestras manos la total posibilidad y responsabilidad respecto al plano 'evolutivo' en que queremos desarrollarnos.
Ampliar nuestra visión significa crecer y por lo tanto ascender de plano, cosa que mejora considerablemente nuestra calidad de vida.
El sistema es perfecto, el problema es nuestra odiosa tendencia a apalancarnos, irresponsabilidad que se paga, y de qué manera.
Cada avance supone una liberación y la mayor liberación de todas consiste en salir del plano físico, alcanzar el más allá, que desde este estado no nos es dado comprender, pero que podemos vislumbrar parcialmente mediante conceptos abstractos absolutos (el infinito, la nada), cosa que nos lleva al 'panteísmo' entendido como: Todo es una sola cosa.
Por lo tanto, 'pasado', 'presente' y 'futuro' son una sola cosa, ergo no hay tiempo alguno, no hay devenir ni transcurso, sólo hay Ahora.
Y lo mismo con el espacio: micro-, iso- y macrouniverso son una sola cosa, no hay afuera ni adentro, no hay cerca ni lejos, sólo hay Aquí.
Finalmente, 'tiempo' y 'espacio' también son una sola cosa.
Llegados a este punto la cuestión es: Cómo comprender esa totalidad inaprensible? Cómo expresarla? Cómo sentirla?
Tal vez no hace falta, la gracia está en avanzar como buenamente se pueda, de momento hay que estar en lo que se está. Este Aquí-y-Ahora es nuestro camino, nuestro vínculo con el todo, nuestra forma actual de experimentarlo. Lo que debemos desarrollar y ampliar.
La forma en que estás vivo ahora, viviendo este momento, debería ser la más sublime, armónica, elevada, profunda, intensa, rica, feliz posible. Pero no lo es, porque somos humanos y no sabemos vivir (tontos de capirote) y así transcurre nuestro 'tiempo', sin aprender apenas nada, sufriendo, esperando, creyendo, huyendo, negando, dañando, rompiendo, destruyendo, mintiendo, manchando, gastando, malpensando, maldiciendo, malhaciendo, pero no creciendo. En fin, el rollo de siempre.
Volviendo a los planetas y a los átomos, debemos saber que están vivos. Nacen, crecen y mueren como todo lo demás, cada uno a su ritmo y manera. Cosa que nos cuesta 'ver' desde nuestra perspectiva.
Por ejemplo, nosotros disponemos de (algo de) consciencia y por eso ya creemos que somos libres, lo que pasa es que la libertad es un concepto muy relativo. Ellos también son libres y sin embargo podemos predecir su comportamiento con bastante precisión.
Entonces, qué es lo que pasa? Estamos todos atrapados en un esquema que no vemos? Qué es el destino? Una broma? Un capricho? Una maldición?
Nada de eso, es un invento del ser humano, proviene de la manía que tenemos de buscar respuestas en el futuro (o en el pasado) como si tuvieran la más mínima importancia. El concepto de destino se debe a nuestra visión simple (lineal), con la que observamos lo que nos rodea. Es tiempo perdido empeñarse en profundizar en el estudio de la naturaleza sin abandonar ese punto de vista (Para descubrir América primero hay que dejar de creer en que la tierra es plana.)
Cuando el galeno hurga en nuestras vísceras, para ver si nos curamos, lo que está haciendo en realidad es intentar remover la sopa cósmica, por si por casualidad los planetas se alinearan de forma favorable. Vano intento, pues ni siquiera es consciente de lo que hace.
Buen ejemplo de lo extraño que resulta andar metidos en esta paradoja dimensional.
Si pincho un átomo revienta un planeta?
Si miro hacia dentro me veo desde fuera?
Si miro las estrellas veo mis entrañas?
(Tal vez por esto gustaban tanto en la antigüedad de abrir animales para curiosear en el porvenir.)
La Vía Láctea está hecha con posos de café (?)
Puedo pescar siluros en mis venas? (la duda es opcional)
Los árboles son los bronquios de la tierra?
Esta es fácil, está claro que la tierra está viva, respira, late y crece (literalmente: http://www.nealadams.com/index.php/science).
No deja de tener su gracia que el sedentarismo que nos convierte en obesos sea el mismo que nos hace masificarnos en ciudades.
No nos damos cuenta y somos nuestros propios lípidos molestos.
Para adelgazar no tenemos más que barrer las ciudades del mapa y ya está. No nos damos cuenta y somos nuestro propio cáncer, nosotros somos la plaga, el virus, la enfermedad. Cómo vamos a solucionarlo? Seremos capaces de reconocerlo y cambiar? O (lo más probable) acabaremos con nosotros mismos?
También tiene guasa lo de buscar vida en otros planetas. Sólo hay un aquí y ahora, sólo hay una vida; Así que, qué hacemos mirando a las estrellas? Mirarnos al espejo, soñar con fantasmas, de todo menos vivir el presente.
Ya puestos (a perder el tiempo), me apetece hablar un poco sobre el papel que desempeña el sol en el mantenimiento de la vida.
Todos sabemos que hay un término medio, un punto de equilibrio, en el alcance y potencia de sus rayos que es justo donde puede darse la vida. Más cerca o más lejos se hace insostenible.
La cosa es que, conforme el sol va creciendo, esa 'franja fértil' se va trasladando progresivamente. Así, si pudiéramos verlo a cámara rápida, veríamos cómo los planetas van entrando en 'ebullición vital' uno detrás de otro. Como unas palomitas en un microondas. Pop!, ahora la vida está en Marte, Pop!, ahora la vida está en la Tierra, Pop!, etc...
Y termino ya, con nuestro tenaz espermatozoide, que, con el aumento progresivo del volumen de la tierra, llegará un día en el que la fuerza de la gravedad supere a la orbital y termine fusionándose al fin con ella. (Los galos hacían bien en temer la caída del cielo sobre sus cabezas.) Destruyendo, de paso, toda vida que pudiera quedar sobre la misma. Con lo cual se concluirá un ciclo y comenzará otro nuevo. Así la historia se repite una y otra vez, una y otra vez...
Como en un tiovivo perpetuo.
O lo que sea.
Al final igual resulta que los planetas sólo son bolas y que dios se dedica a jugar al billar con ellos. El sol es la bola blanca y los agujeros negros las troneras. Toma carambola!
sol mojado
Todos los días el sol se da un chapuzón en el mar,
le gusta mucho nadar y bucear.
Lo que pasa es que cuando se moja se apaga
y por eso se hace de noche.
Luego, por la mañana, hay que tenderlo en el cielo,
para que se seque y brille de nuevo.
le gusta mucho nadar y bucear.
Lo que pasa es que cuando se moja se apaga
y por eso se hace de noche.
Luego, por la mañana, hay que tenderlo en el cielo,
para que se seque y brille de nuevo.
ovnis recién nacidos
Un día, estaba Juan Trolas paseando por el bosque, cuando, de repente, tropezó con algo y resultó que era un ovni.
Se metió en él y decidió ir a darse una vuelta por el universo.
El primer planeta que visitó estaba lleno de hombrecillos verdes.
Dice que no le gustó porque no hacían mas que comer hierba por los campos, como si fueran rumiantes.
Luego se fue a otro planeta muy pulido y lustroso, como una bola de billar, vamos. Y es que, ese planeta, era todo de agua y era tan pura y tan limpia que se podía ver al otro lado como en un cristal.
Luego vio muchos soles girando alrededor de un planeta, pero ahí no se quiso acercar porque debía de hacer mucha calor, dice.
Y luego también vio justo lo contrario, un sol rodeado de muchos planetas. Lo que pasa es que el sol era muy chiquitito y los planetas eran super gordos y estaban muy apretujados así que lo tenían al pobre medio asfixiado.
Y también vio otro sol que cambiaba de color cada poco, como un semáforo.
Y otro que se encendía y se apagaba todo el rato, como un intermitente.
También vio una parada de ovni-bus en un meteorito, con muchos marcianos esperando, haciendo cola.
Y luego llegó a una parte donde estaban todos los planetas dormidos, que no hacían nada ni se movían. Por allí pasó con cuidado sin hacer ruido, para no despertarlos a los pobrecillos.
Y también vio una zona con planetas en miniatura y como le hacían gracia cogió uno y se lo metió al bolsillo para llevárselo como recuerdo. Pero resulta que el planeta tenía boca y le mordió en un dedo y tuvo que soltarlo, claro.
Otro planeta que vio le hizo mucha gracia porque estaba lleno de pelos y cuando le soplabas se le ponía la carne de gallina y cuando no, no.
Y luego se fue a un sitio donde había mucha luz, lo que pasa es que había tanta que no se veía ni un pijo, sólo el blanco de la luz por todas partes, nada más. Ni aun con las gafas de sol, tú.
Luego se fue al ultrauniverso y allí vio cosas muy raras que no sabe ni explicar, pero que se fijó en que cada vez que parpadeaba le cambiaban de color los ojos y que alucinaba en colores con todo eso.
También vio a un perro gigante que andaba olfateando los planetas y los soles y que el que le apetecía se lo comía. Y dice que ese perro era dios y que hablaba y todo pero que no le dijo nada, sólo que ya era hora de volver a casa y que no le contara a nadie lo que había visto.
Juan Trolas le dijo que sí, que sí y se volvió a la tierra, aparcó el ovni donde lo había encontrado y se vino al bar a echar un trago y a contarme esto a mí.
Y como me lo dijo lo cuento y si no te lo crees yo no miento.
Se metió en él y decidió ir a darse una vuelta por el universo.
El primer planeta que visitó estaba lleno de hombrecillos verdes.
Dice que no le gustó porque no hacían mas que comer hierba por los campos, como si fueran rumiantes.
Luego se fue a otro planeta muy pulido y lustroso, como una bola de billar, vamos. Y es que, ese planeta, era todo de agua y era tan pura y tan limpia que se podía ver al otro lado como en un cristal.
Luego vio muchos soles girando alrededor de un planeta, pero ahí no se quiso acercar porque debía de hacer mucha calor, dice.
Y luego también vio justo lo contrario, un sol rodeado de muchos planetas. Lo que pasa es que el sol era muy chiquitito y los planetas eran super gordos y estaban muy apretujados así que lo tenían al pobre medio asfixiado.
Y también vio otro sol que cambiaba de color cada poco, como un semáforo.
Y otro que se encendía y se apagaba todo el rato, como un intermitente.
También vio una parada de ovni-bus en un meteorito, con muchos marcianos esperando, haciendo cola.
Y luego llegó a una parte donde estaban todos los planetas dormidos, que no hacían nada ni se movían. Por allí pasó con cuidado sin hacer ruido, para no despertarlos a los pobrecillos.
Y también vio una zona con planetas en miniatura y como le hacían gracia cogió uno y se lo metió al bolsillo para llevárselo como recuerdo. Pero resulta que el planeta tenía boca y le mordió en un dedo y tuvo que soltarlo, claro.
Otro planeta que vio le hizo mucha gracia porque estaba lleno de pelos y cuando le soplabas se le ponía la carne de gallina y cuando no, no.
Y luego se fue a un sitio donde había mucha luz, lo que pasa es que había tanta que no se veía ni un pijo, sólo el blanco de la luz por todas partes, nada más. Ni aun con las gafas de sol, tú.
Luego se fue al ultrauniverso y allí vio cosas muy raras que no sabe ni explicar, pero que se fijó en que cada vez que parpadeaba le cambiaban de color los ojos y que alucinaba en colores con todo eso.
También vio a un perro gigante que andaba olfateando los planetas y los soles y que el que le apetecía se lo comía. Y dice que ese perro era dios y que hablaba y todo pero que no le dijo nada, sólo que ya era hora de volver a casa y que no le contara a nadie lo que había visto.
Juan Trolas le dijo que sí, que sí y se volvió a la tierra, aparcó el ovni donde lo había encontrado y se vino al bar a echar un trago y a contarme esto a mí.
Y como me lo dijo lo cuento y si no te lo crees yo no miento.
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