Estamos saliendo de tiempos oscuros.
La tiniebla se va desvaneciendo lentamente, y poco a poco estamos empezando a distinguir con más claridad las cosas.
Antes no sabíamos comprender el origen de nuestras desgracias y calamidades.
Pero ahora vemos a los seres oscuros que las provocan.
Mejor dicho: Eso solo lo ve quien de verdad tiene los ojos abiertos.
Todavía hay mucha gente que no ve o que prefiere no ver.
Esta situación resulta especialmente peliaguda, pues los oscuros se sienten expuestos y reaccionan aparatosamente.
La inquietud del maligno es peligrosa.
Y su habilidad, más todavía.
Sería un grave error subestimar su inteligencia y preparación.
Ellos conocen muy bien la dificultad a la que se enfrentan.
Saben que sus opciones de éxito son pocas o ninguna.
Pero no por ello van a desistir en su empeño.
Su principal objetivo es conservar su capacidad de mando.
Por eso imponen medidas cada vez más severas para controlar a la población.
Quieren tener al ganado atado corto, y así poder ahorcar fácilmente a la res problemática.
Domar al ser humano no es fácil, pero tampoco es difícil.
A base de hambre y golpes, se logra lo que sea.
Te cortan todos tus caminos, luego te ceban con sus piensos pésimos y, para cuando te quieres dar cuenta, ya eres su siervo.
Lo arduo es conseguir que toda la población sucumba a semejante estratagema.
La humanidad es como una bola de mercurio, imposible de aplastar a las bravas.
Requiere métodos más sutiles y retorcidos.
Por eso el ser humano está siendo intangiblemente envenenado.
Si trastornas o perviertes la conciencia de una persona, puedes impedir que desarrolle sus cualidades más elevadas.
Dicho más claro: Quieren que no seamos humanos, sino animales.
Es por esto que la cultura ha pasado de ser una herramienta edificante, a convertirse en un arma brutalizadora.
Esa molicie degradante, pretende ampliar al máximo la brecha.
Que el conocimiento resulte cada vez más inalcanzable y costoso, de tal manera que solo unos pocos puedan adquirirlo y que queden al servicio de los oscuros.
Mientras, a la masa aborregada se le ofrecen sucedáneos inútiles y adulterados.
Esto requiere marcar las diferencias ya desde la mismísima cuna.
Sin medias tintas.
Solo los muy acaudalados tienen realmente medios para proporcionar a su descendencia una base formativa íntegra, digna y significativa.
El resto de los mortales queda preso de la impuesta miseria generalizada.
La escasez no es accidental, ni la precariedad.
El ser humano tiende a perseguir tenazmente la mejora, y aprende rápido a trepar por donde sea.
Esto obliga a los de arriba a tener que andar constantemente cambiando las sendas establecidas.
Por eso cada nueva directriz es más descaradamente dañina y destructiva.
Ellos juegan a la confusión.
Montan lío y observan la reacción.
Así miden la lucidez de la sociedad y detectan a los sujetos más potencialmente inconvenientes.
Las voces que son capaces de comunicar la realidad y despertar a los demás, son neutralizadas por las buenas o por las malas.
Desactivan al rebelde auténtico y en su lugar colocan a otro de pega.
Los oscuros saben muy bien sacarle partido a todo eso.
Siembran el veneno, anulan el antídoto y proporcionan placebos que albergan veneno.
Siempre están dando el cambiazo, para que nada cambie en realidad.
Y también se sirven de la técnica del poli bueno y el poli malo, para marear a la gente sacudiéndola de un lado al otro.
Buscan desestabilizarte por todos los medios.
Enredarte en su caos desconcertante, hasta que dances al son de su batuta.
Por eso se sacan de la manga reglamentos absolutamente nefastos, que en realidad son globos-sonda y zarpazos lesivos.
Esos faroles tentativos, nunca son inocuos.
Primero te amenazan con robarte tres pedazos, luego te perdonan dos fragmentos y tú te quedas tan contento, pero por el camino ya has perdido una parte de ti que jamás volverás a recuperar.
Negocio redondo.
Ellos van ganando terreno poco a poco y la sociedad va cediendo porciones cada vez más cruciales.
Quedar al dictado de lo que esas alimañas suministran a diario, es caer en un sinvivir demencial.
La insensatez va cobrando proporciones descomunales.
Y quizás eso sirva para que más personas abran los ojos.
Pero muchos otros se adentran cada vez más en la pesadilla.
Hay demasiada vileza y ruindad en las mentes enmemecidas.
Da casi hasta malagana el tener que andar tratando de clarificar las perfidias que los incautos no consiguen detectar.
Tener unas toscas nociones respecto al mundo, te impide comprender adecuadamente las cuestiones delicadas o las taimadas maquinaciones.
Incluso en casos tan evidentes que hablan por sí solos.
Como la última ocurrencia de turno de los rufianes, que consiste en insinuar ambiguamente un cambio de criterios instructivos respecto a las personas con impedimentos funcionales.
Te presentan su planteamiento envuelto con palabrería biensonante, pero lo que persiguen con ello es deteriorar la calidad formativa de todas las partes implicadas.
Esa barbaridad es un ataque bajo la línea de flotación, que merecería amplio y minucioso desarrollo.
Pero no voy a entrar en ello, pues prefiero esbozar una o dos metáforas más o menos atinadas, por si sirve de algo.
Imagínate que tienes un taller de coches, saturado de reparaciones.
Supón que no tienes buenas herramientas ni buen entorno de trabajo, pues tu taller es arcaico y se cae a pedazos.
Que tienes insuficientes mecánicos y que están más que hartos por la sobrecarga de reparaciones y por las malas condiciones.
Y para colmo hay una normativa que os obliga a seguir unos absurdos protocolos que multiplican vuestro esfuerzo y dividen vuestra eficacia.
Entonces aparece un nuevo edicto que os obliga a asumir mayores responsabilidades, mayor volumen y mayor complejidad en vuestro desempeño.
Pues alguien ha tenido la genial idea de centralizar en tu taller todas las reparaciones de todos los vehículos habidos y por haber.
De la noche a la mañana se supone que tienes que hacer el milagro de convertir tu minúsculo tugurio en un recinto apto para la reparación de trenes, barcos y aviones.
En teoría eso no tendría que ser necesariamente imposible, pero implica una enormidad tan descomunal de reestructuraciones y equipamientos, que difícilmente parece viable.
Pues, tal descabellado capricho, requeriría máxima coordinación y planificación a muchos niveles, para lograr una funcionalidad muy inferior a la realmente adecuada.
Es como si coges un hospital y lo metes todo junto en una sola sala, quirófano, laboratorio, cuidados intensivos, neonatos, diagnósticos, área de descanso, etc.
O como si pretendes que un mismo lugar sirva simultáneamente de túnel de viento, tanque de inmersión y simulador sísmico.
En teoría, poder se puede, pero son ganas de complicarse malamente.
Y esto se queda muy corto, pues ni siquiera estamos teniendo en cuenta lo más importante.
A coches, trenes, barcos y aviones les da lo mismo ser ensamblados mejor que peor, en óptimas o pésimas condiciones.
Pero si hablamos de tiernos seres sensibles, ese cacofónico pandemonio va a tener graves consecuencias en los más frágiles, en su etapa más decisiva.
Semejante aglomeración desmedida, provoca serias repercusiones.
Pongamos que eres un malabarista de esos que sostiene en equilibrio múltiples platos sobre largas varillas.
Y ahora, para hacerlo más emocionante, te suman al conjunto otros tantos cuencos, tacitas y teteras.
Sobra decir que el resultado será catastrófico, ya que esos recipientes no están diseñados para girar ni a la manera ni a la velocidad de los platillos.
Pero esa alegoría sigue sin ser del todo idónea, pues no logra plasmar la colateral extorsión nociva derivada de una convivencia tosca y embrollada.
Unos cuantos rasguños pueden parecer insignificantes para muchos, pero resultan atroces para otros.
No es de recibo que se planteen siquiera ese tipo de planes perversos, y menos aún cuando su único propósito es una especie de chantaje-sabotaje para beneficio de la tiranía instaurada.
El poderoso quiere tener pillado por el cuello a todo el mundo, por eso va podando las ramas sobre las que menos dominio ejerce.
Eso le permite jugar más fácilmente al tira y afloja con el porvenir de sus vasallos, para así doblegarlos y domeñarlos.
El trato humano de calidad, casa muy mal con el adoctrinamiento.
Por eso el objetivo de esas sabandijas es desmantelar las alternativas y masificar los centros.
Para así mejor implantar una mentalidad de culpabilidad generalizada y sembrar la distópica paranoia buenista de la corrección postureica.
Es meter a todos en una escabechina desquiciada, de la que salgan triturados y alabando las excelencias del orden establecido.
Les da igual el coste de vidas arruinadas que eso acarree.
Quien hace las reglas, quiere salirse con la suya a toda costa.
Seguir bailándole el agua a esos engueñeques, es mala cosa.
Y discúlpeseme la dialéctica de nosotros-contra-ellos, pero a ver si no cómo explicas tú todo esto.
29 de diciembre de 2020
trenes, barcos y aviones
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