"Sin amor no hay libertad, sino egoísmo que es el infierno."

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fin del aviso



31 de agosto de 2021

tejemanejes malignos

Había una vez un planeta en el que unos cuantos malvados pretendían convertirse en los dueños de todo y de todos.
Para conseguir tal cosa, habían diseñado un plan a largo plazo.
La idea era conducir disimuladamente a la población hasta tal confusión y opresión, que acabasen abrazando gustosamente la esclavitud total y definitiva.
Pero para llegar a eso, primero había que dar muchos pequeños pasos que preparasen el terreno.
Durante siglos los malvados habían ido estratégicamente tomando posiciones, hasta establecer un orden propicio para sus intereses y una jerarquía idónea para sus enredos.
Todos los países estaban siendo sojuzgados y maniatados por igual, las nimias diferencias de estilo o método eran a la postre irrelevantes.
En todas las naciones había un documento fundacional, supuestamente consensuado, que delimitaba y establecía el marco legal.
Aquellos textos, rebosantes de palabrería biensonante, escondían una nefasta trampa.
Todos tenían una cláusula que estipulaba que en caso de emergencia las personas perdían automáticamente todos sus derechos y libertades.
Ese vil atropello era harto difícil de aplicar eficazmente, por eso los malvados llevaban muchas décadas erosionando y desmantelando al ser humano.
Una sociedad cohesiva y próspera, sanamente hermanada por vínculos significativos, era nada adecuada para el éxito de los malvados.
Por eso ellos procuraban sembrar cuanta discordia y precariedad les era posible, para socavar la integridad y los lazos de las personas y así reducirlas a embrutecidos peleles mangoneables.
Con abundantes engaños, amenazas y violencias, los malvados perpetuaban su despotismo y disfrazaban de lícita su usurpación.
Mediante la imposición de la moneda como trámite preponderante para toda actividad, mataban cualquier amago de unión virtuosa.
Y para mayor regodeo, los malvados alardeaban de 'filántropos'.
Una vez que las personas habían adoptado resignadamente esa despiadada tiranía, los malvados tenían facilísimo pastorear a las masas hasta arrinconarlas, cercarlas y hacinarlas cual reses a esquilmar.
Todo lo demás no era sino teatro distractor para que el personal no se percatase de lo que se estaba cociendo.
Y lo de las urnas era ya el colmo de la payasada, como si optar por uno u otro verdugo cambiase nada.
Cada disposición de los malvados, era presentada como si fuese la mejor y la única solución posible.
Lo triste del caso es que todos los problemas provenían de las mismas manos que luego se postulaban como salvíficas redentoras.
La hipocresía en su máximo grado.
Tales abundantes y descomunales abusos y maldades, resultaban tan notorios que cada vez más personas estaban despertando a la realidad.
Las falacias de los malvados ya solo se las creían los necios.
Por ejemplo, la deuda.
Eso de que la moneda pudiese usarse cual mercancía con la que especular y esclavizar al prójimo mediante leoninas usuras inicuas, evidenciaba las malévolas intenciones de sus acuñadores.
Y si a los usuarios les parecía normal y aceptable que sus naciones fuesen siervas durante meses o años a causa del pago de unos improcedentes empréstitos hipertrofiados, en verdad que sus mentes ya estaban preparadas para adoptar el rol de prisionero permanente.
Dado que los malvados ocupaban todos los tronos y sus súbditos se mostraban tan predispuestos al acatamiento, el plan estaba ya maduro para pasar a su fase final.
Era tan sencillo como encadenar crisis, desastres y emergencias hasta coartar completamente a las personas, secuestrándolas sin otra salida que la plena subordinación.
Y la guinda de ese perverso pastel eran las patentes.
Con el acoso, los malvados querían llevar a las personas a comulgar con la mentira.
Literalmente.
Pretendían que los bobos se insertasen un ignoto producto de aviesas cualidades.
Y gracias a la patente de dicho injerto, los malvados pasarían a ser los oficiales propietarios de cada persona.
Sobra decir que todas esas argucias y maquinaciones eran absolutamente ilegítimas y abominables.
El problema es que cantidad de personas estaban prestándose a ello por pura y simple ignorancia.
La cadena de fraudes y estafas había sido difusa y solapada, cual ladrón que opera entre las sombras.
Por eso, muchos, incautos y cortos de miras, no se daban cuenta de la perfidia que escondía cada mínimo edicto instaurado por los malvados.
Y menos todavía sospechaban el plan que aquellos estaban siguiendo, ni lo que con ello perseguían.
Daban ganas de decirles a los ingenuos:
Memos, os están cazando como a conejos y aún aplaudís con las orejas!