Cuando un pintor trabaja desde el natural, su mirada y su mano establecen un diálogo con aquello que están retratando.
El hecho en sí de tratar de plasmar una porción de la realidad, trae un placer creciente.
El artista va captando la composición, los detalles, los matices, las relaciones entre las partes que forman el conjunto.
Cuanta más pericia demuestra al trasladar esos aspectos al lienzo, más satisfactoria resulta la labor.
El pintor quiere ser mensajero eficaz y directo, no torpe y distorsionador.
Quiere dar limpio testimonio, sin que las taras de su persona interfieran y afecten al resultado.
Lo importante de pintar es el ver verdaderamente, el entrar en contacto con la belleza de lo contemplado.
Si el artista logra provisionalmente desprenderse de su condicional mismidad, se produce una complicidad unitiva con el entorno.
Una comunión mística.
La sensible apertura del pintor, entra en resonancia con la armonía de la existencia.
Ambos quedan absortos en un presente absoluto, inenarrable, de cada vez más intenso significado.
Es como un rapto, un trance, un arrebato.
Un cántico glorioso que se realimenta a sí mismo.
Un despertar insondable, en el que el sujeto y el contexto se abarcan y envuelven mutuamente.
La acción pictórica y su motivo referido se fusionan en una epifanía inacabable.
Ya que, continuamente se descubren nuevos detalles y matices que cautivan y estremecen.
Lo único que salva al artista de quedar sumergido por siempre en esa delicia inconmensurable, en ese maravillamiento perpetuo, son las propias limitaciones técnicas de su proceso creativo.
El tamaño del lienzo, la tosquedad del pigmento y las trabas del pincel, impiden que esa danza prosiga indefinidamente.
Pues pronto los retoques empiezan a opacar los trazos previos.
Y el deleite da paso al drama.
La atención desplaza su foco y se concentra más en el retrato que en lo retratado.
Entonces el artista se ve comprometido a batallar con su deseo de intentar captar y reflejar más realidad que la que puede.
El perfecto calco idóneo, es tan inalcanzable como el sol.
Por eso el pintor debe calibrar y domar su ambición, o se arriesga a estropear lo logrado.
El criterio y la experiencia, otorgan sensatez y equilibrio.
De otro modo, el artista acabaría convirtiendo el cuadro en una estampa de su propia sombra proyectada.
De sus carencias, turbiedades y vilezas.
La intrínseca mácula personal siempre deja algún rastro, pero nunca suele ser el objetivo primordial, excepto para los narcisistas patológicos.
Pues el arte debe ser una búsqueda pura, de óptima inercia enaltecedora.
Un entregado amor entusiasmante, un deslumbramiento asombroso.
Una magia irrepetible que el artista desea frecuentar.
Un mirar reconocedor y apreciativo que te ayuda a estar repleto de integradora veracidad, a ser manantial de bondad.
Pero no se puede besar el Cielo todo el tiempo.
El viaje es con retorno.
Y según cómo lo hagas, te aporta valiosa lucidez o ruinosa locura.
Por eso, vivir es un arte. Y amar la vida, también.
Pero esa pasión no puede ser superficial ni simplista.
Quien ama, ciertamente procura conocer a fondo lo que ama.
Y esa es una tarea infinita y paradójica, pues el conocimiento siempre es concerniente.
Llegar al núcleo del otro y al propio, son alcances indisociables.
La madurez de la conciencia, condiciona la capacidad de empatía.
Cada uno pone su genio en cuanto hace.
El corazón es nuestra válvula reguladora, que determina la cantidad y la calidad de la luz que emitimos.
Dialogar con la vida, sirve para aprender a vibrar en propicia sintonía.
La belleza es como un diapasón que te sacude y te entona.
Quien asimila buenamente, alcanza profunda concordia y se hace sabio y santo.
Permanecer en disonancia con la existencia, fabrica maleantes y calaveras.
Las obras de los farsantes son todo humo, desvarío y tormento.
Parodia que esconde negrura, mezquindad que trae perdición.
Lo auténtico es sublime, laudatorio, trascendental.
La benignidad aviva el alma.
Es importante cultivar la virtud, conocer lo significativo, para no caer en engaños perniciosos.
Hay que ver limpiamente la verdad entera.
Para que los asusta-bobos se queden sin clientela y que concluya la mascarada macabra.
Que ya está bien de tanto camelo y canguelo.
30 de noviembre de 2020
el subidón del artista
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