Internet es una selva salvaje.
El problema son los caminos que la recorren.
Una persona ingenua puede suponer que las sendas se crean espontánea y azarosamente.
Pero no.
El algoritmo es el que traza tu recorrido.
Y no es inocente en su proceder.
Tiene sesgos perversos.
De ahí se derivan muchos de los desarreglos que distorsionan tu entendimiento.
El mal tiene una alarmante capacidad de atraer la atención.
Es puro instinto de supervivencia.
Un animal no puede permitirse el lujo de ignorar la presencia de algún depredador.
Esto significa que las noticias negativas se difunden más y más rápido que las positivas.
Aquello que durante más tiempo ocupa tu mente, influye y condiciona tu devenir.
Deja una impronta en ti, te troquela.
Lo cual es explotado tremendamente por quienes quieren manipularte.
Y las redes sociales, aun cuando muestran cosas buenas, son tramposas.
Falsifican y maquillan la realidad.
Quien se mira en espejos amañados, adquiere nociones irreales y dañinas.
Todo espejismo es alienante, confusiente, desubicante.
La red puede ser maravillosa para compartir información, pero cuando se usa para otros fines, disloca y corrompe.
Internet es una peligrosa herramienta.
Tal y como funciona hoy en día, es el medio ideal para el triunfo del mal.
Este es un serio problema y pocos se están percatando de que exista siquiera.
La infancia y la juventud son quienes sufren las peores consecuencias de esto.
Una red sensata, limitaría y acotaría por edades el tipo de contenidos consumibles o producibles.
Lo social debe estar prohibido en la red.
Es en el mundo real donde debe aplicarse, única y exclusivamente.
Claro, una sociedad que no es soberana de sí misma, está condenada a padecer las iniquidades que le impongan sus dirigentes.
Hay que estar muy ciego para no darse cuenta de que esto que pasa no es accidental.
Que es intencionado e insidioso.
Todo está entrando en una dinámica perniciosa.
La deshumanización es una espiral descendente de repercusiones cada vez más clamorosas y calamitosas.
Los malvados son el diapasón que establece la pauta de nuestra perdición.
Es de necios pensar que el sistema imperante es el único posible y que nada se puede hacer al respecto.
Un sistema que premia la maldad, produce demonios.
No es inocuo participar en las polémicas que continuamente aparecen.
Cada vez que te enzarzas, pierdes tu foco y vuelcas tu energía inútilmente sobre cuestiones que escapan a tu alcance.
Cada vez que te haces eco de una queja, sirves de repetidor para oscuros intereses.
El infierno es una cacofonía de incautos indignadísimos inoperantes.
Cuando el ruido es la única vía de actuación que se te permite, es evidente que estás sumido en una tiranía de lo más malévola.
Para los malvados, tus datos valen su peso en oro; porque así saben los resortes con los que pueden manipularte.
Y también les sirven para medir tu docilidad y obediencia.
Sin darte cuenta, estás siendo toreado.
Te espantan por un lado y te azuzan por otro.
Te llenan de paranoia, victimismo, amargura, desesperación, etc.
Y, desde luego, te hacen bailar sobre un alambre cada vez más precario.
Los errores ya no son errores.
Son técnicas y estrategias para afectarte, para perjudicarte.
Para convertirte en una bestia rabiosa.
Porque, gracias a tu ceguera, vas a hacer parte del trabajo sucio.
Vas a contribuir a la erosión y a la destrucción.
Tradicionalmente, el centro de un pueblo ha sido su iglesia.
Quiere esto decir que lo noble y elevado que cultivamos en común, nos sostiene, nos guía y nos vertebra.
Pero si somos mero ganado pastoreado por terceros, vamos de mal en peor.
La religión es un clarísimo ejemplo de esto.
Su decadencia imparable se debe a la degeneración de su planteamiento.
Toda la parafernalia sobra, toda la jerarquía eclesiástica, ídem de ídem.
El dogma alberga en sí mismo su ruina.
La fe debe nacer y madurarse de manera íntima y directa.
El rito debe ser puro silencio y misterio.
Cero iconos.
Lo demás son cuentos, folclores, milongas.
Es verdad que conjugar lo trascendental privado y consensuar una moral comunitaria, no es cosa baladí.
Pero tampoco tiene necesariamente que ser algo peliagudo.
Todo depende de lo cerca o lejos que nuestra conciencia y existencia esté respecto a la verdad, a la realidad.
Si una sociedad no cultiva la virtud, se envilece.
Por eso debe ponerse especial cuidado en las estructuras que conforman nuestro modo de vida.
Por eso política, economía y religión no pueden estar disociadas.
Si la religión es mera ceremonia y postureo, los demás estamentos darán claros síntomas de ruindad.
Tal vez un credo metafísico compartido sea imprescindible, pero eso deriva en pamplinas a la mínima.
El ser humano no sabe todavía vivir sin mitos, pero a veces se pasa de memo.
El panorama actual es patético.
La sociedad ha sustituido el santoral pretérito por una caterva de diosecillos vacuos.
Peor que vacuos: Vendidos.
La religión actual se oficia en los grandes eventos.
Competiciones deportivas, conciertos, etc.
La masa adora a sus ídolos de barro y adopta su nefastoso ejemplo.
Todo lo que hoy triunfa masivamente, esconde mensajes pésimos.
Eso es para que te vayas familiarizando con el infierno al que te están conduciendo.
Con cancioncillas y peliculitas, vas asumiendo lo inhumano, lo antihumano, lo malsano, como si fuese lo normal, lo que te mereces, lo que toca ahora.
Las modas de turno, esconden intenciones malignas.
Los malvados quieren educarte a su imagen y semejanza.
Peor aún.
La idea es que te degrades lo más posible, que pierdas todas tus cualidades significativas y todas tus aptitudes eminentes.
Que no sepas vivir sin su tutela.
Que sólo puedas vivir tal y como ellos promulguen.
Siervo y esclavo de sus mandatos.
Por eso te venden leyendas negras, te pintan un panorama terrible, te llenan de miedo, culpa, desconfianza, odio, etc.
Todo es malo malísimo menos ellos.
Ellos pueden 'equivocarse' estrepitosamente, y no pasa nada.
Ellos pueden perder el tiempo con tonterías sin dedicarse a lo importante, y no pasa nada.
Ellos pueden embaucarte con mil falacias y sofismas mientras arrasan todo, y no pasa nada.
Tócate las narices.
La política es cada vez más pérfida y desvergonzada porque depende desesperadamente de tu atención.
Todo ese circo sobra, absolutamente.
Ese tenis de reproches y acusaciones es teatro y trilería.
La típica añagaza del poli bueno y el poli malo.
Muchos todavía no comprenden la farsa y siguen participando en el engaño.
El resultado es una polarización brutal y una ineptitud colosal.
Las contradicciones del discurso imperante son monstruosas.
Pero los borregos ya no saben pensar por sí mismos.
El sentido común brilla por su ausencia, y el rechinar de dientes abunda.
Normal.
Si llenan tu camino de piedras y tú tropiezas con toditas ellas, feliz no vas a estar.
Pero a lo mejor es mucho pedir que dejes de comulgar con los embustes que te endilgan cada dos por tres.
Estamos adentrándonos en una terrible pesadilla.
Y demasiados siguen aplaudiendo a los artífices de esto.
Hace falta un urgente despertar de la conciencia.
La tecnología podría ser una importante aliada para hacer un cambio a mejor.
Pero si la sociedad sigue alelada, ni Dios solucionará esto.
La inteligencia artificial está llamada a suplir a toda esa tropa de alimañas.
Si esto no se cumple y realiza, mal vamos a salir del pozo.
No faltará el zoquete que malinterprete esto.
La idea no es que la máquina haga según su parecer, sino que articule, gestione y coordine nuestro directo parecer.
Claro está, el buen funcionamiento de esto, requiere máxima trasparencia y máximo control.
Para que nadie trampee ni adultere nada.
Si la sociedad despierta y asume su papel, su responsabilidad, su deber, se abrirá camino con o sin tecnología.
La pregunta es: Cómo zanjar este desastre y dar comienzo a lo bueno?
Pues, por de pronto, dejando de comprar o amparar sus martingalas.
Dejando de creer en mesías, promesas facilonas y fórmulas quiméricas.
Dejando de ser cómplice de sus trapacerías.
Jamás un fulero va a arreglar verdaderamente nada.
Lo has visto una y mil veces.
Te llenan la cabeza de ilusiones que prontito traicionan y adulteran, cual bebida carbonatada baratucha.
La fuente del mal no va a autodestruirse en un arrebato de sincero arrepentimiento.
Sería bonito que todos los mandamases del mundo dimitiesen de golpe.
O quizás sería muy pero que muy sospechoso eso.
En todo caso, ya no es tiempo de sandeces.
Más vale que mires y remires todo con lupa antes de nada.
O seguirán dándote gato por liebre.
13 de noviembre de 2025
errores imperdonables
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